Ayer murió Joan Fontaine, una de las pocas actrices que quedan del Hollywood del esplendoroso blanco y negro. Tenía 96 años, un Óscar por «Sospecha», una hija, cuatro matrimonios y decenas de películas a sus espaldas, entre ellas, dos de mis favoritas de todos los tiempos: «Rebeca» y «Carta a una mujer desconocida.»
En esas dos películas Joan interpretaba a dos mujeres que prácticamente eran la misma: una Joan frágil, delicada, bastante pánfila e ingenua, y que se deja arrollar por dos hombres (guapísimos) que no la convenían. Por amor tenía que endurecerse, y tenía que madurar. Era la típica heroína de melodrama que tenía que pagar peaje por un amor insensato y no correspondido (Carta a una mujer desconocida) o deshonesto (Rebeca, película en la que su personaje ni siquiera tenía nombre). Esta mujer sufridora sufría de forma elegante y empática, y casi siempre lo hacía de la misma manera: levantando la ceja.
No sé si era muy buena actriz o no, porque esto de la ceja lo hacía constantemente. Su hermana mayor, Olivia de Havilland, también era bastante sufrida. Sus caras se parecen, pero son como el reverso positivo y negativo de una misma fisonomía. La Melania de «Lo que el viento se llevó» es angelical pero logra retener algo de dignidad, por eso hay algo en mí que hace que me identifique con la mujer que, cuando se da cuenta del marrón en el que está metida, ahogue un suspiro y levante la ceja.
Las hermanas se llevaban, desde pequeñas, muy mal. Se apunta que Joan rechazó la felicitación de su hermana cuando ganó el Óscar, y que años después Olivia le negó el saludo por unas supuestas declaraciones que habría hecho Joan sobre su marido. Más tarde, Fontaine se quejó de no haber sido invitada a un servicio religioso por la muerte de la madre de ambas, la también actriz Lily Fontaine, que hizo carrera en su país natal, Gran Bretaña. Menudo triángulo de las Bermudas.
Sin embargo, hoy, ahora que Joan ha pasado a mejor vida, descubro que a pesar de su expresión cándida y apocada, Joan era piloto de aviones, de globo aerostático, experta amazona, cocinera, decoradora de interiores y, ojo, cazadora de atunes.