DE BLOGUIONISTAS: LISTA DE DESEOS PARA EL A?O NUEVO

por Ángela Armero

Que la ficción española siga creciendo.

Que los guionistas seamos más autocríticos y hagamos mejores películas y series.

Que haya más trabajo para todos que en este año que despedimos.

Que las series ambiciosas sigan triunfando.

Que las propuestas minoritarias sigan seduciendo a su público.

http://www.conpelosenlalengua.com

Que las series nuevas nos enganchen y las que se despidan puedan hacerlo dignamente.

Que las miniseries y tv movies sigan emocionando al espectador.

Que reivindiquemos el espacio de la ficción frente al corazón y los realities.

Que la gente vaya más al cine.

Que no se ataque a los artistas por defender sus derechos.

Que no se confunda forrarse a costa del trabajo de los demás con la libertad de expresión.

Que surjan nuevos talentos y nuevos guionistas y cineastas se incorporen a la industria.

Que los guionistas y las productoras y los responsables de las cadenas asumamos más riesgos y sepamos satisfacer a todo tipo de espectadores.

Que tengamos buenas ideas.

Que contemos la verdad.

Que inventemos mundos nuevos.

Que busquemos nuestros límites.

Que lleguen las sitcoms de 22 minutos a la televisión española.

Que los guionistas recién llegados no tiren la toalla y que los veteranos no pierdan la frescura.

Que nunca olvidemos que somos unos privilegiados y que hacemos lo que nos gusta.

Mujeres y Zapatos

A veces me siento cansada. Cansada de la sociedad en la que vivimos y cansada de vivir sometida a un nivel de exigencia descomunal por ser mujer y trabajadora. Siento este insidioso cansancio con frecuencia, pero estoy tan acostumbrada a vivir diariamente con la proyección absurda que los medios y las personas hacemos de la mujer que a veces se me olvida, como quien tiene que llevar unos zapatos incómodos y con el tiempo se hace a ellos.

Por ejemplo, veo esta imagen y apenas me llama la atención.

Resulta difícil de creer que varias personas dieran su visto bueno a que este fistro siniestro entre Gollum y Paris Hilton llegara a publicarse.

Me cansa ver en la tele el desfile de adolescentes hipersexualizadas desfilando en ropa interior. Me cansa ver que las periodistas ahora tienen que estar buenísimas para poder trabajar en televisión. Me cansa que ver que las mujeres con cierta relevancia social son llamadas condescendientemente por su nombre de pila (Leyre… Sorayita…) y que se comente más su imagen que sus actos. Hay algo que no es que me moleste, pero que me parece que indica una tendencia peligrosa. Las mujeres que generan opinión hoy en día en nuestro país. Mencionemos algunas: Rosa Montero, Maruja Torres, Elvira Lindo, y Natalia Verbeke en In Style, ahora Sara Carbonero en Elle, y Martina Klein en otra que ahora no recuerdo. No dudo de que estas tres últimas destaquen en sus profesiones, pero me parece que su mérito para acceder a esa tribuna se debe a su físico y fama. Una escritora media tendría que sudar tinta para poder acceder a esa columna. Lo que es evidente es que si este tipo de colaboraciones se están poniendo de moda es porque a las mujeres nos gusta sentirnos representadas por mujeres que combinan un montón de cosas, éxito personal, belleza, juventud, amor y fama. Lo triste es que queramos oír lo que dicen estas personas en lugar de prestarle oído a gente que proceda de la literatura, de la política o del arte. Quizá en este sentido las mujeres nos hemos autoesclavizado y admiramos mucho más una buena melena que un buen cerebro.

Pero tampoco sería de extrañar porque la imagen de la mujer que nos venden y que compramos es exactamente esa mujer imposible. Guapa, joven, profesional, simpática, inteligente, que sea ambiciosa respecto a su carrera pero que sepa conciliar con su vida de pareja o de familia, que encuentre tiempo para cultivar la mente, pero también el cuerpo, que sea una consumidora consciente y sensata, que apoye las buenas causas, pero que no se pierda el último pañuelo de Loewe ni el último color de esmalte de uñas de Chanel. Que aprecie la belleza interior pero sepa escoger entre un chute de botox o una blefaroplastia. Que sea independiente pero que no lo sea demasiado; que se apoye en su pareja pero sepa respetar su espacio; que no se preocupe si no tiene pareja pero que sepa al tiempo que debería tenerla. Que sepa administrar su tiempo entre las horas de trabajo en la oficina y al tiempo llevar la casa o educar a los niños, «que son lo más importante». Podría seguir y seguir, pero como ya he dicho, me siento cansada. Y sintiéndome así me llega un e-mail de mi amiga Elena, incansable trabajadora, esposa, madre y una mujer casi perfecta. Le ha llegado esta «publicidad» de Caja Madrid.

Elena opina que esto es un insulto, y yo estoy de acuerdo con ella. Extracto la carta que ha enviado al Sr. Rato.

Mediante una carta de las que recibo habitualmente de la Caja que usted preside y de la que yo soy cliente desde hace 12 años, he recibido en mi casa el anuncio cuya copia adjunto.

No se qué clase de principios éticos les ha permitido emitir una publicidad de este tipo. Irreal, insultante y sexista.

Abrí mi cuenta en Caja Madrid la primera vez que obtuve un salario que yo consideraba importante y decente (…) Desde entonces, mis ingresos, fruto del trabajo y la gestión de mi economía doméstica, han estados asociados a esta cuenta. Considero que mi experiencia profesional y académica y mi trabajo en casa, me han convertido en una de tantísimas mujeres productivas de este país. (…) Usted me envía en forma de insulto una fotografía de una modelo a la que inventa una profesión absurda y que usted pretende, por la vía de lo subliminal, que yo acepte como modelo a seguir, para obtener la aprobación de la sociedad.

Una bella e improductiva profesora de kitesurf que diseña sus propios zapatos. No conozco a nadie así. Pero sí a un montón de mujeres a las que admirar y de las que sentirme muy orgullosa por tenerlas a mi lado y entre las que usted tiene un buen número de clientas.

Le ruego, Sr. Rato, que se abstenga, en lo sucesivo, de enviarme más basura a mi casa.

Elena Méndez Bértolo
Geógrafa. Especialista en Ordenación del Territorio
Concienciada y concienzuda. Responsable ama de su casa y madre de familia.
Usa sus zapatos para andar.

Elena usa sus zapatos para andar, no los diseña, ni falta que le hace. Es una mujer como tantas que vive asumiendo con valentía y un montón de esfuerzo sus responsabilidades y obligaciones; quizá no necesita que nadie le dé palmadas en la espalda por ello, pero desde luego con el nivel de exigencia al que está sometida ella (ella, yo, puede que tú también lo estés…) no tenemos por qué tolerar la proliferación de estupideces como coger a una modelo e inventarse semejante montón de tonterías que supuestamente nos representen. Hablen de madres trabajadoras, de amas de casa, de médicos, de arquitectos, de ejecutivas y quizá nos interese su plan de pensiones.

Me pregunto qué impacto tendría una publicidad parecida destinada al sector masculino. Sería poner a un modelo y extrapolar una descripción similar, por ejemplo:

«Profesor de Taichi. Hace caricaturas en la plaza mayor. Se recorta él solo las patillas. Para sentirse orgulloso, ¿no?»

Prefiero ir descalza antes que llevar esos zapatos.

La mujer que quería ser Escarlata O’Hara

Se llamaba Jane Alice Peters. Nació en Indiana el 6 de Octubre de 1908. Procedente de una buena familia, era esbelta y ágil, y muy buena en los deportes. De ascendencia británica y alemana, poseía un rostro delicado y elegante, con una mirada viva y alegre. El director Allan Dwan la descubrió jugando al béisbol en las calles con doce años. Actuó en más de treinta películas, entre ellas «La Reina de Nueva York», «Al Servicio de las Damas», o «Ser o no ser». Pasó del cine mudo al sonoro sin despeinarse. Estuvo casada con William Powell y Clark Gable. Quiso ser Escarlata O’Hara y no pudo. Encontró la muerte en un accidente de aviación en las montañas de Nevada. Pudo ser y fue Carole Lombard. (Esto me ha quedado muy Carrascal: G-A-B-O, Garbo.)

El otro día estaba en casa y sentí la típica desazón existencial que solo el cine puede curar. Rescaté de los cajones una peli que compré en unos grandes almacenes y que ya casi había olvidado: «Candidata a Millonaria», de Mitchell Leisen, «Hands Across the table» en la versión original. No es una obra maestra ni de lejos (como «Medianoche», también de Leisen) pero las comedias de Estados Unidos en los años treinta inmediatamente te transportan a un universo en blanco y negro, (con el contorno suave como de carboncillo que los años confieren a la imagen) elegante, estilizado, repleto de buen gusto e ingenio, con alegres melodías y actores y actrices tan hermosos y sofisticados como el que mundo que habitan.

Disfruté muchísimo de Lombard y de la sinceridad de su personaje: trabaja de manicura en un hotel de Nueva York y sólo espera poder cazar a un millonario que le dé buena vida. El destino cruza a Fred MacMurray en su camino. Ella piensa (leve espoiler) que se trata por fin del príncipe que esperaba, pero él, un aristócrata arruinado, es un vividor, igual que ella. Este hombre, espejo de sí misma, y ella viven una historia en la que los roles sexuales se invierten; «Candidata a Millonaria» habla sin tapujos sobre el idilio entre el amor y el dinero. Y en 1935. El año anterior había entrado en vigor el código Hays y poco tiempo después, el cine se convertiría rápidamente y por varias décadas (salvo honrosas excepciones) en el dechado de corrección política que todos conocemos. A pesar de sus limitaciones me sentí contenta de haber descubierto una pequeña joya como ésa. Me di cuenta entonces de lo mucho que me gusta Carole Lombard y quise saber algo más de ella.

Luego encontré esta página en la que se cuenta su historia de amor. Se conocieron en un baile en Enero de 1936. ?l acababa de ganar un ?scar por su interpretación en «Sucedió una noche» y ella había realizado  «Al servicio de las damas», uno de sus mejores trabajos junto al que era en aquel momento su marido, William Powell. Después, en un baile que se celebró el mes siguiente, Lombard, haciendo honor a su imagen de la artista más chiflada de Hollywood, hizo su entrada en ambulancia, de la que fue apeada en una camilla. (El curioso baile se llamaba, por cierto, «Depresión Nerviosa».) Su gesta ganó el corazón del actor (aunque bien podría haberle ahuyentado para siempre.) Y así empezaron a salir, los dos famosos, los dos jóvenes, los dos casados; Carole le regaló un coche pintado de blanco con corazones rojos y a Gable, a pesar de ser una idea horrible, le encantó. Y se hicieron inseparables. Era el momento en el que Selznick quería a Clark para darle vida a Rhett Butler, pero inicialmente el actor no estaba interesado ya que acababa de interpretar «Parnell», que resultó ser un gran fiasco de época.

Lombard, dotada de un gran sentido del humor, hizo imprimir folletos para repartirlos en la MGM elogiando una buena presentación del filme, pero en China. ??¡No pueden equivocarse 50 millones de chinos!?, decía el mensaje. Gable se puso a las órdenes de Sezlnick pero su amante se quedó con las ganas de levantar en un puño la tierra de Tara.

Su relación era conocida por todos pero no fue hasta que se publicó un artículo de la revista Photoplay titulado «Esposas y esposos no casados de Hollywood» cuando decidieron clarificar su situación. Louis B. Mayer, temiendo que el escándalo afectara a «Lo que el viento se llevó» apremió a la estrella a que pasase por el aro. En medio del rodaje, los dos artistas se casaron, aprovechando unos días libres de Gable, sin decir nada a la prensa; se fueron a Arizona en un cupé azul DeSoto y en las afueras de los Ángeles se detuvieron en una florería. Clark compró dos claveles rojos para el ojal y un ramillete de lilas del valle y rosas de color rosa para Carole. Llegaron a Kingman esa tarde y fueron directamente a la alcaldía para conseguir su acta matrimonial. La pareja se cambió de ropa en la casa del reverendo Kenneth Engel. Carole vistió un sencillo traje de paño gris con un pañuelo de lunares blanco y negro confeccionado por la diseñadora de vestuario Irene, quien diseñó mucho del guardarropa de Carole para las películas. Clark vistió un traje de sarga azul.

En la rectoría de la Primera Iglesia Episcopal Metodista, la señora Engel tocó en el órgano «Aquí viene la novia». Clark, de 38 años, deslizó una argolla de platino en el dedo de su prometida, de 30 años. Antes de que los recién casados partieran, se detuvieron en una oficina de telégrafos local para hacer saber a David Selznick sobre su secreto, enviándole un mensaje de seis palabras. ??Casados esta tarde ?? Carole y Clark?.

Una vez que cruzaron el límite estatal, la fiesta de bodas se efectuó en el Harvey House y luego siguieron hacia la casa de Carole en Bel Air. A la mañana siguiente fueron interrogados en una conferencia de prensa concertada por la MGM y comieron el Brown Derby, uno de los restaurantes favoritos de la pareja. Carole le dijo a Louella que ella planeaba trabajar unos años más y luego tener familia. ??Dejaré a Pa que sea la estrella y yo me quedaré en casa, zurciré calcetines y cuidaré a los niños?. En su primer aniversario, Carole cubrió el vestidor de Clark con satén, tul y flores e hizo un nido en el que depositó un gran huevo con la leyenda «Parnell» garabateado en él.

En enero de 1942, después de protagonizar su última película, «Ser o no ser» Carole se unió a los esfuerzos de la industria del espectáculo para ayudar a financiar la guerra. Al regresar de una gira de exitosas ventas de bonos, Lombard se mató en un accidente de avión en las montañas de Table Rock Mountain. Tenía 34 años y toda una vida por delante para hacer pelis estupendas y para tomarle el pelo a su marido.

El otro día ví «Lo que el viento se llevó» y pensé si la irritante distancia que Gable le muestra a Vivien Leigh hubiera sido idéntica si Escarlata hubiera sido su esposa, Jane Alice Peters, Carole Lombard.

Entrevista, ?ltimo día

El último día empezó muy mal y acabó muy bien. Justo cuando comencé a disfrutar como una niña pequeña (quizá los niños de cuatro años deberían dirigir películas) se acabó la cosa. Una vez más no puedo contar mucho sin incurrir en spoilers, así que sólo os diré lo que llevo diciendo en todas estas crónicas, aún a riesgo de ser un tedio insoportable: que no hay nada como tener un equipo así de bueno y así de entregado. Espero que el tiempo que han invertido o más bien apostado en el proyecto les haya servido de algo, y si no ha sido así, que al menos hayan disfrutado algo.

Para mí, ha sido todo una experiencia. Recuerdo que me daba muchísimo miedo dar el ok al último plano de todos en tanto en cuanto suponía cerrar la puerta de una habitación en la que había estado varios meses, y no me refiero al rodaje sino a la preparación. Si tengo que pensar en conclusiones, diría que es estupendo ponerse en peligro de vez en cuando. No me refiero a atravesar la Castellana caminando por una cuerda sino a hacer algo cuyo resultado desconoces. Ese tipo de aventuras, como una declaración de amor, pueden hacerte avanzar o dejarte hundido en la miseria una temporada. Pero bueno, como todos los que estamos hartos de leer teoría de guiones sabemos, todas las historias avanzan a través del cambio. Con errores o con aciertos, buscar las limitaciones propias es algo que te hace sentir bien. Como decía Javier Bardem en una reciente entrevista, «?xito es irte a la cama pensando hice todo lo que pude y me siento orgulloso». Con los horarios de los rodajes, también se puede decir que éxito es simplemente irse a al cama.

No puedo subir fotos porque mi perro se ha comido el router.

EN BLOGUIONISTAS: ¿SOMOS LOS GUIONISTAS ESCRITORES?

El otro día conocí a un a escritor joven y talentoso. Entáblamos una conversación cordial y me preguntó que si sólo escribía guiones. No se muy bien cómo, acabé justificándome por no escribir novelas, relatos breves, ni aforismos, ni haikus ni sonetos.

No. Solo guiones, amigo. Pero ahora recordándolo me viene eso de ??excusatio non petita, acusatio manifiesta? a la cabeza. Es decir, ¿qué estoy haciendo con mi vida, escribiendo sólo guiones? Le dije que me sentía incómoda escribiendo algo que no fuera eso y que hacía mucho tiempo que no intentaba escribir prosa. Lo del mucho tiempo es relativo. Hace un par de años intenté escribir un ??bestseller? (por empezar por algo fácil, vaya –modo ironía on) y lo dejé a las diez páginas. Actualmente no he desechado esa historia, pero si la retomo, será en forma de guión. Pero el joven escritor me dió en un punto débil.

¿Me gustaría escribir novelas?
Sí.
¿Soy capaz?
No lo sé.
¿Sería una escritora de verdad si escribiera otros géneros literarios?

Eso es lo que quiero preguntaros.

Según me dijo un viejo profesor y no es cosa baladí, ??escritor es aquel que escribe todos los días?. Según esos parámetros, un periodista también es un escritor, aunque su oficio sea interpretativo más que creativo. Según esos parámetros, un guionista es un escritor. Según esos parámetros, el que apunta el menú a 10,50 en la pizarra del restaurante es un escritor. (Y quien diga que me estoy metiendo con los periodistas: se equivoca. Ni con los pizarreros. O pizarristas.)

Pero luego entras en una librería, con todos esos volúmenes que condensan la LITERATURA así con mayúsculas y tú, que haces un día un culebrón para chavales y otro sketches para una sitcom en una peluquería, sientes que estás en otra galaxia. No, no comparo a los guionistas con Kafka. Digo que somos de otra galaxia mucho, mucho más pequeña.

Supongo que lo que convierte a los escritores de prosa o de poesía en la jet de los creadores literarios es que su obra, terminada en sí misma ya es completa. Un guión sólo es una pieza en un engranaje, un material del que todo el mundo opina y que mucha gente puede cambiar.

Aparte de eso, creo que depende mucho de lo que se escriba y para qué medio. Me imagino que nadie se escandalizaría si digo que Pedro Almodóvar es un gran escritor, pero que sí me mirarían mal si dijera que los autores de Gossip Girl son grandes dramaturgos.

Tan escultor es quien crea ??La piedad? como quien modela a Naranjito con arena en la playa. Quizá sea la obra la que permite diferenciar quién es un artista, quién un artesano? y quién un desgraciad@ que debería dedicarse a otra cosa.

¿Qué opináis?

Léelo si prefieres  en Bloguionistas.