por Ángela Armero
«En un lugar solitario», dirigida por Nicholas Ray y escrita por Andrew Solt a partir de una novela de Dorothy B. Hugues, es una de mis películas favoritas. Quizá porque a los guionistas, hartos de nuestra falta de notoriedad, nos encantan las pelis como ésta, «Barton Fink» o «Adaptation» en la que los protagonistas son gente como nosotros.
Es la historia de Dixon Steele, un guionista conflictivo y venido a menos que recibe el encargo de adaptar un best-seller de nula calidad literaria. Steele le pide a una chica que trabaja en el guardarropa del club que frecuenta que le cuente la historia de la novela con sus propias palabras. Pero a la mañana siguiente la policía se presenta en la casa del escritor comunicándole que la joven sido asesinada… y Steele se convierte en el principal sospechoso. En la comisaría conoce a una bella actriz, Laurel Gray, y se enamoran, pero gravita sobre su amor la sospecha de que él sea un asesino.
Pero tan interesante como la película es su intrahistoria. Lo que sucedió antes, durante y después de su filmación.
Durante el rodaje el director Nicholas Ray y su esposa y protagonista de la película (Gloria Grahame) se separaron sin decir ni pío. Temían que la noticia de su ruptura provocara que alguno de los dos fuera despedido. Ray decía que necesitaba quedarse trabajando hasta tarde para poder dormir en el set de rodaje. El truco funcionó y nadie se enteró de lo sucedido. Algo después, Gloria Grahame se casó con el hijo de Nicholas Ray, el que había sido su hijastro.
Bogart quiso que fuera Lauren Bacall, su esposa, quien interpretara a Laurel. Pero el director se empeñó y logró que fuera Grahame la que se llevara el papel. Por el rodaje se dejaba caer Bacall, la mujer del protagonista, que pretendía el papel que la esposa del director se había llevado. Por otro lado, Bogart se sentía más identificado con Dixon que con ningún otro papel que hubiera interpretado; sentía que su personaje se parecía mucho a quien él era en realidad.
Además, el complejo de apartamentos en el que viven en el film Gloria y Dixon es una réplica exacta de la casa en la que en aquel momento vivía el director con su mujer.
En la novela de Dorothy B. Hugues, Steele era un asesino y un violador. Ray explica que quiso cambiarlo porque quería hablar de la violencia cotidiana dentro de todos nosotros. Y yo, que la he visto unas cuantas veces, me atrevo a decir que necesitaba hablar del tormento de su separación, o quizá de cómo el carácter de una persona puede destruir el amor de dos personas que se quieren.
Cada día Ray seguía reescribiendo el guión entre las cajas del rodaje, a veces hasta horas antes de rodar. En el final previsto, ESPOILER Dixon Steele mataba a Laurel Gray en el calor de una discusión, pero Ray rechazó ese final. El desenlace que quedó para la historia fue, según se cuenta, improvisado por Nicholas Ray. Sabiendo todo esto, resulta imposible no pensar que la película se alimentaba de la vida y la vida de la película.
Mucho se podría escribir de «En un Lugar Solitario», de lo bien definidos y seductores que resultan sus personajes, de lo maravillosos que son sus diálogos y del poso que deja su recuerdo, que perdura a través de los años. Otro tanto se podría decir de las relaciones tortuosas de Nicholas Ray con Gloria Grahame, y del extraño segundo matrimonio de la actriz con el hijo de éste.
Sin ser (afortunadamente) tan tortuosas ni melodramáticas, nuestras vidas también ofrecen historias que permiten que sepamos más de nuestros congéneres y de nosotros mismos.
En las reuniones de guionistas se suelen emplear ejemplos para apuntalar algunas ideas de las que se lanzan en medio del brainstorming. Hay dos tipos de guionistas: los que hablan de lo que vieron una vez en CSI o en Las Chicas de Oro y los que cuentan lo que han visto, lo que han sentido, lo que han experimentado en su propia persona o que lo saben por alguien muy cercano. Y siempre resultan mucho más interesantes las ideas que vienen de la vida (oportunamente destiladas) que las fotocopias de las ideas de otras series, que pueden ser a su vez copias de otras. La vida es, creo yo, la mejor inspiración.
Hace bastantes años ya, en la primera clase que nos dio Juan Miguel Lamet en la Escuela de Cine, nos puso un ejercicio: «Escribid algo de alguien a quien quisieráis y haya muerto.»
En ocasiones resulta doloroso escribir algo la verdad, pero merece la pena intentarlo. Recrear la vida debería ser la mayor aspiración y el mayor logro de cualquier escritor.
Publicado originalmente en Bloguionistas.