Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Cheez Doodles

Ahora ya sé que los misteriosos diamantes de sangre no son más que «unas piedras pequeñas y sucias», pero muy valiosas y sin duda lo más indicado para regalárselo a una top-model, hay que llevarle el petit cadeau a su habitación, y dejarlo como de costumbre en la mesita de noche, porque ella ya estará dormida, qué angelito (llevan las criaturas una vida disciplinada y horarios agotadores); con unos pedruscos de esos siempre quedas bien con las modelos extenuadas. También sé que el Papa Benito 16 cobra entrada por las misas y que varios millonarios dejarán sus fortunas, perdón, sólo la mitad, a la caridad, antes o después de muertos, esto aún no lo han decidido: es agosto tal y como lo conocemos.

Mientras tanto, cruzamos apuestas (de pésimo gusto) sobre el Muerto Inesperado de Este Verano, en sus tres modalidades:

a) Aquel que hace que te preguntes: Ah, pero ¿seguía vivo?

b) Aquel del que llevabas veinte años sin acordarte, pero se te empañan los ojos al conocer la noticia. ¿Cómo va a haberse muerto, si era mi juventud entera? ¿Y qué hago yo ahora? Como diría César Vallejo: «Murió mi eternidad y estoy velándola«.

c) Aquel que está en la cresta de la ola y muere de forma repentina (y si es trágica, puntúa doble y recibe el prestigioso Lady Di Award).

Hasta que no se presente el auténtico triunfador fúnebre, todo el mundo tiene una ventana de oportunidad por la que saltar a un obituario de casi una página. Hay que aprovechar el verano para las defunciones.

Por ejemplo, el obituario de don Morrie Yohai, que ocupaba ayer media página, es decir, lo que se reserva para un «padre de la Constitución» y más de lo que ocupa (en invierno) un antiguo ganador del premio Planeta.

Don Morrie era el «inventor de los ganchitos de queso«.

Así comienza el elogio fúnebre de El País:

Los amantes de los ganchitos anaranjados de queso, uno de los tentempiés por antonomasia comercializados desde finales del siglo XX, han perdido al inventor de ese prodigio del picoteo entre comidas.

Un genio.

Descansa en paz, Morrie.

¿Quién será el inventor de la anchoa sobre patata frita de bolsa, ese clásico imperecedero?  ¿A quién se le ocurrió la idea de «ondular» las patatas, que a mi juicio es una insensatez? ¿Quién fue el inmortal creador de los helados de polo con su palito de madera?

Mi hija, por supuesto, en cuanto le di a leer el obituario de don Morrie, se ha comprado un cuaderno especial en el que va apuntando «Ideas de Aperitivos», para así pasar a la historia con un invento que revolucione el noble arte de tomar la una.

Anusca inventa aperitivos o pinta y yo escribo. Ha redecorado el sitio donde pintaba  su abuela, mi madre, y a mí me parece que le ha quedado bastante bien. Esta es la nueva mesa después de pasar por sus manos:

 

Al otro lado del patio, en un buró de madera, es donde trabajo yo. Así, cada equis minutos, me puedo volver y enviarle un beso soplado. Siempre dejamos las ventanas abiertas, para que los besos soplados en la palma de la mano no se estampen como moscas contra el cristal.

Ahora mismo tengo a la vista, sobre el buró,  una postal de un enorme velero, el Addie M. Lawrence,  de seis mástiles, fotografiado en Bath, Maine, en 1906.  Encontré la postal en un cajón.  Se la enviamos mi hermano y yo a nuestro padre desde Portland, Maine.

Lo curioso es que la dirección sólo pone: «Capitán Reig. Playa de Piles. Valencia«. 

Es curioso, no porque llegara (menudos son los carteros), sino porque mi padre era marino sólo por dentro, eso sí: con mucha intensidad. Por fuera iba caracterizado, irreconocible bajo la identidad fingida de ingeniero de caminos. A simple vista no se notaba nada y yo, por ejemplo, sólo le vi navegar una vez en toda mi vida (aunque admito que parecía saber hacerlo: eso debe de ser como montar en bici, que no se olvida nunca).

(Acabo de mirar en internet y he encontrado en e-bay una foto del velero, pero resulta que… ¡es la misma postal que está en mi mesa! La he visto en e-bay, y se vende por 25 dólares. Qué timo, una simple postal. La que tenemos aquí vale millones, claro: dirigida al capitán Reig y escrita por Benito y por mí).

(¿Te acuerdas de esa postal, Benito? ¿Y de aquel restaurante portuario en Portland (valga la redundancia), con cristaleras donde casi salpicaban las olas? ¿Y del bar de carretera en que paramos al azar, donde comimos langostas y cervezas y tomamos vodka con una mujeres fáciles en una edad difícil? ¿Y de los (malditos) colchones inflables?)

La muerte imprevista del último verano de mi juventud debió de ser la de mi propia eternidad.

Aquí estamos en el velatorio, que es un velatorio como los de antes: con anís y whisky, todos borrachos y contando chistes, recordando anécdotas, las parejas metiéndose mano por detrás de las puertas entreabiertas, y todos al final de juerga, dejando sólo al finado, como se merece una eternidad por fin dfunta. ¡De la que nos hemos librado! ¡Ya era hora de que nuestra vida perdurable criara malvas!

Comments (7)

la loliagosto 9th, 2010 at 10:35

Seguro que tus padres están felices de vacaciones con vosotros , tu padre viendo que lo recuerdas con lo de la postal y tu madre con la mesa de pintura tan bien empleada, ¿a que notas que están con vosotros? Cuidales bien sus cosas, sino notaras por la noche un tirón de orejas.Felicidades por ese trocito de amor que has escrito.Acuérdate de ponerles música.

Nachoagosto 9th, 2010 at 20:29

Y también está la hipótesis contraria. Morir en agosto te asegura el anonimato. Así seas Tony Judt.

piñeraagosto 10th, 2010 at 19:20

Buenas tardes. Hace apenas un par de horas que el capitán Carpeto ha montado en el coche y ha vuelto a su pueblo junto a Baldomero. Nos hemos quedado huérfanos y así va a ser difícil seguir aguantando estos calores del sur de Madrid. Me he decantado por Maigret, aunque creo que no le llega a la altura del dedo gordo a nuestro querido viudo de Calatañazor. Feliz descanso en Piles. Yo pasé los veranos de mi infancia en Oliva y tengo unos recuerdos cojonudos de aquellas tierras. A seguir bien.

Tarántulaagosto 10th, 2010 at 21:18

QUé barbaridad, ni sabía que había muerto esa prsona tan importante que inventó los palitos de queso…por cierto que los besos soplados van mejor con un ventilador ¡Con el calor que hace!

Bonitisima mesa, quiero una parecida

Luagosto 11th, 2010 at 13:31

RIP cheeto-man.

dabliuagosto 12th, 2010 at 9:00

«dejando sólo al finado»…
El feo detalle del acento me ha hecho pensar en la soledad de los muertos. Bien acentuado el detalle. Creo que la soledad sólo afecta a los vivos; eso que se sale ganando cuando te ponen el traje de madera…

Benitoagosto 12th, 2010 at 9:03

Pues por alusiones y por si son preguntas trampa para ver si sigo tu blog: si, claro que me acuerdo de Portland aunque algunos detalles queden confusos, semiborrados por el paso del tiempo, recuerdo esas y otras cosas.

Pero, no me digas exactamente por que, al leer este post de recuerdos desde Piles lo primero que me ha venido a la cabeza no ha sido Portland sino Lluis LLach, concretamente «A la taverna del Mar hi seu un vell… amb el cap blanquinós, deixat anar…»

En fin, cosas del cerebro humano. Toma unas cervezas y canturrea el resto:

«…A la taverna del Mar hi seu un vell
que, de tant recordar, tant somniar,
s??ha quedat adormit damunt la taula…»

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