Bloomsday
Es verdad: en este pueblo, a James Joyce le tenemos mucho respeto. Si viene un argentino con necesidad de expresarse, le compramos unas ceras Dacks, pero si insiste en escribir, le sugerimos que mejor plagie a Robert Musil, si tiene agallas; o a Proust, si pretende impresionarnos con su sensibilidad; y si no, a hacer gárgaras. Pero a Joyce, ni tocarlo.
Así que en Peña Pintada, además de tertulias literarias, celebramos cada 16 de junio el Bloomsday.
Para ello tenemos nuestro irlandés legítimo garantizado que es quien abre la sesión, solemnemente, lo más corpulento que puede, pronunciando las palabras de ordenanza: Introibo ad altare Dei…
Aquí está Séamus MacAogáin, tan irlandés que no dudo que su grupo sanguíneo sea Paddy o quizá Jameson.
Los demás, como somos o «parraos» o de Chamberí o igual que los quesos, mil-leches, como es mi caso, íbamos caracterizados de irlandeses, pero al intentar leer a Joyce nos salía acento entre eslovaco y segoviano, con el molesto añadido del «ejeo» madrileño, es decir, pronunciábamos whiskey con una prolongada jota: güijjjjki, más o menos.
Oírme a mí leyendo en voz alta la prosa de Joyce es como oír arrastras muebles en el piso de arriba:
Se puede constatar el gesto de resignado estupor de Seamus, así como la impaciencia de Violeta, que sin duda se preguntaba si sería capaz de hacerle pasar más vergüenza.
Parece que fue ayer cuando estaba con Cava, la librera, en la caseta de la Feria del Libro, y ya ha pasado el Bloomsday y ha llegado el verano…
Qué expresión de arrobo, por Manitú, tiene Usted en la última foto.
ja, ja… será arrobo por el comienzo de novela. Un abrazo