Miénteme
Tengo una gran cantidad de amigos diplomáticos, así que no me extraña que el servicio exterior español esté a la cuarta pregunta, ¿qué se puede esperar de unos tipos que se resignan a ser mis amigos?
Raro será que no estalle una guerra.
A Antonio Álvarez-Barthe, que ahora es Consejero de Cultura en la Embajada de Rabat, lo conocí hace ya veinte años, en Madrid. Lo que más le gustaba era la hipérbole irónica y erudita, las chicas con pantalones o faldas cortas de piel de leopardo y beber cualquier alcohol destilado, a condición de que se lo sirvieran sin hielo (si bien propendía a la ginebra Giró).
En aquellos tiempos en que padecíamos una keynesiana «preferencia de liquidez» fue Antonio el que me hizo conocer aquel soneto de uno de los hermanos Argensola (no está claro si Bartolomé o Lupercio Leonardo):
Yo os quiero confesar, don Juan, primero,
que ese blanco y carmín de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.Pero también que confeséis yo quiero
que es tanta la beldad de su mentira,
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual en rostro verdadero.¿Qué, pues, que yo mucho perdido ande
por un engaño tal, ya que sabemos
que nos engaña igual Naturaleza?Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul; ¿y es menos grande,
por no ser realidad, tanta belleza?
Formidable, ¿verdad? Esta defensa del maquillaje, en el siglo XVI (o principios del XVII) me conmovió. Antonio escribió entonces un magnífico estudio (en una revista mexicana) sobre el soneto y el diálogo que ha mantenido con la idea de verdad y belleza la historia de la literatura. Borges, por ejemplo, le contestaba con el famoso artículo: «El cielo azul es cielo y es azul» y quizá en aquel poema que termina:
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.
Tenue y eterno… qué felicidad, ¿no? Como diría Borges, en cada página hay una felicidad.
Los poetas siempre están contra el tiempo, es una insurreción contra la eternidad, a favor del instante; contra los valores, a favor de los bienes; contra la verdad, a favor de la belleza. Al final, es una insurrección contra la muerte, que es eterna y verdadera, y a favor de la vida, ese espejismo fugaz, tenue y quebradizo, que sólo el arte puede hacer que perdure. Por eso los tipos de Altamira pintaban bisontes con pigmentos inalterables y Antonio Machado hablaba de la «palabra en el tiempo«, es decir, contra el tiempo.
Miénteme, dime que me quieres, ¿te acuerdas de Johnny Guitar? ¿Recuerdas aquel diálogo de Johnny con Vienna, la espectacular Joan Crawford, que repetíamos por los bares desoladores de tu barrio sin árboles en las aceras ni charcos ni ropa tendida en los patios de luces?
Johnny: ¿A cuántos hombres has olvidado?
Vienna: A tantos como mujeres tú recuerdas.
Johnny: ¡No te vayas!
Vienna: No me he movido.
Johnny: Dime algo agradable.
Vienna: Claro. ¿Qué quieres que te diga?
Johnny: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
Vienna: Te he esperado todos estos años.
Johnny: Dime que habrías muerto si yo no hubiese vuelto.
Vienna: Habría muerto si tú no hubieses vuelto.
Johnny: Dime que aún me quieres como yo te quiero.
Vienna: Aún te quiero como tú me quieres.
Johnny: Gracias (bebe un trago de whisky). Muchas gracias.
Muchos años después, mi amigo Claudio Chiaramonte me regaló en Nueva York un disco de una amiga suya, argentina, que cantaba el poema de Argensola con aire de tango, así que se puede decir que ese poema no me ha dejado nunca en paz, hasta hoy mismo.
Total, que me han traducido un libro al árabe y me fui a presentarlo. Se titula más o menos, en árabe, Muhakamat Addabía, o sea, juicios literios.
Llegué a Casablanca y me llevó un coche a la Embajada en Rabat. En Marruecos conducen como lo haría alguien a quien le acaban de diagnosticar una enfermedad mortal: con un alegre fanatismo y una impaciencia fatalista. Pasé algo de miedo, para qué mentir.
Antonio tenía guardía y esperamos en su despacho, hablando de chicas, claro, de qué vamos a hablar a nuestra edad.
Luego fuimos a su casa, donde estuve muy a gusto, con su biblioteca y su bodega a mi disposición. Comíamos en el jardín, con buen vino, y los libros al alcance de la mano, porque Antonio es de una precisión admirable.
-Eso es un poco como lo que decía Brecht -podía decir yo, por ejemplo.
Y Antonio se levantaba y traía a Brecht y, en treinta segundos, leía en voz alta, en alemán, la frase exacta.
Así que yo bebía el doble, mientras él iba y venía acarretando la historia de la cultura. Trajo el Corán, Nabokov, Rilke, los inevitables hermanos Argensola, Flaubert, Melville y hasta un ejemplar de Marta Harnecker que resultó ser el mío, que se lo habría dejado a Antonio en aquellos tiempos; me emocioné al ver mi nombre en la primera hoja y una fecha remotísima.
-Llévatelo.
-No, macho, quédatelo. No lo he echado de menos en un cuarto de siglo…
-¿Nunca has necesitado aclarar un concepto, qué sé yo, algo de la alienación?
-Sí, claro, pero me aguanto y me sirvo otra copa: el hombre es voluntad.
-Miénteme, dime que lo has echado de menos.
-He echado de menos los Conceptos elementales del materialismo histórico.
-Eso me tranquiliza.
Pasé unos días allí, yendo a cócteles de diplomáticos y cosas así. Di una conferencia en la Universidad de Rabat, la Mohamed V Agdal. Como en todo el mundo, en Filología predominan las chicas, aunque algo más variadas que en mi antigua Autónoma, hay que reconocerlo.
Tal que así:
Un día, con Alfredo Mateos, del Cervantes, compramos tres kilos de percebes (¡a cuatro euros!) y nos los comimos con jamón ibéricos (Antonio debe de llevarlo en valija diplomática) y unas cuantas botellas de single malt.
Antes pasamos por la medina porque nos hacía falta laurel y otras cosas,pero ¿cómo narices se dice laurel en árabe o francés? Ninguno de los tres nos acordábamos, así que pasamos la tarde intentando describir una hoja de laurel, que no es tarea fácil, y oliendo todas las hierbas que nos iban sacando y rechazándolas, hasta que apareció el laurel.
Nos dijeron cómo se decía en árabe, pero se me ha olvidado.
Aquí están en la medina de Rabat Antonio, a la izquierda; y Alfredo, a la derecha.
Las cinco de la mañana nos dieron. Bebimos como esponjas. Conversación de chicos: recuento de novias (entre los tres, llegaban a tres cifras), aventuras, ¿has tenido muchas experiencias de squirting? (dos manos levantadas), ¿cuándo has pasado vergüenza en la cama? (no menos que novias, entre los tres), y aquella vez que llaman a la puerta y…
También presentamos el libro en la la librer
Se te echaba de menos Rafael.
un abrazo!
Rafael, estuviste muy bien en la presentación de Bellas y Bestias, de David Torres, en Hotel Kafka, lo mismo que Fernando Marías y Luis Alberto de Cuenca. Mil gracias.
Delicioso tu relato del viaje a Rabat.
Abrazote.
Román.
Joder, qué envidia de viaje.
Me he descojonado con lo de la alienación.
Por cierto, no sé para qué quieres un rollo con Fátima teniendo a tu chica que es una santa. Verás cuando hable con ella 😉
Un abrazo veraniego!
Rafael, hijo, qué es eso de omer percebes marroquíes, que ni son percebes ni nada… A cuatro euros,sí, pero malísimos. Me alegro de los del single malt.
Nos sigues debiendo una cena, y yo no soy de las que olvidan.
Pues claro, Rafael, entre col y col? lechuga, que decimos por aquí.
¿No vas llegar cansado? Con el ajetreo de vida que lleváis los escritores, cualquiera.
En cambio yo he tenido una tarde de lo más relajada. Mientras tomaba el sol en la playa(ligera de bikini, como siempre), me ha parecido oír ruido de tambores. Al principio no he hecho caso y he pensado: ??ya está: Maribel y sus ritmos lejanos?. Pero como el sonido persistía me he incorporado un poco y he mirado hacia atrás. ¡Anda! Si no son imaginaciones mías: un chico joven con gafas de sol negras y patillas largas tocaba el tam tam. Por lo visto era su primer día de playa a juzgar por el color de la piel. Bastante más tranquila he continuado disfrutando del sol y de la música. Estaba tan a gusto que me ha dado pena marcharme y dejar al chico del tambor. ¿Volverá mañana? Llevaré la pulsera para el tobillo, por si acaso.
Besos
En casa somos unos enamorados del mundo árabe, también del magrebí. Nos ha hecho mucha gracia cómo describes a los conductores marroquíes, aunque discrepamos un poco: creemos que conducen sin mala leche, de manera disparatada y ruidosa, sí, pero sin el odio que transmiten muchos conductores en Madrid, por ejemplo.
Dicho lo cual, me ha gustado mucho el soneto de Argensola: es una maravilla.
Enhorabuena por la traducción. Avisaré a mi cuñado Tono, que vive en Damasco dando clases de español y estudiando, y sé que también te lee.
Besos.
Para el escribidor: un placer leer tu artículo, por todo, y por describir de forma tan realista los disfrutes que encontramos en Marruecos los que vamos desde aquí «arriba».
Para Belentxín:
Muy buena esa precisión de que estáis enamorados del mundo árabe y TAMBI?N del magrebí.
Yo me he identificado mucho con el miedo de Rafael a la forma peculiar de conducir de los vecinos de abajo. Sólo evitas el peligro si tienes una buena cuneta para meterte en el último segundo antes de que te choque el que viene de frente ocupando tu carril.
Es como todo, has de adaptarte a la realidad local.
Petonets
Pues qué bueno tu viaje. He estado de viaje por la India -no te miento si te digo que cada dos o tres días chequeaba tu blog, pero no sentía ganas allá en Delhi de enviar mensajes, costumbres, solo escribo si estoy en Madrid-, en fin por Delhi, «trabajando», visitando mercados, fábricas, y a algunos amigos de esos mercados, con una fiebre de 38 y medio el día que fui a Jaipur, y con María cenando pasta con langosta por 300 rupias, bebiendo Kingfisher, y haciendo cientos de fotos, como siempre. Espectaculares esas hindúes, profundas de mirada y bonitas, preciosas, mágicas. Acabo de llegar a Madrid, vamos a ver que dice el Reig, leo, a escribir. A ponerme las pilas en Madrid, estas ausencias pasan buena facutra los lunes.
Coño, Rafael, te leo muy de vez en cuando, pero, aparte de sana envidia (y admiración, pero eso no se dice), me das unas ganas de vivir que me duran una semana.
Un abrazo.
Si no estuviera en plena mudanza con mis libros tristes y empaquetados a ocho o nueve manzanas de aquí te escribiría el diálogo de Hamlet con Ofelia al que me recuerda, y mucho, el poema de Argensola…si no recuerdo mal es el acto tercero o cuarto: lo de Hamlet es un lamento por el maquillaje y las maneras de las mujeres, que imagino ve como otra muestra más de la fisura entre la realidad y las apariencias que lo tiene loquito al pobre chico.
Y lo de la insurrección contra la eternidad me ha recordado a La vida breve, de Onetti.
Es que si no lo comentaba no me quedaba tranquila, ya me disculparás el marisabidismo.
Un saludo
Casablanca… Gran cerveza… Gran película… Gran ciudad… ¿Por qué tuvieron que venir los norteamericanos con su White House?…
😉
El personaje es, claro, Fátima.
Tiene ojos de una belleza que intimida, una hermosa sonrisa… y un pañuelo que le cubre el pelo.
En este mundo de confusiones, la prenda es una declaración, una toma de partido; pero el mensaje es ambiguo.
¿Qué hay en la cabeza cubierta de una mujer joven que traduce al árabe -al idioma y al mundo- libros subversivos como los tuyos?
Pues anónimo, yo diría que en la cabeza de una mujer (bien guapa, por cierto) que se cubre el pelo y traduce a su lengua a Reig o a cualquier otro, hay conocimiento, sabiduría, cultura y apertura a otros mundos. Igual que en la cabeza de quien traduce con el pelo al viento, cubierto por una gorra o luciendo una calva resplandeciente. Cubrirse el pelo no es cubrirse los ojos. Ni las neuronas.
Anonymouse, Plas, plas, plas
Aplaudo tu inteligente respuesta.
¡Qué bonita!
Yo le miento gustosamente, Don Rafael. Verá: no me ha gustado nada, pero nada, su blog de hoy, ni envidio su viaje, ni me ponen sus libros. ¿Le miento más?
Abrazos.
Joder, Rafael, qué calidades literarias te gastas.
Si yo fuese mujer…
Ruina.
Un viaje así y dejó usted intactos los velos. Ya no somos lo que éramos.
Bueno, anonymouse, gracias por la respuesta.
Si lo que quieres decir es que hoy en día ir en Marruecos con un pañuelo cubriéndote la cabeza es lo mismo que llevar la cabellera al viento, creo que te equivocas.
De nada, anónimo. Lo que quiero decir es que mostrar extrañeza por que una muchacha que se cubre el pelo traduzca a Reig dice más de los velos mentales de quien se hace la pregunta que de la muchacha, de cuya personalidad, conocimientos o circunstancias nada sabe. El velo que ella lleva no es más que un trozo de tela, el que nubla la visión de quien la juzga por llevarlo es más tupido y más difícil de quitar.
Pues yo espero no tener que decir nunca eso de «miénteme». Engañarse en el amor no sirve de nada.
Ese que se ha colado en el barco, que está como de tapadillo, ¿es nuestro amigo Alberto?
Ya te has pasado de lirismo, anonimouse. ¿Tú verías a una monja traduciendo al español, digamos, al Divino Marqués? Aplica el ejemplo mutatis mutadi. No descarto que bajo un hábito se esconda una mente libre, pero la cosa es, al menos, infrecuente.
Por eso expresé mi curiosidad ante lo que tendrá Fátima en su cabeza, que sin duda es muy interesante. Más interesante que lo que parece haber en la tuya, por cierto, que debe de funcionar precariamente con los cuatro tópicos de la triste corrección política al uso.
Una mujer musulmana que se cubre el pelo no es una religiosa, eso es lo que parece no entrar en mentes obtusas ni a la de tres. Además hay que añadir una barrera cultural importante: el Divino Marqués es producto de su tiempo y también de su ámbito cultural (en el que la religión está presente). Menos denostar la corrección política y más darse cuenta del etnocentrismo cultural que ciega mucho más.
¡Qué maravilla de texto, Rafael, del principio al final! Me ha gustado muchísimo.
La parte de la poesía, de su insurrección, me parece genial, de verdad.
La traductora estaba muy bien. Tú sabrás…
En fin, que se agradece mucho poder leer algo así. Un abrazo.
Hace menos de cinco minutos me encontre en la misma tesitura de no saber decir laurel en ingles, y la descripcion no era facil, no: «What you would normally put in the lentils…» pero no habia manera. Menos mal que la tienda Garcia de Portobello Road nunca falla, aunque sus precios sean una verguenza. Saludos desde Londres.
Qué posts más bonitos escribes, de verdad… me van a dejar de tomar en serio, cada vez que leo cualquier actualización se la envío a todo el mundo.
P.D: la verdad es que con carmín mejora todo. ¿Qué no tiene arreglo con un poco de colorado?
Miénteme Rafa Reig y dime que te lees todos los comentarios que aparecen en tu blog.
Y ya puestos y si fuera tu cardiólogo o algún familiar cercano o alguien que no leyera tus libros, te diría que debes cuidar un poco más lo que comes, lo que bebes y lo que fumas. Conste que lo dice alguien que lee y disfruta tus libros y que cree que sin ese alcohol, esa alimentación y ese humo no serían lo mismo.
Un abrazo
Rafa
Pues vale, anónimo. ¿Qué quiere que le diga? Allá usted con sus prejuicios. Le confieso que la comparación entre musulmana con pañuelo y monja ha desactivado el precario funcionamiento de mi mente.
Se me olvidó comentar el buen aspecto de Antonio Álvarez-Barthe: parece un hombre guapo y elegante. Y eso que no lleva pañuelo tapándole la melena.
Yo también te echaba de menos, Estrella POlar. Abrazo.
Tú sí que estuviste muy bien, Román.
Ni una palabra, Loren, ni una palabra.
Te estaba esperando, Martita, sabía que ibas a decir que los percebes marroquíes no son percebes y bla, bla, bla… Pero el caso es que no estaban malos, eh. Y los salmonetes tampoco. Un beso y reconozco la deuda. Pronto pago.
Estáis hechos el uno para el otro, Maribel: la de la pulsera y el del tam-tam. Suerte y un beso.
Dile a tu cuñado Tono que se junte con mi amigo Fernando López-Murcia, que también está en Damasco y es muy buena gente. Un beso, Belén.
Tienes razón, Marieta: donde fueres… Petonets.
Me alegro de tu viaje, pese a la fiebre, Javier. Abrazo.
Coño, Raúl, si eso fuera verdad, no me podría dar mayor alegría. Abrazo.
Cómo no disculparlo, Isola. Y miraré lo de Shakespeare. La vida breve es un novelón, la verdad. Beso.
No sé, Más claro, no sé. A mí me agobia un poco Casablanca. Rabat tiene otro encanto.
Anónimo, no te dejes engañar. No hay nada diferente de lo que habrá en una mujer que lleve falda corta, porque así lo impone nuestra religión laica.
De acuerdo, anonymouse.
Sí, miénteme, una de miedo.
¿Qué? Si fueses mujer, ¿qué?
Pues, don Luis, prefiero yo meterme con la corbata, ¿no es más lógico? ¿No debería, antes de meterme con el velo, meterme por ejemplo con la corbata? Un abrazo.
Es que eres joven, Esther: engañarse en el amor, como en todo, consuela mucho. Un beso.
No, es alguien que pasaba por allí.
Un velo no es un hábito, anónimo. Es como una corbata. ¿Todo el que lleva corbata expresa fidelidad a la empresa? No creo. Lo mismo con el velo.
De acuerdo, Mahmud.
Gracias a ti, Portorosa.
Saludos, automática. Y un beso.
Con carmín, buena voluntad y dejarse llevar por el engaño, todo mejora, sí. Un beso, Esther.
Sí, los leo todos, Rafa, todos. Y mi salud está espléndida, no te preocupes. Más que suficiente salud tengo, no hay problema, pero gracias por el consejo. Un abrazo.
¿Guapo y elegante? Mujer, sí, no sé, le alegrará saber que gusta.
Rafael, qué cosas, conozco a Fernando. Lo conocí en Damasco, cenamos con él: Tono trabajaba también en el Cervantes. Sé que se acaba de casar. Fernando, no Tono. ¿Sabes a quién me encontré varias veces, por cierto, en el centro de Damasco? A mi admirado Eduardo Mendoza, que estaba invitado allí por el Cervantes. Ahora sólo nos falta conocerte a ti. Besos.
Por cierto Rafa, para la próxima vez que vayas a Marruecos, Laurel se dice «Güarkat sidna Musa» (literlement, «Hoja de nuestro señor Moisés»).
Un placer leer tu blog..
Me has servido para saber qué se dijeron Vienna y Johnny Guitar aquella noche en el cine… o, por lo menos, no me hubiera importado que mintieras, oh traduttore, yo te he creído…
Hola, Guapo, soy el profesor que se encargó de presentarte cuando estuviste en la facultad de Letras y ciencias Humanas de Rabat -Marruecos- con motivo de la publicación de la versión árabe de tu libro «muhakamat Adabia».
Mi memoria deja constancia de que, con tus palabras directas, llenas de humor y también de amor, conseguiste- como era de esperar- seducir al auditorio universitario, sobre todo femenino. Me acuerdo, igualmente, del gran eco que dejaste en la prensa quizás sin saberlo. Esperamos que te aventures, otra vez, a visitarnos .. será siempre un placer tenerte entre nosotros.
Un abrazo y que sigas siendo grande como te vemos.