David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


Fauna ibérica

I. RUIZ MATEOS, MÁRTIR

He estado dudando mucho tiempo si escribir o no escribir sobre Ruiz-Mateos, su familia y sus turbios negocios. La duda no era metodológica ni ética sino puramente instintiva, biológica podíamos decir, porque hay que ver cómo se las gasta esta gente. Sin ir más lejos, Javier Romera, periodista de investigación de El Economista, hizo pública una carta firmada de puño y letra por el mismísimo patriarca de la familia en el que, entre otras lindezas, le decía: ??Quien a hierro mata, a hierro muere?. Ruiz-Mateos no perdona que Romera se haya dedicado a destapar sus numerosos chanchullos y recurre a una sentencia bíblica para lanzar una amenaza en toda regla. De Ruiz-Mateos podíamos decir lo que Bach decía de cierto organista alemán que no daba pie con tecla: ??Es muy buen cristiano: su mano derecha no sabe lo que hace su mano izquierda?.

Ruiz-Mateos es un hombre que se ha pasado media vida en los juzgados, luchando por recobrar lo que él decía que era suyo. Ahora los jueces intentan elucidar no sólo dónde ha puesto lo que decía sino dónde se ha pasado la otra media. Lo cierto es que su victimismo, su impudor y su total ausencia de miedo al ridículo le han servido para construirse un personaje a todas luces excesivo, una especie de superhéroe callejero a medio camino entre Batman (que ejerce de millonario cuando no tiene la capa puesta) y de Cristo crucificado en el Gólgota. Para amortizar ambas facetas en una sola máscara (podrán achacarle muchas cosas al Marqués de Olivara, pero no sentido del ahorro) Ruiz-Mateos optó por el disfraz de Superman, un tanto escuchimizado y aquejado por la kriptonita socialista, pero capaz de abrirse paso entre multitudes de reporteros y atizarle un capón a Miguel Boyer, por aquel entonces Ministro de Hacienda.

 A la gente le caía simpático Ruiz-Mateos por lo mismo que le caía bien Jesús Gil: porque los españoles somos así, porque el personaje cayó en gracia no a pesar de sino en virtud de todos sus excesos y defectos, porque personificaba al gañán enredado en la letra pequeña del contrato que iba a la cárcel sólo por no saber distinguir entre los artículos del código penal y el manual de instrucciones de la hormigonera. Daban lo mismo las sentencias en contra y los delitos flagrantes: ambos magnates explotaron una oscura filiación de perseguidos por la justicia, como si los dos fueran los parientes ricos del Lute, unos pobres potentados a los que el poder no les iba perdonar nunca el éxito. Ruiz-Mateos acentuó el papel de mártir comprando el Rayo Vallecano, un equipo de fútbol que fue acumulando deudas y salarios aplazados en la mejor tradición de las empresas familiares. Era casi forzoso que la biografía de Ruiz-Mateos acabara salpicando las Baleares, donde acaban de descubrirse varios hoteles hipotecados como fragmentos desprendidos de un meteorito.   

II. EL ELEFANTE

Como casi todas las cosas, un elefante puede ser sublime o ridículo. Pienso en el elefante africano, un recuerdo de la prehistoria, y pienso en el elefante rosa que ven los borrachos en los chistes. Pienso en los elefantes majestuosos de Intolerancia, con los que Griffith retrataba el lujo de Babilonia, y pienso en el papel higiénico Elefante, de áspero recuerdo.

El rey se fue a Botsuana a hacer el papel de gran cazador blanco y lo que ha hecho, mayormente, es el ridículo. Al rey alguien le tenía que haber dicho que no es el mejor momento para coger la escopeta y el salacot, majestad, que las cosas andan feas por el país que le da de comer, que la plebe ya empieza a estar un poco harta de brindis con turrón y de yernos que se lo llevan crudo. No hace ni un mes el rey dijo que el paro juvenil le quitaba el sueño y acto seguido se puso a roncar ante las cámaras, quizá para demostrar que no lo decía en broma, que el pobre no pega ojo por las noches. Suena como feo que, para alejar las preocupaciones, el rey se largue de safari, igual que esos artistas atormentados de Bertolucci que para meditar sobre la injusticia social se pegaban una panzada de ostras con champán en la Toscana.

Hay que felicitarnos por la buena salud de los Borbones porque dos accidentes de caza en la misma semana no es algo que aguanten muchas monarquías. Menos mal que son gente de bien, que si no, nos toca una reedición jet set de Puerto Urraco. Sin embargo, al rey le gusta apostar fuerte y cuando empiezan a hervir los debates republicanos y a bullir las primeras voces discrepantes, él no achanta: saca la escopeta y se pone a hacer el rey, que esto de matar bestias salvajes es algo que desde la Edad Media viste mucho a los monarcas. Al rey le va la vida peligrosa, las emociones al límite, lo mismo este verano en Marivent deja aparcado el yate y toma clases de surf.

El caso es que el rey no está dando mucho ejemplo de austeridad, ni cazando elefantes ni visitando cirujanos (cuando no es el ojo es la cadera) que casi parece un jubilado de los que tanto critica Esperanza Aguirre, uno de esos yonquis con bastón que no salen del ambulatorio y desequilibran las cuentas de la Seguridad Social con su ansia de pastillas.  

En cuanto al elefante, seguramente la culpa fue toda suya, por ponerse delante de la escopeta. Ya se sabe que el elefante, además, es el símbolo de los republicanos en las elecciones estadounidenses y que tienen la fea costumbre de andar provocando, barritando, abriéndose de orejas y todo eso. Pero los elefantes ya no quedan bien ni en los chistes ni colgados en las panoplias del salón, que las visitas se pueden sacar un ojo con los colmillos. A este paso la monarquía se va a colgar del salón ella sola a base de chistes.