Esbjörn Svensson: el trÃo decapitado
El pasado sábado murió, en un accidente de submarinismo, el magistral pianista sueco Esbjörn Svensson, el artÃfice del último gran trÃo del jazz contemporáneo, el E.S.T. TenÃa 44 años y, con sólo una docena de discos a sus espaldas, ya habÃa puesto patas arriba media historia de la música. Durante el pasado siglo, la formación del trÃo clásico (piano, contrabajo, baterÃa) produjo hidras fabulosas que van desde Oscar Peterson a Chick Corea, de Bill Evans a McCoy Tyner, pero ninguno habÃa llevado la fórmula más lejos que Svensson, que basaba casi todo su repertorio exclusivamente en composiciones propias, en una arriesgada y atractiva mezcla de ritmo, tecnologÃa y audacia que amplió (este tiempo verbal es una putada y una lápida) sus posibilidades hasta una nueva y desconocida frontera fuera de tópicos y etiquetas.
Técnicamente, es posible que el trio de Svensson no estuviera a la altura de sus más ilustres contemporáneos (el inmenso Keith Jarret o el tristemente desaparecido Michel Petrucciani), pero lo cierto es que el pianista sueco sacó fuerza de su debilidad, avanzando sin cesar hacia esas tierras movedizas que forman el non plus ultra de la música, ese nebuloso más allá donde las palabras se despegan y el jazz va adquiriendo, al tiempo que surge de los dedos de sus demiurgos, su recién nacida carta de ciudadanÃa, su libertad maravillosa. Sin doblegarse jamás a la tiranÃa de los estandars (esos temas clásicos que los grandes pianistas repiten una y otra vez, y donde afilan interminablemente sus uñas), Svensson prefirió conquistar un territorio personal, una tierra propia bañada de resplandor melódico y de luz visionaria.
Tuve oportunidad de verlo en Madrid, el pasado invierno, en un concierto extraordinario donde, en una hora escasa, él y sus dos escuderos incendiaron el teatro con un sonido que brillaba como el fuego y que, como el fuego, transfiguraba el espacio en tiempo y las melodÃas en la sombra quemada de su pasado. Ahora, por culpa de una desgracia, todo ese fuego son cenizas. El trÃo ha sido decapitado, Dan Berglund y Magnus Ã?ström son huérfanos de nuevo y, con ellos, todos nosotros.