La toma de tierra
Hoy por la tarde empieza la Feria del Libro de Madrid, a la que yo he ido desde pequeño y en la que he firmado libros desde 1990. Me estreno esta tarde en la caseta de Visor y con el mismo entusiasmo que cuando fui hace 21 años a firmar ejemplares de mi primera novela, Esa oscura gente.
¿He dejado de hacer promoción? No, qué va, pero ya estoy menos ocupado, algo menos, ya paso más días seguidos en Cercedilla, viendo pasar las nubes desgarradas por los picos del Guadarrama y tomando cañas.
Bajé a Madrid para una cosa de la tele, que hicimos en el Hotel Kafka y luego en el bar de Diego, donde nos empeñamos Diego y yo en ofrecer estampas de costumbrismo al estilo Vivir cada día: Qué tal, Rafita, ¿lo de siempre? Venga, Diego, ponme una que tengo sed. ¿Te pongo del pulpo? ¿Del champi? ¿De la gambita? Lo que tú quieras, pero otra más de líquido,etc.
(La verdad es que estaban rodando sin sonido, eran los famosos «recursos», pero ninguno tuvimos corazón para advertírselo a Diego, que lo estaba dando todo, en una actuación memorable, cautivando a la cámara).
Otro día bajé para el curso de lectura de Chavi Azpeitia,en Hotel Kafka, que había puesto mi novela para leer.
Los estudiantes, siempre amables, se habían puesto todos camisetas con el título de mi novela.
A las chicas les quedaban bastante mejor que a los chicos, si quieres saber mi opinión:
Otro día más bajé para comer con mis compañeros del suplemento cultural de ABC, le dábamos un premio clandestino a Javier Gomá.
Comimos en la Taberna de Buenaventura y nos empujamos un cocido que estaba para aplaudir. A mí me toco entre Rafael, de Faber-Castell, a babor; y Carmen Posadas, a estribor. Rafael me cayó estupendamente, pero tú comprenderás que me escorara ligeramente a estribor, todo hay que decirlo. Enfrente tenía a Martínez Lainez y por todos lados buenos amigos como Juan Malpartida, Juan Ángel Juristo, Ramón Pernas, Irene Lozano o el jefe y mi compañero de página (Rodríguez Lafuente y Armas Marcelo).
Aquí estamos, en la foto veo también a Paula Izquierdo, a César Antonio Molina y a Fernando Rodríguez Lafuente y Juancho Armas que, no sé por qué, llevaban idéntica camisa de tela vaquera.
Ayer, por último, volví a Madrid para un curso en Ámbito Cultural, un encuentro entre autor-editor, dentro del máster de edición. Nos teníamos que encontrar mi editor, Juan Cerezo, y yo, con Chavi Azpeitia de moderador e híbrido, puesto que es novelista y editor.
Juan Cerezo me había llamado la semana anterior:
-Rafael, que vamos a sacar la segunda edición.
-Lo haces para consolarme, ¿a que sí?
Porque yo estaba desconsolado: Orejudo ya había estado antes allí, en menos de un mes agotó la primera edición de su libro.
-No digas bobadas, que no somos una ONG, lo hacemos porque se vende. Si no, ¿de qué? ¿Por tu cara bonita?
-Ya, claro, eso se lo dirás a todos.
El caso es que, a modo de consolación, es verdad que han hecho una segunda edición, con una faja en la que algunos amigos (a cambio de jugosos sobornos, claro está) se esfuerzan por simular que les ha gustado la novela.
Como ya dijo (¡antes!) Orejudo, yo también puedo decir ahora:
-De joven me gustaban las braguitas tanga, pero ahora ya prefiero rozar con los dedos una buena faja.
La cosa, en Ámbito, iba de que Juan y yo les contáramos a los asistentes cómo era la relación entre autores y editores. Y Chavi, autor y editor, les contaría cómo era su relación consigo mismo.
-Quiero que sepas, Juan, que ha habido otros editores en mi vida… ¡tengo un pasado!
Fue la primera confesión que tuve que hacer, porque, como explicó Juan, en cierto modo es una relación conyugal.
A mí me parece que es un matrimonio muy tradicional, de los antiguos, donde el editor hace de hombre y el autor de mujer. Un hombre de verdad y la mujer-mujer de Ana Botella.
Los autores nos portamos como mujeres incomprendidas, somos caprichosos, damos la lata, necesitamos mimos sin parar, tenemos antojos, sufrimos ataques furiosos de celos, exigimos que nos comprendan y detestamos que nos quieran sólo por nuestro cuerpo (o número de ejemplares vendidos), ¡no somos un objeto sexual, queremos comprensión! ¡Soy una mujer desaprovechada, ya ni me miras! Lo que más tememos es que aparezca una jovencita con minifalda y las tetas de punta y a nuestro santo se le vayan los ojos detrás de sus piernas, de su novela posmoderna y de sus contoneos con personajes copiados de películas. ¡Y decías que me querías! Falso, que eres un falso.
El editor marido se comporta como el tradicional hombre paciente y sereno: nos consuela, nos apoya, nos dice que somos los mejores, que es verdad que tiene otros autores, sí, claro, él no lo niega, pero que eso no son más que aventuras de una noche, que no significan nada, que a quien de verdad quiere es a uno, tú no te preocupes.
El editor es para el autor la toma de tierra.
Los escritores trabajamos solos, en casa, en pijama, y perdemos sentido de la realidad en cuanto una página nos sale un poco mal o un poco bien. O somos Shakespeare o somos lo peor de lo peor.
Necesitamos toma de tierra y, aun con ella, de noche se nos oye gemir y bramar de pronto, como a los frigoríficos, con los mismo temblores.
El editor es la toma de tierra que te sujeta (un poco) a la realidad, que te hace ver que no eres Shakespeare, aunque tampoco hay una conspiración internacional contra ti ni mereces ser fusilado.
Juan explicó cuáles son la peleas conyugales más frecuentes. Como en todas las parejas, casi siempre por la pasta. Un caso típico, contó, es el del autor que se descuelga con una novela muy por debajo de su calidad habitual. ¿Cómo se le convence? ¿Qué se le dice? ¿Se le publica por mimarle o no y entonces se va con otro y luego te echa de menos?
Expliqué cómo veía yo a los editores desde fuera.
Al principio no tenía ni siquiera muy claro qué rayos era un editor. Pensaba que era más o menos el jefe de la imprenta.
Una vez ligué con una chica que me dijo que trabajaba en una editorial.
-¿Qué haces allí?
-Soy editora de mesa.
¿De mesa? ¡Atiza! ¿Es que también las había de barra? En ese caso, para ligar, mejor las de barra, ¿no?
¿Otras serían editoras de taburete?
Al final me hice a la idea de que era una diferencia de foco. El editor de mesa es que el lee palabra a palabra y comprueba que no haya erratas, que un personaje no tenga distinto apellido veinte páginas más adelante, que el asiento 16-D sea de ventanilla, como tú pretendes en tu libro, y no pasillo (esto me pasó a mí), que si metes en un barco a dos matrimonios y un primo que acaba de llegar del pueblo, luego no desembarquen en la otra orilla «los seis muy alegres» (esto también me pasó a mí, que parecía que al barco se habían subido polizones sin que el autor se percatara o que era una patera y nadie sabía muy bien cuántos iban allí metidos). En resumen, el editor de mesa pone el foco en el texto, en lo que hay de hecho en esas páginas, y las lee con más atención que tu propia familia y que tú mismo.
En el otro extremo está el editor de mesa… de restaurante. Es el que alterna, compra derechos, diseña las grandes estrategias, cuida la coherencia del catálogo, define la imagen de marca, etc. Lee tu novela, por supuesto, conoce el texto, pero creo que su labor prioritaria es ponerlo en contexto: de qué va tu libro, cuál es la propuesta central que hay que hacer más visible, de qué generación eres, cómo encajas en el catálogo, cuál puede ser tu forma de reclamar atención, etc.
Estos son los dos extremos, arquetipos platónicos que, en la vida real, se entremezclan. He conocido editores de mesa de restaurante obsesionados por las erratas o por si se escribe asimismo, todo junto, o así mismo, separado y cosas así. También he conocido editores de mesa que, entre las correcciones de pruebas, dedicaban toda su energía a la identidad corporativa de la editorial y cosas así.
Entre la mesa de trabajo y la de restaurante, entre el texto y el contexto, se desenvuelve el llamado «editor literario», que a veces es las tres cosas, de mesa, de restaurante y literario, la Santísima Trinidad editorial.
Tiene una visión del contexto y conoce bien tu texto, pero su trabajo está enfocado a lo que no has escrito. A lo que todavía no has escrito o a lo que has escrito de más. O mal.
Como dijo Juan en la charla:
-Se trata de lograr, aunque sea mediante el uso de la violencia, que yo no lo descarto, que Rafael escriba la mejor novela que él puede escribir.
No se trata de que yo escriba el Quijote ni de que escriba La sombra del viento, sino la mejor que yo puedo escribir.
Lee lo que has escrito, pero sobre todo debe sospechar qué es lo que habías querido escribir, lo que eres capaz de escribir.
Su trabajo diario es achicar agua y acortar distancias: conseguir que el autor acerque el texto final, el que está en las páginas, al que estaba en su cabeza al ponerse a escribir, al texto ideal que el autor quería hacer, al mejor que él podría hacer.
En concreto ¿qué hace entonces?
Usa mucho lápiz y mucha goma. Este personaje es débil. Esta transición es abrupta. Toda esta parte sobra. Tienes que inventar algo para que se note que la tía es una egoísta; vale, lo es, pero el lector lo sabe porque lo dices tú, en la novela no lo vemos, haz que yo lo vea con mis propios ojos, pónmelo delante. Aquí te has dejado llevar y has metido algo obvio, que chirría porque es evidente (esto me dijo a mí Juan). Este personaje tiene mucho más fondo, anda, trabaja, que hay mucho más (esto me dijo a mí Juan también: qué hace Charito los domingos, piensa en eso, piensa en qué siente hacia su padre, etc.). Hay disonancia entre estas dos partes (ídem). Este personaje está bien, pero este otro parece de tebeo (ídem).
En fin, todo así, todo con ejemplos de nuestro trabajo común, que ya es largo, porque no sólo hemos trabajado en Todo está perdonado, sino también en otra novela, una de espías, que de momento está en un cajón.
Por supuesto, Chavi también intervino, puesto que ha editado todas mis novelas (a veces en calidad de amigo, otras en calidad de editor, pero siempre con generosidad y acierto).
En la mesa, yo, Juan Cerezo y Chavi Azpeitia.
De allí nos fuimos a beber y picar algo, en una terraza con toldo sobre el que rebotaba la lluvia intempestiva y primaveral.
Ah, por cierto, ¿que qué pienso de la acampada de Sol?
¡Qué pregunta! ¡Pero si acabo de publicar una novela de 367 páginas que dcie lo mismo! Que la democracia a la que nos hemos resignado es una liturgia hueca, una ceremonia vacía, una eucaristia en la que sólo hay pan y vino, pero sin carne ni sangre, porque desde la Transición hemos hecho encoger la democracia para expulsar al pueblo de la vida pública y de lo que llamamos democracia.
Qué voy a pensar.
Que está muy bien.
Aunque falta alguien que vaya en un vagón blindado hacia la estación Finlandia-Sol de Metro.
Pues también es verdad. Aunque, no está de más un apoyo público un poco más sonoro, más que nada porque , a pesar de la segunda edición (ojalá sean tres o cuatro más) (¿O hay que decir «reimpresión»? Ya puestos a hablar de editores. Una segunda edición sería aquella en la que, en contubernio con tu editor, sometieseis a la novela a algún cambio. ¿no?) (me parezco a Benet, el rey del paréntesis y recordman mundial absoluto en pérdidas de «sujetos»)
Porque a pesar de que te leen-decía- ese número de personas es minoría. Y también para hacer buena tu petición en tu minidiscurso de refundación de la izquierda: «utilizadnos más».
El editor último tiene que estar hecho de otra pasta, porque decirle a un artista qué es lo que debe cambiar y discutirle aspectos de su obra debe ser, poco más o menos, como decirle a un fundamentalista armado hasta los dientes, en la cara, y sin apoyo de ningún tipo, que Mahoma es un cuento chino
Muy interesante esta entrada, Rafael. Gracias por compartir el curso
Hola compañero,el presunto escritor, (porque en este país escribe casi todo el mundo,y sino nos retraemos en el tiempo y leemos aquello de…» corren malos tiempos,los hijos desobedecen a sus padres y todo el mundo quiere escribir un libro»esto lo sopló un tal Cicerone…)tiene que alimentar su ego, un escritor sin ego,es un cura sin feligreses…por eso hay que utlizar al comodín editor desde niñera hasta cocinera….dicho esto espero que llegues a más ediciones, que el pueblo soberano decida,que no lo guien que no lo manipulen,el derecho a elegir la lectura se está convirtiendo en el último bastión de la libertad…y lo dejo ahí, no hablo de camisetas, señoritas, ni acampadas al sol….que firmes mucho y con buena letra..buen día, besos irreverentes..
Hola compañero, algo falla en el mundo, los hijos desobedecen a sus padres y todo el mundo quiere escribir un libro, un tal Cicerón sopló esto hace largo tiempo…ahora escribe cualquiera…opinión propia y por lo tanto totalmente discutible, por eso la digo,espero que firmes muchos libros y que llegues a muchas ediciones,en ciertas vertientes la calidad no va acorde con la cantidad,independientemente de quién sea el editor y quién el autor..de chicas en camiseta, festejos literarios y reuniones al sol,hablaremos otro día….gracias, buen día, besos plagiados…
Menos mal que te has posicionado con lo de la acampada,ya tocaba.Y la novela de espías para cuando? esa va a ser la buena,y espero que salgan espías femeninas y que sea de humor.Saludos.
Qué bonito el párrafo segundo de tu entrada. Precioso.
Suerte en todo y en tu libro. Te lo mereces por ser como eres.
Eres grande, Reig. Y tú, como el cocido que os comisteis, sois ambos a partes iguales, cosa de aplaudir.
Ahhh… y también me encanta el párrafo de » De allí nos fuimos a beber y a picar algo..» claro.. hasta el final del mismo. Exquisito de verdad.. Maravilloso.
Y, por supuesto, yo me subo al vagón sea o no blindado.
Un fortísimo abrazo,
Yo misma.
Bueno.. y supongo que no es necesario decir que me ha encantado tu entrada. Hoy, si cabe, incluso más interesante y sustanciosa que las otras (ya digo.. si cabe..). Rotas ideas y las tocas con sensibilidad y poder de transformación (y reflexión).
Tremendo. Chapeau!!!
Una entrada magnífica, como siempre.
Te escribo desde el otro lado del mundo (bueno, no tanto, solo vivo København) para agradecerte el mejor regalo que me han hecho en mucho tiempo. El libro que le recomendaste hoy en la feria a Jacobo «para una chica guapa». Gracias por la dedicatoria, que ilusion!! No puedo esperar a llegar Madrid y comenzar a leerlo.
Beso grande.
PD- Sigue así
Hola Rafael, soy un adicto de tus novelas, de tus artículos y de tu blog. He de decirte que tu opinión sobre los problemas de actualidad siempre me han interesado mucho. Ultimamente abro tu blog con la esperanza de encontrar una opinión sobre el 15M, ¿vas a darnos algo más de luz sobre el asunto?. A mí y a muchos nos encantaría saber tu opinión.
Ah! Sí, lo del sol….pues me parece muy bien. También soy adicta de tus novelas, de tus artículos, de tu blog…y también entiendo que cada uno tiene su vida, sus prioridades y el tiempo que tiene, que el día solo tiene 24h. Con todo el cariño y aprecio que te tengo, anónima y trabajadora sin ser conocida más que por mis clientes y pacientes, amigos y familia quiero manifestarte mi decepción. Paco Ibáñez también ha «publicado» sus discos y estuvo presente en Plaza Cataluña, te menciono a Paco como podría hacer una lista de tantos otros que con su presencia, sus escritos, sus palabras han hecho posible que sea un movimiento, una queja, una propuesta imposible de «limpiar a golpes» (aún y haber recibido por parte de los mossos). Por gracia o desgracia nos son necesarios personajes públicos, conocidos y reconocidos…
La ausencia de tu implicación (ya sea en presencia o por escrito o qué sé yo cuántas maneras son posibles) en un primer momento me hunde en una profunda decepción y rabia, y en un segundo momento me pregunto porqué? Nos lo explicas? Es curiosidad, no te juzgo.
Tal vez el problema sea que andemos buscando tus palabras sisteméticamente en este blog o que nuestras expectativas hacia ti sean demasiado altas.