Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Poesía y pajaritos fritos

Estos días he estado leyendo sobre alondras, no porque las distinga, para mí todo son pájaros, sino por casualidad. Alondra, alouette en francés, skylark en inglés o die Lerche en alemán.

En 1820 Shelley, don Percy Bysshe, iba con su señora, la Mary (la de Frankestein) paseando por Livorno y oyeron el canto de una alondra.

Percy B. Shelley escribió un poema con el primer título que se le ocurrió: To a Skylark, A una alondra.

Para qué calentarse la cabeza.

En resumen: el pajarito pasaba por allí y el poeta lo captura para sus propios y algo turbios fines, a saber: convertirlo en símbolo y esas cosas que hacen los poetas con los indefensos y desprevenidos pájaros que les salen al encuentro.

Se admira el tio de la alegría de la alondra y de su canto, lo compara con «an unbodied joy», un placer desencarnado, sin cuerpo, descorporizado, digamos.

Un placer inocente, sin culpa, no manchado por la materia.

Le hace bastantes perrerías a la alondra, la compara con todo lo que tiene a mano.

Al final se pregunta por qué su canto es tan puro.  ¿Será por su «ignorance of pain«, su ignorancia del dolor? ¿Será porque» thou lovest, but ne’er knew love’s sad satiety«, porque es capaz de amar pero no conoce la triste saciedad del amor?

Pues parece (¡bingo!) que es porque no tiene miedo a la muerte:

Waking or asleep,

Thou of death must deem

Things more true and deep

Than we mortals dream,

Or how could thy notes flow in such a crystal stream?

Nos vendrá siendo, sobre poco más o menos: Dormida o despierta, pensarás de la muerte cosas más verdaderas de las que soñamos los mortales, porque si no, ¿cómo podrían tus notas fluir en tal corriente de cristal?

Bueno, vale. Hasta nuestros placeres son sombríos

Our sincerest laughter

With some pain is fraught

Hasta la más sincera de nuestras risas soporta la carga de algún dolor.

Claro, Percy, claro: ¡porque tenemos cuerpo y culpa! Porque toda la carne es hierba y no somos inocentes. Por eso no podemos cantar como la alondra.

Si pudiéramos, afirma el poeta, qué bien cantaríamos.

Así que la alondra de Shelley es como la paloma de Kant, aquella que pensaba que volaría mejor si no tuviera que vencer la resistencia del aire, sin darse cuenta de que entonces, en el vacío, no podría volar.

La ligera  paloma, que siente la resistencia del aire que surca al volar libremente, podría imaginarse que volaría mucho mejor aún en un espacio vacío. De esta misma forma abandonó Platón el mundo de los sentidos, por imponer limites tan estrechos al entendimiento. Platón se atrevió a ir más allá de ellos, volando en el espacio vacío de la razón pura por medio de las alas de las ideas. No se dio cuenta de que, con todos sus esfuerzos, no avanzaba nada, ya  que no tenía punto de apoyo, por así decirlo, no tenía base donde sostenerse y donde aplicar sus fuerzas para hacer mover el entendimiento.

Crítica de la razón pura (Introducción, III).

Esta contradicción es de la que habla Shelley en sus stanzas. El límite es la grandeza. En el mundo de las ideas, en la razón pura, lejos de la realidad, no hay quien aguante ni tres minutos. Recibido, cambio y corto.

A esto lo llamaríamos pajaritos fritos: Shelley oye a una alondra, captura al animalito, lo adoba con metáforas, lo aliña con adjetivos rimbombantes y lo fríe en una sartén métrica para comérselo más a su gusto.

Para comérselo convertido en razón pura, en idea platónica, en poesía.

?am, ñam:

¿A ti no te da pena de esta alondra que se merendó Shelley aquel día de junio de 1820?

Parece la canción infantil esa:

Alouette, gentille alouette,

Alouette, je te plumerai.

Alondra, bella alondra, con qué gusto te desplumaría.

La canción, que es también un juego (cruel), va enumerando qué partes del pajarito desplumaría, el cuello, las patas, el pecho, lo que cada uno quiera:

Je te plumerai les yeux,

Je te plumerai les yeux,

Et les yeux, et le bec, et la tête…

Los ojos, el pico, la cabeza…

No me sorprende que, de tanto oír cantar esta idiotez machacona a los niños, Hitchcock tomara la palabra en nombre de la parte más débil.

Esta es la cara B del poema de Shelley:

 

La alondra de Shelley (quizá descendiente del passer que jugaba con la puella de Catulo) ha seguido aleteando entre los versos, donde al parecer vuela mejor, sin enfrentarse a la resistencia del aire, a la fricción de la realidad prosaica.

En marzo de 1887, Thomas Hardy (un poeta que me gusta mucho, sobre todo su obra más senil) estaba paseando con su señora por Livorno.

Pasear a la señora por Livorno debe de ser algo que no perdona ningún poeta inglés que se respete. Se acuerda de Shelley y de su alondra y… ¡se la come otra vez!

Decide merendarse recalentada en el microondas la misma alondra que Shelley había cocinado en 1820, y escribe  un poema con el primer título que se le ocurrió: «Shelley’s Skylark«. La alondra de Shelley.

Para qué calentarse la cabeza.

En algún lado andará, dice, al cuidado de la tierra olvidadiza («in Earth’s oblivious trust«) algo que conmovió a un poeta, un puñado de polvo que nadie ve, que nadie protege:

The dust of the lark that Shelley heard

And made inmortal trhough times to be;

Tough it only lived like another bird,

And knew not its inmortality.

El polvo de la alondra que oyó Shelley / a la que hizo para siempre inmortal/ aunque sólo vivió como otro pájaro /y no supo nada de su inmortalidad.

Vivió sin saber que había sido inmortalizada (aquí Hardy parece jugar con Shelley, que decía que vivió conociendo más de la muerte que nosotros; sí, pero sin saber que era inmortal, añade Hardy, un poco pelmazo, como dándole con el codo al lector y preguntando: ¿qué, lo pillas?).

Un día murió, sigue Hardy, se convirtió primero en «a little ball of feather and bone«,  una pequeña pelota de pluma y hueso, luego en polvo que el viento dispersó y ahora nadie sabe ya dónde está.

Quizá esté en esa arena que contemplo ahora mismo, se dice Hardy.

Acaba pidiendo que las hadas encuentren «that tiny pinch of priceless dust«, ese pellizco de polvo que no tiene precio,  para darle la sepultura que merece, puesto que inspiró el poema de Shelley.

¡Menudo negocio para la alondra!

Ahora resulta que su vida adquiere sentido por la peregrina razón de que inspiró a un poeta.

¡Atiza!

La poesía, por tanto, como un ritual de sacrificios humanos. Poetas que sacrifican sentimientos verdaderos para preparar su fritura lírica de fingidores. Poetas que sacrifican la realidad en el altar del verso, en la piedra donde le sacan a cuchillo el corazón del pecho a la realidad. Poetas que sacrifican el deseo real en aras del énfasis poético.

Ellos vuelan mejor sin aire.

La poesía como campana en la que se ha hecho el vacío para que la platónica paloma de Kant vuele a sus anchas.

Te lo digo en dos palabras: ¡pajaritos fritos!

Mi conclusión es que alguna poesía no es más que pajaritos fritos.

Alondras comestibles.

Yo estoy con la alondra, no con la poesía.

O con la poesía en la que hace viento.

Estoy con esa alondra que ya no canta.

¿Será la misma de la que habla el lied de Brahms, cuyo texto es de Josef Wenzig? Se titula Von Ewiger Liebe (Del amor eterno, Op. 43 nº 1).

Para qué calentarse la cabeza.

Dunkel, wie dunkel in Wald und in Feld!
Abend schon ist es, nun schweiget die Welt.
Nirgend noch Licht und nirgend noch Rauch,
Ja, und die Lerche sie schweiget nun auch.

Como si dijera:

¡Oscuro, qué oscuro en el bosque y en el campo!

Ya es de noche, ahora el mundo está en silencio.

En ninguna parte aún luz y en ninguna parte aún humo.

Sí, y la alondra también está en silencio.

La canción habla del amor eterno o de la misma «love’s sad satiety» de la que hablaba Shelley, la triste saciedad del amor.

¿Durará o se irá arrastrado por el viento? Scheide mit Regen und scheide mit Wind, dispersado con la lluvia y dispersado con el viento: es el mismo puñado, el mismo pellizco de polvo que un día fue una alondra y se deshizo con el viento y la lluvia.

Y Hardy piensa que podría estar allí, invisible en la arena que él está contemplando en Livorno (con su señora, como es natural: es peligroso pasear sin señora en Livorno).

Esa alondra es el amor eterno: ¡otro pajarito frito!

Y el amor ¿no se lo han comido frito los poetas de tanto meterlo en sus poemas como a la alondra?

Como escribió Brecht, un poeta entre cuyos versos soplaba el viento sin parar:

Freilich: mir blieben nur mehr die grossen Vögel

Die abends in dunkeln Himmel Hunger haben.

 

Por supuesto: a mí ya sólo me quedaban los grandes pájaros

que al atardecer tienen hambre en el oscuro cielo.

Los de Brecht sí son pájaros. Pájaros de cuenta.

Vuelan luchando contra la resistencia del aire. No desean otra cosa. No echan de menos el vacío.

Reales.

Pájaros de la realidad: no alondras fritas en poesía.

 

 

 

Comments (23)

RPVmayo 12th, 2012 at 15:35

Creo que ha pasado ya el suficiente tiempo desde la última vez como para poder decirte, ¡qué brillante eres, jodío»
RPV

rafaelreigmayo 12th, 2012 at 15:43

Y tú qué dadivoso con los amigos, jodío. Abrazo

Aureamarmayo 13th, 2012 at 14:06

Pues yo, que no soy amiga ni conocida, solo lectora admirada, también digo: ¡qué brillante eres! Y añado: ¡Gracias! ¡Qué gusto leer estas cosas!

A.R.Rmayo 13th, 2012 at 19:25

Señor Reig, pero ya sabe Usted, que no solo de PÁJAROS FRITOS vive el hombre, sino de toda ALONDRA DE VERDAD que nos gorgogee:

ALONDRA DE VERDAD

Alondra de verdad, alondra mía,
¿quién te nivela altísima y te instala
en tu hamaca de música, ala y ala
múltiples, locas en la aurora fría?

Tu ebria garganta canta, desafía,
charla líquido oro, abre una escala
de jubiloso azul, tu Guatemala
deshecha a borbotones de poesía.

Flores de alta meseta, tus pestañas
se abren en torno, incólumes y extrañas,
nuevas a las avispas del sondeo.

Ay, gorjeadora de mortal estilo,
quémame en chispas de tu centelleo,
mi de verdad alondra, alondra en vilo.

Alondra de verdad 1941 (Gerardo Diego)

Y aunque a D. Gerardo, se le puedan achacar debilidades al estilo platónico y Shelleyniano, Miguel Hernández no encontró otra cosa mejor para describir a su hijo que otra ALONDRA RISUE?A:

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

y supongo que podemos suponerle a D. Miguel (y a Miguelito) necesidades tan perentorias y reales como Brechtianas.

No obstante, dígame dónde ponen esos pajaritos fritos con pimientos tan apetecibles, que iré a tomar una cañita por allí. Mil saludos!

rafaelreigmayo 14th, 2012 at 7:16

Gracias a ti, sin duda. Beso

Microalgomayo 14th, 2012 at 9:47

Ojillo, que comerse (fritos o en cualquier otro formato) la mayor parte de las especies de pajaritos (si no recuerdo mal, al menos TODOS los insectívoros) es delito. A mí me dan más pena esos del plato de la fotografía que todas las alondras hechas polvo del mundo mundial.

Pero, al fin y al cabo, la sutil alegoría da motivos para la reflexión (inútil): ¿Qué nos diferencia de la alondra pulverizada? ¿Le alcanza la inmortalidad, a la alondra, por haber sido metida en metacrilato por unos versos? ¿Le alcanza al pájaro, o al autor de los versos, en todo caso? ¿Le habrá valido de algo a cualquiera de ellos? ¿Le vale de algo a otros, acaso, pensar que allos les valió de algo?

¿Por qué tiene un efecto tan chungo filtrar éter etílico un lunes por la mañana?

Y a esos elefantitos de color rosa que aletean a mi alrededor, ¿por qué me dan ganas de disparales? ¿Seré, al fin y al cabo, monárquico?

hicks.

Microalgomayo 14th, 2012 at 9:48

Al fin y al cabo, ¿por qué repito tanto «al fin y al cabo»?

Juanitomayo 14th, 2012 at 19:34

La alondra de Shelley, Shelley, da pie a Hardy. Y, por lo que veo, su sombra llega hasta Diego y Miguel Hernández.

Shelley convierte la alondra en metáfora. En categoría. Sigo su vuelo y me lleva a Caludio Rodríguez:

«Sigo. Pasan los días, luminosos
a ras de tierra, y sobre las colinas
ciegos de altura insoportable, y bellos
igual que un estertor de alondra nueva.
Sigo. Seguir es mi única esperanza.»

«Es el amor que vuelve. ¿Y qué hacemos ahora
si está la alondra de alba cantando en la resina
de los cinco pinares de tu muerte y la mía?
Fue demasiado pronto pero ahora no es tarde.»

Sigue volando -platónicamente, eso sí- y se posa en una canción de la Fitzgerald.

«Skylark
Have you anything to say to me?
Won’t you tell me where my love can be?
Is there a meadow in the mist
Where someone’s waiting to be kissed?»

Me parece que da mucho de sí la alondra de Shelley.
Para algo más que pajaritos fritos. ¿No crees?

abegondolestedomayo 14th, 2012 at 20:17

Fui a Youtube a ver como era el canto de la alondra. No lo encontré tan melodioso como el del jilguero o el canario, pero si muy claro, muy límpido; un sonido de gran pureza, muy evocador. No debe haber en mi tierra, pues nunca vi uno de éstos (por el plumaje, debe ser un ave esteparia). Debe ser de gran efecto escucharlo en el transcurso de un paseo por el campo. La impresiones de la naturaleza llegan a tener un gran poder de sugestión. En relación con esto he llegado a pensar que los poemas (al menos aquellos breves, tipo Haiku, que hablan sobre ranas que saltan en estanques y grillos que cantan en los prados), surgen en el cerebro de manera parecida a como se impresionan las placas fotográficas. Algunas cosas tienen un extraña capacidad para percutir en nuestra conciencia, para provocar en nosotros una resonancia o vibración particularmente intensa. El problema está en el revelado; si la luz de la infautación entra en la cámara oscura, la foto se echa a perder.

abegondolestedomayo 14th, 2012 at 20:56

Por el color de la pluma, debe ser un pájaro estepario. Estuve oyendo el canto de la alondra, en un vídeo de Youtube; no lo encontré tan melodioso como el del jilguero o el del canario, pero si muy nítido y claro; un sonido de gran pureza. Debe ser de gran efecto oír el canto de este pájaro en el transcurso de un paseo por el campo. Las impresiones de la naturaleza tiene en ocasiones un gran poder de evocación. Algunas impresiones de la naturaleza manifiestan una sorprendente percutencia; en ocasiones he llegado a pensar que los poemas (al menos aquellos, breves, tipo Haiku, que hablan de ranas que saltan a estanques, o de grillos que cantan en los prados) surgen en el cerebro en el modo como se impresionan las placas fotográficas. La dificultad está en el revelado; si la luz de la infautación entra en la cámara oscura, la foto se echa a perder.

rafaelreigmayo 15th, 2012 at 7:31

Qué exacto, amigo. Me acuerdo muy bien de Claudio, ebrio, claro, recitando a Auden a la orilla del mar, una noche en Santander. Claudio tradujo a Auden y conocía muy bien la poesía inglesa. Un abrazo y gracias por el hilo del que tirar.

Gerardomayo 15th, 2012 at 8:22

Grande, Rafa. Ahora bien, me parece obligado un poema tuyo con pájaros de por medio (sin freír, y con mucho aire). Ahora que le has cogido el punto al verso después de lo de Demipage…
Abrazo.

Eugenio Sánchez Bravomayo 15th, 2012 at 14:02

Hace años conté las metáforas que había en la Crítica de la Razón Pura de Kant. Creo recordar que tuve suficiente con los dedos de una mano. Esta es mi favorita (quizás porque nací en una isla):

«Ya hemos recorrido el territorio del entendimiento puro y observado atentamente cada parte del mismo; y no sólo lo hemos hecho así, sino que además hemos medido el terreno y fijado en él su puesto a cada cosa. Ese territorio empero es una isla, a la cual la naturaleza misma ha asignado límites invariables. Es la tierra de la verdad (nombre encantador), rodeada por un inmenso y tempestuoso mar, albergue propio de la ilusión, en donde los negros nubarrones y los bancos de hielo, deshaciéndose, fingen nuevas tierras y engañan sin cesar con renovadas esperanzas al marino, ansioso de descubrimientos, precipitándolo en locas empresas, que nunca puede ni abandonar ni llevar a buen término.»

Creo que en este caso la paloma que no puede volar sin la resistencia del aire se transforma en marino imprudente engañado por los espejismos del proceloso mar. Es una visión más romántica de la metafísica o la poesía.

Otra metáfora filosófica: A tu idea de la afición del idealista (poeta o filósofo) por la «alondra frita» Nietzsche la llamaba egipticismo, pues los egipcios y los filósofos, decía Nietzsche, eran poco amantes de la vida y mucho del más allá, así que se entretenían disecando cadáveres (cuerpos bellos) y luego construyendo pirámides para envolverlos (Idea de Belleza).

Me ha encantado la entrada.

Un saludo cordial.

Carlos Castillomayo 15th, 2012 at 18:54

No suelo dejar ningún comentario en la blogosfera infinita, pero tal escrito merece un aplauso por lo acertado y por otro lado el agradecimiento de los que, tal vez por jóvenes, tal vez por mal enseñados, andemos necesitados de relaciones entre la literatura de acá, de allá, de antes y de después y, sobre todo, contado con esta naturalidad y sin la charlatanería que contagia a todo aquel que quiere decir algo que sabe. Gracias de veras por este instante. Un abrazo.

rafaelreigmayo 16th, 2012 at 5:42

Nos dejas, Eugenio, con la intriga de las otras tres metáforas de Kant. Gracias.

rafaelreigmayo 16th, 2012 at 5:43

Ja, ja, Gerardo… nuestra generación ya tiene un poeta laureado y gloriosamente inédito, al que llamamos Chavi.

Zeltiamayo 17th, 2012 at 14:45

Moito me gustou este paseo reflexivo cheo de reviravoltas entre anécdotas e versos, con ese fío común dos paxaros.

para qué calentarse la cabeza

… pois tí deixáchesme a miña quente.

rafaelreigmayo 17th, 2012 at 18:48

gracias

Maríamayo 21st, 2012 at 12:44

Con la que está cayendo ¡qué bien que alguien hable de pajaritos!

Hildegard Bowenmayo 21st, 2012 at 12:56

Poesía y pajaritos fritos

Estas variaciones/meditaciones sobre un tema filosófico-literario
demuestran una erudición muy poco común; realmente pour faire marcher les gens o-como dirían algunos (erróneamente en este caso)-épater le bourgeois.
El único problema-aunque básico-que veo, consiste en la asociación «pájaro»con»frito».
El autor confiesa que no distingue un pájaro de otro,de modo que,por ejemplo, un producto del grouse shooting acabaría en la misma sartén con la alondra en cuestión.
Tratándose de un autor de un país mediterráneo, se comprende la equivocación y el hecho de que lo «frito» lo considera ex negativo, le honra.
Sin embargo, hay que aclararle al autor-y a sus lectores-que un inglés nunca jamás se comería un pájaro cantor (songbird, Singvogel)ni frito ni cocido;o sea, de ninguna manera. Es más: conozco a personas-en este caso alemanes-que iban por allí distribuyendo pegatinas con el mapa de Italia (en este caso) y con el lema:Kein Urlaubsort wo Vogelmord; es decir:no vayas de vacaciones a lugares donde se asesina a los pájaros. Otra conocida mía iba comprando pájaros cantores en Sicilia, sacándolos de Italia en jaulas de viaje para liberarlos en Austria.

Con un saludo afectuoso,
W.Byrd
Life Member de la RSPB

PD: En otra ocasión, quizás le puede estimular «Ode on a Grecian Urn» (John Keats).
Ya sabe: who doesn’t know Greek doesn’t know anything.

rafaelreigmayo 21st, 2012 at 17:03

bueno, gracias por sus erudiciones ornitológicas. Y la oda esa de Keats ya me estimuló: la primera cosa que escribí en twitter fue sobre ese poema. Un abrazo

Maríamayo 22nd, 2012 at 13:05

He disfrutado con los pajaritos fritos. Me ha dado pie para leer el resto de sus posts, Sr. Reig, voy por la B … Cuenta usted desde ayer con una Fan. ¿Voy a tener que darme de alta en Twitter para poder seguirle mejor? uff

A la Sra. Bowen: … sing a song of sixpence … «four-and-twenty blackbirds baked in a pie» Como sabrá usted, Sra Bowen, blackbird es mirlo y cantor. Parece que los británicos se los comían por docenas. Nada menos.

afectuosos saludos
maría

rafaelreigmayo 22nd, 2012 at 14:13

Pues un placer, María, gracias y un beso.

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