Los millonarios de izquierdas
He leído las críticas al periódico y a mí y las agradezco mucho y patatín patatán.
Entre ellas me llama la atención una que se repite: la de que me he vendido a los «millonarios de izquierdas».
Eso no puede ser, ¿verdad? ¡Millonarios de izquierdas, hasta ahí podíamos llegar!
¿No hay algo de rabieta infantil en eso?
¿Por qué la realidad tiene que ser innecesariamente complicada? Los millonarios son de derechas y llevan chistera. Las putas tienen un corazón de oro. Los gitanos viven de forma artística y bohemia. Los obreros son de izquierdas. Etcétera. ¿Por qué tiene que haber entonces millonarios de izquierdas, putas avarientas, gitanos prudentes y obreros del Opus? ¡Qué manía con complicar las cosas! ¿Por qué tienen que tener pepitas las mandarinas? ¿Por qué no puede ser todo fácil, inmediatamente comprensible, a la medida de nuestras cabezas, en lugar de ser contradictorio, exuberante y difícil de entender? No hay derecho, son ganas de fastidiar.
No, ni hablar, menuda estafa. Demasiado complicado. Así no vamos a ninguna parte. Queremos millonarios malvados y de derechas. Queremos obreros con conciencia de clase. Queremos campesinos con dignidad y ademanes solemnes. Que nos devuelvan el dinero de las entradas: no hay derecho a que nos den cosas que no estaban previstas en el guión y que tengamos que hacer un esfuerzo para entenderlas. Ni hablar.
¿No hay algo de rabieta infantil en quejarse de que haya millonarios de izquierdas?
¿Que es contradictorio? Por supuesto que es contradictorio. Mucho. ¿Y qué? ¿Quién garantiza que la realidad no sea contradictoria? ¿Dios? ¿Marx? ¿Quién había prometido que fuera siempre sencilla de comprender? ¿Quién había ofrecido una realidad sumergible, antichoc y en blanco y negro, de trazo grueso y en la que resultara muy sencillo orientarse?
No me sorprende la irritación que producen los millonarios de izquierdas o, en general, cualquier cosa que complica un poco la comprensión. Tengo una hija de ocho años. Sé lo que es una rabieta cuando las cosas no son tan sencillas como a ella le gustaría que fueran, cuando los hechos (esos testarudos) no se dejan reducir al tamaño exacto de su cabeza.
Reconozco que sería más sencillo vivir en un mundo tan de tebeo, con millonarios como el tío Gilito, obreros nobles y solidarios, prostitutas generosas e intelectuales comprometidos con todas las buenas causas, como Juan Goytisolo, por ejemplo.
Más sencillo, sí. ¿Mejor? Ese mundo feliz en el que todo está claro a simple vista, ¿no resultaría inhóspito?
Es lamentable que la realidad no sea tan simple como el mecanismo de un cubo y se empeñe en complicarnos la existencia, ¿no te parece?
Me parece estupendo (y muy necesario) poner de manifiesto las contradicciones de los millonarios de izquierdas, por supuesto. Ahora bien, esa actitud enrabietada ante la más pequeña complicación me parece infantil, un rechazo a intentar comprender las cosas, una forma cómoda de evitar hacerse preguntas: las cosas son como creemos, no hace falta intentar entenderlas desde fuera de nosotros.
En fin, eso. En esta foto, de hace un par de meses, estoy charlando con mi amigo Martín Casariego, un día que nos fuimos a comer ostras y lomo de buey. Martín es más bien conservador; yo soy más bien progresista. ¿No deberiamos ser capaces de charlar a gusto, verdad?
Pues sí que lo somos. La realidad es, por suerte, mucho más amplia y fascinante que cada uno de nosotros. Tan amplia que en ella cabemos todos y, como decía Borges, «nadie es imposible«, desde el asesino por compasión al suicida por entusiasmo.
Incluso, a lo mejor, el millonario de izquierdas.
Bueno, amigos, en realidad yo no pretendía defender a nadie ni a mí mismo, entre otras cosas, porque jamás me he sentido atacado. Sólo quería discurrir un poco acerca de los clichés, las concepciones previas y los estereotipos con los que todos nos enfrentamos a la realidad. Sin duda, lo he hecho mal, porque he escrito otra cosa, como prueban vuestros comentarios. En fin, qué le vamos a hacer.
De acuerdo, Guille, Lenita (un beso), y gracias, Pilar. Gracias a todos. Hoy voy apurado y no podré contestar a todos de uno en uno (como seguiré haciendo). Lo de los toros, lo explico hoy en el diario. Ah, y sí, criticones, sí me han sentado en una mesa, no en un cubículo. En la pradera, con los indios, no con los jefes. Pero estoy poco en mi mesa. Casi siempre «me bajo al despacho a escribir», es decir, a El Barrilón, el bar de abajo, donde me tomo unas cañitas y escribo en un cuaderno. De acuerdo, Emma, en lo que es ser millonario. Beso. El problema de ajedrez lo voy a proponer. Mejor una escuela de ajedrez, ¿no? Cada día o cada semana, pequeños estudios sobre aperturas, posiciones, etc. No sé, me parece mejor que le problema. Lo pienso. A ver qué conseguimos, amigo.Volveré, Conde-Duque, volveré, como McArthur. PUes léelo, Horrach. A mí me pasa lo contrario, no he leído mucho a Ortiz en El Mundo, pero lo que hace en Público me gusta. SI no me gustara, te lo diría igual.
¿Y de qué voy yo, amigo Amarillismo a tutiplén? Ya que lo sabe, dígamelo, que yo no lo tengo claro. Beso, Maribel. Sí, Espido es… en fin, tienes razón, Ácrata. ¿Pelo churretoso? No creo, de verdad, será la foto. En fin, gracias a todos, de verdad. Un beso a las chicas.
No lo entiendo, en los comentarios se cuela dos veces Pessoa. No lo comprendo.
Los de izquierdas tienen todo el derecho a hacerse millonarios.
Quizás lo que molesta a algunos sea que haya personas que no son consecuentes. Que prediquen el comunismo y no sean capaces de invitarte a un café, no porque no tengan dinero, sino porque lo quieren para ellos.
Como me pasó a mí, que invité a alguien a mi casa, y se bebió mi cerveza mientras criticaba a los empresarios, etc. Luego descubrí que estaba forrado, que era de esos funcionarios que no dan golpe y que vivía en el barrio de Salamanca.
Que le den la monserga a otro, que yo ya estoy harto.
Antes de leer ningún comentario: qué speech tan barato Reig. ¿No crees que esos detractores que apelaban a los millonarios de izquierdas se referían a algo más? ¿qué ya entendían eso? Desconozco los comentarios, pero me parece que caíste ahora en la simpleza. Tú utilizas un fondo común para criticar en literatura, un fondo que permanece muy a menudo sin ser específicado. En la vida se me ocurriría venirte con monsergas baratas del tipo: Mira Reig, ¿no crees que hay perspectivas para la literatura, que lo que para ti es malo puede no serlo para otros y que patatín y patatán.
No señor, no señor. Si el comentario sobre Marías-Reverte me gustó por divertido, este – sin gracia – me ha parecido una pamplina.
He dicho.
«Un escritor milita en defensa de una literatura ambiciosa y de calidad. Detesta el mercado literario, sus trampas y sus pompas satánicas y comerciales. Sin embargo, se introduce clandestinamente en editoriales de prestigio y se presenta a premios como el Primavera, el Nadal, el Planeta, etc. ¿Con qué fin? Para dinamitar desde dentro las trampas del mercado, para ponerlo en evidencia…»
¿De verdad, don Rafael, cree que hay un sólo escritor en España que se presente a un premio para «dinamitar el mercado desde dentro»?.. Me recuerda a esos escritores que se pasan la vida denostando la literatura popular y luego, desesperados de no comerse un rosco, escriben, por ejemplo, una novela policíaca diciendo, para justificarse, que se trata de «jugar con el género», «hacer un experimento narrativo», etc. Estoy harta de que me cuenten el cuento chino de que si no venden millons de ejemplares es porque son fieles a sí mismos, pero que podrían superar en ventas a Ken Follet, si quisieran (que no quieren)en cuanto se pusieran a ello, porque vender muchos libros está chupado. Lo hace cualquiera, vamos. Luego, ya ve, cualquiera de esos defensores de la alta literatura, despreciadores del mercado y demás, pierde el culo por un cheque planetario. Por supuesto, afirmando al cobrarlo y en rueda de prensa que lo suyo sólo era una concesión temporal, un «divertimento». ¿Sabe por qué se presentan a premios como el planeta? Porque así venden lo que con todas sus obras maestras juntas no venderían en su vida. Por dinero y por lectores. Es decir, por aquello que tienen aquellos a quienes desprecian en las tertulias de amiguetes. Y en el fondo lo saben. Todos lo sabemos. ¿A quien quieren engañar?
Lo siento, el anterior comentario no corresponde a este asunto, sino al de los escritores abducidos. Me equivoqué al ponerlo aquí. Mis disculpas y un saludo.