La Dolores
Había quedado con un amigo en La Dolores. Entré me acomodé en la barra, pie en el estribo, codo sobre el mármol, y pedí una caña. Miré hacia fuera y m fijé en que había una fuente a la puerta, como si fuera un aparcamiento disuasorio, como si quisiera decir alto y claro: mira, tío, esto es una taberna, si quieres agua, bebe todo lo que quieras antes de entrar, hasta que críes charca, pero aquí dentro no andes pidiendo tonterías de agua «mineral», refrescos o infusiones, aquí se bebe alcohol, se fuma, se habla de sexo (pero sexo sin comunicación, por favor, lo que es follar por follar, como descosidos), se pone a los amigos ausentes de vuelta y media, y se puede uno quejar todo lo que le dé la gana de las trapisondas de la parienta o de las trapacerías del novio, en lugar de intentar comprenderlos.
Hice una foto:
En la otra acera, por supuesto, la cola habitual para las audiencias ante el muy solicitado Cristo de Medinaceli.
Como es obvio, compré una vela y la puse para pedir ayuda en un proyecto privado.
Tal y como estamos, no hay que rechazar ningún auxilio, venga de donde venga.
Mientras llegaba mi amigo, le eché un vistazo al periódico. Según El País (28-V-10), gracias a la Ley Anti-tabaco, el número de fumadores no desciende, sino que aumenta.
Formidable.
¿A ti te sorprende?
Ni lo más mínimo, ya me imaginaba.
El último Eurobarómetro, hecho público como adelanto al día mundial contra el tabaco que se celebra el lunes, confirma que el número de fumadores en España no sólo no baja desde 2006, cuando entró en vigor la vigente ley para restringir el consumo de tabaco, sino que repunta ligeramente. De acuerdo con los datos de la encuesta, el porcentaje de fumadores es del 35%. Hace tres años, estaba en el 34%.
Bueno ¿y qué esperaban?
La situación tiene los ingredientes básicos de una tragedia de Eurípides. Una ministra con ambiciones al frente de un ministerio sin competencias. La pobre lo ha intentado todo, con tal de salir en los periódicos, hasta una epidemia terrorífica mortal de necesidad (de gripe, eso sí, no tenía nada mejor a mano), y todo ha fallado. Sin embargo, ha debido de pensar que hay algo que nunca falla, el último recurso, la tabla de náufrago… ¡los fumadores! ¡Leña a los fumadores!
En verdad la situación es crítica, ya que, como subraya El País retorciéndose, gimoteante, los cabellos: «Un 93% de los españoles se ha visto expuesto al humo del tabaco«.
Bueno, sí, vale, pero es que un 100% de los españoles se ha visto expuesto al humo de los automóviles. Y un 20% de los españoles se ha visto expuesto al paro, que destruye la salud. Etc.
¿Qué hacemos? ¿Prohibimos los vehículos privados? ¿Nacionalizamos un par de bancos y redistribuimos el beneficio empresarial?
Qué va, hombre, arremetemos contra los fumadores, que es gratis y bonito. Ah, y europeo.
Además, el humo del tabaco hace mucho más daño, porque hace un daño moral. El humo de los automóviles sólo es letal y destruye la salud; el del tabaco, en cambio, boicotea el proyecto institucionista de regeneración espiritual que se trae entre manos el Gobierno. Es el humo de la insubordinación, de los que no quieren ser felices ni estar en forma ni comer verduras ni adorar a la naturaleza ni convencerse de que las series de la tele son la gran aportación narrativa del siglo XXI. ¡Menuda tropa! Con esa gente echada a perder ¿cómo vamos a crear una España redimida, un país en el que en los bares se respire aire puro y se pida agua embotellada y una ensalada de rúcula, en lugar de cañas, chispazos de Larios y raciones de torreznos?
No me extraña que aumente el número de fumadores entre los jóvenes. Hay que ser idiota o un loco mesiánico para prohibir algo y pensar que los demás dirán: cuánta razón tiene, lo hace por nuestro bien, gracias por prohibirlo.
En fin, eso pensaba, mientras veía correr el agua de la fuente y el lento progreso de la cola de fieles hacia el Cristo de Medinaceli.
Luego nos tomamos algo con mi sobrina Alicia:
Su padre, Álvaro, le da el biberón, bajo la atenta mirada de mi hija Anusca.
Por la tarde, hicimos Anusca y yo galletas con una receta inconfesable que nos dio Eduardo Vilas:
Estaban estupendas y nos costó mucho reservar dos para que las probara Edu Vilas. Merendamos galletas con whisky y colacao y vimos una película formidable, Operación Whisky, con Cary Grant y Leslie Caron.
¿No la has visto?
Pues no sabes lo que te pierdes. Es una maravilla.
Que nadie dice que no fuméis, coño. Envenenaros todo lo que os dé la gana. Pero en privado, sin joder a los demás, que tosemos, nos ahogamos y nos pican los ojos.
¿Es tan difícil de entender, o es que el tabaco os vuelve ??cortitos??
«Si aparecen más tipos como usted, sencillamente cerraré el blog.» Pataleta!
Y si me seguís fumando, cerraré los bares
Y si me seguís jodiendo, os descalabraré