Loca Juventud: Argumento

LOCA+JUVENTUD+1967

Reproduzco el argumento de «Loca Juventud», película protagonizada por Joselito en 1965, según este artículo de la wikipedia.

Loca juventud es una película española de 1965 en la que Joselito interpreta a Johnny Durán, un intrépido joven que se ha educado en los Estados Unidos y que se traslada a Madrid, donde vive su padre, un magnate del petróleo, que entre pozo y pozo se lee un libro.

Johnny se mete en problemas porque se junta con unas personas de mala vida que se dedican a robar mecheros. Esta gente lo amenaza y lo intimida, haciéndole pasar momentos de indescriptible angustia.

Un buen día conoce a una joven muy atractiva que se llama Paola de Rossi, quien está asomada a la ventana de una caravana. Como buen seductor que es Johnny, la conquista y le canta unas canciones en su coche americano descapotable y, claro, ella se enamora. Pero los chicos malos pasan con sus motos y le dan unas collejas. Esa misma noche, mientras la joven pareja está en el bosque donde ella tiene su caravana, los malos vienen, les dan una paliza, destrozan el coche de Johnny con un palo, y, entre cuatro, tumban la caravana.

Johnny sale corriendo a gran velocidad hasta atrapar un camión con el que se va a ver al señor comisario y le comenta lo sucedido, que, obviamente, ha sido culpa suya. Pero los malos ya están detenidos en comisaría.

Ahora Johnny tiene la misión de pagar los gastos de la rotura de la carvana, que ascienden a 17.000 pesetas. Por eso, su padre le da un mapa de Europa para que se vaya a Venecia, donde está Paola de Rossi, para darle el dinero. Y como Johnny no tiene dinero, tiene que trabajar llevando arena en una carretilla. Y así consigue llegar a Venecia, donde se ¿enamora? de un gondolero, y allí encuentra a Paola cantando.

Historias de guionistas: No hay tigres en África

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«Doing it for the money» es un libro que he recomendado varias veces. Es una estupenda colección de historias de guionistas. Mi amigo Escrito ya habló de él en este estupendo post sobre Stephen Gaghan.

Uno de sus relatos es de Steve Shagan, un guionista al que contrataron para hacer de productor de «Tarzán», la serie de televisión, que se rodaba en México. Cuenta Shagan que rodando en una húmeda jungla de Acapulco, y con pocos guiones y la fecha de emisión encima, toda la experiencia estaba envuelta en una atmósfera de ansiedad surrealista, pero que a pesar de todo lograban salir adelante, utilizando material grabado previamente en la serie y especialmente los mismas escenas de acción, una y otra vez; sin embargo, nada les preparaba para lo que estaba a punto de suceder a continuación.

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Una tarde, estaba en su tienda escribiendo en medio de la jungla, sintiendo la presencia de Moctezuma y tomando chupitos de tequila a palo seco (los hielos eran peligrosos) cuando entró en la tienda el jefe de producción mexicano, Don Alfonso Sánchez Tello.

-Buenos días, Don Alfonso- le saludé.
-Tenemos problemas, señor. Tarzán no puede luchar contra el león el capítulo de la semana próxima. No podemos proceder.
-¿Cuál es el problema?
– Es Mayor (el león amaestrado de la producción), sus bolas son del tamaño de melones. Las llevamos en una carretilla. El Doctor Moreno cree que le ha picado un bicho.
-¿Mayor está sufriendo?
-El Doctor Moreno le ha suministrado morfina, y le está haciendo análisis de sangre.
-¿No tenemos una leona para este tipo de situaciones?
-Sí, «Leona», pero ella desprecia a Tarzán. El entrenador dice que sería demasiado peligroso utilizarla.
-¿Por qué la tenemos?
-Hace feliz a Mayor, señor.

Estando así las cosas, Shagan llamó al jefe que le había contratado, Sy Weintraub, a quien localizó en su pista de tenis.

-No me gusta tu llamada, ¡tú eres el productor! ¡Produce!- le dijo- ¡Haz que el machote ese se pelee contra Leona!
-Es muy peligroso, Sy. Las leonas son impredecibles.
-¿Entonces por qué está contratada?
-A lo mejor se quedaron sin cristianos en México.
-No me hace gracia. Asume tu responsabilidad. ¿Por qué no usas el material aquel de la ostra gigante?
-Ya lo hicimos la semana pasada.
-Bueno, podéis reciclar esas tomas de Tarzán tirándose con la liana por ahí.
-Mis predecesores ya lo han usado hasta la saciedad.
-Pues quema el puto pueblo. Tenéis que rodar algo. No te puedo ayudar, ¿vale? estoy muy ocupado, estoy negociando la compra de un Gauguin.

Después, Shagan llamó a Mort Werner, el jefe de programación de NBC, y le explicó la situación.

-¿Has pensado en atar los testículos de Mayor y rodar alrededor de ellos?
-Mort, tienes que entenderlo. Mayor está en una jaula y sus testículos están al lado, en una carretilla. Además, está sedado con morfina. Rodar alrededor de sus bolas no es una opción.
-Bueno, ¿qué otros animales tenéis?
-Una pantera, un leopardo, un cocodrilo y una pitón.
-No, no eso no. ¿Hay alguno más?
-Tenemos un tigre pequeño, pero no podemos usarlo.
-¿Por qué no? ¡Es perfecto!
-Con todo respeto, no hay tigres en África.
-Eso nadie lo sabe.
-Vamos, Mort. Esta serie la ven millones de niños, profesores, zoólogos y antropólogos, ¡nos van a freír a protestas!
-No lo flipes. Nunca sobreestimes la inteligencia de la audiencia de la televisión. Vamos, Steve. No nos queda otra, tenemos que rodar algo. Ya verás cómo nadie dice ni pío.

Y resultó que Mort tenía razón. No hubo una sola protesta. Shagan concluye su texto apostillando: «Después de todo, cuando tus bolas están en juego, tienes que rodar algo.»

Avatar

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En el mundo hay dos clases de personas: las que les gusta Avatar y las que no. Luego hay una tercera categoría que vive marginalmente y que no puede participar en la discusión sobre la peli-evento del año, que son las personas que no la han visto.

Yo formaba parte de ese vergonzoso pelotón hasta que esta tarde le he puesto remedio. Me he ido al Kinépolis y la he visto en tres dimensiones, con gafas de Elvis Costello y todo. Y lo primero que he pensado es:

-¿Tendré yo la misma pinta que todos los descarriados sociales que van solos al cine?

Pero no me he respondido a esa pregunta, porque si a mi estampa de chica solitaria y cinéfila le añades unas gafas estrambóticas y una interesante conversación conmigo misma, probablemente me hubieran largado del cine, o amonestado convenientemente, como ya ocurrió en esta ocasión.

Me encanta el Kinépolis, por motivos personales y porque es una gran sala (literalmente.) Estaba convencida de que tenía que ver Avatar en un pantallón, con la mejor calidad posible de imagen y sonido. Y así podría juzgarla en condiciones.

Y he alucinado. He flipado lo más grande. Me he quedado con la boca abierta. He disfrutado. Me he emocionado. Ha sido una experiencia estupenda. Me pregunto (también en un discurso interior) si los espectadores que vieron «La Túnica Sagrada» (la primera peli rodada en Cinemascope) o «El Cantor de Jazz» (la primera sonora) tuvieron la misma sensación que yo, esa mezcla de alegría infantil, ese regocijo de estrenar juguetes la mañana de Reyes, y de asombro ante el desarrollo de la tecnología.
El cine es un arte de una evolución vertiginosa. Hemos pasado de esto

(Those Awful Hats, D.W. Griffith, 1909)

a esto, en tan solo cien años.

(Avatar, James Cameron, 2009)

No voy a discutir que la magia de «Avatar» reside en la tecnología, pero no sólo en las tres dimensiones (increíbles los primeros minutos, fantásticos los vuelos en los dragones esos tipo Fuyur enzarpado, vibrantes las batallas y preciosos los paisajes y las texturas del bosque, desde los insectos hasta las plantas) sino también en la animación. Yo no soy la más fanática del género, pero me han parecido que eran los «dibujos» más vivos que yo haya visto nunca, con una mirada hipnótica. Lo cierto es que antes de verla no me gustaban los bichos, pero los ‘Navi son como las mujeres muy guapas: las fotos no les hacen justicia. Aún así, creo que su diseño no es tan imperecedero como el del t-1000 o el de ET, pero me han acabado pareciendo criaturas hermosas y empáticas. (Aunque para empático y hermoso, Sam Worthington. Eso es así.)

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La historia concedo que se parece mucho a «Bailando con lobos» y que es previsible, mecánica y en algunos puntos bastante endeble, sobre todo en los momentos en los que una espectadora ingenua como yo se pregunta «¿Y qué va a hacer Jake Sully ahora?» y se sacan soluciones de guión de entre los cojines del sofá. Pese a ello, su sencillez narrativa, combinado con algún toque épico a lo Braveheart y un discurso ecologista y anti-intervencionista, ha conseguido que me metiera en la historia y que disfrutara aún más del gran espectáculo. Porque eso es lo que me ha parecido: un espectáculo arrollador que devuelve el esplendor a las salas de cine.

El guionista es la puta del cine (no lo digo yo)

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…Lo dicen aquí.

El autor de la entrada nos trae el viejo dilema de la autoría de la película. ¿Es del director? ¿Del guionista? ¿Del productor?

Eso me recuerda a mis días de estudiante de cine, cuando esas cuestiones le importaban algo a alguien. Uno de los alumnos de dirección le dijo a una de mis compañeras de guión que los guionistas éramos eso, las putas del cine, o unos tristes, o unos menosmola que diría Ford Fairlane, a lo que mi amiga contestó: «Cállate, X, que hemos visto tus cortos», frase que es, en sí misma, prueba irrefutable del talento como dialoguista de la interfecta. Diez años después de aquel momento, me importa menos que cero quién es el autor de la película en tanto en cuanto me paguen por trabajar en ella. Y así con todo.

Llamadme absurda (¡absurda!) pero creo que la vanidad para un guionista es como unos pendientitos de Tous para alguien que no tiene qué llevarse a la boca: un accesorio tontísimo. (Si tienes qué llevarte a la boca, también lo son, por otro lado.)

La mayoría de los guionistas perdimos la vanidad en una zanja negra y apestosa. Quizá cuando eres aspirante a guionista y no trabajas, y te parece que Robert Towne debería echarte la sacarina en el cortado mientras tú tecleas lo que te van susurrando al oído las musas, entonces tienes vanidad para dar y tomar. Pero en cuanto empiezas a trabajar, la arrogancia está condenada a desaparecer. A fuerza de opiniones demoledoras, audiencias catastróficas, proyectos fallidos, mazazos de toda clase y condición, el que conserva la vanidad intacta es o bien uno de los pocos genios que viven del cine en este país o una persona que no ha trabajado lo suficiente para ver su autoestima convenientemente lacerada.

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Lo curioso de todo el asunto es que estoy bastante de acuerdo con el autor de la entrada cuando dice que un guión es una herramienta y que los buenos guionistas deberían ser flexibles respecto a la transformación de su trabajo, como ya dije aquí.

Sin embargo, hay ciertas frases que me sorprenden por su virulencia.

No le tengo mucho aprecio a los guionistas como profesionales. Ellos deberían dirigir sus guiones, y no venderlos a otros. Así podrían comprobar que dirigir no es tan sencillo.

Probemos a invertir los papeles, a ver qué pasa.

No le tengo mucho aprecio a los directores como profesionales. Ellos deberían escribir sus guiones, y no pedírselos a otros. Así podrían comprobar que escribir no es tan sencillo.

Anda, si es una opinión reversible. Como mi gorro.

Un guionista que no dirige sus propios guiones merece lo que hagan con ellos.

Un guionista a quien le dirigen los guiones es un puto crack. Todo guionista sueña con que le pisoteen un guión y se lo destrocen. Porque eso significa que habrá salido de la cienaga milenaria de los guiones que se pudren en un cajón. Una afirmación igual de chunga pero más certera sería «Un guionista que no vende sus guiones se merece morir de inanición», por ejemplo.

Y si (el guionista) quiere dejar de ser una puta, que coja una cámara y aprenda de objetivos y de actores, y que se deje de lloriquear.

Y yo digo: ¿Qué pasa si no queremos dejar de ser unas putas? ¿Y si nos gusta la esquina? ¿Qué pasa si nos gusta escribir en pijama y en pantuflas? ¿Y si pensamos que «Gran Angular» es una colección de libros? ¿Y si la mera idea de hablar con un actor o actriz guapos nos da mareo y ganas de vomitar? ¿Qué pasa si -hecho que el autor no ha considerado- no nos sentimos capacitados para materializar nuestros textos, pero aún así conservamos un sentido crítico (o cítrico, aún mejor) que utilizamos para OPINAR?

Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo. Desempeñamos un servicio público. Protegemos a la sociedad de que haya A?N MÁS DIRECTORES escribiendo solos y sin control.

El inevitable balance de 2009

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He leído esta entrada en el blog de Bichos Raros y me he dado cuenta de que es mi obligación ineludible como bloguera hacer o bien un post de propósitos de año nuevo, o de balance, que es la opción con la que me quedo.

Empezaremos por lo peor, como los chistes de «tengo una buena y una mala noticia».

La crisis, el desempleo, la corrupción, etc. Cualquiera que viva en España ya está aburrido de esos temas, así que yo voy a hablar de otras cosas. Por ejemplo, me ha entristecido mucho la muerte de Michael Jackson, y me atrevo a decir que junto a Elvis Presley y Frank Sinatra es una de las grandes personalidades de la música del siglo XX, no sólo por su música sino por su increíble forma de bailar.
También ha sido el año en que más afición por atacar a los artistas he percibido, con el famoso tema de las descargas. No puedo sino invitaros a que leáis este post del guionista Hastiado en Bloguionistas para que los beligerantes entiendan que los creadores no son (no somos) el enemigo. A pesar de las polémicas, este ha sido un gran año para el cine español, cine que ya nadie defiende, ni siquiera los medios tradicionalmente de izquierdas. Por fortuna, en este 2009 hemos contado con el apoyo de la taquilla, que es algo que tradicionalmente silencia muchas bocas, aunque en esta ocasión hay quien piensa que el éxito de público legitima las descargas. Como argumento me parece tan endeble que no pienso ni comentarlo.

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Me ha apenado muchísimo acabar «The Wire», «The West Wing» y la enorme «The Shield.» De las series que veo ahora, sólo «Mad Men» está a la altura, y no siempre. Y en el capítulo de la vergüenza nacional, la Estebanización de este país, con campanadas incluidas, me parece lo puto peor.

En el apartado de lo bueno, creo que el nombramiento del primer presidente de raza negra es algo histórico y esperanzador. Obama, a pesar de su desgaste, es un carismático orador y un líder, capaz de sacar lo mejor de muchos ciudadanos, alguien capaz de inspirar a la gente. Vamos, todo lo contario que se respira por estas latitudes. También me encantó el ?scar a Penélope Cruz, la colección de relatos «Fantasmas» de Chuck Palahniuk, el concierto de Beyoncé, «Up» de Pixar, «Celda 211», los bastardos de Tarantino, de «Bruno» y de «Enemigo Público», de Michael Mann.

Pelis sonadas que no me han gustado tanto o que directamente me han apestado, el remake de Pelham 1,2,3, «Terminator Salvation», «Ángeles y Demonios» y «Watchmen». Me dejaron fría «Whatever Works», «los Abrazos Rotos» y «Ágora». Me queda pendiente «Avatar», y del fenómeno «Crepúsculo» me escapé, igual que he conseguido vivir pasando olímpicamente de Harry Potter.

Y este balance acaba aquí. El año 2010 seguro que traerá más polémicas cinematográficas, grandísimas pelis y espero que series que estén a la altura de las que han convertido a la década del 2000 en un auténtica época dorada para la televisión. Feliz año a todos.