Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Una humilde lavandera

Perplejos, mi novia y yo no sabíamos qué hacer a fin de manifestar nuestro amor y esas pamplinas. ¿Casarnos? ¡Y un jamón con chorreras! Ya hemos estado casados los dos, cada uno por nuestro lado. ¿Vivir juntos? ¡Y un jamón! Con lo a gusto que cada uno está en su casa, sin hacer ni la cama, barriendo debajo de la alfombra, con sus inocentes pasatiempos privados y mirando por el balcón toda una tarde en lugar de trabajar. ¿Abrir una cuenta a medias en el banco? ¡Y un jamón! Con nuestras deudas, nuestra presencia permanente en registros de aceptaciones impagadas y nuestra proverbial inclinación al pan para hoy (y hambre para mañana, qué más nos da), ¿cómo vamos a tener cosas embargables, fungibles y sujetas al cobro de comisiones?

-¿Y un jamón?
-¿Un jamón?
-Con chorreras.
-Vale, mola.
-¿En tu casa o en la mía?
-Según y conforme.

¿Qué mejor expresión de afecto que compartir un jamón? Un jamón, carne en común, placer intenso (y prolongado esfuerzo para cortarlo), sabor perdurable, entreverado con tocino como si fuera espuma. Los jamones, además, son más o menos transportables y podemos residenciarlo en su casa o en la mía sin demasiado problema.

Total, que compramos un jamón a medias. Con chorreras.

Y una caja de tiritas para mí. Ella no se corta. Yo, a diario: tengo cicatrices en todos los dedos.

Yo nunca he tenido un jamón en casa. En mi vida. No porque proceda de una familia de extracción humilde.

¡Qué más quisiera yo que haber sido extraído de la humildad, con lo conveniente que es eso para un novelista!

Mi extracción (como si uno alguna vez saliera al exterior o le sacaran a la fuerza de su clase social con pico y pala, como en la galería de una mina donde se extraen piedras preciosas), mi extracción, digo, es acomodada (otra graciosa expresión, por cierto), pero en mi casa no había jamones jamás.

No sé por qué. Quizá mis padres los consideraban incómdos o demasiado pueblerinos o vaya usted a saber. Mis abuelos vivían en pueblos, pero tampoco eran rurales de verdad, esa clase de abuelos que envía jamones. Eran más bien señoritos de lugar pequeño. Uno era boticario volteriano; el otro, un rentista que había regentado una tienda de coloniales (así se llamaban los ultramarinos).

En mi casa había carrito con ruedas y botellas de whisky y ginebra, todas las que quieras, pero ni un sólo jamón. Ni chorizos colgados en la despensa. Ni ruedas de queso. Ni morcillas en ristras. Ni gallinas vivas.

Qué le vamos a hacer: la burguesía ilustrada no debía de ser muy partidaria entonces de la charcutería.

Humilde extracción, clase acomodada… ¿por qué todas las expresiones que se usaban (o se usan) son tan graciosas?

Porque son eufemismos, supongo, porque nadie quiere hablar de clase social, de dinero, de cuánto gana.

Si la «extracción» es rara, la «humildad» no lo es menos. ¿Humilde? Dan ganas de responder: oiga, en casa éramos pobres, pero soberbios y muy vanidosos.

Miro el María Moliner y me doy cuenta de que estoy confundido. Humilde no es una cualidad espiritual: es o ha llegado a convertirse, según esta señora, en un término específicamente socioeconómico.

HUMILDE: 1. adj. Perteneciente a una clase social de las que viven muy pobremente de su trabajo, pero no miserablemente: ‘Una humilde lavandera. De familia humilde. De humilde extracción’.

Formidable.

¿No te parece que esa humilde lavandera ilumina ella sola toda la página del diccionario? Entre «humera» y «humita», en medio de tantos renglones inertes, de tanto plomo de imprenta, abreviaturas, definiciones, aplícase a, dícese de, utilízase también como, aparece de pronto, como un relámpago, la lavandera imprevista.

¿Tú no ves el resplandor repentino de la lavandera, con su pastilla de jabón Lagarto, las manos mojadas y percudidas de tanto frotar sábanas, los pies cansados y una sonrisa irónica, erótica, insurrecta? ¿Tú no te rindes sin condiciones a la lavandera, humilde o soberbia?

¿De dónde viene esta lavandera que retuerce la ropa para escurrirla? ¿De dónde la sacó doña María Moliner? ¿Cómo se le ha colado ahí, en mitad de la página?

En ese caso, según define humilde la Sra. Moliner, mi trayecto ha sido curioso, pues no siendo de humilde extracción, me he introducido a pulso en la humildad laboral. En lugar de modesto propietario, me he convertido en humilde novelista, que vive muy pobremente de su trabajo, pero no miserablemente.

Además de sinónimos (apocado, deferente, encogido, modesto, modoso, respetuoso, servicial, tímido, etc., es decir, las prendas o harapos morales que se presumen o que se exigen a quienes viven por su manos) da doña María una curiosa:

NOTA DE USO: «Humilde» se aplica a las personas, a su condición o clase social, a su aspecto o sus vestidos, etc. Aunque a veces se empleen indistintamente «humilde» y «modesto», «humilde» expresa un grado menos en la escala de las posiciones económicas y sociales; puede, por ejemplo, decirse «un modesto propietario», pero sería impropio decir «un humilde propietario».

¡Carambolas! Qué sagacidad la de la Moliner. Y cuánto me gustaría que hubiera seguido detallando esa escala: miserable-modesto-humilde-acomodado-poderoso-formidable, etc.

No hay humildes propietarios ni humildes creadores de riqueza, como no hay un miserable consejero delegado o un modesto director general.

Hay humildes novelistas, pero ¿modestos? ¡Amos anda!

Acomodado es «en buena posición económica», según doña María, pero no sigo, porque las consultas al diccionario son como el jamón: no puedes parar de cortar y comer.

En fin, así estamos: cortando jamón y alimentándonos más que nada de cosas jamonables: habas con ídem, tortillas de ídem, bocadillos de lo mesmo, ídem con melón y así todos los días.

Ahora que, por primera vez, vivo con un jamón en casa, he descubierto cuánta compañía hace. Alegran como la aparición súbita de una humilde lavandera en el primer tomo de un diccionario.

Un jamón da mucho cariño (aunque poca conversación), y sin pedir nada a cambio ni hacer más daño que unos cortes en los dedos. Un jamón tranquiliza, consuela, entretiene y escucha todo lo que dices sin llevarte la contraria. Casi no reclama atención para sí mismo, pero lo entrega todo.

¿Y estéticamente?

No sé qué pensarás tú, pero entre el carrito con ruedas cargado de botellas y el jamón, yo estoy con el jamón. A tope con el jamón.

Por ejemplo, después de indignarme un rato y cogerme una pataleta el domingo, me corté tres lonchas de jamón (con sólo dos lesiones en dedos índice y corazón), me puse un vino, y se me fue el santo al cielo.

Ya sólo me acuerdo de la alegría de mi hija la primera vez que fue a la cremà en unas Fallas. Nos llevó Verónica y, mientras yo me refugiaba en las faldas de las chicas (me asusta el fuego), Anusca sacaba fotos:

Fuego amigo, así se titulará mi novela de espías, cuando la termine.

Luego le saqué yo una foto a ella con una amiga fallera:

Ya te imaginarás que me hizo prometerle, para el año que viene, un traje completo de fallera, con sus moños y su peineta, y sus zapatos de medio tacón.

Ya te imaginarás que se lo prometí.

A cambio, al día siguiente, cogimos las bicis y nos fuimos a desayunar quintos de cerveza (yo) y orxata amb fartons (ella) a Miramar:

Y me quedé así, absorto, pensando en la repentina aparición de una lavandera en pleno diccionario.

Comments (36)

Más claro, aguaabril 2nd, 2008 at 6:54

A la vista de su escasa pericia para el corte jamonero, amigo Reig, lo que usted realmente necesita no es una lavandera sino una humilde enfermera.

Que le aproveche el jamón 😉

Anonymousabril 2nd, 2008 at 6:57

Jamón de Pata Negra, por supuesto. Cómo cantaba Rafael Amadador con su grupo Pata Negra:

Todo lo que me gusta es ilegal

(coro: !es ilegal!)

Es inmoral

(coro: !es inmoral!)

O en gorda.

La derechona siempre a querido que los de «extracción humilde» fueran «pobres pero honrados» y esa cantinela fue repetida hasta la saciedad después de la guerra civil por los profesores franquistas. Así nuestros padres no eran proletas ni lumpen, eran pobres pero honrados, y no querían parecerse a los suyos, los perdedores de la guerra que no pudieron exiliarse, pobres, analfabetos, pero orgullosos de haberse rebelado contras los señoritos explotadores ,fascistas y meapilas. Los hipócritas que ni «eran pobres ni honrados» pero querían seguir sometiendo al proletariado.

Hoy todo sigue igual, con Educación para la ciudadanía o religión, quieren ciudadanos de «extracción humilde» «Pobres pero honrados», y «sumisos» mientras vemos como los Albertos o Botín estafan y roban a dos manos, y no son procesados por éllo y si los procesas no les condenan y si de coña les condenan, les absuelve el Tribunal Constitucional.

No hay nada como el jamón de Pata Negra y sabe mejor si es robado, porque Todo lo que me gusta es ilegal….

pachamamaabril 2nd, 2008 at 7:34

Qué belleza!

El jamón, la lavandera, Anusca y sus fotos pirotécnicas, tu novia. Todo!

Si que lo sabes llevar a uno del timbo al tambo temático con gracia! Del jamón a la lavandera, de la quema al título de tu novela!

En Venezuela ni en las tascas españolas hay jamones reales. Lo que cuelga es un pedazo de yeso pintado de forma muy realista (más de algún borracho habrá querido hincarle el diente…) Pero a los besos con lengua los llamamos (o llamábamos ….) jamones. Y esos si que andaban a la orden del día.

Mejor humilde novelista que miserable novelista como yo. ¿Cuál sería la definición de un novelista miserable según tú?

Un beso!

Anonymousabril 2nd, 2008 at 8:06

Pues yo, Rafa, también soy de humilde/modesta extracción y en mi casa, sin embargo, si que caía un jamón de tanto en cuando. Claro que mi familia era de pueblo, rústica y rural, pero con ciertas ínfulas y pretensiones (la lista de expresiones similares puede ser deliciosa…).
Como el jamón, pero tú sigue dándole -al jamón y a lo jamonable-, que ya verás la gota…
Abrazote grande.
Gerardo

Belénabril 2nd, 2008 at 8:10

Ni Ángel ni yo hemos tenido nunca un jamón en (nuestra) casa, aunque sí en las casas de nuestros padres respectivos. Todavía no hemos progresado tanto, pero ya hemos disfrutado de sendas paletas, que estaban muy ricas y que nos han servido de entrenamiento. Hace semanas que sopesamos la posibilidad de comprar un jamón, pero, ¿lo amortizaremos? A lo mejor cuando crezca nuestra pequeña familia (nosotros y la gata Jazzy), nos decidimos e invertimos los ahorros en un jamón de bellota y de pata negra, que son los buenos y los que nos gustan. Somos humildes, pero de gustos acomodados. Besos.

Portorosaabril 2nd, 2008 at 8:42

Olé. Qué bien.

Lo de «no había jamones jamás» me ha gustado especialmente, suena muy bien. Y lo de la lavandera del Moliner es fantástico, es verdad.

Un abrazo.

Anonymousabril 2nd, 2008 at 8:51

El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.

A hora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tánto qué será de mí,
todas no están mías
a mi lado.
Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.

Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Que mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede
¡C?MO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.

scouserabril 2nd, 2008 at 8:51

lo importante de los jamones, rafael, no es saber cortarlos, sino comerlos, creo yo. no he cortado uno en mi vida, pero me debo haber comido unos cuantos, y tan a gusto.
desayunas cerveza? joder, eso sí que es saque. yo no puedo slair de mi cola cao, es lo mejor por las mañanas

Opción Cabril 2nd, 2008 at 9:33

En mi casa siempre había jamón, Rafael, la despensa llena y mucha gente comiendo a todas horas. Yo no entendía nada y estaba hasta el gorro de invitados (y de jamones).
Ahora lo comprendo todo: la mezcla (que me encanta, por cierto).
Sí, mi familia materna de tinte lavanderil: qué ropa, qué olor. Por parte de padre, señoritos; propietarios de tierras, claro. ¿Y yo? Ni idea. Tan sólo sé que disfruto indagando en el mundo de las lavanderas resplandecientes y que me suenan los tejes y manejes del poder económico (y su vertiente política) con su particular discurso legitimador. Pero como no me atrae el oficio de escritora, todas esas experiencias me las guardo para mí. ¿Egoísta? Puede ser. Yo digo como el otro: quien quiera peces?o que compre un jamón.

Un último detalle: en mi objeto registrado y embargable no tengo un pata negra, ni un pata blanca, a pesar de que gusta mucho. Sí dispongo de jamonera. ¿Por qué será? A ver qué me dice Bourdiue.
Ah! Si tu hija te pide el próximo año el traje de fallera, se lo compras con todos los extras. Lo has prometido.

Besos

El ángel de Olavideabril 2nd, 2008 at 9:40

En los tiempos de Mari Castaña, cuando no existian las máquinas de lavar, a mi casa, hablo de mi infancia remota, iba una «humilde lavandera», la Señora María. Sus hijos «regentaban», otra curiosa palabra, un puesto de periódicos en Conde de Peñalver. No tenía pensión y sus únicos ingresos eran los del trabajo. Mi padre, cuando ya empezaron a llegar las máquinas de lavar primeras aquellas que tenían un cilindro de goma con una manivela, decidió que prefería a la Señora María, solo por razones de humanidad. Que curioso, se defendía la humanidad dando trabajo. Mi madre, posiblemente algo harta de tener que soportar la charleta de la lavandera que solo contaba penas la pobre pensó que era mejor mandarle la paga a casa e instalar la máquina.
Cosas de entonces.
Hoy de lavanderas solo las de los diferentes entes autonómicos.
Un saludo

Pedro de Pazabril 2nd, 2008 at 10:40

Fíjese usted si el jamón tendrá su prestigio en tan alta estima que cuando una mujer comienza a prodigarse en curvas bonanciblemente trazadas, armoniosamente delimitadas y lujuriosamente embutidas, uno de los mejores requiebros que puede dedicársele es que se está «ajamonando«. ¿Qué mejor piropo? Si eso no es prestigio, que venga Dios y lo vea.

Abrazos de uno de los «incautos» que del Pata Negra de Bellota prefiere el «despreciable» tocinillo –caprice de dieux– a la parte magra.

Pedro de Paz

Anonymousabril 2nd, 2008 at 10:53

Yo una vez compre un jamon (recien) robado.
Lo cuento: era de madrugada, vi a un yonki corriendo con dos jamones y lo pare en seco. ¿Donde va usted con esos jamones? Que los vendo, señor, me dijo.
¿Cuanto? Diez mil pesetas (eran pesetas, entonces) por los dos. Espere usted un momento aqui, inmovilizado con los dos jamones, que voy a ver si las tengo. Vale, pero bajeme una cervecita mientras tanto, que vengo seco de la carrera.
Subi a casa, baje el quinto de cerveza, volvi a subir e hice una llamada, a un compadre: Oye, que me venden dos jamones de pata negra por diez mil cada uno. ¿A las seis de la mañana? contesto. Me quedo uno.
Hecho. Pague por los dos.
Nunca me ha sabido un jamon mejor, el mio me salio gratis.
Todavia mi compadre de vez en cuando me pregunta cuando le voy a volver a localizar un jamon como aquel, tan baratito.

Lorenabril 2nd, 2008 at 11:10

Es un post cojonudo.
A ver si me invitas un día a unas buenas raciones de jamón (yo llevo el vino) y hablamos de literatura y de mujeres (no necesariamente por este orden)
El sábado iré a verte a Estudio en Escarlata, si te parece bien.

Un abrazo.

Vilos Cohaagenabril 2nd, 2008 at 11:45

Si nunca antes ha comprado un jamón, ¿cómo quiere que hable de usted Ruiz Mantilla?

OBLabril 2nd, 2008 at 11:49

A mí lo de obsesionarse con lo sublime del jamón me parece de estrechez de miras. Algo así como la muy repetida y no por ello menos odiada frase por mí de ¨Como en España no se vive en ningún sitio¨. De acuerdo, el jamón está bueno, pero hay miles de cosas tan ricas en la gastronomía española como el jamón y no por ello nos deberíamos creer el centro del universo. Un amigo extranjero se ríe pues dice que a un español le puedes decir cualquier cosa menos meterte con el jamón y el aceite de oliva. Uy uy, por ahí sí que no pasa. Para el español eso es lo que nos sitúa por encima del resto de los mortales. Es como la dieta mediterranea, de la que estamos orgullosísimos, pero un simple viaje por la gastronomía de cualquier pueblo de la meseta española demostrará que la tan nombrada dieta mediterranea solo se consume en una pequeña parte del territorio español, el resto es un horror calórico-cholesterólico.

Javier Divisaabril 2nd, 2008 at 12:54

Lo del psicoanalista de la Monroe iba con ironía…Tanto utilizaban su figura en El País, que no puede menos que hacerte saber si tú habías hecho lo mismo en tu novela…En cuanto al partido que inventé Felipe Benítez Reyes – Rafael Reig, pues nada que he leído mucho de Felipe, y a veces me pareces un Walter Arias cualquiera, en cuanto a lo de exprimir la vida, divagaciones que uno se hace y que posiblemente cambiarían con el conocimiento personal…No obstante, Walter es mi ídolo en la literatura…Por otra parte…Ahora todo eso ha cambiado, los humildes son los peores, son los que dicen que no saben hacer otra cosa…Yo solo sé escribir, solo sé pintar, no sé hacer otra cosa..etc, ¿Qué tratan de decirte? Qué lo que hacen lo hacen de puta madre, por lo que adquieren condición de soberbios, los humildes de verdad son los que saben un poquito de todo…No puedo ahora, luego sigo…

Javier Divisaabril 2nd, 2008 at 14:22

Y lo de los acomodados tiene su diversificación: vagos, ricos de medio pelo, ricos, tiquismiquis, políticos, funcionarios, videntes, escritores humildes que no saben hacer otra cosa, aristócratas, perritos pijos, nati abascal, okupas, angelo el dueño de piu di prima, josé de la taberna de argensola, y yo mismo en mis difíciles aspiraciones

Carlos Añejoabril 2nd, 2008 at 15:13

Es una pena que en el Manzanares ya no queden lavanderas porque, además de de esa modesta humildad de la que habla la Moliner, las lavanderas también son dueñas de cierto erotismo… por lo menos las macizorras… las que tienen buenos jamones, vamos.

Saludos, Don Rafael, a ver si un día me firma usted su Autobiografía de Marilyn Monroe… bueno, la suya no, la mía.

Antonio Gonzálezabril 2nd, 2008 at 18:50

Creo que la humilde lavandera de la Moliner es Juana, o Juanilla, la que soliviantaba al licenciado Tomé de Burguillos en el dormido Manzanares: ella se inclinaba sobre la corriente y… tanto cuanto lavaba nieve hacía. Burguillos, mientras tanto, la miraba, veía cómo se erguían los jamones de la lavandera, y se decía: Jamones como los de mi Juana, en toda Castilla no los hay…

beatriz garvíaabril 2nd, 2008 at 19:59

Qué post tan genial, Rafael!!!! Me he reído un montón. Además, lo de la asociación libre se te da de maravilla . Y sin perder el hilo conductor…

Un besazo

Anonymousabril 3rd, 2008 at 7:38

En casa de mis abuelos, al lado del Segre (famoso actualmente por el alevoso y premeditado proyecto de minitrasvase), había un pequeño canal paralelo al cauce que se helaba todos los inviernos. También recuerdo que había la plancha de piedra (no sé cuál es el nombre correcto) para frotar la ropa. A mi abuela y a mis tías las veía allí, dale que te pego, a menudo, pero por mucho que me esfuerce no logro atisbar sensaciones lujuriosas y sugerentes. Claro está que aún no se habían despertado mis instintos, y además sólo faltaría que me los despertara mi abuela.
Ahora, que quizás los tengo excesivamente despiertos, me imagino catorce lavanderas que se lavan su propia ropa, después de bañarse desnudas en el río, riendo, jugando… Y paro ya, que estoy trabajando.
Hoy desayunaré bocadillo de jamón, a su salud: el pan, con tomate, bien surtido de aceite y una pizquita de sal (poca, que el jamón ya lleva).
Salud.

Llorenç.

David Torresabril 3rd, 2008 at 13:59

A mí me pasa justamente lo contrario, Rafael. Yo vengo de una familia de extracción humilde (mi padre ha sido panadero, pescador y camionero, entre otros oficios), pero en los tiempos de mi adolescencia, cuando empezó a llegar algo más de pasta a casa, nunca faltaba un jamón en la cocina. No era pata negra, claro, pero mi padre sacaba el cuchillo y lo remetía amorosamente contra el sudodicho jamón como si fuese Pau Casals sacando lonchas de Bach en armoniosa batalla contra su violenchelo.

Anonymousabril 3rd, 2008 at 14:12

Qué poco español, Rafael. Un hombre español tiene DOS jamones en su casa y vino, ni whisky ni ginebra ni ninguna de esas cosas de anglófilos, sajones y ateos.

Ya lo dijeron los Beatles…

Jamón, jamón, plese, please me oh yeah like I please you

UN abrazo

Javier

Me uno al comentario que ha hecho no recuerdo quién, muy gracioso, en que se te aconsejaba que regalaras un jamón al periodista de El País.

Anonymousabril 3rd, 2008 at 14:34

Por ejemplo: Gabriel es un ingeniero electrónico y ex seminarista que vive consumido por sus remordimientos y culpas. Durante un paseo en su infancia perdió a su hermanito Nicolás. Esa pérdida ocasionó un infarto al padre de Gabriel. Su madre nunca lo ha perdonado, como tampoco le perdona que haya causado su invalidez. Gabriel intentó purgar su culpa en el sacerdocio, pero abandonó el seminario a raíz de un romance con Sonia, una humilde lavandera. Gabriel no ha olvidado a Sonia, a pesar de estar de novio con la guapa Sandra a quien no ama… Las humildes lavanderas están en el María Moliner, en las telenovelas, bien podrían estar en los relatos eróticos, y no se si en la vidaºmisma. ¿No?

Anonymousabril 3rd, 2008 at 14:43

puedes llamarle como quierasa a tus novelas, reig de la casa, pero que sepas que garcía martín (el poeta-crítico o viceversa) tiene un libro titulado igual… allá tú y tus circunstancias

nataabril 3rd, 2008 at 18:52

ya es curioso que a la humilde, modesta y baja, generalmente se le llame «extracción» y a la acomodada y alta se le llame únicamente «clase». qué peyorativos que somos (el propio diccionario de la rae). la modesta puede ser clase, pero la acomodada no se llama nunca extracción. tú lo has hecho y me has pisado el «conceto», pero te lo tomo prestado, citando la fuente, of course.

a lo que iba: en mi casa paterna -y materna, que coincidían ambas-, que era de extracción acomodada, pocas veces había jamones (se debían ir como llegaban, porque llegar, llegaban), pero la mariconada del jamonero, jamás. allí cortábamos el jamón como los machotes, apoyando la pezuña contra la pared y la otra parte contra nosotros mismos, entre la cadera y las costillas, y nos jugábamos la vida. ¿ tú tienes jamonero, rafa ?

más besos, nuevos y relucientes.

(en mi propia casa nunca he tenido jamón, sniffs, ¿me dejas que corte un poco del tuyo?)

nataabril 3rd, 2008 at 19:45

aclaración: apoyando la pezuña del jamón contra la pared.(casi siempre)

Anonymousabril 3rd, 2008 at 20:23

La extracción «acomodada» como siempre jugándose la vida, incluso partiendo el jamón.

Qué valientes!!

menteabiertaabril 3rd, 2008 at 20:49

Carambanos, yo tampoco he tenido jamones en casa.Debería ser un derecho constitucional.

¿De verdad te cortas tanto? porque estaba pensando en comprar uno con mis compañeros de piso.Pero no quiero llenarme de cortes, que usted Don Rafael podrá pagar sus humildes tiritas, pero nosotros sólo tenemos dinero para modestas copas y cañas.

Un saludo jefe.

Anonymousabril 3rd, 2008 at 21:36

Esto es antológico, Sr. Reig. No encuentro palabras. Sólo decirle que me ha abierto usted: el apetito, el corazón… Guardaré su artículo y lo repasaré siempre, porque es, sencillamente, NUTRIENTE.
No deje nunca el blog y su peculiar forma de contar lo cotidiano. De él sale el mejor Reig, el TAUMATURGO. Porque esos son los «humildes» milagros que alimentan nuestra existencia y usted sabe vestirlos, acicalarlos y ponerlos sobre el papel… Regálenos sensaciones para degustar. Somos una récua los lectores avidos.
Salud,siempre,salud!

Carpanta

Cristinaabril 4th, 2008 at 10:18

Tuvimos un jamón en Moscú que nos daba mucho juego y nos calentaba el estómago y el corazón en los largos días, más bien noches, de invierno.
Yo me leí tu Autobiografía hace tiempo y me gustó muchísimo. No creo que la del francés sea mejor. Miserables hay muchos.

Beatrizabril 4th, 2008 at 13:25

Nata, jamás he visto a nuestro adorado padre con un jamón apoyado en la cadera, a modo de nardo. Creo que es uno de esos recuerdos encubridores que tienes. Al ser la pequeña, y descolgada del resto, te inventaste tu propia circunstancia….

Ni extracción, ni inyección, ni acomodados ¿cómo pueden vivir 8 seres humanos acomodados en algún sitio? Aquellas familias eran una unidad de destino en lo universal, sin espacios íntimos. Eso sí, algunas de ellas, con jamón

Besos, en general

nataabril 4th, 2008 at 18:10

beatriz: ahora que has descubierto nuestro parentesco para este gran público, querida hermana, te diré que lo que yo no vi jamás fue a nuestro adorado padre entrar en la cocina. no me refería a él. éramos alfonso y yo los que cortábamos así el jamón, colgado el pobre -el jamón, no alfonso- en un clavo en la terraza de la cocina.
lo que pasa es que para cuando yo cortaba jamón, tú ya te habías ido de casa.

más besos.

Rafael Reigabril 5th, 2008 at 8:25

Y que me aproveche la enfermera, je, je.
Pues sí, anónimo, sí.
No creo que usted sea miserable. Miserable novelista… no sé: César Vidal?
Yo no soy de humilde extracción, Gerardo, no me he explicado bien. Y sí, la gota amenaza. ¿Qué le vamos a hacer?
Claro que lo amortizarán, en serio. A nosotros nos costó decidirnos, pero estamos encantados. Es tan luminoso llegar a casa, ponerse un vino y cortar u poco de jamón… Igual hasta Jazzy se anima y lo prueba. Beso.
Ja, ja… sí, Portorosa, las aliteraciones son una de esas debilidades a las que nunca me resisto. Abrazo.
Claro, anónimo, en la cabeza tenía a Otilia.
No, desayuno café con magdalenas o tostadas. Sólo en días especiales sí desayuno whisky o cerveza, Scouser. Si no fuera por esos ratos…
Lo prometido es deuda, Opción C. Un beso sin distinción, a lo Bourdieu.
Sí, ángel de olavide, cosas de entonces, costumbrismo, pero agradable de recordar.
Jamona, se le dice a la mujer apetecible también, no?
Vaya timo le metió a su amigo, ¿no, anónimo?
A mí me parece bien, pero no te sientas obligado, Loren. Si eso, nos vemos.
Cierto, se me olvidó enviar el jamón, ja, ja.
Yo no me obsesiono, obl, pero me gusta mucho el jamón.
Ok, Javier.
Cuando guste, Carlos.
Vaya oda le ha salido, Antonio.
Beatriz, hermosa, qué alegría. Un beso apretado y poco casto.
Un gran desayuno, anónimo. Disfrute.
Ja, ja… buena música, David, lo mejor para escuchar a la hora del aperitivo. Un abrazote enorme.
Dos? Joder, Javier, pues no sé si me alcanzará. Y otro para el periodista… me arruino.
No jodas… ¿fuego amigo? Qué lata. ¿Es novela también? Porque si no, igual vale.
Tengo uno que compré en el chino, Nata. Ven y corta jamón, anda, música celestial, que dice David Torres. Beso enorme.
Sí, yo corro con los gastos sanitarios (tiritas, etc.). SIn problema. Un abrazote.
Salud y gracias por su generosidad. Usted me lee con buenos ojos. Pero no me llame taumaturgo, que me siento Jodorowsky o algo así.
Un jamón en Moscú, qué buen título para un soneto o algo así. Un besito ito, Cristina.
Ja, ja, que divertida guerra fratricida, Hnas. Garvía. Formidable.
Besos y abrazos, y gracias.

Anonymousabril 10th, 2008 at 10:50

Mecachis! Cómo puede ser que el otro día en un bar preguntara a uno de los 2664 pileros si te conocía y me dijera que no! Yo que quería darle un recado para ti. Negocio, la verdad. Bueno, a ver cuándo te dejas caer por Piles y te lo digo yo mismo.

Salud, y cúrate de todo lo malo!

Isabel Castañonoviembre 10th, 2008 at 20:42

Mi vecino tiró un jamón porque decía que tenía gusanos. Era de esos entreverados y que rezuman una maravillosa grasilla. Lo recogió del contenedor mi hermano Antonio, más conocido por Tragaldabas, que cortó una hermosa loncha con el matancero, sacó el mazo de la carne y, no digo yo que no tuviera algún gusano, pero, a fuerza de macear la loncha, no dejó uno vivo.
Yo no me atreví a probarlo, pero a él se le caían lagrimones de placer.

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