Escribir para poder beber
La verdadera dificultad para dejar de beber es que hace falta demasiado tiempo libre.
No beber es una dedicación absorbente, exige todas las horas disponibles porque hay que estar siempre no bebiendo, no se puede hacer otra cosa, todo el santo del día no bebiendo sin parar.
Con disciplina y concentración, porque si te distraes un momento de no beber, y te pones a mirar por la ventana, a leer un poema o el periódico, o a escribir una carta, por ejemplo, sin darte cuenta, de pronto, ya te has puesto una copa.
Hay que estar demasiado atento cuando uno está no bebiendo.
Si estás no bebiendo, olvídate de cualquier otra cosa: tienes que poner los cinco sentidos en esa única (y bastante estúpida) actividad: no beber.
¿Quién quiere emplear tanto tiempo, todo su tiempo, en no beber a jornada completa?
Yo no tengo tanto tiempo libre como para no beber, lal verdad, tengo demasiadas cosas que hacer.
Con la bebida, en cambio, el día se pasa volando, irrepetible y leve. Beber es algo que puedes hacer a ratos perdidos, en tiempos muertos, entre horas, o a la vez que te dedicas a cualquier otra actividad laboral o familiar.
Sin interrumpir tu vida cotidiana, sin esfuerzo ni disciplina, tú sigues con tus cosas y, cuando te quieres dar cuenta, ya has bebido siempre más de lo que te conviene y al final del día te vas a la cama alegre y sin la soberbia que inflige la abstención, con ganas de abrazarte a tu novia y la recompensa de sentirte culpable y, por lo tanto, mucho más atractivo.
Hay escritores que beben para poder esscribir. Sin embargo, el gran Eduardo Chamorro solía decirle a Juan Benet:
-Tú perteneces a otra clase de escritores, porque tú escribes para poder beber. ?sa es la clave de tu narrativa.
Acertaba Chamorro y, en ese sentido, siempre he intentado ser lo más benetiano posible.
Lo único malo de beber, y mucho más penoso aún para un novelista, es la cara que se te queda.
Se te pone cara de personaje de novela.
Lo sé porque en la web The composites han hecho, con el software que utiliza la policía y a partir de las descripciones que aparecen en los libros, retratos robot de personajes de novela.
?ste es, por ejemplo, el Humbert Humbert de Lolita:
Espeluznante, ¿verdad?
Lo peor, sin embargo, es el rostro que, con herramientas policiales, adquiere Madame Bovary.
¡Pobre Emma! ¿Se depilaba las cejas? No recuerdo las pinzas y la depilación en la novela. No recuerdo este rostro, a pesar de que he leído tres o cuatro veces la novela. En fin, si lo dice la policía.
Viendo estos retratos, no me cabe duda de que jamás lograré tener cara de novelista: como mucho de personaje de novela.
Tendré que resignarme a ser ficticio.
Lo que me ayudaría saber es de qué novela he salido.
¿Tú qué crees? ¿Sabes de qué novela me han sacado?
Tiene usted un aire al Watson de la peli de Wilder LA VIDA SECRETA DE SHERLOCK HOLMES, pero más cañí. Y el Humbert Humbert del retrato robot es una trampa: resulta que el pobre se quedó mentalmente en la adolescencia, pero eso no indica que tenga que tener cara de ñiño envejecido. Saludos desde Cáceres.
pues sí, suelo escribir un cuento erótico al año y están en varias antologías, por ejemplo en una de Tusquets
no seas delatora….
ya me gustaría recordar a POe en lo que fuera. Abrazo
yo no suelo quejarme, ja, ja