Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

La locura del arte

Ayer me hizo una entrevista Leyre Pejenaute, que quería saber cuáles eran mis lugares favoritos de Madrid.

Sólo diez sitios podía elegir, cuando en Madrid, desde el Puente de Vallecas (donde viví un año en un piso compartido con un actor y un informático) hasta la Plaza de Castilla (donde íbamos a ver películas a casa de Alberto, el hermano de Eduardo), no hay ningún lugar del que no tenga más de un recuerdo, ninguna esquina donde no me haya mirado los zapatos pensando en mi vida, ningún semáforo que no me haya pillado en rojo y haya aprovechado para besar a una novia, ningún bar en el que no haya pedido la penúltima.

Podía haber dicho cien, pero tenían que ser diez, así que los primeros que se me ocurrieron fueron éstos.

El primero, el Hotel Kafka, donde trabajo dando clases de escritura y lectura. Allí me hizo ayer, día de los Inocentes,  Santi Burgos esta foto para la entrevista:

 

Ni sé cuántas veces me habrán preguntado por las clases de escritura. En tono confidencial, como diciendo, ahora que nadie nos oye, entre tú y yo, seamos serios: ¿es posible aprender a escribir? ¿No es algo que sale de forma natural, que lo sabes o no lo sabes?

Mmmmm, suelo decir: mmmmm. Y luego añado: Pues hay mucha gente que va a clases de parto, ¿verdad? Cuando imagino que no hay cosa más natural que parir, ¿no? Y lo curioso es que también hay hombres que van a clases de parto.

Que un tío vaya a clases de parto y se ponga en cuclillas a hacer ejercicios de suelo pélvico no le asombra a nadie, pero que vaya a aprender a leer y escribir sí, no me explico por qué.

Suelo decir que, si tienes útero, las clases de parto te ayudarán a parir mejor, con menos dolor o más facilidad. Y si no, te ayudarán a entender lo que le está pasando a tu señora y a tu hijo.

Pues lo mismo, si tienes «lítero«, con clases de escritura aprenderás a escribir mejor. Y si no tienes «lítero«, aprenderás a leer, que no es menos importante, sabrás lo que estaba intentando hacer Faulkner, pongamos, y a que distancia se quedó de lo que quería conseguir.

Pensaba en esto después de terminar, de un tirón, la novela Travesti, de John Hawkes.

Hawkes, que murió en 1998, es uno de esos autores norteamericanos casi clandestinos, pero decisivos. Si no fuera por la generosidad de Jon Bilbao, que le traduce, y de la editorial Meettok, aquí no tendríamos oportunidad de conocerle.

¿Por qué son tan decisivos estos autores? Pues por los talleres de creación literaria. Hawkes enseñó en la universidad de Brown durante treinta años. Aquí los escritores lo son por ciencia infusa y rechazan con grandes aspavientos cualquier ayuda. En Estados Unidos en cambio todos han asistido a clases de creación literaria. Y allí reciben clases o leen a autores como Hawkes, que nunca figuran en las listas de más vendidos, pero de quienes tanto han aprendido todos los que venden mucho.

No he tenido la suerte de recibir clases de Hawkes, pero basta leerle para entender la diferencia entre un autor de literatura y alguien como Jonathan Franzen. Comparado con lo que intenta hacer Hawkes, Libertad tiene la misma ambición y la misma intensidad que Los Botejara o Cuéntame.

Franzen (por poner un ejemplo entre muchos posibles) parte de una teoría semejante a la que se suele exponer como verdad por sí misma en los programas de la tele: «hay que escribir sobre lo que uno conoce».

¡Naranjas! Puede que haya que escribir a partir de lo que se conoce, como quien se sube a una escalera o a una silla, según lo que tenga más a mano. Pero eso es irrelevante: lo que cuenta es qué quieres llegar a ver ahí arriba, encaramado a tu silla o tu escalera.

La escalera y la silla no tienen importancia, porque de lo que hay que escribir es de lo desconocido, lo oscuro, lo amenazador, lo sumergido, lo latente.

Decía Hawkes:

I began to write fiction on the assumption that the true enemies of the novel were plot, character, setting and theme, and having once abandoned these familiar ways of thinking about fiction, totality of vision or structure was really all that remained.

Como quien dice:

Comencé a escribir ficción con el punto de partida de que los verdaderos enemigos de la novela eran el argumento, los personajes, la ambientación y el tema, y una vez que abandoné estas formas convencionales de ver la ficción, la totalidad de la visión o de la estructura era todo lo que quedaba.

¿A que no es mala forma de empezar un curso de creación literaria?

De la lectura de Travesti sale uno como si despertara de una pesadilla. Intranquilo, con ansiedad y con la emoción de haber asistido a algo pavoroso, pero que te ha acercado a una turbia verdad a la que sólo podrías haber tenido acceso así: lanzado al vacío, saltando por un despeñadero.

La novela es el monólogo de un tipo que conduce a toda velocidad con dos pasajeros y les explica desde el principio que su propósito es estrellarse y que ninguno de los tres sobreviva. No sirve de nada que pongan las manos en el volante o que intenten resistirse: eso sólo aceleraría el final. Habla y habla y explica lo que quiere hacer (un elaborado plan de accidente fatal), y contempla impasible las reacciones de los pasajeros, su miedo, sus intentos de «hacerle entrar en razón», sus esfuerzos por negociar.

Los pasajeros son un poeta y la hija del conductor. El poeta es un falso poeta, digamos un poeta de relumbrón. El conductor le dice:

Te has pasado la vida sentado ante pequeñas audiencias, vestido con pantalones negros y camisa blanca con el cuello abierto, con un cigarrillo colgando de los labios, los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas, como si estuvieras sentado en el retrete, contando a todas esas mujeres entusiasmadas y a la vez hostiles que el poeta es siempre un traidor, un asesino, y que escribir poesía es como lanzarse a la muerte. Pero sólo era palabrería. Ahora, si volvieras a tener la oportunidad, hablarías a partir de la experiencia.

Exacto, eso es lo que está haciendo el conductor: poesía.

Porque el sedicente poeta «resulta ser el tipo recio y simplón», mientras que el conductor «se revela poseedor de las sutiles y siniestras cualidades de la mentalidad artística».

Y los pasajeros que se precipitan hacia la oscuridad contra su voluntad no son más que lectores, que acabarán leyendo lo que menos quieren leer: su propia aniquilación.

La novela es una espeluznante historia de miedo que, en otro estrato de lectura, se convierte en una aguda, inolvidable visión del arte, de la locura del arte.

Porque de eso trata la novela, a mi modo de ver, de la locura del arte, en el sentido al que se refería Henry James en «The Middle Years«:

We work in the dark -we do what we can- we give what we have. Our doubt is our passion and our passion is our task. The rest is the madness of art.

Que nos vendría siendo, sobre poco más o menos:

Trabajamos en la oscuridad -hacemos lo que podemos- damos lo que podemos. Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra tarea. El resto es la locura del arte.

No es mala forma acabar el año subido en ese coche con un conductor que, sin estar loco, con un razonamiento impecable, expone su plan perfecto para estrellarlo contra un muro de piedra.

La novela y el monólogo del conductor terminan así:

Te hago una promesa: no habrá supervivientes. Ninguno

¿Te atreves a meterte en ese vehículo?

Comments (14)

Fran G. Matutediciembre 29th, 2012 at 11:32

Qué chula la Rickenbacker que tienes detrás en la foto!

Angiediciembre 29th, 2012 at 12:17

Totalmente de acuerdo y gracias 🙂 Aunque los hombres no hacen ejerccicios de suelo pélivico en las clases de parto 😉 Y aunque los talleres literarios americanos han producido monstruos como Anne Rice y la señora de las 50 sombras de Grey. Feliz 2013 y un beso.

rafaelreigdiciembre 29th, 2012 at 12:46

¿Ah no? ¿No hacen? Pues a mí me han dicho otra cosa unos amigos que deben ser muy entusiastas. Es más, presumen de que, al fortalecer el suelo pélvico, adquieren una insospechada potencia sexual. Un beso.

abegondolestedodiciembre 29th, 2012 at 20:55

Hace años leí un libro de divulgación científica, escrito por un médico estadounidense, en el que hablaba del aspecto fisiológico de la muerte, contrastándolo con la imagen que solemos tener de ella. En una de las anécdotas que sacaba a colación, relataba la perplejidad y el dolor de una mujer que había visto morir a su madre en medio de un gran sufrimiento moral (abatimiento, miedo, angustia; toda la panoplia); No se trataba unicamente del dolor normal por la pérdida de una persona a la que se ha querido, sino que actuaba también la decepción producida por el hecho de que, al entender de esta persona, a las grandes cualidades morales que siempre había visto reflejadas en su madre, debía corresponder un tipo de muerte muy distinta, serena y casi feliz (el médico explicaba que a los diferentes tipos de agonía, correspondientes a los diferentes tipos de males de los que uno puede morir, corresponden diferentes estados psicológicos). Recordando esto se me hace dificil dejar de sospechar que esa muerte en la que se enredan nuestras reflexiones, en los momentos en que el humor nos lleva por esos caminos, no sea otra cosa que una convención literaria. Respecto a la anécdota del poeta y el conductor suicida, encuentro algo de trampa en el hecho de utilizarla para sacar algún tipo de conclusión acerca de la reciedumbre y simploneria de alguien: al poeta la muerte le coge de sorpresa. Verdaderamente tengo grandes dudas de que, incluso al poseedor de la más sutil y siniestra de las mentalidades artísticas se le pueda quedar una menor cara de tonto en una situación así. No dudo que la novela objeto de comentario tenga meritos suficientes como para merecer las alabanzas que Reig le tributa (de hecho pienso leerla, si consigo encontrar un ejemplar), pero no tengo tan claro que el autor de este Post haya estado afortunado al tejer en torno a este argumento narrativo, sus reflexiones sobre lo que es o no es ser poeta.

Mr.Ediciembre 30th, 2012 at 3:47

¡Me pongo a fortalecer el suelo pélvico!

¡Lo que se aprende de sus talleres literarios!

profesorguapitodiciembre 31st, 2012 at 9:33

Pues a mí me parece que decir que «los verdaderos enemigos de la novela eran el argumento, los personajes, la ambientación y el tema» es una tontada. Una frivolidad. Una boutade. Pero, claro, es que a mi esto del ARTE no me interesa. Es la excusa perfecta para que los irresponsables hagan lo que les da la gana.
Allá ustedes con su estéril búsqueda de la trascendencia, yo me quedo leyendo Juego de tronos y viendo Cuéntame.

rafaelreigdiciembre 31st, 2012 at 12:57

Pierda cuidado, nadie interrumpirá su lectura ni le estorbará para que vea Cuéntame. A mí no me parece una boutade, sino algo muy inteligente, análogo a la paloma de Kant: el enemigo de la novela es lo que la hace posible. Que a usted no le interese intentar entenderlo y que, como diría Machado, desprecie cuanto ignora, es problema suyo en todo caso, no mío. Feliz año, amigo.

Álvaro Bernal Quevedodiciembre 31st, 2012 at 12:58

Hola Rafa, tomo nota de esa recomendación. No pude estar en el encuentro con lectores que hiciste el día 1 en Alcalá, una putada, otra vez será. Y es verdad, parece que sólo existen Franzen, Roth, Mccarthy y Wallace en la novela americana más actual. En cuanto a Franzen, a mí Libertad me gustó, aunque no tanto para el bombo que le dieron, se pusieron un poco pesaos con lo de la gran novela americana y todo lo demás, siempre que Franzen o Roth paren algo están con lo mismo. Por Philip Roth no te pregunto porque siempre despotricas de él, ¿qué novela americana de la de ahora te gusta? ¿qué opinas de Cormac McCarthy?, hoy estoy preguntón. Un abrazo y feliz año y esas cosas que se dicen por estas fechas tan señaladas.

juanitodiciembre 31st, 2012 at 14:35

Me ha gustado mucho, Rafa. Encaramarse a una silla puede servirnos para asomarnos a universo lejanos o a los ojos de tu chica. ¡Que pena que algunos no vean nada aunque les pongan delante un telescopio! ¡¡Feliz año!!

Cleadiciembre 31st, 2012 at 19:33

!Qué rockero has salido en la foto! Hawkes es un gran escritor, para mi. Leí Naranjas de Sangre, que me pareció estupenda. También habla del proceso del arte, del amor compartido y esas cosas….

hostal mi lolienero 1st, 2013 at 2:39

Que entrada más buena, la explicación que das de aprender a escribir tiene mucho sentido, aprendiendo a escribir también se aprende a comprender la lectura y al escritor, también me encantaría leer ese libro, es de miedo , más que de miedo de terror psicológico, me gusta. Voy a llevarte al Nido para que se enteren. Feliz año para ti y tu familia. Besos.

Rafaelenero 4th, 2013 at 19:39

Llegué a este blog partiendo del de Carlos Villar Flor. Escribí ahí una pequeña entrada comentando su reciente charla en Logroño que copio y pego aquí

«Este es un mal y un buen resumen de esa charla. Es malo porque hay que leer el original para saber realmente qué quiso decir pero es bueno porque aquí usted se desdobla en dos: empieza criticando el mercadeo y el negocio, comme il faut, para terminar echando en falta a los políticos (¿qué tienen que ver ellos con la literatura?) o los colegas de profesión. Esto ilustra perfectamente ese «Todos somos dos, como Persio, y nunca estamos seguros de con cuál de nosotros vamos en la película» con el que terminó su conferenciante.

Lo que no supo o quiso decir es que todos ustedes son dos y están encantados de ello porque, para empezar, es lo que hace todo el mundo y eso ya es un tanto muy importante a favor pero es que además es como jugar un partido de fútbol en el que tú eres el equipo local y el visitante al mismo tiempo o como tener sexo y poder disfrutar del mismo como hombre y como mujer (cada cual que ponga en este ejemplo la combinación que le apetezca). Al que juega en un solo campo e insiste en mantenerse ahí solo le queda ser tratado por los demás como «inflexible» e «intratable» (estas son palabras del señor Reig), y eso si tiene suerte. Las más de las veces simplemente se le ignorará o se le concederá a lo sumo un escueto «todos somos humanos, como Almodóvar», como usted [señor Villar Flor], para demostrar que también es capaz de jugar cuando le parece en el campo de todos los Persios que se le crucen por delante, cual Zelig (a lo Woody Allen) deseoso en todo momento de jugar al «soy-igual-que-tu»

Rafaelenero 5th, 2013 at 10:51

La pregunta «¿de qué sirve, qué es la gloria, si no es más que gloria?» es sin duda un excelente punto de partida para una reflexión sobre el tema que usted estaba tratando pero con esta terminó su discusión en Logroño y por tanto su pensamiento. Cortar por lo sano cualquier razonamiento que apunte lejos indica claramente sus limitaciones como pensador.

Nos pasamos la juventud buscando un molde que nos acoja y, tras conseguirlo, los años hacen que crezcan sobre él verdaderas corazas. La suya no es desde luego la más gruesa que he visto pero picoteando en su blog se ve que tiene un tamaño bastante respetable. Carlos Villar (mal cuentista, buen poeta y mejor persona) tiene otra digna de mención y yo la mía, faltaría más. De vez en cuando dejamos entrever las grietas y decimos por ejemplo que nos gustaría recibir más atención de los demás (políticos, profesores universitarios…) como el señor Villar en su blog pero tan solo para cerrarlas inmediatamente con un «todos somos dos», «todos somos humanos»… o lo que se tercie, porque para eso hemos leído, somos capaces de justificar cualquier cosa sin por eso ser necesariamente sofistas y además, quién sabe qué se colará por ese agujero entreabierto ¿no?. Los que no han leído tanto usan recursos menos sutiles pero yo, usted y todos jugamos un mismo juego en nuestras relaciones personales.

La soledad que acumulamos todos, en consecuencia, es enorme pero una de las reglas del juego consiste en hacer como si esta no existiese esperando que esto baste para borrarla. Otras posibles salidas están escribiendo un canto sobre el manido «¡Oh! mundo cruel» con nuestra propia voz por aquello de que quien canta sus males espanta o irse al bar más cercano… pero la soledad siempre vuelve y hay que volver a recurrir otra vez a los sofismas y la química.

Susan Sontag escribió una vez (cito de memoria) «no puedo escribir a nadie pero al menos puedo escribirme a mí misma». Escribir un comentario en un blog, sea el propio o el de otros es precisamente eso y se reduce a empaquetar un soliloquio junto a otros soliloquios.

Mientras tanto, nuestra soledad sigue creciendo al mismo ritmo que nuestra coraza sin que nadie pueda hacer nada para pararla.

Francisco Miguelenero 17th, 2013 at 22:01

Más que interesante, me parece recibir la pasión que esa lectura de ha dado, y me apunto a leerlo. Hawkes, ok. Disiento, deben ser los años, de esa forma de valorar la literatura en detrimento de otros autores, salvo que estos autores sean más o menos objetivamente de risa, como en el caso de 50 sombras. Franzen es un buen escritor, otr cosa es que cope el mercado de los buenos, o que no nos llegue tanto ni tan alto como Hawkes. Yo me subo a tu relato y a esa lectura, pero a ese coche, seamos sinceros y realistas aunque no nos guste, no te subes ni tu ni yo ni nadie. NI falta que hace, para eso se ha escrito el libro supongo, para subirnos a él pero no tener que sentir el ladrillo en los dientes.
Totalmente de acuerdo con lo de las clases de escritura, y un último apunte o sugerencia: te has propuesto hacer de guía literario-existencial? dar un paseo y tomar copas contigo por Madrid debe ser una experiencia, y tu primer párrafo, tan hermoso, así lo demuestra.
saludos.

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