Cuando era pequeña y me portaba mal, mi madre amenazaba con mandarme a un internado, y con algo mas terrorífico aún, mandarme con Mamá Sarita, nombre que conjuraba la siniestra imagen de Sara Montiel fumando un puro mientras me ponía los leotardos.
Yo me hecho mayor y Sara sigue siendo Saritísima, Sara Montiel o María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Aurelia Esther Dolores Abad Fernández, su nombre real. Hermosa y gran artista, historia viva del cine español, nuestra Penélope Cruz de los años cincuenta, Sara fue esposa de Anthony Mann, aprendió a fumar puros con Ernest Hemingway y barrió las taquillas de medio mundo con una película que inicialmente nadie quería estrenar: «El ?ltimo Cuplé» (1957).
Más de cincuenta años después, he descubierto adónde hubiera ido a parar en caso de haberme enviado mi madre con Mamá Sarita, a la guarida de la bestia, y he descubierto que en pleno barrio de Salamanca, con una piscina y dos niños de mi edad, no lo habría pasado tan mal. Hubiera roto muchas cosas, seguro, y hubiera adquirido una habilidad sobrehumana para conjuntar de forma muy estética y nada recargada los sofás con los jarrones y las butacas Luis XVI con las figuras orientales. Eso sí, he de reconocer que su pisito me recuerda mucho a la casa de Norma Desmond en «El Crepúsculo de los Dioses», y que al ver su vídeo de presentación me he dado cuenta de que Sara siempre está lista para su primer plano.
Ignacio del Moral es uno de los guionistas más respetados y admirados de España. Además es autor teatral, docente y ha escrito tanto para televisión (series tan emblemáticas como Farmacia de Guardia, El Comisario o El Síndrome de Ulises) como para cine («Los Lunes al Sol», «Lope», o «La Voz Dormida», la última película de Benito Zambrano, de próximo estreno.)
Ignacio acudió, hace muchos años, a la ECAM cuando yo era una alumna de guión y mis compañeros y yo nos quedamos impresionados con su despliegue de talento, humildad y pasión por la escritura. Diez años después, Ignacio impartirá una clase magistral en Hotel Kafka, desgranando los secretos de la escritura de «Los Lunes al sol», con Fernando León de Aranoa, su director. Su charla abrirá el nuevo ciclo del Club de Guión. Aprovecho la ocasión para hacerle algunas preguntas.
1. Ignacio, vas a diseccionar el guión de «Los Lunes al Sol» en tu clase. Igual nos podrías ofrecer un tráiler, ¿cuál es el recuerdo más significativo de aquella experiencia?
Simpre recuerdo la escritura de aquel guión como una larga conversación con Fernando, con muchas risas y sin ningún estrés. Las cosas iban surgiendo, y la mayoría de las ideas que teníamos para la película (el argumento, para empezar) fueron cambiando sobre la marcha… nunca supimos que la película iba a tener tanta trascendencia. Menos mal, porque así pudimos trabajar con total irresponsabilidad.
2. Algunos años después, en España por desgracia el desempleo sigue siendo un tema muy vigente. ¿Crees que nuestro trabajo puede ayudar en algo? Es decir, ¿el cine sirve a la sociedad? ¿De qué manera?
Sin duda, y por desgracia, las circunstancias actuales ponen la película de actualidad. Nuestro trabajo, el de la ficción dramática, sirve sobre todo para hacernos vivir, a través de personajes, experiencias que tal vez -y por suerte, en la mayoría de los casos- no nos tocará nunca vivir personalmente, ayudándonos a comprender mejor la realidad que nos rodea y sobre todo a conocer y empatizar mejor con los seres humanos. Este conocimiento puede ayudarnos a pensar y sacar conclusiones, y puede ser útil para prevenir prejuicios o para comprender mejor muchas cosas.
El problema del paro, lamentablemente, tiene unas raíces estructurales complejas, y su solución está fuera del alcance de la inmensa mayoría de nosotros. La visión de la película tal vez pueda animarnos a mantener una actitud de dignidad y esperanza, y a evitar algunos diagnósticos apresurados.
3. Pronto se estrena «La Voz Dormida», un guión escrito por ti y basado en la novela homónima de Dulce Chacón. ¿Qué perspectiva interesante aporta? Muchos de los sectores más críticos con el cine español siempre se quejan de que haya tantas películas con ese tema.
Empiezo por la segunda parte de la pregunta: desde luego, es un lugar común decir «otra sobre la Guerra Civil». En realidad, no hay tantas, aunque tal vez haya a quien fatigue el asunto. Yo creo que si las películas son buenas, pueden hacerse todas las que se quieran. Lo malo es que no lo sean. Creo que la idea de que se hacen demasiadas películas sobre ese periodo es difundida a veces de forma interesada por quienes se sienten muy incómodos cada vez que el tema se revisa, y aún hay muchos de esos; ellos sabrán por qué.
Y también hay sectores de público joven que pueden encontrar monótono el tono, la estética, los latiguillos y clichés que inevitablemente se reiteran en ese tipo de películas, y que, aunque no lo han vivido, no están tan lejanas en el tiempo como para resultar exóticas, sino que simplemente les suenan a viejo.
La Voz Dormida pretende incidir sobre un tema algo menos conocido, que es el de las muchas mujeres que, durante la guerra y al final de la misma, fueron encarceladas y muchas de ellas torturadas y ejecutadas, en muchas ocasiones sólo por ser mujeres, hermanas, hijas… de comunistas o «rojos» en general. Formalmente no presenta grandes novedades, es una película muy académica, y en cuanto al relato, se le ha reprochado su caracter militante y en algunos aspectos maniqueo, así como un cierto tremendismo. Puedo asegurar que la realidad fue mucho más tremenda que lo que se muestra en la película; y en todo caso, Benito tenía muy claro lo que quería contar y cómo, y la película responde muy fielmente a su postura personal.
4. ¿Cómo fue la experiencia de poner palabras en la boca de un genio de las letras como Lope de Vega en la película «Lope»?
Siempre es complicado abordar personajes sobre los cuales cada uno tiene una idea preconcebida y que además son objeto de estudio y reverencia por parte de sectores académicos. Para mi la clave fue pensar que el Lope de la palícula es un Lope que aún no sabe que es Lope, que no actúa para la posteridad, que se busca la vida sin ningún tipo de responabilidad histórica, improvisando, como hacemos todos día a día. Yo lo abordé como un personaje de ficción y, aunque a grandes rasgos se sigue la historia real, las escenas, las reacciones, las situaciones, son, lógicamente, todas inventadas.
Cuando se me reprocha falta de fidelidad a la verdad histórica, respondo que el propio Lope escribió obras sobre personajes históricos y naturalmente hizo de su capa un sayo, como siempre se hizo, desde Shakespeare hasta Schiller o Buero Vallejo. La Historia, con mayúscula, nos sirve de inspiración, no se trata de dar una clase. Yo disfruté mucho con la escritura de esa película, porque obligaba a un registro verbal diferente, que tuviera una cierta música de lenguaje de otros tiempos, pero siendo actual.
5. Hablemos de tu faceta televisiva. Eres un guionista veterano, ¿cómo valoras la evolución de las series en España?
Yo llegué a la TV en los últimos años 80, y me tocó asistir a la puesta en marcha de una industria que apenas existía. En estos ya más de 20 años, la ficción televisiva nacional ha pasado por diferentes ciclos,pero en general se puede hablar de una evolución sostenida, y de una mejora, especialmente en lo que se refiere a la producción y calidad de la puesta en escena.
En cuanto a los contenidos, siguen siendo algo primarios en ocasiones, muy dependientes del criterio de los ejecutivos de cadena, siempre pendientes de lo que creen que el público va a demandar y poco receptivos ante la novedad o lo que ellos consideran riesgo.De esa manera se producen vaivenes bruscos, las cadenas se imitan unas a otras, y aparecen los formatos y géneros por avalanchas: familares, profesionales, época…
Lo más estimulante es que en los últimos años parece que se ha abierto paso el género más depurado, con apuestas más claras, alejándose de aquella época en que una serie tenía que aspirar a gustar a todo el mundo, con lo que se mezclaba drama y comedia, tramas de adultos con tramas de niños… Aunque aún quedan resabios de aquello, creo que ahora las propuestas son más nítidas.
6. ¿Cómo recuerdas tu primer trabajo como guionista?
Mi primer trabajo para la Tv fue la serie «Eva y Adán, agencia matrimonial», que le encargaron a Alonso de Santos, un conocido dramaturgo, muy amigo mío, que me pidió que colaborara con él. También trabajaron en ella Eduardo Ladrón de Guevara y Yolanda García Serrano, ambos guionistas muy conocidos hoy en día. Yo no tenía ningún conocimiento del medio, ya que mi experiencia era teatral. El género, sit com (más o menos) resultaba accesible para un autor teatral. Poco después un humorista amigo, Pedro Reyes, me propuso para escribir los guiones de continuidad de un programa de variedades, «Pero ¿esto qué es?». Eso suspuso una experiencia más complicada y una inmersión más profunda en el medio. Allí conocí a Fernando León, que por entonces era jovencísimo, y escribía sketches para aquel programa.
7. ¿Qué te aporta el teatro que no te proporcionen el cine o la televisión?
Aparte del concepto de autoría, el teatro, que yo considero una faceta más del mismo oficio de dramaturgo, permite por un lado mucha más libertad en cuanto a estructura y lenguaje. En cine y Tv el formato es casi siempre realista: incluso en las tramas más aprentemente fantásticas, el desarrollo es básicamente realista, y la narración casi siempre lineal: es decir, se trata de producir impresión de realidad. El teatro hace tiempo que se libró de esa servidumbre, precisamente porque la aparición de cine y la Tv le ayudaron y obligaron a evolucionar.
Hay mucho teatro realista, desde luego, pero incluso en el teatro más realista es fácil encontrar licencias. En el teatro no hay limitación de espacios, el tiempo se puede tratar de otra manera… y sobre todo, es menos dependiente de la trama. Por lo general, en el teatro moderno la trama es mucho más escueta que en una película o que en una obra antigua: se cuentan pocas cosas, no se acumulan los lances; pero se puede profundizar mucho en el análisis de las situaciones, de las relaciones, de los personajes… y sobre todo, se hace a través de la palabra: los personajes se relacionan básicamente a través del lenguaje; todo lo demás es secundario.
Hay muchas obras que son una sola secuencia, en la que los personajes se limitan a hablar y, sin embargo, son apasionantes. Y además, en el teatro, a diferencia del cine, me apasionan los procesos y trabajos previos que conlleva un estreno. También tiene que ver el hecho de que la consideración que se tiene por el autor en el teatro es muy diferente de la que obtiene el guionista en el cine.
8. El de guionista es un oficio que puede ser muy frustrante. ¿Cómo se sobrevive al desgaste de que muchos proyectos no salgan? ¿Cómo es posible «conservar la llama» encendida muchos años?
En efecto, puede ser muy frustrante, por cuanto se trata de elaborar, dedicándole mucho tiempo y trabajo, un material que en el mismo momento en que sale de tus manos es sometido a relecturas y reinterpretaciones, sobre el que todo el mundo parece tener la capacidad de opinar… y casi siempre, o al menos eso es lo que uno piensa, para estropearlo.
En fin, todos hemos vivido esta sensación. Es la razón por la que muchos guionistas se deciden a dirigir, o al menos desean hacerlo. Para mí es más desgastante esa sensación que el hecho de que los proyectos no salgan, a lo que tú aludes en la pregunta. Con respecto a lo primero, a la impotencia que produce ver cómo tu texto es manipulado y deformado por las diferentes manos por las que pasan, supongo que uno simplemente se acostumbra.
Yo creo que la clave para no quemarse demasiado es ser muy consciente de cuál es tu papel, es decir, proporcionar un material de base para que otros construyan. Si hay suerte, lo que construyen resulta valioso. Para mí, escribir es una finalidad en sí misma, la obra acabada es el guion, y lo que hagan después procuro que no me afecte demasiado.
Por supuesto, es difícil mantener siempre ese blindaje, y en ocasiones se pasa muy mal. Para mí «Lope», por ejemplo, es una experiencia bastante dolorosa, porque es un guion en el que, aunque me llegó de encargo, puse mucha pasión y trabajo, y la película resultante es bastante fría y sin matices, lejos del humor y la calidez que yo le había puesto.
Conservar la «llama encendida»… Parece que hablamos del matrimonio, y no es mala comparación. Se trata de meterse en cada historia perdiendo de vista todo lo demás, como si fuera la primera. Casi siempre, si nos va bien, vamos a trabajar por encargo. Se trata, entonces, de hacer nuestra esa historia, buscar qué elementos de ella resuenan en nuestro interior, y atender a esa vibración. Es muy dificil que ninguna parte de una historia tenga que ver con nosotros, siempre hay algo que nos apela, si sabemos mantener una actitud abierta, sin ponernos estupendos. Para encontrarlo, hay que enfrentarse a ello sin prejuicios y sin prepotencia.
9. Me imagino que habrás escrito con muchos guionistas y directores. ¿Recuerdas algún consejo valioso? ¿Puedes mencionar a alguna persona de la que hayas aprendido mucho?
De todos los compañeros de viaje que uno tiene, y en efecto a estas alturas han sido muchos, los que más te marcan son los primeros, los que adoptas como maestros. Entre otras cosas porque tú eres joven y ellos son más maduros y expertos. Yo he tenido la suerte de tener estupendos maestros, generosos y sabios, que me lo enseñaron todo del oficio, ya que en la época en que yo empecé a escribir tanto teatro como guiones (primero Tv y luego cine) no había escuelas, ni se habían editado los manuales que ahora consideramos clásicos, ni siquiera se estudiaba dramaturgia en las escuales de arte dramático… éramos autodidactas la mayoría de nosotros.
Así, me crié a la sombra de autores como Alonso de Santos, Antonio Mercero, y más tarde Joaquín Oristrell… lo que todos ellos tenían en común es, aparte del talento y la generosidad, una enorme capacidad de trabajo. Muy pronto comprendí que esa era la clave. Más tarde, tuve ocasión de trabajar con los que yo llamo los «jóvenes Maestros», compañeros más jóvenes que yo, de los que aprendí mucho: Fernando León, Verónica Fernández, Daniel Sánchez Arevalo, David Planell, entre otros. Quiero creer que también ellos aprendieron de mí.
10. Por último, te pediría un consejo para aquellas personas que desean convertirse en guionistas.
El dramaturgo, y el guionista lo es, es ante todo un observador del ser humano, empezando por sí mismo. Nosotros contamos historias a través de la conducta de los personajes. Por lo tanto, nuestra herramienta de trabajo es la observación, el afecto y la preocupación por los que nos rodean. Escuchar, observar, no juzgar, aprender a establecer relaciones entre momentos y situaciones que aprentemente no lo tienen.
Una obra dramática nace de una pregunta que nos hacemos: «¿Qué pasaría si…» Una historia es una hipótesis. El principal consejo que yo puedo dar a un guionista es que viva, que obtenga sus experiencias de primera mano: que no sea un ratón de videoteca, sino que lea mucho, converse mucho, pasee mucho, escuche mucho y sienta afecto por los seres humanos que le rodean, porque solo desde ahí pueden salir historias con alma.
Espero que tengamos ocasión de hablar de todo esto cuando nos encontremos.
Ignacio del Moral estará en el Club de Guión del Hotel Kafka el próximo 11 de Octubre. Si necesitas más información, puedes solicitarla aquí.
El otro día ví la rueda de prensa de Tinieblas González en Youtube. La hora y siete minutos que dura. Este es el vídeo:
Recomiendo su visionado por varias razones a cualquiera que esté interesado en el negocio del cine. A los que trabajamos en él por simple solidaridad y a aquellos que quieran trabajar en la industria porque me parece que es saludable y didáctico que sepan lo que les espera.
Ser guionista requiere paciencia, tenacidad y esfuerzo, pero creo que dirigir largometrajes en este país exige, además, una determinación absoluta. Y es por batallas como las que cuenta Tinieblas, también por otras no menores ni mayores, sino distintas.
Resumo la comparecencia de Tinieblas. Relata al detalle cómo, después del rodaje de su película «Almas Sin Dueño», la productora Alma Ata le robó su film, «violó su película» (sic), efectuando el montaje y los procesos de posproducción en condiciones ínfimas y todo sin contar con él. Pero eso no es lo peor. Cuenta que la productora infló el presupuesto para poder optar a más dinero público, que emitió facturas falsas haciéndose pasar por su productora (la propia de Tinieblas, coproductora del film robado), intentando cobrar, por ejemplo, de ETB, y que calcula que de las subvenciones concedidas a su proyecto, los productores se embolsaron al menos 300.000 euros, originalmente destinados a acabar la película en condiciones. Cuenta que la estrenaron de tapadillo en una sala para poder cobrar más subvenciones y que recaudó 92 euros, por lo que los beneficios no salen de la exhibición de la película, sino de las subvenciones logradas.
Según Tinieblas, esto explica por qué algunos productores tienen varias casas y coches de lujo. Según González, el cine español está prostituido porque el 80% de las películas se hacen en estas condiciones; afirma que hay muchos directores que son cómplices de este sistema y que no denuncian el fraude. Se presenta a sí mismo como un director engañado por una productora que, lejos de estar interesada en su cine, le ha utilizado para conseguir un suculento botín.
Y ya para rematar insta a los espectadores a no pagar por ver cine español, puesto que ya está pagado con sus impuestos.
¿Qué opino de este espinoso asunto?
Creo que hace bien en contar su experiencia pero que ha cometido varios errores. El primero, generalizar demasiado. El segundo, instar a que la gente no pague por ver cine español. El tercero, alimentar con esos titulares los argumentos de gente que, al contrario que él, odia el cine.
Por partes. Creo que hacer esa generalización es dañino. Yo no puedo hablar de porcentajes, pero me parece injusto que los productores que se pelean por levantar una película tengan que ser tomados necesariamente por delincuentes. Puede que haya muchos sinvergüenzas (como en todos los sectores), pero año tras año, aparecen nuevos talentos en el cine español. ¿Quién está detrás de esas promesas, o de esas realidades? Las productoras, y no vampiros que le sacan la sangre a un incauto o una incauta para comprarse BMWs; empresarios que creen en el cine y que trabajan muy duro por hacer obras de calidad. Si hay algo que la opinión pública de este país no necesita son más prejuicios.
En cuanto al asunto de no pagar por ver cine español, creo que es una memez enorme. Eso, en la práctica, supondría la muerte del cine español a corto plazo. Si pide que no se pague, está atacando a su financión principal, las subvenciones; es decir, que está en contra del apoyo público al cine, porque de otra forma no se puede explicar su opinión.
Me parece que si su carrera hubiera sido distinta, dificílmente reclamaría eso. Me imagino (no lo sé) que sus cortos estarían subvencionados, y que, aunque haya caído en manos de unos desaprensivos, bien podría haber trabajado con otros y terminar su película gracias al dinero público.
Es decir, que Tinieblas hace unas extrapolaciones terribles e injustas. Cuando el dinero público me permite hacer cortos que triunfan, son estupendas. Pero cuando las subvenciones se convierten en la desaparición de mi película, entonces son dañinas.
Las subvenciones no son dañinas. Los bandidos que se las guardan en el bolsillo si lo son. Hay productores que son unos bandidos, pero no todos los productores lo son. Evidentemente, cada uno puede opinar lo que quiera sobre el hecho de que el cine se financie con dinero público. Yo estoy a favor de que un país invierta en su cultura. Y no solo por el arte en sí, sino porque el cine genera muchísimo empleo.
En cuanto a la denuncia que hace de otros directores, pienso que si él fue engañado, probablemente lo serían muchos otros. Por un lado, le aplaudo la valentía de «tirar de la manta», aunque como ya he dicho sus formas y opiniones me parecen desafortunadas. ?l ha revelado su verdad, pero me pregunto qué habría hecho si el proceso hubiera sido menos tortuoso. Es decir, si no le hubieran desposeído totalmente de su película, ¿habría dicho algo del presupuesto inflado? Si el montaje y la posproducción de la productora hubiera encandilado a Filmax, ¿hubiera sido tan claro en su denuncia?
Es difícil imaginar que se le hagan más faenas a una persona, pero el mundo está lleno de grises. ¿Qué tenemos que pensar? ¿Que la mayoría de directores son como damas burladas que se dejan mancillar a cambio de hacer su película? Creo que la cuestión es mucho más compleja y que Tinieblas habla por los directores, por los productores y por el cine español y que debería hablar únicamente de sí mismo, de su historia y de lo que le ha pasado con esta productora en concreto.
En definitiva, me solidarizo con él y con lo que ha tenido que pasar. Admiro su valentía y su coherencia. Sin embargo, creo que tanto los directores y productores de cine honestos, los que aman las películas, que pasan un mínimo de dos años luchando a caraperro por levantar sus proyectos, no merecen el apelativo de putos, bandidos o ladrones.
Si Tinieblas hubiera sido atracado por un ciudadano de Corea y dijera en una rueda de prensa que todos los coreanos son unos mangantes, nos estaríamos subiendo por las paredes.
Por una vez pensamos que aparte de juntarnos para emborracharnos, desbarrar, sentir lástima de nosotros mismos, poner a parir a guionistas más exitosos o guapos, podíamos unirnos para hacer algo útil, como por ejemplo transmitir lo poco o lo mucho que hemos aprendido en nuestras respectivas carreras y áreas específicas de trabajo.
Por lo tanto, aunque muchos de nosotros ya éramos docentes solistas, nos ha dado por formar una Boyband (bueno, y una girl, claro) de guionistas que pueda ofrecer una visión completa, actual, rigurosa y sobre todo práctica de qué significa escribir para la pantalla en nuestro país.
Nuestro curso apunta a dos grandes objetivos. El primero, que los alumnos conozcan el día a día del trabajo de guionista en nuestro país. Y el segundo, que conozcan las claves para acceder al mundo laboral, claves que sólo los profesionales en activo pueden transmitir.
Además, si os apuntáis siempre podéis intentar adivinar quién acabará siendo el Justin Timberlake o el Marky-Mark-Wahlberg del grupo, o la Beyoncé, si os van más las girl bands. A mi por mi parte me gustaría ser Victoria Beckham para no pegar ni sello, pero mientras trabaje de guionista y profesora prometo contar todo lo que sé.
Este es el temario:
NATXO L?PEZ: «El desarrollo de series de tv: De la idea a la pantalla».
SERGIO BARREJ?N: «Recursos para guionistas en Internet»
CRIST?BAL GARRIDO: «Webseries y contenidos para Internet»
DANIEL CASTRO: «El cine y la vida, el reto de la creación independiente»
DAVID MU?OZ: «Cómo tratar de ser guionista de cine en España (y pagar el alquiler todos los meses)».
ÁNGELA ARMERO: «Cómo crear un documento de venta para una serie de tv»
GUILLERMO ZAPATA: «Crowdfunding, Crowdsourcing y Transmedia».
Nos encantaría contar con vosotros. Para más información sobre los profesores, nuestros trabajos, o los detalles del curso os remito a la web del Hotel Kafka, por favor pinchad AQUÍ.
También podéis llamar al Hotel, escribir un e-mail o pasaros por allí:
(+34) 917 025 016
Este fin de semana he estado en dos estupendos festivales de cortos: el de Astorga, donde el jurado nos concedió un premio especial patrocinado por la cámara de comercio, y el Festival de la Plataforma de Nuevos Realizadores en Madrid, donde presenté «Entrevista», y encima vinieron Alba y Luis y un montón de amigos que no lo habían visto aún.
Alba Alonso.
En Astorga ya había recogido un premio para el guión de «La Aventura de Rosa» hace tres años. En aquella ocasión conocí a Isabel de Ocampo y a Vicente Villanueva, y tres años después los dos han estrenado su primera peli con muchísimo éxito (Villanueva con «Lo Contrario al Amor») o están a punto de estrenarla (Isabel está en plena postproducción de «Evelyn», creo.) Eso, por si hubiera alguna duda de que los cortometrajes son la cantera necesaria, la promesa continua del cine español.
En esta edición han compartido el primer premio Victor Carrey y Arturo Ruiz Serrano con «La Huída» y «La última secuencia» respectivamente; ojalá su porvenir sea tan brillante como el de sus antecesores, los galardonados de 2008. No pude ver sus cortos porque fui solo a la clausura, y es un poco raro tanta enhorabuena y tanto brindis sin haber visto el trabajo de los demás.
Aparte de eso, y como casi siempre, lo más interesante de los festivales no son las películas, sino las personas. Tuve la suerte de escuchar a Javier Fesser (que recibió el galardón honorífico) hablar de su trayectoria y de la novela que acaba de publicar, escrita con Claro García, «Los días de colores. Más allá de la película Camino», que supone una profundización en el universo y en los personajes reles que inspiraron el film. A Fesser pude darle las gracias por «El Secdleto de la Tlompeta», en mi opinión uno de los mejores cortos del cine español.
Además estuve un rato charlando con Emiliano Allende, el director del Festival de Medina del Campo. Los que conocen a Emiliano saben que es un hombre estupendo, con una conversación deslumbrante, y que gracias a su trabajo en el festival ha impulsado la carrera de innumerables directores españoles. David Pinillos, que triunfó el año pasado con Bon Appetit, hizo su primer corto gracias a su festival. En otra liga bien distinta, mi primer corto también nació al amparo del premio de Proyectos del festival, que ahora prepara su próxima edición. Aparte de cinéfilo, Emiliano es un gran melómano, un hombre amabilísimo, culto y cariñoso, pero sobre todo es un gran contador de historias y yo le aprecio un montón; en tiempos tan cínicos como éstos siempre es maravilloso encontrar a un entusiasta del ser humano como él.
De vuelta en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, «Entrevista» formó parte de un pase de cortos estupendo, con títulos que me gustaron un montón, como «Aunque todo vaya mal», un musical muy divertido de la actriz Cristina Alcázar y «El Premio», de Elías León Siminiani, que me pareció brillante.
Los festivales de cortos suelen ser excusas estupendas para conocer gente afín, para vivir anécdotas surrealistas y para degustar productos y caldos de los pueblos de España, y para recordar que participar en el cine es un enorme privilegio.
Goldstein comienza hablando de la ya muy exitosa «Midnight in Paris», (spoiler leve), en el que el protagonista, que ha viajado al maravilloso París de los años 20 (donde pululan Picasso, Hemingway, los Fitzgerald o Dalí) le cuenta a la mujer de la que está enamorado lo privilegiada que es por vivir esa época. (ESPOILER). Pero ella sólo parece impresionada y feliz cuando ambos viajan más atrás en el tiempo al París de 1890, donde se encuentran con Toulouse Lautrec y Gauguin en Maxim’s.
De paseo con Zelda.
Es decir, que hay una tendencia en casi todos nosotros a pensar que todo el arte del tiempo pasado fue mejor, y el cine no es una excepción.
«Por eso no es ninguna sorpresa escuchar -sigue Goldstein- a Jeffrey Katzenberg, el jefe de Dreamworks animation, decir que las pelis de la última temporada son las más malas de los últimos cinco años, y que es increíble lo malas que han sido.» Añade también que en las páginas del Wall Street Journal Joe Queenan dijo que «2010 es posiblemente el peor año en la historia del cine» en este artículo.
Goldstein a continuación muestra como criticos de otras eras, como Pauline Kael en el año 80, James Agee en el año 45 (el año de «Laura», «El Milagro de Morgan Creek» y «Perdición») e incluso en 1928, Conrad Nagel, un defensor del espectador de la época, se quejó ya entonces de su infantilismo y previsibilidad. El autor del artículo aduce que una razón es la nostalgia cultural; explica que toda la música o películas que más nos gustan proceden de la juventud, de la época en la que empezamos a amar las películas o las canciones.
Pero aquí es donde yo me pregunto si, nostalgia cultural aparte, Katzenberg y Queenan y modestamente yo misma, no tendremos algo de razón. Cinematográficamente ha sido un verano lamentable (al menos en lo que al cine mainstream se refiere), en el que lo que más me ha gustado ha sido «Super 8» y no me parece una película perfecta.
¿Es nostalgia cultural?
¿Es que la calidad de las series hace palidecer a la mayoría de las películas?
¿O es que realmente hay una crisis creativa en el cine, con tanto superhéroe, tanta secuela y tanta precuela?
Yo lo he dicho muchas veces este verano: odio el cine.
Por cierto, en Hotel Kafka seguimos preparando a toda máquina los cursos del otoño. Para saber del curso de Bloguionistas, pinchad aquí; para el club de lectura de guiones, con Ignacio del Moral y Roberto Santiago confirmados para octubre, aquí; y para el resto de cursos del área, aquí.