No mires atrás
Me ha dado por leer (perdón: releer) unas cosas de Góngora (que no es santo de mi devoción, la verdad sea dicha).
Sin ser tonto, no soy demasiado inteligente, pero siempre me he apañado con la buena memoria, y recordaba aquel soneto De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado. A veces me recitaba el primer endecasílabo: Descaminado, enfermo, peregrino.
Recordaba mal, como de costumbre: no es descaminado, sino descaminando, que es muy diferente.
Al menos así lo da la edición de la Ciplijauskaité, que reproduce la compilación de Chacón. Descaminar es apartar a alguien del camino que debe seguir. Descaminando, es decir, que el tipo iba errando o caminando apartado del camino que debía seguir.
O la muy sugerente definición de Covarrubias (actualizo la ortografía):
sacar fuera del camino: a veces significa denunciar del que pasa mercaderías, o cosas vedadas, sin registrarlas, porque este tal suele hurtar el cuerpo a los caminos, yendo a campo traviesa por no encontrarse con las guardas. Dar una cosa por descaminada es condenarla por perdida.
¿Está perdido o está descaminando, es decir, evitando el camino para pasar contrabando, oculto campo a través para cruzar al otro lado, para pasar a las líneas enemigas?
Veremos.
Lo que pasa es que a cualquiera descaminar le suena a desandar, es decir, a volver sobre sus pasos, a deshacer el camino hacia atrás.
Con esta idea he vuelto a leer el soneto, que se me ha iluminado de pronto, como por un relámpago repentino, mostrándome cosas que no había visto.
DE UN CAMINANTE ENFERMO QUE SE ENAMOR? DONDE FUE HOSPEDADO
Descaminando, enfermo, peregrino
en tenebrosa noche, con pie incierto
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.
Repetido latir, si no vecino,
distincto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.
Salió el sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.
Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña,
que morir de la suerte que yo muero.
Sí, claro, es un bosquejo o un resumen de las Soledades. Ya.
Yo lo he leído como un viaje al pasado, un náufrago o un caminante perdido, arrojado por las olas a su propio pasado.
Porque yo creo que el reino del terror de los cuentos infantiles no es otro que el pasado de cada uno: allí es donde siempre está la casa de caramelo de Hansel y Gretel, el paraíso perdido que resultará una trampa mortal.
Para mí que ceceo mucho, el primer cuarteto es un castigo, me resulta casi imposible de leer en voz alta porque acabo convirtiéndolo todo en zetas. Si aún fuera filólogo (dimití hace siglos) diría que ese amontonamiento de eses ayuda a transmitir la sensación de que el caminante va perdido (¿o escondiéndose, dando rodeos para hurtar el cuerpo a los guardas?), en un camino curvo y sinuoso, haciendo eses, donde hay un peligro latente, sibilante, como la serpiente: anguis latet sub herba (bajo la hierba se oculta la serpiente).
O mejor todavía: Et in arcadia ego. Muy discutido lema (vide Panofsky, etc.) que alude a la presencia de la muerte o del mal en el propio paraíso, al gusano en toda manzana, como si la serpiente dijera: incluso en el paraíso estoy yo. O la muerte, claro.
Bien, este tipo descamina, vuelve la vista atrás, perdido, buscando su pasado, su infancia, el que fue, aunque sin duda se adentra «en tenebrosa noche» y da «voces en vano», porque en el pasado nadie responde (¡Ah de la vida!,¿Nadie me responde?).
Para mí (y sólo te cuento cómo lo he leído yo, nada más) el ambiente de terror contenido empieza ya a ser como el de «Escuela de noche«, de Cortázar (esos niños que se cuelan de noche en el colegio, y descubren cosas, cosas raras).
Un tipo perdido en su pasado buscando algo, no sé, quizá la casa de Hansel y Gretel.
En el pasado siempre se oyen ladridos, hay un perro que nunca duerme. Latir un perro, por ladrar un perro, todavía se usa en algunos sitios.
¿Quién es este perro invisible, que sólo oímos ladrar en la oscuridad?
¡Bingo! Claro que sí: es Cerbero. El guardián del reino de las sombras.
El caminante está perdido y, sin saberlo, acaba de traspasar un límite.
En una buena poesía, alguien siempre traspasa un límite, cruza una frontera sin permiso, llega a otro ámbito desconocido, cerrado, se mete sin ser visto en huerto ajeno.
Toda poesía es un acto de contrabando, meterse en terreno enemigo, cruzar la frontera, descaminar y hurtar el cuerpo a las palabras gastadas para poder pasar el otro lado sin ser visto. Llevar «cosas vedadas» de un lado a otro.
¿Cuáles son esas «cosas vedadas»?
Mmmm… ¿en el reino de las sombras? La luz. ¿En la vida? La sombra. La muerte. La vida.
El reino de las sombras, la muerte, el perro que guarda la entrada. Está claro, ¿verdad?
El imbécil este cruza la raya. Encuentra piedad, pero no camino.
Si esto no es la aniquilación, la muerte, la oscuridad cerrada, que venga Dios y lo vea. La tierra piadosa, leve le sea el polvo, pero que no es camino, no es el polvo del camino, sino el de la tumba.
Es el castillo de Irás y No Volverás.
En estos dos cuartetos, este imbécil que descamina, se ha perdido y, casi sin saberlo, se ha pasado al otro lado. Esa sensación de traspasar una frontera es, para mí, el eje del soneto.
Quizá de todo poema: si un poema no consigue llevar al lector al otro lado, falla.
Está en el otro lado y el paisaje, ahora, es onírico, irreal, es como un sueño, todo cambia de pronto. «Salió el sol», es como si estuviera en otro mundo o hubiera pasado al otro lado de la pantalla.
Allí se encuentra, como es natural, con el señuelo. Con la casita de chocolate. Con la manzana del paraíso. Esa «soñolienta beldad con dulce saña».
Támbién es, cómo no, el recuerdo engañoso del pasado (elaborado desde el presente), al que no debemos volver porque descubriríamos su cara sombría.
Lo olvidamos a menudo, pero lo sabemos: esa sonrisa de dientes como perlas es, en realidad, parte del esqueleto, hueso de calavera. La dentadura es esqueleto, la sonrisa es la única forma que tenemos de enseñar los huesos. Y visto así, ¿no da miedo?
Si entre los dos cuartetos se produce una transición, se cruza una frontera, se entra al reino de las sombras, más violenta es la transición simétrica que tiene lugar entre los dos tercetos:
Pagará el hospedaje con la vida…
¿De dónde sale esa voz que interrumpe el relato en primera persona?
El lector es expulsado con violencia del poema, ya no puede seguir allí, porque interviene una voz desde fuera, desde el exterior del poema, desde el otro lado (al otro lado de otra frontera): la voz del autor, admonitoria, autoritaria, amenazadora, aunque melancólica. De pronto una primera persona: yo.
Otra vez cruzamos la frontera: de dentro a fuera del poema. De la narración en tercera persona a ese yo que interrumpe (que es la muerte, claro: yo muero, así acaba el soneto).
Parece Marlon Brando en Apocalypse Now, ¿verdad? Con la cara oculta, en sombra, y esa voz de caverna, que viene del fondo de un pozo. El horror, el horror…
Parece una vuelta de tuerca clásica: el peregrino (imbécil) se ha metido en el reino de las sombras y, de pronto, una sombra alza la voz y nos damos cuenta de que es quien nos ha estado hablando todo el tiempo.
Uno de los zombies nos ha contado el soneto para acabar con el ominoso: la ha cagado, ahora ya es uno de los nuestros. Para siempre. No hay vuelta atrás.
El soneto es un cuento clásico de terror, la casita del bosque, el can Cerbero, guardián del inframundo, que ladra para que nadie se acerque (pero luego impide la vuelta atrás), el viajero imprudente que de todas formas sigue adelante (o hacia atrás, hacia el pasado, descaminando) y el final abrupto con uno de los muertos vivientes que sabe que lo pagará con la vida, que ya no tiene remedio, que ha dado un paso en falso («pasos sin tino»), como quien camina sobre hielo y lo resquebraja, y que ahora se lo tragará el abismo, o el pozo (Cerbero era el guardián del pozo y el pasado es un pozo: está detrás o está debajo de nosotros).
No mires para abajo, que te caes.
No mires atrás, no vuelvas al pasado, no hay casita de chocolate, está lleno de trampas y de allí no se vuelve: te conviertes en estatua de sal.
Cuando un poema me gusta, me descamina, me aparta del camino y me lleva, de contrabando, al otro lado. Eso es lo que quería explicar.
O en otras palabras, un poema bueno (que a mí me guste, quiero decir) tiene que des-escribir, descaminar al lector, evitar el lenguaje donde están los guardias, hurtar el cuerpo y pasar al otro lado a lengua través, como a campo través, como un contrabandista. De un lado a otro siempre con esas «cosas vedadas», más faltaba.
En fin, perdona el rollo.
Me ha gustado volver a leer los sonetos de Góngora (aunque me sigue pareciendo, en ocasiones, una especie de filatélico presumido y demente, capaz de enloquecer por un sello con un error de impresión o por un adjetivo resonante).
Me ha irritado, eso sí, no poder recitar sin empezar a cecear brutalmente. Se me atraganta sobre todo el endecasílabo: «la confusión pisando del desierto», que en la ducha (yo recito en la ducha en vez de cantar, qué pasa) suena más o menos: la confuzión pizando del dezierto.
También he visto una vértebra de ballena. El lunes. En el Museo de Ciencias Naturales. Como leí (perdón: releí) hace poco Moby Dick, me ha impresionado. Es de tamaño suficiente como para hacer una mesa.
Bueno, vale: una mesita de noche. Pero acojona igual.
Fuimos Anusca y yo, y había, qué casualidad, una alegoría del paraíso con su serpiente (en un tarro de cristal), y Adán y Eva «en calaveras» (Anusca).
Aquí estoy yo con un elefante en calavera detrás:
Cinco euros cuesta la entrada al museo.
¿Por qué tenemos que pagar entrada para visitar los museos nacionales?
Me parece una barbaridad, con la cantidad de tonterías que se ofrecen gratis con dinero público.
Colémonos, descaminemos y entremos a los museos hurtando el cuerpo a los guardias.
A mí me gusta (re)leer este poema de Eugenio Montale:
??Tal vez una mañana caminando bajo un aire de vidrio
árido, volviéndome, veré hacerse el milagro:
la nada a mis espaldas, el vacío detrás
de mí, con terror de borracho.
Luego, como en una pantalla, se detendrán de pronto
colinas casas árboles para el común engaño.
Pero será muy tarde; y yo me iré callado,
en medio de los hombres que no se vuelven, con mi secreto?
Y no me gusta pagar en los museos nacionales. Ahora el reino de las sombras pone luces para las visitas nocturnas. Qué miedo!!
Un beso.
Llámame prosaico, llámame simplista (eso sí, no me llames temprano, que yo no madrugo), pero a mí los primeros versos de Góngora me huelen a borrachera descomunal… 😉
Tontoyola, para tu archivo, hoy en Público:
El Congreso aprueba una ley de asilo que protege a homosexuales y mujeres. La nueva ley de asilo, aprobada por el Congreso de manera definitiva, protegerá a las personas perseguidas por razón de género u orientación sexual.
Rafael sigues siendo el jefe supremo, maestro.
deberíais escribir una novela a medias,Rafael-Elke.
Ignacio, te pierden las maneras, pero el video es impresionante. De cabo a rabo, sin palabras.
La actitud de Yoani ante una militar que le niega el permiso de salida es puro coraje. Hay que ser muy ciego para no ver con qué clase de barrotes está hecha la Revolución cubana.
Por lo demás, me quito el sombrero ante el análisis del soneto, sr. Reig.
yoani tiene un par de ovarios bien puestos.
Bueno, puede ser.
Pero diría yo que si el tal Góngora hubiese querido decir las cosas que tú interpretas, igual las hubiera explicado de ese modo. Para mí el soneto es bastante clarito: un tipo anda perdido por el monte, oye un perro ladrando y encuentra un refugio. A la mañana llega allí una pastora que se lo folla (menudas eran las serranas de la época). Ah, sí; pero la serrana le mete un sifilazo de primera, y el autor, enfermo de otra ETS le dice: más te hubiera valido seguir perdido que a punto de espicharla como yo.
También se podría interpretar el soneto como una alegoría premonitoria de Gurtel: el descaminado descaminando (que ambas cosas se pueden ser) es, obviamente, Rajoy; el can, Camps; y la moza que se lo folla y aniquila, Esperanza. De verdad que esto se puede argumentar, aunque se necesitaría un post tan largo como el tuyo.
Abrazos.
Bueno, puede ser.
Pero diría yo que si el tal Góngora hubiese querido decir las cosas que tú interpretas, igual las hubiera explicado de ese modo. Para mí el soneto es bastante clarito: un tipo anda perdido por el monte, oye un perro ladrando y encuentra un refugio. A la mañana llega allí una pastora que se lo folla (menudas eran las serranas de la época). Ah, sí; pero la serrana le mete un sifilazo de primera, y el autor, enfermo de otra ETS le dice: más te hubiera valido seguir perdido que a punto de espicharla como yo.
También se podría interpretar el soneto como una alegoría premonitoria de Gurtel: el descaminado descaminando (que ambas cosas le cuadra) es, obviamente, Rajoy; el can, Camps; y la moza que se lo folla y aniquila, Esperanza. De verdad que esto se puede argumentar, aunque se necesitaría un post tan largo como el tuyo.
Abrazos.
Pues yo a Yoani la mandaba con un lacito con sus amiguitos de Miami. Por cierto, cuidado que es fea la hija de puta.
Tontoyola, sal del armario ya y déjate de escribir gilipolleces.
Pues sí. Así se le acababa el cuento de una puñetera vez a esa pájara de altos vuelos.
Misterios gloriosos.
Primer misterio: Tía Elke desea a Reig que escriba novelas. Sic. JOJOJO.
Dios te salve…..
¿Te suena de algo la palabra ironía, Kim?… Hay que ser simple. la verdad es que le sale a Rafa cada defensor o defensora que hunde a cualquiera.
Sí, claro. Lo ha dicho la tele. Siempre hay gente que siente la llamada para enseñar a
«leer» a aquellos que no saben. Y para eso las imágenes son ideales. Usted siga con su prédica: todavía quedan crédulos, por desgracia. Yo no me creo nada, LOLyola.
Me asombra la capacidad de Góngora para propiciar, siglos después, debates sobre la revolución cubana. Son ya demasiadas hora de vuelo, de bloqueo y de sobrevivir con una economía de guerra como para andar perdiendo el tiempo por una bloguerita con ambiciones mercantiles.
Quizá es que al pensar en góngora s acordamos de otro enfrentamineto: culteranos versus conceptistas. A mi me gusta más Quevedo
Es la primera vez que paso por aqui: me quedo.
Los dos últimos versos dicen «mas le valiera errar en la montaña/ que morir de la muerte que yo muero», de donde deduzco que no es de la muerte de lo que tiene queja el poeta, sino del modo en que ésta le sobreviene. Si antes no nos hubiera hablado de una beldad cubierta de armiños (lujo de la realeza que no hay razón para que se halle presente en una cabaña de pastores), tendría poca duda de hallarme ante la convencional queja de amores desairados, propia del género pastoril
Los dos últimos versos dicen: «mas le valiera errar en la montaña/ que morir de la muerte que yo muero». De lo anterior deduzco que no es de la muerte, sinó del género de ella, de lo que se queja el poeta. De no haber hablado antes de una beldad cubierta de armiño (lujo de la realeza que no hay razón para que se encuentre en una cabaña de pastores) tendría poca duda de estar ante la convencional queja de amores desairados, propia del género pastoril.
Te equivocas Ignacio. La historia no se repite, se produce en cada momento (la producimos) y por eso podemos cambiarla. Eso sí, hay que estar al loro para no caer en la tentación de discursos tan «bonitos» pero nada coherentes como los que tú y esa listilla bloguera intentáis colarnos, aprovechando la generosidad de personas como Reig.
Pero, ¿qué podemos esperar de un personaje al que se le aparecen los anónimos travestidos? En fin…
Mira Tontoyola, para tu archivo. Si vas a Brasil y tienes problemas con la ley, no te preocupes. Hoy en Público:
«Brasil integra a los presos gays»
«Minas Gerais abre el primer módulo carcelario para homosexuales y travestis».
¡Ibas a estar como en casa!
¡qué pesados!
Qué movida, Rafael! En cuanto he oído los helicópteros sobrevolar la zona… corriendo a la Plaza Mayor. Imprezionante! Ya está bien la broma, hombre.
No está mal lo de Montale, al que yo no he leído (aún). Gracias.
Ja, ja… qué bien visto lo de la borrachera.
Sí, ya sé lo que dice el poema, lo mío (como digo) sólo es una improvisación a partir del mismo tema, como una jam-sesion de jazz.
Besos y abrazos
Che que buena explicación del poema de Góngora, del que soy devoto mas por lo libertino y trasguesor mas que por lo «santo»; sin bien me cierra tu interpretación – improvisación, me siguen dejando perplejo el enunciado:
DE UN CAMINANTE ENFERMO QUE SE ENAMOR? DONDE FUE HOSPEDADO
proponiendo una situación mas prolongada que una noche de placer….
y el final (remarcando lo del: «no bien sano pasajero»)
«Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña,
que morir de la suerte que yo muero.»
se podría también interpretar que es el mismo Góngora el que habla y como menciona el gracioso myotragus el peregrino se «pesca» una sífilis, enfermedad muy común en esa época que tiene como síntomas finales la confusión y pérdida de la memoria que acompañó al poeta a su muerte.
Me gustan mucho tus comentarios, no se frecuenta a Quevedo, Góngora, Lope de Vega por estos pagos y me morí de risa con tus ceceos (o debería escribirse zezeos) me hizo imitarte.
Bueno creo que estas dudas se la habrá llevado Don Luis a la tumba.QEPD
Abrazo