¿Qué hago? ¿Veo los Goya?

Esa es una pregunta retórica. Yo SIEMPRE veo los Goya. Lo hacía cuando era una joven aficionada al cine y ahora que soy una profesional. Qué pasa, sólo podréis ver un corto mío pero aquí donde me veis he escrito seis o siete largometrajes con productora y a veces hasta director. Es cierto que el hecho de que no los podáis ver debería al menos condicionar mi apoyo por los Goya, pero no me pierdo uno. Suelo verlos con amigos y en las ediciones de los últimos años, casi siempre suelo conocer a alguien y estar pendiente de su éxito. El año pasado era José Manuel Carrasco, director de Padam, y script de mi corto. Este, Sergio Barrejón, guionista de «?ramos pocos» y autor de «El Encargado». Mucha suerte, Sergio.

Este año tampoco pienso perderme los Goya, si bien cuento con la particularidad de que a lo sumo habré visto dos películas: «Los Cronocrímenes» y «El Truco del Manco.» Esto convierte el visionado de la gala (y su consabida porra) en una experiencia bastante aleatoria, en una especie de apoyo hueco al cine español, en una celebración del comentario tonto y pretendidamente chistoso entre copas de vino y rodajas de fuet. ¿Qué espero yo de los Goya?

Pues morirme de la risa con los vestidos (también los hay bonitos, que conste), con los cortes a publi mal traídos, con los chistes malos, con las presentaciones vergonzantes, con los clips eternos, con las victorias sorprendentes, las caras de palo de los perdedores, los marujeos, los discursos en plan «me está dando un ictus, ¿qué pasa», localizar conocidos en el patio de butacas, y también, por qué no decirlo, un ocasional toque de emoción y admiración, como cuando le dieron un premio a Manuel Alexandre, Pedro Masó o Maribel Verdú.

Respeto mucho a aquellas personas que intentan convertir esta gala en un espectáculo mejor de lo que es; sé que ilustres guionistas y compañeros han intentado con toda su pericia ofrecer un buen espectáculo, pero entre la tristeza del plató, la iluminación de quirófano y el ritmo de la gala, no resulta sencillo. A mi me gusta los Goya que sean como son, quiera decir eso lo que quiera decir. Con buena compañía, alcohol y humor siempre resulta ser una gran noche, incluso cuando no conoces las películas de nada, y cada año te dan más igual.

Por ejemplo, las nominadas de este año a la categoría de mejor película. No son lo que se llame un imán para la taquilla, así, a priori.

«Camino Quería y quiero verla. Pero claro. Pagar casi ocho euros por ver enfermar y morir (me imagino) a una niña se me hace un poco cuesta arriba. Prefiero sacrificar un pollo con mis propias manos y sin pagar un euro.

«Los Crímenes de Oxford.»
Quería ver a Frodo con Leonor, pero se me pasó en el cine, mi videoclub ahora se ha convertido en un supermercado llamado «Ama de Casa» y todos los comentarios son del estilo «Parece que le faltan rollos» o el clásico «es una puta mierda». Como no me gusta juzgar de oídas, voy a intentar verla antes de la gala. Y porque Álex se lo merece.

«Los Girasoles Ciegos». ¿Necesita el cine español otra peli sobre la posguerra? Ja, ja. Esta frase me encanta. La gente que pretende arrumbar contra el cine español siempre la suelta en plan «estoy enteradísimo». Vale, da un poco de pereza, pero es el último guión de Azcona y está basada en una gran novela. ?sta también tengo que verla.

«Sólo quiero Caminar». Y esta también quiero verla, porque «Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto» me parece un peliculón. Lo malo es que nadie me ha dicho nada bueno de la peli, y eso no ayuda. Ya, ya lo sé. He hecho mis deberes este año. Lo siento, pero tengo una vida que vivir, temporadas de cualquier cosa por ver, plantas que podar…etc, etc.

En cualquier caso, se habla de año flojo para el cine español, como casi todos. Yo intentaré hacer propósito de enmienda, pero es que mis hábitos han cambiado. Voy al cine dos veces al mes, y veo un capítulo de la serie que sea CADA DÍA. Me cuesta encontrar motivación para ver cine español, y cuando me organizo ya me la han quitado.

Otra de las pelis que he visto, «El truco del manco» ejemplifica las virtudes y las sombras (olé) del cine español. Es interesante, pero podría serlo mucho más. Está bien escrita, pero podría haber ido mucho más lejos. Está bien rodada, pero varias cosas chirrían. Es muy dramática, pero es bastante fría. Yo me esperaba un Rocky o un «8 Millas», si quieres pasando por un poco de «Hustle and Flow» pero en su lugar me quedo con una historia tristísima de superación en el barrio sin emoción ni esperanza. Lo mejor es el Langui, el prota y cantante del grupo nacional de hip hop La Excepción. De hecho creo que si no me ha gustado tanto como debería la peli es porque pensé que sería más como las letras de La Excepción: realistas, en ocasiones con toques de denuncia, pero cuajadas de ingenio y sobre todo de cercanía y sentido del humor. Este tema ejemplifica esto a la perfección.

Y sí, creo que el cine español debería ser más como este grupo. No más rapero ni llevar más chandales, pero sí intentar combinar las influencias extranjeras con manifestar una naturaleza propia, sin complejos, ejecutar sus obras con verdad, simpatía, ingenio y audacia. No intentar copiar a los americanos ni estar constantemente dándole a la tecla de la autoría.