David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


Volando vengo

Joan Laporta dice que el catalán es el idioma vehicular del Barça. Pobre hombre. Todavía no se ha enterado de que el fútbol, en sí mismo, es un idioma universal. Será por eso que al Barça le va como le va. Los jugadores hacen horas extras en clase de dictado junto a Carod-Rovira y luego los resultados deportivos se resienten. No importa que no traigan ni un mísero trofeo a las antaño espesas vitrinas azulgranas: la mayor gloria no es que Ronaldhino meta goles, sino que sepa pedir el postre en catalán. Antes daba gusto ver a Eto’o quemando el césped al paso de sus botas. Ahora la afición se conforma con verle bailar la sardana cada fin de semana en el Camp Nou.

El Barça, efectivamente, es más que un club. Con Laporta al frente, también es un buque que se hunde. Como Cataluña, el Barça es un estado de la mente, y depende mucho del fervor de sus fieles para continuar su peregrina existencia por esos mundos alados donde los Païssos Catalans extienden sus reales desde Zaragoza hasta Aix-en-Provence. O incluso más allá. Es posible que la expedición azulgrana sufra un shock cuando desembarque en Chicago y oigan hablar por todos lados la lengua de Cervantes. Quizá Laporta exija que ningún periodista de los varios diarios y radios hispanohablantes les pregunte directamente en el español de allá, ese acento neutro que tanto recuerda a la voz del oso Yogui. Es mejor mantener a su equipo en la ficción de que Jaime I el Conquistador llegó a México antes que Cortés y que Roger de Flor fundó San Francesc.

La cuestión del dinero es otro cantar. Demuestra que el tópico del catalán tacaño es un mito sin fundamento, sobre todo cuando le toca pagar a otro (en este caso, a los pobres panolis yanquis que habían contratado el viaje). Para Laporta la patria es la pela pero la pela no es exactamente la patria: Cataluña es un concepto más global. Quizá por eso el Barça eligió una compañía extranjera, para aclararnos que ellos no necesitan a España para nada y, de paso, demostrar que la crisis mundial no les afecta lo más mínimo. En plena catástrofe económica, se permiten el lujo de tirar por la borda 300.000 euros por un vuelo lingüísticamente incorrecto y contratar otro, más gordo y más grande, que los lleve hasta Chicago sin molestas escalas en la realidad.

Margalida Tous y Joan Puig, el Pepito Piscinas de la política nacional, están encantados con este gesto tan patriota por una parte (y tan español por otra). Sólo un español a carta cabal, de los de servilleta en el cuello estilo Felipe II, haría un despilfarro tan memo y tan insensato. A mí me hubiese parecido mejor gesto que el Barça hubiese contratado un avión de Spanair, a ver si esos 300.000 euros podían cubrir el hueco de los 600 empleados que se van a ir a la calle. Pero Margalida y Joan no. Ellos preferirían que se llamara Catalanair.

(Publicado originalmente en El Mundo-El Dia de Baleares el lunes 4 de agosto de 2008)