Voy a ser bueno
Me he concedido vacaciones (no sé si merecidas). Ya he vuelto. Voy a ser bueno, a escribir a menudo.
Ahora estoy en Piles. Solo. Me alimento de espaguetis, huevos duros y whisky. En vez de hacer deporte, limpio la casa. Leo a Gibbon, como casi siempre que estoy por aquí, en el bar de Delia y Quique.
El otro día leí que Gibbon hablaba del deporte, del distinto concepto que tenían los griegos y los romanos del deporte.
A material difference may be observed in the games of the antiquity: the most eminent of the Greeks were actors, the Romans were merely spectators.
O sea, como quien dice: se puede ver una diferencia sustancial en los juegos de la antigüedad: los griegos más eminentes eran actores; los romanos se limitaban a ser espectadores.
No insinúa Gibbon que ésta sea la causa de la decadencia y caída del imperio romano, pero sí parece convencido de que sólo puede ser un indicio de degradación moral. Los griegos, a los que él admira, participan todos; los romanos, en cambio, no son más que espectadores, han convertido el deporte en espectáculo de masas.
Luego cuenta que los griegos, sin división del trabajo a este respecto, se apuntaban todos (desde las más altas magistraturas hasta el último gañán) a correr; y lo compara con la actitud de los romanos frente a las carreras de cuádrigas:
But a senator, or even a citizen, conscious of his dignity, would have blushed to expose his person or his horses in the circus of Rome. The games were exhibited at the expense of the republic, the magistrates or the emperors; but the reins were abandoned to servile hands; and if the profits of a favourite charioteer sometimes exceeded those of an advocate, they must be considered as the effects of popular extravagance, and the high wages of a disgraceful profession.
Que nos viene siendo, sobre poco más o menos: Pero un senador, o incluso un ciudadano, consciente de su dignidad, habría enrojecido de vergüenza al exponer su persona o sus caballos en el circo romano. Los juegos se organizaban a expensas de la república, los magistrados o los emperadores; pero las riendas se abandonaban a manos serviles; y si las ganancias de un cochero famoso a veces superaban a las de un abogado, eso había que atribuirlo a los efectos de la extravagancia popular y al salario elevado de un empleo deshonroso.
Evidentemente, estamos en Roma y no en Grecia (la Grecia idealizada de Gibbon, por supuesto). Aquí también el deporte es un espectáculo. Si ganan dinero, es por la extravagancia del gusto popular, que ha decidido cubrir de oro a un futbolista, por ejemplo.
En realidad, nadie que se respete practica el deporte: el lugar de la gente decente es el palco presidencial.
Lo malo, creo yo, no es el deporte. Lo malo es que en la política nos han hecho pasar de Grecia a Roma. Ya no participamos todos en la política.
¿Te acuerdas cuando Felipe González tenía el propósito de «desmovilizar» a la ciudadanía? Según él, eso evitaba la «crispación», porque había un exceso de «movilización» que no podía ser bueno «en democracia».
En realidad, Felipe enlazaba directamente con el consejo de Franco: «Usted haga como yo: no se meta en política«; eso que tanto se repetía en mi infancia: «Sobre todo, tú no te signifiques«.
La política ya es sólo un espectáculo. La pagamos y la contemplamos, pero la llevan a cabo profesionales, unos empleados cualesquiera, esos tipos que a los dieciséis se hacen militantes, como quien entra en una empresa.
A menudo obtienen fama, dinero, consideración… es verdad, pero no sino por pura extravagancia del gusto y para recompensar con un buen salario y prebendas varias un oficio infame, muy poco respetable.
Lo hemos consentido. Hemos abandonado la carrera para sentarnos en la grada.
¿De dónde más nos van a expulsar ahora?
Del deporte, de la política… ¿qué les queda? ¿En qué otro ámbito nos reducirán a espectadores?
¿El sexo, por ejemplo? ¿Tú que crees? El día de mañana, ¿follarán sólo unos cuantos profesionales y los demás miraremos y haremos la ola?
A juzgar por lo que veo por ahí, cada día más el sexo es algo que se contempla, un espectáculo, una representación que llevan a cabo actores y famosos, mientras los demás aplaudimos desde la butaca.
Qué pena.
No me sorprendería, al paso que vamos.
Ya era hora…por lo menos no has descansado en «Público»
Bienvenido otra vez, pues.
Se te echaba de menos.
Respecto al artículo, coincido. Somos espectadores, cada vez de más cosas. Del periodismo más rancio y amarillento, sin ir más lejos, que cada vez campea más ufano y vestido de una dignidad más que dudosa.
No hay más que ver cómo han tratado los medios el tema del desastre aéreo en Barajas. «-Oiga, y usted, que acaba de perder a sus dos hijos y a su mujer, que se han quedado hechos una especie de carbonilla que los técnicos están raspando con cuchara, eh?, usted, desde el respeto, dígame: ¿cómo se siente?». Y a mí, que esto lo hagan Tele5, Cuatro o Antena 3, ya no me sorprende, pero los medios públicos pagados entre todos… eso ya es de una vergüenza supina. Por no hablar de un titular en portada de El Mundo: «La crisis de Spanair desemboca en un desastre en Barajas». Coño, para qué necesitamos investigación y jueces si los periodistas de Pedro J. ya han «averiguado» que la falta de medios ha sido la causa evidente…
El periodismo hace sangre al más puro estilo de los tabloides británicos y nosotros, en lugar de dejar de comprar periódicos y ver la tele, no sentamos a aplaudir a los futbolistas y a Nadal, esos analfabetos multimillonarios.
Bueno, saludos y encatado de reencontrarte en el blog.
Yo he dejado de comprar periodicos. Veo la CNN y leo noticias on line. Los telediarios televisivos espanoles me dan risa. Me abochorno cuando los veo. No se que pasa pero estoy segura de que esto no lo pedia el «espectador». Al menos no asi. Nunca hemos tenido en ESpana la prensa que nos mereciamos. Y eso, digo yo, es muy raro.
¿Sabes qué estoy leyendo, Rafael? No te rías: La historia de Genji. Como lo oyes. Es una larga historia (sí, la de Genji también) así que he decido sacarle partido al libro y no sólo a la lectura.
Te cuento: comencé a leerlo en la mecedora (mi sitio preferido) pero como es tan gordo (más o menos como el tuyo, o el de Petete) no encontraba la postura adecuada. Entonces se me ocurrió utilizar el mostrenco como pesas, ya sabes, cuerpo y mente. De manera que me tumbo en el sofá o en suelo (boca arriba) y sostengo el libro mientras leo, así fortalezco los brazos. ¡Menuda bola! Y no voy ni por la mitad.
En cuanto al circo, pienso que además de espectadores hay muchos imitadores (que no actores) empeñados en reproducir las imágenes emitidas, por eso no me extrañan los desajustes (miedos) que pululan por ahí. Con lo sencillo que es y lo difícil que parece con tanta especialización en manos de profesionales y técnicos. Qué pena, sí.
En fin, voy a seguir con el ejercicio. Me alegro de tu vuelta. Te sienta muy bien el bronceado y también el descanso. Yo siempre estoy (me siento) de vacaciones. ¿Por qué? Porque me lo merezco (eso dice un anuncio, será verdad)
Besos
Hola, Rafa, y bienvenido.
Ayer hablaba yo con mi chica de lo mismo que comentas. Quizás sea una de las perversiones de la democracia: los políticos no trabajan para gestionar mejor el país, sino para ganar las próximas elecciones. Así, lo que consiguen -con la ayuda ¿imapagable? de los medios -como decía Dan- es crear problemas y crispación donde no la había (justo lo contrario de lo que decía Don felipe, ¿no?); y se inventan problemas como la desintegración de España, el Estatuto, sus referendums, etc.
Al menos en verano, con las terrazas y las Olimpiadas, estamos algo más lejos de los políticos 🙂
Besos
Fernando
Ser actor o espectador..ser uno y su contrario..podríamos meternos en importantes vericuetos. Peeero no measocies a Felipe Gonzalez con Franco que me salen sarpullidos.
Un beso
Beatriz (te escribo desde mi otro yo)
La sociedad de los espectadores… si ya lo decía Debord, ya.
Me alegra tenerle de vuelta, D. Rafael. Se le echaba de menos por aquí.
Abrazos,
Pedro de Paz
¿Qué libros de narrativa has leido este verano?
Un abrazo.
Welcome back.
Me gustaría saber dónde compraste esa edición de Gibbon. ¿En alguna librería de viejo de Nueva Inglaterra? Me voy a Londres el mes que viene; si me dices la editorial etc. igual encuentro un ejemplar parecido en Charing Cross o Bloomsbury. Tengo una edición reciente de Modern Library Classics pero no me gusta nada, y además tengo la manía de las cosas viejunas.
Gracias. Un saludo
Pués no sé, la cuestión es si te expulsan o si te autoexpulsas. En todo caso, de follar veo difícil que nos quiten. Claro que yo no veo la tele ni me paso mucho en internet…
Qué alegría nos da verte, aunque sea en foto.
Bien traído, como siempre, Rafael; pero no muy convincente.
Me parece que incurres en el topicazo de la descalificación colectiva de los «políticos»: ellos, los malos, los manipuladores, los corruptos, son quienes se aprovechan de nosotros, la buena gente. No sé; me parece que es un discurso que o se matiza o conduce a alguna de las versiones del fascismo. Conocemos por la prensa a decenas de corruptos impresentables; también conocemos directamente a gente que milita con honestidad y aspira a que las cosas mejoren. Eso de que la política es una profesión regalada en la que uno ingresa a los 16 para forrarse es de brocha muy gorda.
Se puede correr y disfrutar mucho (uno disfruta mucho corriéndose); pero también es divertido mirar. Lo que no cuela es eso de que nos expulsan del estadio.
Abrazos.
Evelyn Waugh se sirvió de ese título para escribir su «Decadencia y caída», que quiero leer dentro de no mucho.
Por el tono del post parece que en Piles polvos uno o ninguno. Que nadie vincule la lectura de Gibbon a la inactividad sexual. Se pueden leer capítulos del Decline and Fall en etapas más ardientes. Las conclusiones que se extraigan de su lectura no vincularán el desprecio romano al gladiador con la abundancia de pornografía en nuestra época. Y sin embargo… cuanta sonrisa pueden dejar un buen libro, un gúisqui y dos huevos duros en la cara de un hombre.
«No sé; me parece que es un discurso que o se matiza o conduce a alguna de las versiones del fascismo»
Pues yo con eso no estoy de acuerdo, anónimo. Un articulista local del lugar en el que vivo ya me planteó un día un argumento idéntico. Me decía que hay que respetar a los políticos, en general, porque el no hacerlo había desembocado, como dice usted también, en los fascismos varios. Sin embargo yo creo que el respeto hay que ganárselo con trabajo y buen hacer, no con continuas corruptelas de algunos y amor infinto a la silla de la mayoría. El discurso que usted hace, se lo digo respetuosamente, cae en la demagogia: es cierto que el descrédito de la clase política ha derivado históricamente en el fascismo, pero no se engañe ni nos cuelgue (a todos, a usted también) el sanbenito. El descrédito de la clase política lo genera la propia clase política, no el pueblo que la vota y la soporta.
Lo que usted pide es un cheque en blanco, y eso no puede ser. El sentido crítico debe ir, sobre todo, hacia la clase política, que es la clase poderosa. Si usted conoce a políticos honrados, lo celebro. Yo conocía a algunos, pero dejaron de ser políticos a causa de su honradez…
Saludos
Ese es el problema, que cuando son buenos políticos… se van espantados por el panorama que descubren..
No hay quien aguante que lo positivo de ser político sea el número de votos que se obtiene.
Lo positivo es hacer el trabajo por el bien de la ciudadanía(si vaya frase mas ñoña pero es el fin de los políticos, por cierto).
Algo falla cuando ser bueno va en contra de ser político.
Saludos.
¿Que no participamos en el deporte? Pues yo estoy en medio de un emocionante concurso de lanzamiento de peso en minijuegos.com ¿Y en la politica tampoco? Pues anda que no he dejado yo furiosos comentarios en kaosenlared.net y similares. Todavia recuerdo a los periodistas escandelizados cuando con el rollo del estatut las bases de ERC obligaron a la direccion a pedir la abstención. O los sarpullidos que les salen a los politicos europeos al escuchar la palabra referendum.
Para mí hay pocas cosas tan satisfactorias como hacer deporte, en especial deportes de equipo.
Me da lástima la gente que no hace deporte, que no conoce esa sensación. ¡Joder!!! ¡¡¡Es de puta madre!!! Cmo leer a Fogwill o al grandiosísimo Scott Fitzgerald.
Mejor que muchas noches de sexo.
Incluso mejor que algunas noches de copas.
¡Probadlo cojones!!!
«Mejor que muchas noches de sexo.»
Imposible.
Soy en anónimo 1, Dan. Gracias por su comentario.
No, yo no pido un cheque en blanco para la «clase política»; si alguien se anima a mandármelo a mí, no me opongo.
Mi problema es el conceto, como diría aquel, de «clase política». Opino que hay animales muy diversos en ese corral, igual que los habrá en lo que podríamos llamar «clase médica», «clase docente» o, peor aún, «clase literaria». Porque, pongamos, hay centenares de literatos ignaros e inanes, venales, chupalevitas, etc, lo que no me lleva a descalificar la actividad literaria en sí. Es más: le reconozco a la actividad polìtica un «plus» ético, en el sentido de que su correcto ejercicio debe propender a la salud de la república. Los Fabras de este mundo abundan, pero afortunadamente no lo agotan.
Saludos.
jajaja…Rafael, me sorprende verte apocaliptico, mas aun despues de una vacaciones. Este primer post postvacacional no me encaja en su blog. A ver, que mis colegas juegan partiditos muy disputados todos los lunes, con el aliciente de la postrera cerveza para relajar las tensiones que se gastan los tipos. Y como todo: a muchos nos gusta sentarnos a debatir para arreglar la crisis; y mas de uno es un comunistilla, un dictadorzuelo o un anarca entre los muros de su casa.
En cuanto al sexo, ciertamente somos espectadores cuando miramos webs guarronas, pero no hay comparacion con el contacto carnal directo, dudo que haya mayoria que prefiera lo primero. Ni de lejos, vaya. Es mas, me atrevo a decir que lo primero es mas bien porque no queda mas remedio, usease, para rellenar el hueco que falta. Como la cervecita que relaja animos tras los partidos de mis colegas. El ser humano es esencialmente espectadores, observadores de todo, pero al mismo tiempo parte activa. Digo yo.
Saludos,
Alberto
Anónimo 1: sigo pensando que usted (sus comentarios, quiero decir) ronda de cerca la teoría pero que Rafael se acerca más a la realidad cotidiana. También a los periodistas se les debería presuponer una ética de trabajo que cada vez nos cuesta más encontrar entre sus letras ecuánimes e imparciales. Que sea difícil de observar (en ambos casos), no niega esa ética, pero la hace rara y preciosa.
Saludos
No, claro que no he descansado: necesito la pasta.
Bienhallado, Dan.
O sí, quién sabe, igual sí es la prensa que nos merecemos. No sé. Un beso, Emma.
¿Y qué tal eso de Genji? A mí me da miedo, pero si te fortalece los brazos… Claro que te lo mereces y que tú lo vales, Maribel. Beso.
Más nos vale, Fernando, más nos vale.
¿Tienes dos yos, Beatriz? Qué abuso, con la cantidad de gente que no tiene ni uno. Un beso.
Claro, situacionista, claro.
Lo mismo digo, don Pedro.
Joder, Loren, no me acuerdo. El de Isaac Rosa, El país del miedo. Muy bueno. Moby Dick. La historia de la revolución rusa, de Trotsky. No sé, déjame recordar. Y un abrazote.
Pues la compré, según anoté en la primera página, en Waterville, Maine, en 1997. En una librería de viejo, claro. Antes perteneció, según pone encima de mi nombre, a Thomas O. Rockwood, que la compró en abril de 1942. Son dos grandes tomos y es, siento decírtelo, de la Modern Library, de una colecciónllamada Modern Library Giants (será por el tamaño). Suerte.
Un besito ito, Cristina. Y abrazos a tu chico, y más besos a vuestras chicas.
¿Descalifico a los políticos? No, no a todos. Y a mí me interesa la política, la participación y la militancia. Igual no me he explicado bien.
No es lo que más me gusta de Waugh, pero no está mal.
No se crea, Francisco, tiempo hay para todo. Un saludo.
No sólo a los europeos, José Manuel. A nuestro presidente le sale urticaria con la expresión «consulta popular» (si es en el País Vasco).
Oiga, anónimo, ¿quién le dice que no hago deporte? He hecho y hago de vez en cuando.
Bueno, ruina, no sabemos cómo son las noches de sexo del anónimo. Igual tiene razón.
¿Apocalíptico? No exagere, Alberto, no es para tanto.