En el final de «El Ala Oeste de la Casablanca»

Después de despedirme de «The Shield», «Los Soprano» y «The Wire» (y de otras, pero que me han dado más igual) le llega el turno a «The West Wing», que empecé a ver allá por el año 2001 hasta ahora. Esta serie, que como sabréis narra las andanzas de Jeb Bartlet, un presidente demócrata de los Us and A -que diría Borat- durante dos legislaturas. Creada por el nunca suficientemente ponderado Aaron Sorkin, el Ala Oeste es una serie complejísima, abrumadora, tan magistral en algunos capítulos como soponciera e inaccesible en otros, emocionante muchas veces, pero siempre inteligente y original.

¿Por qué me gusta tanto?

1. Porque técnicamente es perfecta. Esos recorridos frenéticos por el pasillo, con Josh, Sam o CJ discutiendo asuntos complejísimos a toda velocidad son una marca de identidad de la serie.

2. Porque tiene un grupo de personajes maravillosos. Leo, Josh, Cj, Donna, Toby… es imposible no quererlos. Lógicamente, esto es obra no sólo del guión, sino del increíble grupo de actores que le han dado su pellejo. (También hay actores que no me han gustado nada, y por alguna razón son dos novias de Josh, Moira Kelly y Mary Louise Parker; tampoco me convence Joshua Malina, uno inaguantable y repelente a más no poder de las últimas temporadas.)

3. Porque a pesar de lo complejo de las tramas y del asunto en general, consigue llegar como la serie de un grupo de personas que quieren mejorar la vida de la gente, mientras sus existencias son un completo desastre. Eso es «The West Wing.»

4. Por lo ingeniosos que son los diálogos. Normalmente, si entrarámos en una sala de trabajo y todo el mundo pareciera tan ingenioso como una hibridación entre Sócrates, Confucio, Groucho Marx, Woody Allen y Oscar Wilde, probablemente pensaríamos que es del todo inverosímil. En cambio, al ser la Casa Blanca y ser Sorkin, pues cuela.

5. Porque no escamotea prácticas políticas impopulares, como invasiones preventivas, derrocamientos de gobiernos, y errores de todo tipo.

6. Porque retrata a una clase política que es digna de admiración. Y eso me parece muy difícil de conseguir sin caer en un retrato hagiográfico de la presidencia de Estados Unidos.

7. Porque aunque muchas veces no sepas de que están hablando, con tanta sigla y tanta palabra técnica, logra acercarte al funcionamiento de la Casa Blanca.

8. Porque en cada capítulo hay uno o dos dilemas. (Como mínimo.)

9. Porque habla de gente idealista y entregada a su trabajo.

10. Porque resulta visionaria en algunos asuntos. Santos, el candidato democráta a suceder a Bartlet, es latino y está obsesionado con la educación y la sanidad. ¿Le suena a alguien?

Esas son las razones más o menos objetivas. Luego está el motor de este post, ñoño a más no poder. Está el lado personal, lo que ocurre detrás de las cámaras. John Spencer, maravilloso actor que interpretaba a Leo Mac Garry, jefe de gabinete de la Casa Blanca, falleció de un infarto antes de poder concluir la serie. Irónicamente, su personaje padecía un episodio cardíaco en un memorable episodio que no desvelaré, pero lograba superarlo. Se nota, por la escritura de su personaje, que su marcha pilló completamente desprevenido al equipo de guionistas; (Spoiler leve: MacGarry se postula como vicepresidente de la candidatura de Santos.)

Lo que me ha resultado muy emocionante es ver como, tras la muerte de Leo en la ficción y en la realidad, los restantes personajes reaccionan ante su pérdida. Quizá me haya sugestionado, pero su tristeza es sobrecogedora, parece que en esos planos actor y personaje se funden en cada uno de los miembros del reparto. Incluso el plano que recoge a Kristin Chenoweth (otra novia rara de Sorkin, que al parecer inspiró a la rubia religiosa de Studio 60) entrando alarmada en la habitación de Leo, que acaba con un larguísimo travelling de alejamiento por el pasillo, está cargado de realidad. Y en este punto no me resisto a poner el vídeo en el que John Spencer recoge un Emmy.

Traducción:
«Mirad a mis compadres, se alegran tanto por mí… Y eso lo dice todo sobre «El Ala Oeste.» Estamos ahí, trabajando muy duro al servicio de esa escritura tan brillante. Yo estoy al servicio de la genialidad y el arte de Aaron Sorkin, uno de los grandes escritores de todos los tiempos. Un actor es tan bueno como el material que recibe, y a nosotros nos dan oro, semana tras semana tras semana… y no sé cómo lo hace. Un reparto extraordinario, todos y cada uno de ellos me hace mejor de lo que soy… Maravillosos directores, Tommy Schlamme (director de la serie), John Wells… Sabéis, nunca quise hacer otra cosa que actuar. Salvó mi vida, es la razón por la que me levanto por las mañanas, es mi opiáceo. Mi premio siempre era conseguir un siguiente trabajo, para que yo pudiera seguir haciendo esta cosa maravillosa que me encanta. Así que este premio, amigos míos, es deliciosamente redundante. Gracias.»

Soy incapaz de ver este vídeo sin pensar que es una suerte escribir y actuar, dirigir, crear ua obra de ficción en equipo, sobre todo cuando se hace así de bien. Sé que es imposible, que nosotros no somos así, que no hacemos series así, que aunque tuviéramos la capacidad nuestra clase política está dominada por la mediocridad, pero aún así hay que desear alcanzar la excelencia que esta serie ha conseguido a lo largo de sus siete temporadas.

Para aquellos que no la hayan visto (y si se fían de mi criterio), les recomiendo especialmente las tres primeras temporadas y los episodios «Dos Catedrales», «Bartlet for America» e «Isaac e Ishmael». Y ya puestos a recomendar, por favor visitad esta entrevista que le he hecho a Daniel Sánchez Arévalo para Ámbito Cultural.

Una semana polémica

Ya es viernes y me siento tan contenta como uno de los imbéciles del anuncio de la Mutua Madrileña. Una semana llena de revuelo bloguero a raíz de las novedades en la orden ministerial sobre la última ley del cine. Que si los criterios de las subvenciones. Que si la discriminación positiva. Ya habréis leído algo sobre esto, en mi blog y probablemente, de forma más en informada y rigurosa en Escrito Por, Guionista Hastiado, Pianista en un Burdel y Chico Santamano.

En concreto el Pianista se ha aprovechado de mi desinformación para convertirme en el eje de su post, haciéndome ver que los 60.000 espectadores son una meta casi imposible dado que «Las campañas de marketing, lamentablemente, están en manos de las distribudoras.»

Pues muy bien, tronco. Tú ganas. Tú llevas la razón. Yo no me entero. Será que no leo suficiente tu blog, ahora bien, creo que la forma en que la que te has expresado es inadecuada. Y no sigo porque si de algo me sentiría «culpable» es de ridiculizar a un amigo en un blog.

Al margen de esta cuestión, sí creo que será saludable filtrar a unos cuantos genios para que, como dije, se hagan menos películas, pero que sean mejores y más competitivas, y para que la gente que escriba de espaldas al público lo tenga más difícil para acceder al caudal público. Si las nuevas medidas ayudarán o empeorarán la situación del cine, el tiempo lo dirá.

La ley del cine (español) (Actualizado)



Nueva ACTUALIZACI?N. (24-09-09)

El Diario El País pregunta a algunos cineastas sobre la medida, aquí. Yo no sé si es un poco sospechoso, pero lo cierto es que a todo el mundo le parece bien. ¿Será que no hay valor públicamente para decir que no se está de acuerdo y quedar como un machista?

ACTUALIZACI?N. Gracias a esta otra información del País, leo que «Cultura introduce la discriminación positiva en las ayudas al cine», frase que se transforma posteriormente en que «la orden ministerial que desarrollará la Ley de Cine favorecerá la producción cinematográfica dirigida por mujeres». En la aplicación de esta futura ley, para que nos entendamos, si tenemos sobre la mesa dos proyectos que son considerados idénticos en calidad, tendrá ventaja el que vaya a ser dirigido por una mujer.

¿Qué opináis de esto? Yo entiendo las iras del personal, pero como mujer y directora (ocasional) me sentiría muy hipócrita diciendo que me parece mal, puesto que si en algún momento lo necesito, llamaré a las puertas del Ministerio de Cultura para que consideren apoyar mi proyecto. No obstante, creo que es un mecanismo injusto, una especie de mal menor con el que se intenta nivelar la balanza. Creo que las desigualdades, en un mundo ideal, tendrían que corregirse desde ámbitos más colectivos y generales, como por ejemplo, la educación, y no en asuntos tan concretos como darle ventaja a un proyecto frente a otro porque esté una mujer detrás de la cámara. Es un hecho que hay muy pocas directoras de cine, al igual que hay pocas mujeres directivas o en puestos de gran responsabilidad. Pero creo que es más importante enseñar la igualdad en las mentes de las nuevas generaciones que imponerla a cascoporro en concursos públicos cuyo único criterio, como he dicho antes, debería ser única y exclusivamente la calidad. Es la educación que hemos recibido la que ha condicionado a muchísimas mujeres a no aspirar a según qué metas. Eso es lo que a mí me gustaría que cambiara; para intentar defender un proyecto lo mejor posible, prefiero que no me ayuden por mi sexo.

Ahora bien, que cada uno haga autocrítica en casa y piense cuántas pelis no ha ido a ver, cuántos libros no le han interesado (o ha prejuzgado) porque la autora es una mujer, cuántas veces ha pensado que se sentiría más cómodo confiando en un médico o un arquitecto (nótese que ni siquiera hay femenino de estas profesiones.) Y es que el machismo existe. ¿Vosotros qué opináis? ¿Es lícito emplear un método injusto para combatir una injusticia?

Leo esta noticia esta noticia del diario «El País» las novedades en torno a la Ley del Cine y una polémica con una asociación de la que yo no había oído hablar,«Cineastas contra la orden» (no van contra la orden del Temple, sino contra la orden ministerial que al parecer está en proceso de debate.)

No os voy a engañar; cuando yo era una estudiante de cine, y esto formaba parte de mis clases, estaba muy enterada del funcionamiento de las leyes del cine. Ahora guardo una impresión más vaga y desinformada y en esta noticia hay varias cosas que no me quedan claras.

Yo creo que esta orden, si no perfecta, está bien pensada. Y me parece que Guardans piensa lo mismo que pensamos muchos, incluso dentro de la industria.

La orden establece que para que una película reciba subvenciones ministeriales debe costar como mínimo dos millones de euros o contar con una audiencia de 60.000 espectadores («una cifra que está fuera de la realidad de mercado»). Los de la asociación se quejan de que esas condiciones marginan el cine pequeño. «Este mínimo cierra la mayor parte de las puertas a todas las producciones menores de dos millones», se dice en el texto.

Y yo digo: El canal ministerial no es el único para financiar una película. Están las autonomías y las cadenas.
Y yo digo: Con el esfuerzo humano y económico que supone levantar una producción de cualquier tipo, ¿de verdad no podemos aspirar a llevar a 60.000 espectadores a la sala? ¿De verdad merece financión pública cualquier producción que no interesa a esos miles de personas?

Por otro lado, claro, están los genios, y yo más que nadie no quiero que se mueran de hambre. Haberlos haylos, son como las meigas, pero en este país se estrenan más de ciento cincuenta películas al año (173 en 2008), y muchas de ellas pasan sin pena ni gloria, y objetivamente, aunque haya joyas escondidas, hay decenas de películas carentes de interés. En España no hay tantos genios, y los que lo son y está demostrado, superan ampliamente esos presupuestos en sus filmes precisamente por eso, porque ya han demostrado que merecen esas inversiones.

Guardans afirma que el tratamiento entre las películas artesanales y las grandes producciones industriales será claramente distinto. «Ni mejor, ni peor, pero que tengan claro que aquellos que, por su condición artística, crean que tienen un derecho natural a cobrar miles o millones de Estado, hagan lo que hagan, lo van a tener difícil». Es cierto que está dicho de forma harto antipática, pero yo lo veo lógico. Hay que escribir para el público, no para uno mismo. Si se escribe para el público, se hacen producciones que interesan, entonces sí se puede acceder al dinero estatal. Si se hacen cosas que no tienen calidad, o que sólo le gustan a uno, entonces no.

El problema está en eso, en poner un filtro que no permita que haya películas pequeñas. Eso me parece mal, porque aunque como digo hay mucha morralla, creo igualmente que se necesitan pelis pequeñas y carreras alternativas al circuito más comercial y mainstream. Pero sí creo que los criterios de subvención deberían ser más exigentes con los proyectos sin viabilidad comercial y que la cuantía debería ser proporcional a la rentabilidad de estos proyectos. La Fapae pide que ese límite baje de dos millones a uno y medio, y creo que eso mejoraría la orden.

Y luego están las medidas nuevas sintetizadas por el País en lo siguiente:

-Se concederán 12 ayudas a guiones por un importe total de 45.000 euros. (A pesar de que en otro punto del texto se lee: «En el informe se señala que las ayudas anuales a guiones subirán de las 12 que recoge el actual borrador a 15 .»)

– Las películas para televisión y las series de animación podrán obtener subvenciones. A mí esto me parece un error. Las cadenas tienen recursos suficientes para financiar las tv movies y eso hará que le quiten dinero al cine. La industria deficitaria y en crisis no es precisamente la televisión.

– Las descargas de filmes en Internet y el alquiler y venta de DVD computarán para las ayudas a la amortización, modalidad que hasta ahora sólo se aplicaba a los estrenos en salas.
Eso me parece bien.

– Los largos y cortos iberoamericanos que se distribuyan en España podrán recibir las mismas ayudas que las producciones europeas. Pues estupendo, pero espero que se rijan con los mismos criterios que deciden si se le da o no apoyo al cine español.

– La concesión de ayudas se realizará en función de un sistema de puntos que premiará, entre otros criterios, la originalidad, la calidad o la viabilidad cinematográfica.
Esto es lo auténticamente imprescindible. Si se hace rigurosamente, nuestra cinematografía debería mejorar exponencialmente.

– Las actas de las comisiones que evalúen los proyectos estarán a disposición de todos los candidatos, que podrán acceder a las distintas puntuaciones. Es decir, que la transparencia está entre sus fines. A ver si lo consiguen.

En definitiva, la propuesta ministerial me parece un pelín tajante, pero oportunamente matizada, creo que ayudará a nuestro cine. Menos películas, pero que sean mejores, que estén mejor producidas y que interesen más al gran público. Y aunque escueza a algunos, menos autores, que en este país nos salen por las orejas y para ser autor hay que hacer algo más que considerar que uno lo es.

Y para demostrar la salud del cine español, el trailer de «Gordos», una de las mejores pelis españolas (y no españolas) que he visto en muchos meses.

Ludopatía creativa

Cuando dices que eres guionista sueles suscitar un montón de preguntas que normalmente te hace gracia poder contestar. A todos nos gusta hablar de nosotros mismos, y yo no soy una excepción. Llegado a un punto, como todo, te aburres de hablar del guionismo, y las grandes batallas del oficio te parecen tan prosaicas como las de los fresadores, los panaderos y los fontaneros. O incluso los armadores de barcos, claro que si te dan la chapa con sus desventuras a bordo de un yate me imagino que la cosa cambia.

Lo que digo es que es una profesión maravillosa, pero que exige unas ciertas capacidades o talentos que no tienen nada que ver con el talento en la escritura. Después de darle muchas vueltas, creo que es capital tener dos cosas que son ajenas a lo que escribimos.

La primera es la suerte. Como decía Goldman, nadie sabe nada. Nadie sabe qué hace que un éxito sea un éxito, ni qué chiste es bueno en un sentido absoluto, ni qué química van a tener los actores ni si la complicada alquimia de la producción fructificará en un resultado que nos haga felices o si, por el contrario, nos hará soñar con un seudónimo al que poder matar sin dejar rastro.

La segunda es la capacidad para asumir la decepción y poder seguir trabajando sin que nos pese demasiado. Las recompensas son escasas, y la variedad de chascos que te puedes llevar es inmensa. El no lograr vender un guión. El venderlo, y que no se haga. Venderlo, no cobrarlo, que no se haga. Que se haga y no se estrene. Que se haga y no te guste. Que se haga y no la vea nadie. Que se haga y los críticos te metan en un caldero y se hagan un caldo con tus huesos. Que se haga, pero que nadie quiera darte más trabajo. Y todo eso no depende de ti, y realmente tampoco mucho de tu trabajo, puesto que la única forma de juzgar adecuadamente un guión es leyéndolo.

Ese es el primer éxito que yo creo que hay que tener: terminar un guión del que estemos satisfechos. Ese éxito nos puede llevar a sucesivos fracasos y decepciones como los que he enumerado. Y dentro de la marabunta de sinsabores que podemos degustar, conviene recordar que en el principio hubo algo rotundo y feliz: que escribimos algo y que nos gustó. Que decidimos que merecía la pena luchar por ello. Convertirlo en nuestra forma de vida.

Hasta los fracasos más clamorosos esconden momentos de gloria, como por ejemplo, imprimir nuestro guión terminado y ponerle un cartón chulo y una espiral negra. A ese momento íntimo y de felicidad personal hay que aferrarse cuando venga todo lo demás, sea bueno o sea menos bueno.

Resistencia y suerte. Si solo juegas una vez, lo llevas claro. Pero si juegas continuamente, tienes muchas más posibilidades de que te toque la lotería.

A alguien le tiene que tocar. Puede que a tí, o a mí, o a ese o esa que en vez de estar leyendo blogs de guionistas que se creen muy interesantes como éste, ha decidido sentarse y escribir. Yo apostaría por ese. O por esa.

Estás hecho un personaje

Las fronteras entre ficción, realidad y telerrealidad cada vez son más difusas. Y no, no me quiero poner a saltar paranoias ni «¡Ahs!» a lo Ferrán Monegal, ni vaticinios apocalípticos. Ni siquiera me parecen alarmantes los secuestros en grupo que se producen induciendo a creer al personal que van a participar en Gran Hermano. Que por otro lado, no deja de ser un secuestro. Privación de la libertad y de la intimidad. Dicho de otro modo, das todo lo que tienes y lo pones en un estante para que la gente lo manosee, opine, y etc, a cambio de un puñado de euros y de fama. Sin embargo no voy a criticar la telerrealidad porque me parece que eso está muy sobado y es como muy dosmildós.

Lo que me parece estupendo es la tendencia que existe a convertir en personajes a las personas. Cómo, sobre los rasgos reales, sin que nos demos cuenta, se empiezan a sobreponer subrepticiamente atributos más propios de la ficción. Las personas, convenientemente empaquetadas, se convierten en personajes. ¿Por qué? Quizá no tengamos el tiempo, la paciencia o la sensibilidad de asumir a la gente como individualidades. Es más rápido etiquetar, clasificar, atribuirle un cliché a un cuerpo, a una cara o a una situación.

Es el caso de Belén Esteban. En esta señora nada es típico. Si de Julia Roberts se dice que es la novia de América (o se decía, ahora no sé con quién estará saliendo este país), la Esteban podría ser la novia de España (y sí, cada país tiene la novia que se merece.) Sus horas en televisión probablemente superan a las del presidente del gobierno. Si su hija se come el pollo o no nos mantiene despiertos por las noches. Es una mujer que se levanta una pasta brutal contando su vida y sus desvelos con el padre de su hija, torero para más señas, casado por segunda vez con una tipa que, según dice, no le hace caso a la pequeña y sin embargo quiere quedársela y privarla de su madre. A base de machacarnos con la prosaica por lo demás existencia de esta tipa, acaba viéndosele el personaje. «Se te está viendo la otra», como escribía Pedro Salinas. La «otra» de esta mujer es una madre coraje, que lucha contra la adversidad (con su sueldo debe de ser muy difícil), contra su ex pareja y la nueva mujer de éste, convertida por el mismo cóctel de circunstancias en la madrina de Cenicienta, en la Bruja mala de Blancanieves. Personajes. Quizá el secreto del éxito de este personaje sea su capacidad para el conflicto, que es la esencia de cualquier buen drama. Que pasen cosas. Continuamente. Cuánto más sufra el o la protagonista, más empatía provocará nuestro personaje. Esto sucede con esta señora.

Pero no se queda ahí. Esta mañana estaba leyendo los perfiles de los nuevos integrantes de Fama, y en las pocas líneas con las que se pretende que conozcamos a estos chicos, se atisban unos trazos de lo más creativos y soñadores. Y lo que vienen son citas textuales.

Fátima es una chica de Lebrija que sueña con dedicarse al baile desde pequeña. No se ha podido permitir una formación en danza, así que a principios de este año decidió ayudar en el negocio familiar (una carpintería) y pagarse las clases de funky.

Juan Francisco
EDAD: 19 años
LUGAR DE RESIDENCIA: Solana de los Barros (Badajoz)
FORMACI?N ACAD?MICA: ESO
FORMACI?N EN DANZA: No tiene formación en danza. Lo que ha aprendido ha sido imitando a los demásESTILO DE BAILE QUE DOMINA: hip hop

Juan Francisco siempre ha sido un apasionado del baile aunque nunca ha recibido clases. ?l siempre ha sido un bicho raro en su pueblo porque era el único que bailaba. Cuando fue a Badajoz descubrió gente que hacía break y se unió rápidamente a ellos para continuar con su pasión por el baile.

Marta es una chica muy dulce, cariñosa y mimosa. Es hija única y vive con sus padres en Benalmádena. Tiene novio desde hace cuatro años y su pasión por el baile viene desde muy pequeñita. Comenzó en el mundo del baile de salón, aunque también ha recibido clases de danza moderna y funky. Es una chica muy alegre cuyo sueño en la vida es conseguir que cambie algo en el mundo.

Virginia es una chica risueña, luchadora y segura de si misma que tiene muy claro que para salir adelante tienes que ser persistente con lo que quieres.
Lleva desde los 13 años luchando por hacer realidad su sueño, seguir formándose en la danza para llegar a ser bailarina profesional. Esta canaria está dispuesta a todo para demostrar que su fuerza y energía son directamente proporcionales a la intensidad del azul de sus ojos.

Sí, efectivamente, son todos el mismo personaje con sutiles variaciones de sexo, edad y geografía. Pero en general, en este grupo, son todos super tenaces, se les va cayendo el carisma de los bolsillos, idealistas, amigos de sus amigos, desean triunfar y superar las adversidades y todo eso pagándose las clases de baile ellos mismos. Cómo no, también son perfeccionistas, y con un toque de rebeldía, lo justo, no vaya a ser que se pasen y se conviertan en unos marginados. Lo de la intensidad del azul de sus ojos me ha matado, y creo que debería estar prohibido redactar cosas así y pensar que encima se está haciendo un buen trabajo. Pero igual soy solo yo, que mi picajosidad es directamente proporcional a las pecas que tengo en los brazos.

Tanto crear personajes como acertar en su descripción son tareas que requieren cierta pericia. Convertir a una persona en un personaje es una habilidad distinta, pero en estos casos se hace tan burdamente que yo paso. Y eso que me encanta la gente que tiene talento, sobre todo para bailar. Me quieren vender a estos personajes, que encima son «reales» y se les ve todo el cartón. No compro.

En cambio, sí me quedo con los Jabbawockeez. Para quien no los conozca, son un grupo de baile que se hizo célebre gracias a su talento y a ocultar sus rostros bajo unas máscaras. Lo hicieron así para, según decían, lograr que el baile se percibiera por encima de las individualidades. Así, la negación de su identidad demostró su calidad, su originalidad y una personalidad inmune a la manipulación.


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People Are Strange

Eso cantaban los Doors. O perdón, the Doors. No está mal para empezar que un grupo que se llama «Las Puertas» diga que la gente es extraña. Pero sí, la gente es tan sumamente extraña que la normalidad ha perdido todo sentido. Y echamos de menos la normalidad. Cuando nos sucede algo, se lo contamos a nuestros amigos, «¿tú crees que eso es normal?», como una versión sofisticada del «¿Qué me pasa, doctor?»

Cuando pienso en raro, me vienen muchos nombres a la cabeza, por ejemplo el de Jeremy Piven, actor del reparto de Entourage, que dejó «Speed-the-Plow» una obra teatral con la que hacía su debut en Broadway, escrita ni más ni menos que por David Mamet, aduciendo que se encontraba mal porque «padecía de elevados niveles de mercurio», quiera eso decir lo que quiera eso decir. Mamet, preguntado por su opinión, dijo que entiende que Piven va a dejar su carrera interpretativa para labrarse un futuro como termómetro.

Pero esto es como todo. Hay raros amateurs, como Piven, y raros profesionales, como la primera dama de Japón, Miyuki Hayotama, que en ser bizarra se ha erigido como una auténtica número uno. Miyuki, que ha escrito un libro titulado con una naturalidad encantadora «Cosas muy extrañas que me han pasado» (irresistible, ¿verdad?) explica que vivió una experiencia paranormal hace veinte años durante la cual fue abducida por los extraterrestres y viajó al planeta Venus.

«Mientras mi cuerpo estaba dormido, creo que mi espíritu viajaba en un ovni triangular y se fue a Venus», explica en su libro, donde describe este planeta como «un lugar muy bonito y muy verde», vamos, que Venus es como Galicia.

Por lo visto, Miyuki es muy famosa en Japón, donde ejerce como opinadora culinaria, (qué mal suena eso), tertuliana política y pintora ocasional. La dieta de la primera dama es natural y sencilla, como ella misma. Miyuki pasa del sushi, ella directamente se come el sol. En una entrevista ofrecida a un canal japonés, la nueva primera dama emuló el ritual con el que se despierta cada día. Cerrando los ojos y haciendo como si cogiera partículas del sol, se las introdujo en la boca y masticándolas confesó: «Esto me da energía. Mi marido también lo hace». Vamos, como Susana Griso, que en su casa todos se ponen tibios a Actimel todos desde que se levantan hasta que se acuestan (a veces toman actimel en modo sonámbulo, igual que ese o, cuya fuerza solo encuentra explicación en que se cruje varios miles de actimeles al día, con la furia de un Tiranosaurus Rex entrando en un gallinero), pero ella se zumba partículas de sol sin aliño ni nada. Es económico, no ocupa espacio y además te salva de esos días que no tienes nada en la nevera. «Yukio, no bajes las persianas, que aún no he merendado.» Seguramente en Nochevieja en lugar de uvas (o de la tradición japonesa equivalente) se tragan doce estrellas y brindan con chupitos de Helio despresurizado, cosa que por otro lado a Ferrán Adriá le encantaría.

En el libro, Miyuki también cuenta que conoció a Tom Cruise en otra vida. En su encuentro, el protagonista de ‘Misión Imposible’, estaba reencarnado en un japonés.
«(Tom Cruise) era japonés en otra vida y estuvimos juntos, así que cuando le vea le diré: ‘Hola, ha pasado mucho tiempo’, y sabrá perfectamente a qué me refiero». Sí, lo sabrá perfectamente. Seguro que venía en un apéndice de «Cienciología para Dummies. Anexo I. Primeras damas taradas.» Pero bueno, Tom Cruise tampoco es manco. En su boda le regaló a su prometida una cacerola, un peine y un gato (¿por qué no?) Y no porque le salieran juntas en una partida de scrabble, sino porque la cienciología, que cuenta que todos llevamos el peso del ataque de un marciano malvado a nuestro país y que necesitamos liberarnos de esa gran carga, lo ordena. De todas formas, me provoca una intensa admiración que Tom Cruise sepa lo que es una cacerola, porque seguramente su comida se materializa al chasquear los dedos de los pies cuando se sienta a la mesa (me han dicho que come con los pies y anda con las manos; lo hace todo de espaldas, porque en otra vida fue japonés y como leía de derecha a izquierda y en vertical y en esta vida además fue disléxico de pequeño, va un poco transtornado, el pobre).

A mí cuando era pequeña también me llamaban rara, pero igual eso me hace tener más posibilidades de convertirme en primera dama, y no sería mala vida. Todo el día de viaje, consagrando mis esfuerzos a ver qué me pongo y quién me peina, al gimnasio, de tiendas y de cócteles aquí y allá, bueno, y sin olvidar el ocasional viaje a Venus, la regresión mensual a la corte de Cleopatra y mi ración diaria de piscolabis de luna. Igual lo raro de verdad es trabajar sin más.