EL MONARCA DE LAS SOMBRAS, DE JAVIER CERCAS

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«El Monarca de las Sombras», la última novela de Javier Cercas, narra la búsqueda del rastro de Manuel Mena, tío abuelo del autor, un joven que falleció, cuando solo contaba diecinueve años, en la batalla del Ebro combatiendo en el bando fascista.

La biografía de Mena, tejida con tenues datos, y su retrato, presidieron la infancia de Cercas y el salón de la casa de sus padres en el pueblo de Ibahernando, (Cáceres), de donde es oriundo. El autor, quien confiesa haber estado siempre subyugado por la incógnita de su historia y tentado por la posibilidad de buscar su esencia, la esencia de Manuel Mena. Sabía que, de no ponerle remedio, de no escribir ese libro, Manuel siempre sería una fotografía inquietante, un misterio que quedaría para siempre sin resolver en su memoria.

Afirma Cercas que no quería indagar en Manuel Mena, porque de algún modo eso le conducía a enfrentarse al hecho de que sus padres, a los que denomina «patricios» del pueblo de Ibahernando, estaban del lado erróneo de la historia. Pero, según avanza la reflexión, se da cuenta de que no se avergüenza de ellos- sino que se avergüenza de sí mismo por haber sentido eso por su familia.

Como en otras novelas suyas, (p.e. «El Impostor») utiliza la técnica de la investigación sobre la vida ajena para llegar al conocimiento de sí mismo. Acompañado por David Trueba, o en otras ocasiones solo, avanza, a menudo en coche, por los senderos del pasado,  por la noche del recuerdo, a la caza del dato, del certificado, del testimonio, que le permita ir dibujando la personalidad y la honda e íntima verdad sobre Manuel Mena que a su vez le permita conciliar sus resquemores sobre su identidad en relación a la de su familia.

Como esboza en su ensayo «El Punto Ciego», explicado en sus propias palabras, en la ficción literaria “se formula una pregunta, y el resto de la novela consiste, de forma más o menos visible o secreta, en un intento de responderla, hasta que al final la respuesta es que no hay respuesta”. Por tanto, la respuesta al enigma de la vida y la verdad de Manuel Mena, no es única, no es clara, ni siquiera existe como tal. Pero el camino que sigue Cercas, en cada pisada desdibujada por los años, ahonda en las profundidades de su individualidad y también en la historia de nuestro país, donde, por mucho que se abunde en el tópico del hartazgo de la guerra civil y sus relatos, sigue habiendo muchas vidas ocultas, demasiadas muertes sin motivo y esqueletos en busca de sentido y significación.

Con el rigor casi periodístico al que acostumbra en la parte de investigación que detalla los hechos en la vida de Manuel Mena, y las brillantes reflexiones y el ágil ritmo en la parte biográfica (cuya mezcla confieso que me hace comprar y leer todos sus libros), la novela desemboca en un emocionante desenlace en el que Cercas identifica la identidad propia y de su familia, quizá la de esta sociedad, como un poderoso torrente que nunca se detiene y
sin  cuyo recorrido seríamos incapaces de comprender la realidad.

ANA, DE ROBERTO SANTIAGO

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Es difícil describir «Ana», la primera novela para adultos de Roberto Santiago. Esta obra, de 860 páginas, tiene muchos atractivos, como por ejemplo, una trama trepidante, una fascinante descripción de ambientes de los que apenas había leído, un montón de personajes muy interesantes, pero sobre todo para mí su mayor atractivo es el propio personaje principal, Ana.

No quiero destripar mucho la novela. Ana Tramel es una abogada que conoció tiempos mejores, con un presente de ansiedad y adicciones, que se enfrenta a un imperio a sabiendas de que sus fuerzas están mermadas y de que su mayor enemigo es ella misma.
La historia comienza cuando su hermano Alejandro es detenido por el asesinato del director del Casino Gran Castilla, y pronto, Ana se ve inmersa en una espiral repleta de secretos, violencia, caos… a los que hace frente con escasísimos recursos y con la única certeza de que sabe encajar golpes como nadie.

En estas páginas se descubre el mundo del juego y cómo afecta a las vidas de las personas normales, casi siempre a oscuras, casi siempre en secreto. Desde las moquetas de los suntuosos casinos, hasta el humo que flota sobre las partidas ilegales, y se describe con extremada crudeza cómo los adictos al juego se convierten en marionetas de unos amos codiciosos e insaciables. También se viaja al corazón de la justicia, donde Ana, cada vez más debilitada por sus rivales, nunca renuncia a llegar hasta el final, aunque sea a costa de su propia vida, de sus propias energías. Del mismo modo, los ambientes policiales, la investigación sobre el crimen que se atribuye a su hermano Alejandro, también es fruto de una meticulosa investigación que hace que nos metamos aún más en la historia.

Sin embargo, a pesar de su argumento, de su descripción de ambientes, de la tensión de la narración, lo que más me gusta de «Ana» es Ana, un elogio de la imperfección, un retrato del heroísmo de la persona que demuestra que el fracaso es la forja de los rebeldes, que la auténtica valentía nace del miedo más profundo y que, incluso pedaleando sobre el abismo, siempre es posible aguantar y seguir peleando.

EMILIANO EN LA CUEVA

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Gracias al programa «Clásicos de nuestro cine» en la 2 el otro día vi por primera vez «Mambrú se fue a la guerra», dirigida por Fernando Fernán Gómez, y escrita por Perico Beltrán, uno de los mejores guionistas de España, que firmó además «El extraño viaje» y también era actor. A Beltrán le conocí cuando vino a la Ecam a dar una charla. Vestía con ropas agujereadas y nos pedía a los alumnos cigarrillos y aspirinas.

«Mambrú se fue a la guerra» empieza el mismo día que muere Franco. En un pueblo, la mujer de Emiliano, un republicano que lleva cuarenta años escondido en una cueva debajo de su casa, se lo dice a su marido, le comunica a su familia que su marido está vivo y que ahora por fin pueden sacarle de la cueva.

Sin embargo, tras emerger de las profundidades y volver a ver a su hija (Emma Cohen) y a su yerno (Agustín González) y conocer a sus nietos, su familia se da cuenta de que ahora puede cobrar la pensión de viudedad de todo ese tiempo y cambian su estrategia; el abuelo debe permanecer escondido. A pesar de que todos desean aparentemente que Emiliano pueda pasear por las calles, se dedican a ir comprando todo lo que la pensión de viudedad les permite para mejorar su vida a cambio de que el abuelo siga en la cueva, intentando entender qué sucede, haciendo remedios (porque era boticario además de músico del ejército republicano), y dialogando con un retrato de Manuel Azaña.

Como afirma Carlos F. Heredero, la película habla de la realidad de muchos hombres que, oficialmente muertos, se escondieron para evitar ser represaliados por el gobierno franquista, hecho que sucedió frecuentemente en el ámbito rural. Según afirma el historiador del cine en la presentación de la película, «A pesar de que la película sucede tras la muerte de Franco, en realidad termina proyectando una imagen extremadamente crítica de la sociedad de España de los 80, es decir, de la España en la que se hace la película. (…) Termina siendo una metáfora muy crítica y muy dura sobre los valores que sustentaban la falsamente próspera sociedad española de los años 80.»

Viendo cómo la familia va prosperando materialmente a costa de mantener encerrado y oculto al abuelo se hace inevitable pensar en las dificultades de la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, aprobada en 2007 en el gobierno de Zapatero y abandonada posteriormente por el de Rajoy en 2013 y 2014 al quedar fuera de los presupuestos. Por desgracia, el tema sigue siendo vigente. Ejemplos como el ninguneo a las asociaciones de los republicanos que sobrevivieron al campo de concentración de Mauthausen, que fueron liberados hace 70 años, evidencian el desdén de nuestras autoridades por las víctimas, por los desaparecidos y los represaliados. Otro tema que parece no agotarse nunca son las críticas incesantes al cine español por producir películas cuya temática esté relacionada de forma directa o indirecta con la guerra civil. ¿No es acaso eso una manera de mantener oculto a Emiliano en la cueva?

La conclusión positiva que sería deseable de este mirar hacia otro lado debería haber sido la reconciliación o la naturalización de la vida política en España, 30 años después del estreno de «Mambrú…» En la película, la nieta mayor de Emiliano se enamora del hijo del alcalde (del bando nacional, lógicamente) y la grieta entre ambos bandos les dificulta vivir su amor. Así, planteaban Beltrán y Fernán Gómez el deseo de que en el futuro las nuevas generaciones pudieran vivir libres de la carga del pasado. No hace falta ser analista político para darse cuenta de que el frentismo y las trincheras políticas siguen más abiertas que nunca.

Según progresa en el metraje de la película se anticipa inevitablemente, con una mezcla de expectación y temor,  el momento en el que Emiliano saldrá a la luz. Acaba paseándose de noche por el pueblo desierto, tocando el tambor, suplicando a sus vecinos que digan su nombre, tratado como un marginado social y despreciado por su propia familia. Es un momento de una gran ternura que refleja, de manera visionaria, el olvido a los damnificados de nuestra historia más reciente. Por supuesto, en ambos bandos, pero sin olvidar quién usurpó la legalidad en 1936 y abocó al país a una dictadura que duró cuarenta años. A lo mejor la falta de entendimiento del presente tiene que ver con la falta de reconocimiento y empatía con las víctimas de nuestro pasado.

 

UN MONSTRUO VIENE A VERME

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Conociendo el argumento de «Un Monstruo Viene a Verme», dirigida por J.A. Bayona, me preguntaba ¿qué sentido tiene someterse a un viaje por los peores miedos que puede tener una persona? ¿merece la pena sumergirse en un sufrimiento ficticio que alude a trances que, en mayor o menor medida, todos (y más cuanto mayores nos hacemos) ya conocemos? Yo siento más resquemor ante las películas de personas enfermas que ante el más cruel de los slasher o de tragedias apocalípticas. Al final me decidí. Fui el último día de la Fiesta del Cine, y acabé en primera fila, en una sala llena a reventar, y por supuesto, en versión original.

Ya conocía la novela, publicada por Nube de Tinta, y me pareció en su día brutalmente triste y también hermosa. El autor de la novela, basada en una idea de Siobhan Dowd, Patrick Ness, es también el autor del guión. En cuanto a la adaptación, sin recordar los detalles, diré sencillamente que creo que no se puede hacer mejor. Parece algo sencillo y fácil, pero adaptar la propia novela seguramente es más difícil de lo parece, en cuanto la objetividad es casi imposible de lograr en tanto en cuanto se trata de transformar la propia obra a un lenguaje distinto.

Espoilers a continuación.

Al poco tiempo de comenzar la película mis temores se difuminaron porque me atrapó desde el primer plano. No solo por la tensión o por la narrativa, sino por la emoción, y fue así hasta el final. Admito que hubo momentos de «un soponcio viene a verme», pero me tranquilizaba que la mujer a mi lado, sollozaba con la misma contenida emoción que yo y estuve a punto de ofrecerle un kleenex; y que la experiencia compartida en la sala, quizá algo que las nuevas generaciones no sepan apreciar, es pura magia.

Pero al salir del cine y perderme en las calles, en ese momento de aturdimiento tan agradable, me quedé pensando en cuál era el significado fundamental de «Un Monstruo viene a verme». Muy obvia para algunos, para mí no resultaba tan claro, porque como pasa más a menudo en las novelas que en las pelis, hay más de un tema, más de una conclusión, más de una tecla que sigue haciendo música o a veces ruido cuando ya se ha abandonado la sala.

La conclusión que está más cercana a la superficie en «Un Monstruo…» , que emerge a través de las historias del monstruo y la historia final de Connor es que la realidad es engañosa, que las cosas no son lo que parecen; que hay que aprender a vivir en la incertidumbre y aprender a perdonarse para poder seguir viviendo.  El relato comienza en lo formal haciéndonos creer que lo que está en juego es la curación de la madre, cuando en realidad el objeto dramático es la curación del niño. El viaje de la ira de Connor (interpretado por Lewis Macdougall de forma sobrecogedora) hasta su aceptación es el recorrido de verdad, y el monstruo ejerce de psicólogo, lo cual no deja de ser una premisa original e interesante. El cierre de este tema en concreto tiene un epílogo (la madre también era «paciente» del mismo terapeuta) pero no aporta una conclusión feliz en el sentido clásico del término: aparece la paz donde antes hubo dolor, y con una historia así quizá el cese del sufrimiento, o el inicio de la curación, es la única conclusión posible.

Otro tema evidente es la fugacidad de la vida y lo frágiles son los materiales sobre los que construimos nuestros días. Es un tema sabido y universal, pero tan pronto lo sabemos como lo olvidamos. Quizá nuestra mala memoria forma parte de lo que tenemos que perdonar, de nuestra lucha inconsciente por la supervivencia y la adaptación a las circunstancias. ¿Realmente necesitamos que nos recuerden esto? En todas partes hay enfermedad, injusticia, dolor, muerte y aflicción. Pero la realidad no es la verdad. La ficción es la realidad sublimada, organizada de forma que hasta el daño tiene sentido, el viaje implica una lección. Sin embargo, la realidad en la historia de Connor y Lizzie es peor que la pesadilla. El monstruo es el amigo y la realidad es el monstruo. Aceptar y convivir con una realidad monstruosa es la maduración definitiva para cualquier niño y para cualquier persona. Se trata, también, de una verdad que emerge, como en los relatos del árbol; y esta verdad otorga perspectiva a todos los hechos que nos rodean… Por eso el monstruo habla continuamente del poco tiempo que tiene Connor. Él lo sabe.

Y por último, está el tema que más me interesa: las historias como criaturas salvajes, capaces de desatar el caos cuando son liberadas de sus cadenas. Las historias pueden cambiar tu vida; las historias son fuerzas de la naturaleza y muchas veces escapan a nuestro control, incluso como creadores. Siempre las hemos necesitado y siempre las necesitaremos. Para Connor, la ficción funciona como un bálsamo, como la escucha de su angustia, como espejo que le consuela de un sufrimiento casi insoportable. La realidad, cuando muestra su rostro más crudo, deja pocos resquicios a la poesía y a la belleza. Por fortuna, el arte complementa nuestra visión, nos hace sentir más acompañados y, en ocasiones, nos ayuda a combatir el dolor.

En resumidas cuentas, ¿ha merecido la pena exponerse a vivir tantas emociones sola, en público y en primera fila? Sí, tanto que quizá repita.

 

AÑOS DE WOODY ALLEN


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La anterior entrada de este blog fue escrita el 3 de Noviembre de 2014, hace casi dos años. El 5 de diciembre de ese año se estrenó «Magia a la luz de la luna». Después de la soberbia «Blue Jasmine», parecía una película aún más intrascendente. Ni siquiera el encanto de la época recreada, de Emma Stone y de Colin Firth la convirtió, a mi entender, en una película interesante. Pero por supuesto un mal Woody Allen siempre es mejor que muchas otras cosas. Como siempre, cada vez que Allen estrena una película, no faltaron quienes se quejaron de que haga una al año, como si fuera una abuela tediosa que nos obliga a ir a su casa a merendar aunque tengamos otras actividades mucho más urgentes. Para mí, lo más sorprendente de la película, aparte del fastuoso vestuario de Sonia Grande, fue ver por primera vez a Colin Firth como un hombre atractivo y no como un señor. Prueba evidente de que me estoy haciendo mayor y de que, estando embarazada como estaba en aquel entonces, ya me gustaban más los tipos con pinta de padre.

Del estreno de Irrational Man, el 25 de Septiembre de 2015, no me enteré. De hecho, descubrí su existencia varios meses más tarde, porque en aquel momento teníamos un bebé de pocas semanas en casa. La vi ayer y solo ahora, para escribir este post después de tanto tiempo, he buscado su fecha de estreno. Utiliza a un brillante y torturado profesor universitario, Abe Lucas, interpretado por Joaquin Phoenix, para navegar la genuina angustia del sentido de la vida a través de un acto radical. Sin ser ni de lejos tan buena como «Delitos y Faltas», mi favorita del director, me gustó bastante. Tiene un diálogo que retrata a Woody Allen: «Es aterrador cuando te quedas sin distracciones». Se entiende que lo de rodar una peli al año no lo hace por dinero… sino por miedo al vacío. Como dice el propio Lucas, «La ansiedad es el vértigo de la libertad.»

Menos de un año después se estrenó «Cafe Society». Dejé al padre en casa con el nene y me fui al cine, hábito que después de los primeros meses he logrado recuperar, aunque casi siempre sola y a horas en las que suelo estar prácticamente sola en la sala.  Disfruté mucho de la película, a pesar de un guión un tanto evanescente (especialmente en sus subtramas), que funcionaba como un gancho para hablar de la nostalgia y del sentido de la vida. Estéticamente maravillosa, y con una bellísima Kristen Stewart (que nunca me lo había parecido, todo el mundo gana con un vestuario estilo Hollywood clásico, supongo), la peli es una evocación del amor perdido que brilla en su sencillez, y que hace rememorar los momentos bellos de la vida que ya no van a volver; la juventud, una cierta ingenuidad a la hora de afrontar las relaciones. Sea por lo que fuere, en mi barrio, en un cine frecuentado en su mayoría por gente de la tercera edad, estuvo hasta hace poco en dos salas a cuatro sesiones al día por sala. ¿Es la nostalgia el gran tema de la gente mayor?

Y ahora, según imdb, Allen está filmando su próxima película, tras haber completado su serie para Amazon, «Crisis in six scenes», este es el trailer (sí, es Miley Cyrus):

En este tiempo, que a Woody Allen desde luego le ha cundido mucho (y digo lo mismo de mí, porque ahora solo me falta plantar un árbol), los blogs han perdido bastante fuelle. Aunque he seguido publicando en Bloguionistas, el microblogging, el opinamiento compulsivo en twitter y Facebook han matado el gusanillo de muchos por bloguear. Pero aquí estoy. Creo que es bueno tener un lugar que no sea binario, ni blanco ni negro, porque aborrezco la pose radical que levanta las reputaciones en twitter, porque me gusta sentarme a escribir y tardar más de dos minutos, y porque lo echaba de menos.

Hay ciertas rutinas que hacen que nuestra vida sea mejor. Escribir, leer, ver series, tomar un café con amigos… Y por supuesto, ver la última de Woody Allen. Anoche, después de ver «Irrational Man», me di cuenta de que mi hijo, si sale cinéfilo que espero que así sea, no podrá ver pasar el tiempo en películas de Woody Allen como lo hemos hecho nosotros toda nuestra vida; que será como el abuelo que alguna vez nos dio pereza visitar pero que forma parte, por suerte, de nuestros recuerdos y de nuestro amor por las películas.

ENTREVISTA A JESÚS HERNÁNDEZ, AUTOR DE «LOS MAGOS DE HITLER»

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Como sabéis, escribiendo «Oliver y Max» he leído muchísimos libros de la II Guerra Mundial. Incluso antes de iniciar el proceso de documentación siempre me ha gustado muchísimo el tema. Para cualquier que tenga el mismo interés que yo en aquella época, Jesús Hernández, (Barcelona, 1966) es seguramente un viejo conocido. En mi casa, como podéis ver, tengo unos cuantos títulos de este autor, uno de los mejores investigadores de esta época tan oscura y fascinante. Aquí podéis encontrar un listado completo de sus obras y algunos datos más sobre él, y aquí su blog que os recomiendo.

Su último libro es «Los Magos de Hitler» y se dedica a profundizar en las controvertidas relaciones entre los astrólogos y videntes que trabajaban para la maquinaria nazi, a pesar de que su actividad estaba oficialmente prohibida por el III Reich. Esto es lo que nos ha contado Jesús.

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Erik Jan Hanussen, mentalista de origen judío, aclamado en la época de la Alemania nazi como un gran oculista, es uno de los protagonistas de tu libro. Como cuentas en tu libro»Los Magos de Hitler», Hanussen predijo el ascenso al poder de Hitler y la posterior destrucción de Alemania. ¿Crees que realmente tenía poderes?

Yo no creo en que alguien pueda tener “poderes”, sea lo que sea que eso signifique. Parto de la idea de que cualquier hecho ha de tener una explicación racional, así que lo descarto.

Además, Hanussen también predijo el incendio del Reichstag. ¿Pudo ser un hombre intuitivo, dotado con talento paranormal, o extraordinariamente bien informado?

Hanussen sigue siendo un completo enigma para los historiadores, es realmente difícil saber cuál era el secreto de su éxito como adivino, pero yo estoy convencido de que poseía una memoria fuera de lo normal, que además se encargaba de ejercitar a diario, además de que estaba dotado de una gran intuición. El sabía combinar esas virtudes con un sentido innato para el espectáculo. Sin embargo, teniendo en cuenta lo mal que acabó para él su peligrosa relación con los nazis, sorprende que no supiera prever lo que le iba a ocurrir, algo que quizás hubiera podido aventurar cualquier persona con un poco de sentido común.

Hanussen estuvo toda la vida huyendo de las publicaciones que demostraban que era judío.  ¿Crees que Hitler lo sabía y lo toleraba?

Hitler podía estar loco, pero era un tipo muy pragmático, al menos en esa época. Si consideraba que Hanussen podía ser útil para su ascenso político, lo que en ese momento suponía su absoluta prioridad, no hubiera dudado en utilizarlo aunque fuera judío; siempre habría tiempo después para eliminarlo. Del mismo modo, Hitler no tenía empacho en firmar cualquier tipo de acuerdo o compromiso, para romperlo en cuanto eso fuera bien para sus intereses, por lo que esa actitud entraría dentro de sus pautas habituales de comportamiento.

Resulta muy interesante y trágica la ambivalente relación de los nazis con los magos y videntes. ¿Crees que eran así con otros colectivos?

En algunos casos, se rehabilitó a judíos que podían ser útiles al Reich, proporcionándoles documentación que certificaba que eran arios. De hecho, el jefe de la Luftwaffe, Hermann Göring, dijo en una ocasión: “Yo decido quién es judío y quién no”. Por ejemplo, el padre del mariscal Erhard Milch era judío.

No obstante, el caso de los astrólogos y videntes es mucho más sorprendente, ya que fueron detenidos y enviados a los campos de concentración, pero poco después se recurrió a ellos para ayudar al esfuerzo de guerra, localizando barcos enemigos en el Atlántico, por ejemplo. Los jerarcas nazis también recurrían personalmente a los videntes a pesar de que esas prácticas estaban prohibidas. Estas contradicciones me fascinaron, y fueron las que me motivaron para estudiar este caso.

Rudolf Hess hizo un viaje a Inglaterra en plena guerra con los ingleses y los nazis lo atribuyeron a que estaba frecuentando parapsicólogos. ¿Por qué crees que viajó?

Se han barajado muchas hipótesis para este viaje, incluida una que asegura que cayó en una trampa urdida por los ingleses. Yo creo que fue una iniciativa personal de Hess; en ese momento era una figura secundaria y Hitler no le prestaba ya ninguna atención, por lo que creyó que, consiguiendo la paz con Gran Bretaña, recuperaría la relevancia perdida. Sin embargo, cuesta pensar que pudiera mantener en secreto la preparación del viaje, para la que incluso se tuvo que modificar el avión, así que las dudas sobre esta versión son razonables.

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Es curioso ver cómo, los nazis, en su afán de apropiación, se hicieron hasta con las profecías de Nostradamus. ¿Puedes contar un poco cómo sucedió? A día de hoy es dificil entender el impacto, pero quizá en otra época era diferente, ¿no crees?

Sí, una de las cosas que más me ha sorprendido en el proceso de documentación es que, en aquella época, se prestaba mucha atención a lo que decían los astrólogos y adivinos. Ahora eso es impensable, pero entonces la gente concedía credibilidad a todo tipo de profecías. Por tanto, el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, creyó que podría minar el espíritu de lucha del enemigo manipulando las profecías del visionario francés Nostradamus. Así lo hicieron, y se lanzaron octavillas en el frente en las que aparecían esas supuestas profecías vaticinando la victoria alemana, por lo que era inútil resistirse. Es difícil dilucidar el grado de éxito de esa iniciativa, pero el hecho de que se llegase a hacer eso ya es significativo.

Hablas del Palacio del Ocultismo, la mansión que Hanussen construyó a la medida de su arte y supuestos dones adivinatorios. ¿Cómo imaginas una visita a ese palacio? ¿Existen fotos de este lugar tan alucinante?

Sí, ese Palacio del Ocultismo debió ser un edificio fascinante. Todo en su interior trataba de crear un clima propicio para creer las profecías que Hanussen pronunciaba desde un trono que se elevaba hasta el techo… Por desgracia, hay poca información sobre este lugar, ya que fue rápidamente desmantelado tras su muerte, por lo que apenas hay fotos. En la película «Invencible», dirigida por Werner Herzog en 2002, aparece una reproducción de este palacio, aunque sólo una parte de él y no refleja como era en realidad.

También cuentas cómo se encargó a un grupo de ocultistas y radiestesistas encontrar a Mussolini tras su derrocamiento. ¿Crees que hoy en día, por ejemplo, se habrá hecho algo parecido para encontrar a Bin Laden?

 No lo creo, pero tampoco me extrañaría. Los alemanes recurrieron a los videntes cuando se encontraban desesperados, era el último recurso. Es como si alguien que ha sido desahuciado por todos los médicos acaba acudiendo a un curandero. Por tanto, si los norteamericanos pudieron encontrarse en algún momento sin ninguna pista para encontrar a Bin Laden, no me sorprendería que hubieran acudido a a estos métodos, digamos, poco ortodoxos.

 Has publicado muchísimos libros sobre la II Guerra Mundial. ¿Qué es lo que te ha hecho volcarte tanto?

 Por un lado, la fascinación que despierta este tema. Por mucho que uno pueda leer, cada semana uno descubre nuevos hechos o datos, y algunos de ellos insólitos. En una mina de sorpresas que nunca se agota. Por otro lado, en español hay temas de los que apenas se encuentra información, como en el presente caso de los astrólogos y videntes bajo el Tercer Reich, por lo que siempre encuentro nuevos temas para acercar al lector español.

¿Crees que existe una «moda» sobre la II GM? ¿O más bien es una fascinación que no cesa?

Creo que la Segunda Guerra Mundial está y estará siempre de moda, si se puede decir eso. La clave es lo que he apuntado; siempre surgirán nuevos temas que pondrán a este conflicto de actualidad. Hay que tener presente que en los archivos secretos todavía hay miles de documentos que pueden aportar información trascendental, y que espero que vayan apareciendo progresivamente, por lo que nos esperan nuevas sorpresas. Como digo, la Segunda Guerra Mundial es un tema inagotable.

¿En qué estás trabajando ahora?

 He acabado la reescritura y actualización de un libro mío que tuvo en su día un gran éxito, y que saldrá a la venta a principios del año que viene. Ahora tengo entre manos dos proyectos en los que estoy trabajando a la vez, y que espero que salgan a la luz a lo largo también del 2015.

Erik Jan Hanussen

Erik Jan Hanussen