En el corredor de la muerte
El miércoles me fui a Zaragoza, a presentar el libro de Eduardo Vilas (texto) y Jaime Martínez (ilustraciones), El pájaro de fuego.
Es un gran libro, un cuento de hadas tradicional, previo a la aniquilación de los cuentos tradicionales a cargo de los norteamericanos y sus mejores intenciones.
En 1900 firmó Lyman Frank Baum la Declaración de Independencia de la Narrativa Bondadosa.
Empezaba el cambalache del siglo XX.
Así reza el texto fundacional, esa breve Biblia del buenismo:
Folklore, legends, myths and fairy tales have followed childhood through the ages, for every healthy youngster has a wholesome and instinctive love for stories fantastic, marvelous and manifestly unreal. The winged fairies of Grimm and Andersen have brought more happiness to childish hearts than all other human creations.
Yet the old time fairy tale, having served for generations, may now be classed as «historical» in the children’s library; for the time has come for a series of newer «wonder tales» in which the stereotyped genie, dwarf and fairy are eliminated, together with all the horrible and blood-curdling incidents devised by their authors to point a fearsome moral to each tale. Modern education includes morality; therefore the modern child seeks only entertainment in its wonder tales and gladly dispenses with all disagreeable incident.
Having this thought in mind, the story of «The Wonderful Wizard of Oz» was written solely to please children of today. It aspires to being a modernized fairy tale, in which the wonderment and joy are retained and the heartaches and nightmares are left out.
L. Frank Baum Chicago, April, 1900
El primer párrafo habla de la fascinación de los niños por los cuentos tradicionales. En el segundo introduce el «pero» y desarrolla hasta el final su nuevo Programa Narrativo para el Chaval Contemporáneo. Dice más o menos:
Sin embargo, el antiguo cuento de hadas, que ha sido útil durante generaciones, ahora ya debe ser etiquetado como «histórico» en las bibliotecas de los niños; puesto que ha sonado la hora de una nueva serie de «cuentos maravillosos» en los que los estereotipos de la bruja, el genio y el enano sean eliminados junto con todas las peripecias sangrientas y horrorosas maquinadas por los autores para endosar una terrible lección moral en sus historias. La enseñanza moderna ya incluye la moralidad; por lo tanto el chaval moderno sólo busca entretenimiento en los cuentos maravillosos y se puede pasar tan a gusto sin los incidentes desagradables.
Con esta idea en la cabeza, El mago de Oz se escribió con el único propósito de agradar al chaval contemporáneo. Aspira a ser un cuento de hadas modernizado, que conserva las maravillas y la alegría y prescinde de la angustia y las pesadillas.
Formidable, Baum, pídete lo que quieras en la barra.
De aquí, de esta Declaración de Independencia de la narrativa popular, arranca la literatura light que nos domina, baja en calorías, de dieta, sin ningún sentimiento que no sea positivo, puro entretenimiento despojado de cualquier difiicultad que pueda hacer sufrir o pensar.
De Baum a esos descerebrados que han corregido a Mark Twain hay un linea recta que pasa por el buenismo zapateriano, las fotos de Sartre con el cigarrillo borrado y la forma de cretinismo que se suele conocer como «corrección política«.
A mí me parece una barbaridad: así dejamos a los niños indefensos.
Leer un cuento es aprender a vivir.
Por eso en un cuento tradicional hay violencia, agresión, poder, aniquilación, injusticia y desorden. Los niños aprenden así a enfrentarse a sus propios malos sentimientos, a su violencia, a su egoísmo, a su miedo a la destrucción, a su sentimiento de agravio, a la injusticia. Aprenden a vivir, sin mirar para otro lado, sin dar por hecho que ellos y el resto del mundo son buenos.
Pensar que la ética se aprende en el cole es una idea de bombero que sólo se le puede ocurrir a tios como Baum o Zapatero.
Para eso está la vida, el patio de recreo y la lectura de cuentos.
Esto es lo que dije más o menos en Zaragoza, porque el libro de Eduardo y Jaime vuelve a los tiempos anteriores a la Declaración de Independencia de Baum, a los tiempos en que un cuento servía para aprender una lección sobre la vida (que sin duda incluye la crueldad, la explotación, la violencia, el abuso de poder, el castigo que recibe el deseo y la cara oscura del amor: de eso trata el cuento de Vilas y Jaime Martínez).
Llegamos en tren por la mañana y nos encontramos en el vagón-cafetería a David Villanueva, el editor de Demipage, siempre nos divertimos mucho juntos porque le digo que publica cosas de gabachos. Tras unos whiskies de bienvenida, nos fuimos a ver la Aljafería.
Luego comimos con Paco y Ana, de la librería Cálamo, viejos amigos que ya conocía de presentar libros allí hace diez años, porque Cálamo es sin duda una de las mejores librerías de España.
Comí un cocido y fue tan contundente que Paco y Ana, siempre generosos, se compadecieron de mí:
-Anda, vete a casa, que vivimos a la vuelta de la esquina, y échate una siesta. Nos vemos luego en la librería.
Dicho y hecho, en el sillón de Ana y Paco me quedé traspuesto.
Desperté frente a una adolescente con los ojos como platos. Era muy guapa y morena. Llevaba un cuchillo de cocina en la mano, como si temiera un ataque repentino.
Pensé en pellizcarme, a ver si seguía soñando, pero entonces oí su voz con trémolos de espanto diciendo:
-Usted… ¿qué hace aquí? ¿Quién es?
Era la hija de Paco y entiendo que llegar a casa y encontrarte a un tipo de bigote como yo, con mi elegancia natural, tumbado en el sofá del salón, tiene que ser como mínimo una experiencia traumática.
Nos miramos de hito en hito: yo no sabía si su aparición era parte de mi sueño y ella no sabía si mi presencia era su pesadilla.
Para ella debió de ser un cuento tradicional, en contra de los preceptos de Baum: con muy poca alegría ni maravilla, pero repleto de angustia y pesadillas.
Por eso luego se me ocurrió hablar de Baum para presentar la obra de Jaime y Edu.
Como todos los regalos, no me merecía encontrarme en Cálamo a dos buenos amigos.
Por un lado, Manolo Vilas, compañero de tequilas en México, de tardes de whisky en Zaragoza y de polémicas en algún periódico.
Por otro lado, un nuevo amigo que en cierto modo era ya un viejo compinche, Joaquín Berges.
Joaquín y yo somos los únicos dos autores de Tusquets que tenemos blog: un privilegio tan dudoso como el de ser los únicos dos presos en el corredor de la muerte de una penitenciaria federal.
Ahí estamos los dos, codo con codo, con nuestros monos naranjas, encadenados de pies y manos, y esperando a que nos frían de una vez o a que suene el teléfono y sea el gobernador con un indulto.
Cada semana nos llevan al patíbulo y salimos al patio carcelario de la blogosfera a que todo el mundo se ría de nosotros y golpee las rejas con su cuchara para que empieze el espectáculo.
De momento, cada semana, llama el gobernador y el alcaide suspende la ejecución hasta la próxima.
Algún día no sonará el teléfono, ¿verdad, amigo Joaquín?
Si quieres ir a ver a Joaquín, aquí te dejo el número de su celda.
Mientras esperamos el día fatídico, como todos los presidiarios, nos dedicamos a penosas tareas, a construir catedrales con palillos de dientes, a hacer fichas de ajedrez con miga de pan, a copiar la Biblia en una lenteja… en nuestro caso, a escribir novelas.
Vive como puedas, la última de Joaquín, es una auténtica juerga, te la recomiendo. Como bien señalaba Senabre en El Cultural de El Mundo, un lujo: una novela de humor en un país que detesta el humor.
A mí me ha parecido que Joaquín es un hijo natural del gran Kingsley Amis (quizá para compensar lo aburrido que es su hijo legítimo, Martin), y su novela es una sátira social envasada en una comedia de situación.
Aquí estamos Joaquín y yo en Cálamo:
Rafael,
He robado un cuchillo de plástico del desayuno (por fin) y he comenzado a excavar un túnel detrás del póster de la Virgen del Pilar que tengo colgado en la celda. En cuanto llegue al exterior te aviso y nos fugamos. Ve preparando la documentación falsa. A mí hazme un pasaporte a nombre de «Joaquín Amis».
Y ni una palabra de esto a nadie.
Cada noche mi hija de tres años me pide el cuento de Hansel y Gretel. Y cada noche meto a la bruja en el caldero hirviendo hasta que se muere. A mí me da cierta cosa ser tan cruel, pero a mi hija no le veo ningún trauma aparente.
Tal vez esa suavidad de los cuentos de hoy día sea la culpable de la juventud descafeinada que existe. Nos esperan tiempos difíciles… Qué fue del lobo que se comió a la abuelita? Y del leñador que la rescató abriéndole en canal para despues rellenarlo con piedras?
Pena, penita, pena…
Ni una palabra, compañero. Pero… ¿seguimos contando con la lima que te trajo tu mujer en un bocata? Un abrazote
No sé. Por un lado pienso que el mundo se va a ir a la mierda de aquí a a cuatro días por lo estúpidos que somos y por otro, repasando la historia, pienso que si hemos llegado hasta aquí, sobreviviendo a todo tipo de catástrofes, por algún giro extraño del destino que se me escapa, seremos capaces de burlar, una vez más, el despeñadero para imbéciles que nos parece reservado. A saber. Por lo que parece, las idioteces siempre son vencidas, al final, pero siempre gobiernan, durante todo el tiempo para nuestra desgracia. Estamos condeanos a un mundo de palurdos que no será derribado por los palurdos. O yo qué sé… a lo mejor el palurdo soy yo, claro, que creo que sí…cada vez más.
No se ven cicatrices ni vendas, asi que supongo que lo del cuchillo acabó bien
Hola compañero, pon un cuento en tu vida y ésta empezará a ser vida…el cuento es la fuente de la eterna juventud.
Por lo demás todos somos presos de algo, de alguien…es ley de vida, siempre escapando de algo..buscando un todo…
Yo me conformo con escapar de la negativa influencia del Inmundo…eso si, su cultural me gusta..y es que uno nunca es fiel a un todo, sólo a un algo…
Buen día, besos de agua..
Mi padre se inventaba para mi sobrino, que tendría por aquel entonces 3 o 4 años, cuentos de viajes a África, en los que, los dos montados en elefantes, cazaban todo tipo de fieras, incluyendo a negros. Una tarde mi sobrino dijo <>. Como yo estaba presente, mi padre se debió de apiadar y me incluyó en la historia.
Total, que ahí íbamos los tres por la selva felices en nuestros elefantes, pegando tiros con un arsenal con el que podríamos haber invadido Portugal. Al principio el paseo fue la mar de bucólico (sólo matábamos bichos), hasta que empezó la habitual sangría contra la tribu negra de rigor. Llegados a este punto, yo, veinteañero incauto cretino bienpensante, escandalizado corté por lo sano la batalla y le expliqué al niño toda esa murga condescendiente, igualitaria y correcta. El pobre niño que se lo estaba pasando como los indios con la historia africana, miró a mi padre y le espetó <>
Hoy, con 16 años, mi sobrino se pasa el día jugando al baloncesto con sus vecinos etíopes.
??No digo más?
Pues sí. La vida es un cuento. A veces de hadas, a veces de pesadillas, a veces de dudas, y a veces, un sueño. Je. No creo que estéis en ningún patíbulo… y me alegro. La gente, mucha, como yo, os lee, y sóis (al menos tú.. a ti sí que te leo..) un adorable y leccionador cuento. Y lo mejor de todo es, siempre, no dejar de soñar. Pase lo que pase. Besos.
aaaleccionador… ahoraaaaaaaa…
La mejor moraleja es el último tabú: no tengais hijos. Ahorradles el patio de la escuela y los horrores absurdos de la vida.
Espero que el túnel que está excavando Joaquín sea lo suficientemente grande como para que quepamos todos. Porque… ¿no estaréis pensando en dejarnos aquí, verdad?…
😉
Sí, sí, tranquilos. El túnel es bastante ancho. Ya voy por la zona de las letrinas. No me preguntéis cómo lo sé. Lo sé y punto. En unos días nos plantamos en el exterior, según mis cálculos a la altura de una playa de Alicante. Puestos a excavar un túnel, mejor que acabe en un sitio que merezca la pena, ¿no?
Y en fin.
No quiero resultar insultante, pero si yo llego a mi casa y me encuentro a Maese Reig morfeando en mi sofá, me da un infarto.
Se lo advierto desde ya, sobre su conciencia queda.
Yo de pequeño lo pasé fatal con El Mago de Oz. Incluso ahora me dan pesadillas los Munchkins y los monos voladores.
Hombre, ahora que íbamos a escapar (yo me apunto, que para eso leo por aquí, para escapar) vamos a dar a una playa de Alicante, infestada de urbanizaciones? ¡De eso nada! Dale un poco más a la cucharilla, ya que estás, que las playas de Cádiz son más largas y espaciosas para la carrera.
Querido, Rafael, en esto de El Mago de Oz no coincidimos. Yo sí creo que El Mago de Oz esconde una gran lección de vida:
http://criticoestado.blogspot.com/2011/07/sigue-el-camino-de-baldosas-amarillas.html
Aunque seguro que a ti te parecerá ternurista.
Abrazo,
Tu historia me inspiró un montón, como un buen cuento clásico, así que miro con más ánimo la realidad que espera a asaltarme en cuanto apague el PC: problemas económicos, españistán allá y Venezuela aquí, la inseguridad desbocada y la injusticia campando a sus anchas como los dragones de siete colas de mis cuentos de niño.
Pero, como Bastian al otro lado de la Historia Interminable, soy un poco más héroe porque estuve allí, en los mundos de los cuentos crueles y fantástico-realistas que me enseñaron a luchar a brazo partido sin dar cuartel ni pedir clemencia.