Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

A partir un piñón

De manera que volvimos del Escorial, cansados y contentos, no sin antes decirle adiós con la mano, desde el tren, al amigo Juan Ramón, y no sin haber partido piñones en la mesa de granito del Guadarrama.

Esto lo hacemos siempre en la mesa piñonera, así la llama mi hija Anusca.

Fuimos a un pueblo de Segovia, al lado del palacio de Riofrío, a casa de los Escudero. Mariluz había preparado un cocido espectacular, de aplauso.

Aquí están mi chica y Rafa luchando con la sombrilla, mientras Mariluz lucha con el Trío Calavera.

Luego nos quedamos toda la tarde bebiendo whisky a sorbitos. Las niñas jugaban con un conejo vivo o a poner monedas de cinco duros en el raíl de la vía del tren o a meter caracoles y gusanos en cajas de cartón con agujeros taladrados con un boli o a lo que rayos jueguen las niñas en los campos agrícolas. Qué más da: si no hacen demasiado ruido, todo andará bien; está es la regla número uno de la paternidad responsable. La número dos, para compensar, es: si no se oye nada, hay que ir a ver qué pasa.

Aquí están Anusca, Blanca y Marcela, con el conejo (todavía) vivo, aunque sin duda (bastante) aterrorizado por el Trío Calavera.

Los niños juegan a extraños juegos… ¿Te acuerdas de esa canción?

En este pueblo rural con su campo agrícola hay bastantes personas de ciudad que, por consiguiente, organizan sin parar actividades culturales, lúdicas, recreativas y teatrales. Esa noche tocaba el legendario cuentacuentos infantil en la vieja iglesia de piedra, con su no menos legendaria chocolatada para todos los pequeños. Para allá que nos fuimos, con un frío de cierta importancia. Las niñas se metieron de cabeza en el aquelarre cultural; los mayores, nos dimos a la cerveza a cielo raso. Tal que así, abrazándonos para darnos calor y compañía:

–¿Y éstas no van al cuentacuentos? señalé una pandilla de chicas de doce a dieciséis.
–?sas no, en cuanto les salen tetas ya no les gusta que les cuenten cuentos, me explicó Rafa.
–Tiene su lógica, claro. Aunque también podría ser al contrario, ¿no? En cuanto les salen tetas es cuando empiezan a contarles cuentos.
–Sí, porque lo vuestro es de cuento y no acabo, acotó Mariluz.
–?sas van a la era, me lo ha contado el guardia civil, nos explicó Rafa, señalando con el dedo un espacio conjetural en el paisaje a oscuras. Añadió: hacen una hoguera, beben todos de la misma botella, se tocan por encima y por debajo de la ropa, y vuelven a casa muy afónicas, con los ojos brillantes y la piel con una temperatura diferente, como si tuvieran una o dos décimas de fiebre.
–Qué envidia.
–Ya lo creo.
–Vaya par de botarates, observaron Mariluz y mi chica.

¿A ti qué te parece? ¿Somos, sin remedio, tontos perdidos? ¿No tenemos arreglo?

Comments (10)

lenitaagosto 31st, 2007 at 7:22

sois realistas jajajaja¡¡ debo decir que mi infancia la pasé en un pueblecito castellano, para más inri segoviano así que teníais toda la razón del mundo.

en verano sobre todo siempre había actividades al aire libre: cuentacuentos que ahora se ha sustituído por cine en la plaza mayor, gigantes y cabezudos, procesiones, chocolatadas, jotas,,,

mis juegos de pequeña consistía en meternos en los campos a ver si nos perdíamos. capturar cualquier animalito pequeño que se pudiera coger y meter en la cajita con los agujeros. el churro-media manga-manga entera de siempre y el escondite (anda que no había sitios, mi preferido encima de la higuera).

por cierto, mi primer beso me lo robaron en las eras. en aquel tiempo utilizabas una cacerola vieja robada a tu abuela para hacer los calimotxos más matadores que he probado jamás. o en un cubo de fregar presuntamente limpio. lo del beso estuvo bién creo, ya que recuerdo más que cuando llegué a casa me picaba todo el cuerpo, lleno de paja y de hierbajos jejeje ahora que cuando estaban altas las mieses antes de segarlas era el mejor sitio para esconderte¡

el otro día hablando con mi hermana decidí que si tuviera un hijo me gustaría que se criara allí, en mi pueblo, sobre todo de pequeño,, porque esa libertad total no la sientes en una ciudad.

Antonio Piera. Madrid.agosto 31st, 2007 at 8:16

Aunque suene cursi, esta entrada me ha parecido deliciosa. Como ya te anuncié, aunque no repararas en ello, hoy es el día del Blog y me he permitido recomendar el tuyo. Míralo en http://malablancayenbotella.blogspot.com/2007/08/feliz-blog-day-todos.html
Un abrazo.

wiseagosto 31st, 2007 at 8:50

No sé porqué he mezclado en mi cabeza al conejo con la mesa piñonera. Creo que todo me afecta…

Opción Cagosto 31st, 2007 at 8:59

A las niñas (o niños), de cierta edad, sí les gusta que les cuenten cuentos. El tema es que con dieciséis, dieciocho o cuarenta, lo mismo sigues en la higuera sin ver los higos. Si, por casualidad, aparece un guapo de cara pues? te olvidas del cuento y cuando quieres echar mano de él? ya es tarde: ni príncipe, ni princesa. También puede ocurrir que, en medio del aburrimiento, decidas convertirte en una Sherezade para ver si el sultán deja de mirarse en el estanque de palacio y ??Las mil y una noche? consiguen hacer un milagro, pero ni caso. Entonces comprendes por qué el guapo de cara no sabe contar cuentos: porque no aprendió a escuchar. En vista de lo cual, un buen día (bendito día) acabas diciéndole: ?? te va a enseñar tu madre?.
A mí me encantan los cuentos. ¿Sabes el de ??El elefante verde??. Vale, otro día te lo cuento.

Besos.

Gerardoagosto 31st, 2007 at 10:29

«Desalojada la playa Piles al avistarse una aleta de tiburón».
Rafa, ¿seguro que no eras tú con el superbañador que mostrabas el otro día?

Ácrata Pérezagosto 31st, 2007 at 11:29

¡Qué guapa ha salido tu hija! Oye, por lo que he leído en tu blog y las imágenes que cuelgas, se parece ucho a tu hermana Maite, ¿no?
Besos,
querido escritor,
y salud eterna a tu hija.

Marluagosto 31st, 2007 at 18:02

No sé si es de tontos, dejar que el verano nos acerque a los hijos y a la infancia, pero las noches de verano con hoguera, juventud y todo lo demás, son recuerdos agradables.
He encontrado su blog porque la semana pasada me compré un libro suyo: Manual de escritura para caníbales. Estoy disfrutando del libro, y como he descubierto su blog, le he enlazado para seguir disfrutando.
Buen blog.

Rafael Reigseptiembre 1st, 2007 at 5:39

Caramba, Lenita, gracias por compartir los recuerdos de su verano. Muy placentero de leer. Un beso.
Muchas gracias, don Antonio, no merezco su generosidad, pero se la agradezco igual.
Alguna relación tendrán, Wise.
NO, no lo sé, Opción C, pero me encantaría que me lo contaras. Al oído. Beso.
Ese superbañador, amigo Gerardo, es de mi cuñado Álvaro, que se lo cogí porque no tenía ninguno. Sin permiso. Espero que no haya visto el blog. Un abrazo.
Ácrata, me ha gustado su blog, aunque no permite dejar comentarios. Yo creí que usted era hombre, no sé por qué. Me alegro de haberme equivocado. Sí, se parece mucho a Maite, pero también a mis otras hermanas. A mí no, qué más quisiera, porque mi hija es guapísima. Un beso y gracias.
Muchas gracias, Marlu, me alegro de que le guste. Un beso.

Hugo Martínez Abarcaseptiembre 5th, 2007 at 11:22

No sé por qué me da que el señor Escudero se tomaba esos sorbitos a cucharadas…

Hubo alguien que sólo dijo una verdad en su vida: ¡Viva el vino!

Emmaseptiembre 6th, 2007 at 14:38

Sinceramente: Las noches de hogueras en el campo, con olor a rastrojo y picor en los ojos y en los labios, a mas de una de cuyo nombre no quiero acordarme le trajeron brazadas de lagrimas calientes sobre la almohada.

Pero era la adolescencia y eso es otra cosa que contar, otro cuento muy largo e inexplicable.

Me encanta como escribes Rafael. Es una bendicion que existan escritores como tu pululando por los madriles.

Una admiradora
( no rendida )

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