David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


El experimento azul (2)

Debo confesarlo: estoy enganchado a Ghost Trick. Muy, muy enganchado. No quiero acojonar a Vanessa ni a Carlos, pero voy por el nivel 15 o así. Lo aparco únicamente para comer, para que mi chica me insulte, para avanzar en esa majestuosa pesadilla llamada Breaking Bad y para leer algún capítulo suelto de Afterpop, de Eloy Fernandez Porta, un libro extraordinario que debí leer en su momento y que llega tarde o a su tiempo, como tantas otras cosas. Supongo que a Eloy le haría gracia saber que estoy alternando su lectura entre un videojuego y una serie de televisión.

 Al fin y al cabo, si uno lo piensa bien, las tres cosas van de lo mismo. Ghost Trick es, a su manera (te respondo ya, Fernando) una novela negra, un potaje audaz entre las historias de detectives y las de fantasmas. Breaking Bad es una tremenda e inhóspita inversión del código policíaco: el protagonista, un humilde profesor de química con una mujer embarazada y un hijo discapacitado, se ve abocado a la delincuencia por culpa de un cáncer de pulmón. Como se dice en el episodio piloto, la química es el estudio de los cambios, y toda la serie es un minucioso y progresivo análisis de diversas metamorfosis. Y la principal es contemplar a cámara lenta cómo un honrado padre de familia se transforma en un peligroso narcotraficante. En cuanto a Afterpop, por lo que llevo leído, resulta una precisa y oblicua investigación sobre diversas formas narrativas de la posmodernidad partiendo del cadáver (tal vez sería mejor llamarlo zombi) de la novela tradicional.

 ¿Qué razones hay para decir que un videojuego puede contener una novela negra? Algunas están a la vista: hay una trama, hay una serie de personajes, hay misterios encadenados dentro de otros misterios. Los niveles funcionan como capítulos y un reloj en la pantalla superior marca la unidad temporal de la narración: una sola noche en que el detective fantasma debe descubrirlo todo o morir en el intento. Bueno, morir no porque ya está muerto. Y ése es uno de los puntos que más me han sorprendido del juego, su sentido del humor, su manera de reírse de sí mismo a cada momento, sus personajes que son parodias o guiños del elenco tradicional de una novela negra. Lo cual no sólo es una muestra de inteligencia (ya señaló Borges que el humor siempre es una operación intelectual) sino una forma de autocrítica.

Ghost Trick es una narración posmoderna no sólo por el medio elegido sino por su nivel de autoconsciencia, porque sabe (esta palabra no es casual) que hemos leído muchas historias de detectives y que nos sabemos todos los trucos. Dicho de otro modo, en nuestra época no podemos contar una novela negra desde la inocencia con la que la contaban Hammett o Chandler, entre otras cosas, porque hemos leído hasta la saciedad a Hammett, a Chandler y a docenas de imitadores. John Barth dijo que nadie podía decir en serio ??Te amo? después de miles de páginas de Corín Tellado. La única manera de conservar la inocencia, según Barth, es hacer un guiño, una broma, una referencia textual: ??Como diría un personaje de Corín Tellado: te amo?.  

 Eso es Ghost Trick, un videojuego de detectives fantasmas en una época en la que ya no creemos ni en los fantasmas ni en los detectives. Ni siquiera en los videojuegos.