Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Tropezando con Bolaños

Lo que no he contado en Facebook es a quiénes nos sucedió aquello. Íbamos Violeta, Orejudo y yo por la calle Colón, tan estrecha y tan incómoda, y fue Violeta la que casi se cae, y la que se confundió y dijo:

-¡Casi me mato contra ese Bolaño!

-Cari, que son bolardos, no bolaños.

-Qué más da, llámalo equis, no se puede dar un paso, está todo lleno de Bolaños. Te tropiezas con un Bolaño por todas las esquinas.

Y así se han quedado: los Bolaños que te impiden dar un paso sin romperte un tobillo; los Bolaños que te rompen todos los litros de Mahou que lleves en la bolsa de la compra; los inevitables, los insistentes, los fatales Bolaños que han tomado la ciudad entera y los escaparates de las librerías.

La semana pasada me avisó Lidia, de Tusquets: «ésta va a ser lo que se dice una semana simpática».

Ya lo creo. El martes me cogí el tren a Jaén, que está más lejos de lo que parece.

Vi olivos, vi sus piedras lunares, vi chicas guapas y calles arboladas, o chicas arbustivas y calles tentadoras, o quizá sólo fueran chicas con su acera de sombra, chicas con suave pendiente y que van a dar al horizonte o desembocan en campo abierto, a esas suaves colinas, onduladas, con hileras de olivos.

Llegué a la hora de la siesta y en la estación me recogió Francisco Ruiz Fúnez, que me llevó al hotel.

Problema: no había sitios libres en Jaén para fumadores (el número de habitaciones para fumadores está muy limitado por la tiránica ley de los mojigatos).

Solución: a la española, ya te puedes imaginar.

En este país, si le dices a alguno que no puede aparcar en doble fila, todavía te echa una bronca:

-¡Es sólo un momentito, tío!

Pues igual:

-¡Es sólo un cigarrito, tío! -y tan campante.

A la caída de la tarde nos fuimos Paco y yo a la Feria. Saludé a los libreros y nos metimos en una carpa  a presentar el libro.

Cenamos como canónigos, tomamos las copas de precepto y me fui a dormir. A la mañana siguiente vino a recogerme Antonio, el taxista, para llevarme en coche a Almería.

Fue un viaje divertido, aprendí de Antonio mucho sobre la cura del olivo y llegué a Almería a la hora de comer.

¡Maldición: Antonio Orejudo ya había estado antes allí!

Mucho antes, nos ha merengao, lleva viviendo en Almería casi quince años.

Fui a comer a casa de Orejudo, con Helena y los chicos, Paula y Jorge, que están ya grandísimos, y pasé uno de esos ratos que te reconcilian con todo, comiendo en familia y hablando con los chicos de todo un poco y, sobre todo, de que sus padres, cuando eran jóvenes, no eran como ahora.

Orejudo y yo siempre nos hemos llamado por los apellidos y siempre nos hemos tratado sin contemplaciones, con ironía (si no sarcasmo) y procurando reírnos (aunque sea el uno del otro).

Orejudo me decía, pongamos:

-Reig, tú de fútbol, como de casi todo, hablas de oídas. Eres un impostor. Si ves un partido y gritas: ¡Chuta, chuta!

Los chicos, que son ya producto de la corrección política y el buenismo, se escandalizaban:

-Papá, ¿por qué le hablas así? Qué raro estás. ¡Si es tu amigo!

-Pues por eso mismo, precisamente -intentaba explicarles yo.

Orejudo y yo nos criamos en otra época, donde cuanto más amigo eras, menos miramientos tenías.

Tomamos una copa Helena y yo en el jardín, mientras Orejudo se echaba la siesta, y luego nos fuimos a ver al amigo librero de Orejudo, Diego Zaitegui, a su librería Zebras (bueno, más bien a la terraza del bar de enfrente, donde nos administramos un par de copas).

 

Aquí estamos Diego, yo y Orejudo.

Sí, yo también me lo pregunto y la respuesta es no sé.

Ni idea de por qué ponía ese gesto.

¿Los peligros de la automedicación, me habría pasado con la dosis administrada de Cutty Sark? ¿O sería que Orejudo habái dormido siesta y yo no? Pero, claro, si uno quiere quedarse a solas con la mujer de su amigo, habrá que renunciar a algo, ¿no te parece?

De Zebras nos fuimos paseando a la Biblioteca, donde presentamos Orejudo y yo el libro. Hablamos de todo: de las novelas de Los Cinco, de una revista que hacíamos en la Autónoma, de los veranos en Madrid intentando escribir la primera novela, de Estados Unidos, de la vida familiar, de la amistad juvenil y la amistad que perdura…

Nosotros nos reímos mucho, pero creo que los demás también, o quizá eran muy generosos y grandes actores.

 

 

 

 

Al terminar fuimos a la Feria a firmar y luego a tomar copas y pinchos con Emilia Recio y con amigos de Orejudo.

Ahí estamos, en la plaza Flores de Almería. La de la derecha del todo es Emilia. Parecemos borrosos y trémulos, de puro alegres.

Aquí estamos, menos movidos, Orejudo y yo:

 

A la mañana siguiente me costó arrastrarme hasta el aeropuerto.

Volé a Madrid y de allí a Asturias. En Ranón me esperaba Rafael Prendes, mi pastor en Oviedo, un amigo instantáneo y duradero, con el que me reí desde el primer minuto, un aparato (como le gusta decir a él: cuando alguien le cae bien, dice «ése ye un aparato»).

En Ovieu nos encontramos con un orbayu pa nun llevar paraguas.

Rafa Prendes y yo fuimos de la misma opinión: ¿hotel? ¿Quién quería ir al hotel? ¡Mi mochila al maletero y vamos a tomar unos culetes!

Dicho y hecho.

En los bares de Asturias han puesto barriles, para fumar y beber a la vez (los paisanos somos así, multi-función, y hasta charlamos al mismo tiempo, qué pasa).

Y en todos está este cartel cargado de razón:

A la segunda botella se presentó, no podía faltar (porque le pongo falta), el amigo Manuel García Rubio. Comimos los tres juntos, luego me dejaron en el hotel, donde había quedado con la tele y con La Voz de Asturias (que fue mi hogar periodístico mucho tiempo) y nos reencontramos por la tarde, en la Cervantes, con Concha Quirós y Susana.

Vino Covadonga Nieto, la mujer de Manolo García Rubio, pero se fue corriendo: son un matrimonio organizado y se reparten las presentaciones. Como debe ser. Al pobre Manolo le había tocado yo, por exceso de caballerosidad, para dejar a Cova con el amigo Fernando Beltrán.

Por la noche Rafa Prendes y yo volvimos a coincidir telepáticamente: ¿cenar? ¿Quién quería cenar? ¡Vamos a tomar unas copas!

Dicho y hecho, con el regalo de que vino Ana, la novia de Rafa, con sus amigas.

No sé ni cómo conseguí levantarme para coger el avión de vuelta a a casa.  Ni cómo encontré la boca de metro que me llevó a Tribunal y de allí a casa de Violeta, no sin tropezar y abrirme la crisma varias veces con los inesperados, los ubicuos, los infranqueables Bolaños.

Tampoco sé qué explicación le di a Violeta, no lo recuerdo, pero oigas lo que oigas, tú no me desmientas… te debo una.

Comments (14)

don vito andolinamayo 18th, 2011 at 11:14

Hola compañero,mira que andar tropezando con el espíritu de Roberto por el kilómetro 2666 de la calle Colón…..y ahora me dirás que fue el barquito de Cuty el que naufrago en el Retiro…. ya te vale….
Interesante ruta gastronómica la tuya,autobuses, taxis,trenes, aviones….si es que con la llegada del progreso la literatura vive su apogeo…
Gracias compañero por comentar…..buen día,besos atormentados…

El Pobrecito hablador del Siglo XXImayo 18th, 2011 at 13:46

Madrid está cerca de todo y a menudo demasiado lejos.

Lo de los Bolaños no lo dirás en el mismo sentido que Marsé hablaba de los Goytisolo hace ya algunos años: «siempre, allá a donde un mira, hay un Goytisolo» . Aunque quizá lo digas porque de un Bolaño te acuerdas siempre, hasta del lugar donde lo leíste, y donde lo compraste, y del lugar donde cerraste la última página. Y también del rincón del alma en donde te dejó señalado.

Otrosí, y puestos a hacer demagogia de la buena, estoy pensando en diseñar un cartel parecido al de los hosteleros asturianos que diga:
«Prohibir las guerras perjudica a los traficantes de armas. »
Se me ocurre también que los hosteleros astures, tan ocurrentes, podrían ir con el cartel a pasearse por cualquien unidad oncológica de cualquier hospital del país.

andaluces de jaen aceituneros altivosmayo 19th, 2011 at 10:53

Estoy contigo pobrecito hablador, precisamente por eso no prohiben las guerras y si el tabaco, como tampoco prohiben los coches que provocan cancer de pulmón diho con la misma certeza científica que para el resto de prohibiciones. Oscuro rincón ese de tu alma, yo de Bolaños solo recuerdo la parte porno de sus novelas, bastante cómica por cierto, con pollones inmensos y ninfómanas de folletín, verdaderos bolardos priapicos encajados a ritmo para deleite de curiosos. !como para no tropezarse con éllos!

!andaluces de jaen aceituneros altivos!

Francisco Cerénmayo 19th, 2011 at 10:54

La piel de toro parece que tiembla YA!
Todos están a verlas venir y es ahora, Rafa, cuando los que transitamos tu blog con una copita en las manos, como amigos anónimos, buscamos unas palabras fuera de esos itinerarios, los trabajos y los días, que divierten tanto, pero que ahora resultan más minúsculos o extraños.
Tu eres un animal político, ¿no? Al menos eres un animal (espero lo entiendas, no es un insulto)
¿Qué te parece lo que pasa?
Una botella de wisky por una crónica tuya de un paseo por Sol.
Un abrazo.

Zamayo 19th, 2011 at 11:22

Venga Reig….Un día le oí decir que las izquierdas debíamos de utilizar a los escritores…por favor, haga de vez en cuando un paréntesis en la promoción de su libro (que aprecio) para colaborar, ayudar, poner palabras a todo lo que sucede en Madrid, Barcelona…. No practique el silencio!

Bernardomayo 19th, 2011 at 20:16

Qué bien y machadito te ha quedado el párrafo que le dedicas a Jaén. Gracias.
Lástima, gachó, lástima. Perdí la oportunidad de conocerte.

susanmayo 20th, 2011 at 14:02

Joder, Rafa, pareces de piñón fijo. ¿Otra vez con la murga del fumeteo, la hostelería y demás mandangas? El otro día oí en la radio una entrevista a los propietarios de un bar. Estaban encantados con la prohibición que a tí tanto te caldea; decían que mucha gente que nunca entraba al bar por asco del humo, ahora se atreve, y han mejorado sus ventas. O sea que, por lo menos, documéntate. Enséñanos un informe verídico sobre los graves perjuicios que llevan sufriendo los bares en estos meses.

Lo del whisky es distinto, allá tú, te mamas tú solo. Y si encima juegas un poco a «épater le bourgeois» y a demostrar cuán rompedor y enfant terrible eres TODAVÍA, pues adelante, te comprendo.

Pero lo del tabaco ya tumba, de veras. Qué pocos escrúpulos para un tío tan listo, o eso dicen.

Carmenmayo 20th, 2011 at 19:00

Entro en tu blog buscándote… o más bien buscando al autor de ??Todo está perdenado? que me ha dejado estupefacta (en el sentido etimológico del término). ¡Qué buen rato me has proporcionado- a mí y a las otras cuatros personas a las que he dejado el libro, que no está la economía para muchas alegrías-)! Pero no te preocupes, he convencido a dos más para que se lo compren (ergo, muchos lectores y poco beneficio, porque se lo prestarán a otros tantos). Por tu blog, veo que eres un bon vivant (no esperaba menos del autor de esa genialidad). Gracias por ese placer no prohibido y que no engorda. Y…ponte a escribir que estoy buscando todo lo anterior y pronto necesitaré nuevas drogas. Saludos (y tómate una cañita a mi salud)… Por cierto, es la primera vez que felicito a un autor (¿será interné….?¿Será la decrepitú?) Y además… me ha divertido esta entrada.

Widmerpoolmayo 21st, 2011 at 10:01

Reig, la gente que le leemos habitualmente estamos esperando que diga algo sobre lo que pasa en las plazas. Da la sensación de que muchos intelectuales de los que se espera un cierto compromiso están aguardando a ver por dónde avanza la cosa, con prudencia, no vaya a ser que demos un paso equivocado y nos quedemos alineados donde no conviene. Pero el tren les está pasando por delante de sus narices. Van a llegar ustedes tarde.

El Pobrecito hablador del Siglo XXImayo 23rd, 2011 at 13:04

Widemerpool:
En «Campo de Sangre» de Max Aub, durante una conversación que mantienen el capitán Fajardo y el médico Julian Templado, el primero le dice a este último. «Los intelectuales son aquellos que siempre llegan tarde y después quieren ser los primeros en sentarse».
Pues eso.

persepiónmayo 24th, 2011 at 15:58

No hay que hacer tanto hincapié en decirnos que no tienes vehículo y que siempre te mueves en autobuses de línea y que siempre te lo pasas muy bien fumando y bebiendo wisky con tus colegas escritores y que son todos gente maravillosa y bla bla bla…Desde hace algún tiempo esto se ha convertido en un bloguillo de anécdotas personales y que a mí (personalmente) no me interesan un c…

don vito andolinamayo 25th, 2011 at 10:38

Hola compañero, después de leer «Toda está perdonado», te llevaré un poco la contraria,nada está perdonado,un país sin memoria es como una madre sin brazos,como va a crecer esa criatura sin las carícias de su madre….?Las leyes de la gravedad, el equilibrio,no podrán sostener a esa criatura por muy buena disposición que tengan los ángeles…Querido compañero,recordar para no olvidar jamás, tenlo siempre presente….
Buen día,gracias, besos de reconquista…

pieromayo 28th, 2011 at 10:10

Ya echaba en falta yo tus referencias a la ley antifumadores. Ni un post sin tu «deroganda lex», Reig. Tú, como Catón. Porque todos los días somos objeto de discriminación. A ver, Hablador: ??Prohibir las guerras perjudica a los traficantes de armas». ¿Estás comparando hosteleros y fabricantes de armas? Espero que no. ¿Fabricantes de armas y tabaqueras? Pues a éstas la ley se la refanfinfla. Si con estas leyes se redujera el consumo de tabaco, ningún gobierno las aprobaría, por la cuenta que les trae. Abre los ojos. A ver, Susan: ¿quién te dice que ésa entrevista no sea la única en ese sentido entre mil de quejas? ¿Será posible que aún no aprendemos a defendernos de las manipulaciones de los medios? Los hosteleros astures no parecen estar de acuerdo, y no deben de ser ni tres ni cuatro.

josé maríaagosto 7th, 2011 at 15:30

No andaba tan equivocada. Los bolaños son esas piedras redondeadas que tiraban las catapultas. Hubo una época en que los bolardos eran esféricos y del tamaño de los bolaños. Bolaños también es mi pueblo.

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