Tropezando con melones – Blog de David Torres » Blog Archive » Esbjörn Svensson: el trío decapitado

David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


Esbjörn Svensson: el trío decapitado

El pasado sábado murió, en un accidente de submarinismo, el magistral pianista sueco Esbjörn Svensson, el artífice del último gran trío del jazz contemporáneo, el E.S.T. Tenía 44 años y, con sólo una docena de discos a sus espaldas, ya había puesto patas arriba media historia de la música. Durante el pasado siglo, la formación del trío clásico (piano, contrabajo, batería) produjo hidras fabulosas que van desde Oscar Peterson a Chick Corea, de Bill Evans a McCoy Tyner, pero ninguno había llevado la fórmula más lejos que Svensson, que basaba casi todo su repertorio exclusivamente en composiciones propias, en una arriesgada y atractiva mezcla de ritmo, tecnología y audacia que amplió (este tiempo verbal es una putada y una lápida) sus posibilidades hasta una nueva y desconocida frontera fuera de tópicos y etiquetas.

Técnicamente, es posible que el trio de Svensson no estuviera a la altura de sus más ilustres contemporáneos (el inmenso Keith Jarret o el tristemente desaparecido Michel Petrucciani), pero lo cierto es que el pianista sueco sacó fuerza de su debilidad, avanzando sin cesar hacia esas tierras movedizas que forman el non plus ultra de la música, ese nebuloso más allá donde las palabras se despegan y el jazz va adquiriendo, al tiempo que surge de los dedos de sus demiurgos, su recién nacida carta de ciudadanía, su libertad maravillosa. Sin doblegarse jamás a la tiranía de los estandars (esos temas clásicos que los grandes pianistas repiten una y otra vez, y donde afilan interminablemente sus uñas), Svensson prefirió conquistar un territorio personal, una tierra propia bañada de resplandor melódico y de luz visionaria.

Tuve oportunidad de verlo en Madrid, el pasado invierno, en un concierto extraordinario donde, en una hora escasa, él y sus dos escuderos incendiaron el teatro con un sonido que brillaba como el fuego y que, como el fuego, transfiguraba el espacio en tiempo y las melodías en la sombra quemada de su pasado. Ahora, por culpa de una desgracia, todo ese fuego son cenizas. El trío ha sido decapitado, Dan Berglund y Magnus �ström son huérfanos de nuevo y, con ellos, todos nosotros.