Amo Madrid (I) la Filmoteca

Una de las mejores maneras de eliminar el tedio de nuestras vidas es ir al cine, y aún mejor a la Filmoteca. Por eso, hace algunos días dirigí mis pasos al templo del cine en Antón Martín, para ver «Qué verde era mi valle», de John Ford. Por si alguien no le conoce, éste hombre se presentaba de una forma sucinta y directa. «Me llamo John Ford y hago películas del oeste.» Lo hizo ante el Comité de Actividades Antiamericanas. Podéis leer el relato del momento aquí.

Por varias razones, la experiencia me resultó algo más irritante de lo que yo esperaba, y no por la peli de John Ford, que sin ser una obra maestra, es emocionante y bonita, con bastantes dosis de drama y sufrimiento cristiano, y una galería de personajes entrañables, como Dai Bando. Pero hablaré de motivos que bullían amenazadoramente en la oscuridad, como una marmita repleta de sapos.

Había bastante público en la sala. Conocedora de que el público habitual de la filmo es como una caja de bombones (nunca sabes si te van a dar la peli) tomé asiento al lado de un grupo de viejecillos. Se apagó la luz cuando una oscura intuición se apodera de mí. Y no tardé mucho tiempo en averiguar que estaba en lo cierto.

Alguna gente mayor es demasiado mayor para saber que en los cines no se habla. A pesar del coro de Ssshss vertidos hacia ellos durante los 120 minutos de peli, los ciudadanos de la tercera edad (algunos de la cuarta) se mostraron inasequibles al desaliento. Y lo peor de todo eran los comentarios en si mismos, casi siempre del mismo estilo: decir en voz alta lo evidente.

Que hay un personaje en segundo término: «Míralo, ahí está.» Que pegan al chaval de la peli con una vara: «Toma, toma, y toma…» Que la prota se casa con un hombre al que no quiere: «No le quiere, quiere al otro.» Que sale el niño con uno de sus hermanos, después de hora y veinte de película. «Mira, ése es su hermano.» Y a los dos minutos, y aludiendo a los subtítulos: «Ay, a mí es que me cansa leer todo el rato.» Por si fuera poco, descubrí que había otro espontáneo en la sala, que hacía lo mismo que mis vecinos de fila, pero A GRITOS.

Al igual que el vejete de al lado, éste gritó «¡TOMA!» en la escena de la zotaina, y varias cosas más, que han sido coreadas con varios ssshss desde todo el patio de butacas: «¡Miserable!», imprecó crecido a un villano. Intenté concentrarme en el final de la peli, que era muy dramático, y cuando estaba a punto de sacar el pañuelo, el vejete exclamó:

«¡Qué aburrimiento, la virgen!»

Dediqué unos segundos a rezongar, chasquear la lengua y suspirar, y cuando quise volver a la peli, me encontré con el rótulo «THE END».

«Hala, vamos tirando, que hay fútbol», dijo el vejete a modo de epílogo antes de abandonar su asiento silbando.

Cualquier asiduo a la filmoteca sabe que por allí desfila toda una galería de personajes, a veces esperpénticos, otras lamentables, y otros simplemente alucinantes. La sesión más increíble a la que yo he asistido fue «El Otro» de Robert Mulligan, donde en la fila de delante, un tipo con un pasamontañas modelo abeja maya, que estaba bebiendo a morro de una botella de Johnny Walker, alzándola entre mi mirada y la pantalla, se puso a ladrarle a otro espectador. Y no bromeo. ?ste individuo era, sin lugar a dudas, el bombón de licor.

Trailer de «Qué verde era mi valle.»

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9 thoughts on “Amo Madrid (I) la Filmoteca

  1. Jajjajjjaa. Yo lo que hago es ir al cine a los pases más flojos y procuro sentarme en un lateral, lo más lejos posible del mundanal ruido.

    Así y todo, vi una peli con sombras chinas porque una pandilla de capullos menores de edad se sentaron en la última fila y se pasaron la hora y media pasando las manos por delante del haz de luz.

    Habría llamado al acomodador pero es que Jose trabajaba y no quería darle la tarde.

  2. En la filmo de Barcelona los clásicos los ponen a primera hora de la tarde, así los viejetes de primera fila se duermen y no hablan. Pero roncan 🙁

  3. Es evidente que en la filmoteca deberían proyectar películas en las que no pase nada, en las que nadie se pegue. Así los ancianos se quedarían traspuestos y no gritaría eso de toma.
    Además, creo que se debería crear una sesión específica para gente que no entiende bien lo que pasa en la pantalla. Películas fáciles, como si eso fuese Barrio Sésamo, así se evitarían los extraños alaridos de: «anda si ese es el malo».

    Un saludo, ya veo que por aquí va todo muy bien, me alegro.

  4. Creo que entiendo perfectamente cómo te podías sentir en ese momento. Lo he vivido taaaaantas veces.

    Pero hay algo en lo que discrepo, y es en lo referente a la edad. La desconsideración, la mala educación y la falta de respeto no se atienen a ninguna franja de edad: afecta a todas por igual.

    Probablemente lo que ocurre en las salas de cine no es más que un reflejo de lo que ocurre en las calles, y es que cada cuál va a lo suyo: importa lo suyo y el resto de personas importa una mierda.

    También las salas de cine tienen cierta responsabilidad, y es que deberían mimar un poco al espectador. Porque termina ocurriendo que, aquellos que amamos el cine dejamos de ir a las salas, por no ver como mancillan y prostituyen cada segundo que pasamos en la butaca, y nos quedamos en nuestras casitas viendo DVDs. Por su parte, el espectador «basura» y tocapelotas termina descubriendo el eMule, y deja de ir a las salas… Y lógicamente, estas terminan vacias.

    La última vez que fui al cine terminé harto de escuchar estériles shhhhh, shhhhhhs, de manera que me giré y con el mal tono que podía generar la bilis que trepaba por mi garganta dije: «Os queréis callar de una puta vez». Funcionó, así que tal vez hay que dejar también de ser tan timoratos y blandengues, y hacernos respetar. Que nos «chuleen» también es, en parte, culpa nuestra.

  5. Sin ser una obra maestra es emocionante y bonita.

    Madre del amor hermoso, en cada interpretación, en cada plano, hay más vida en esa peli que en todas las películas de todos los directores de estos benditos tiempos.

    Claro, si eso no es apreciable entre los escritores y guionistas actuales es imposible que salgan buenas cosas.

    Un poco de cultura audiovisual, por favor.

  6. Joer, yo el último día que fui a la filmo (y creo que el único que he ido, a la de Madrid) aluciné con un señor que se roncó la película entera. Un crack.

    En Valencia en cambio, otro día, un señor directamente fue, se meó encima y salió, dejándonos un aroma entrañable.

    Y otro, en «Una Historia Verdadera», de pronto, se puso a gritar: «Wisconsin!!».

    Unas joyas!

  7. Cuando fui a ver ‘Titanic’ (sí, han leído bien), se sentó delante mío una adolescente que, ante cada escena romanticona entre la pareja protagonista, exclamaba «zorra» y/o «guarra».

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