Apocalypse yesterday
La madrugada del jueves me despertó un zumbido continuo, un estertor celestial que me hizo pensar en invasiones extraterrestres o en si Andorra nos lanzaba un ataque preventivo. Abrà la ventana y vi la noche de Madrid hirviendo de helicópteros; pensé, con un punto de aprensión, si se habrÃa declarado una epidemia zombi y yo allÃ, con sólo un par de yogures en la nevera. Entonces caà en la cuenta de que hacÃa unas horas que habÃa empezado la huelga general y que el gobierno habÃa decidido minimizar riesgos al estilo del coronel Kilgore en Apocalypse Now, sólo faltaba que los pilotos pusieran Wagner a todo volumen para ir acorralando a los charlies.
También pensé que si gobierno, policÃa y jueces hubieran dedicado la mitad de celo en perseguir corruptos que en localizar piquetes, no quedarÃan muchos polÃticos sueltos por las calles. Por otra parte, si los sindicatos hubieran logrado movilizar a tan sólo una pequeña fracción de los cinco millones de parados, no habrÃa quedado apenas sitio para pancartas. En cualquier caso, hay que respetar la huelga porque es el único dÃa del año en que Toxo y Méndez trabajan, y también el primer dÃa en que Fátima Báñez, la ministra de Empleo, se estrena en esta cosa extraña y folklórica del curro. La mujer es uno de esos funcionarios criados en cautividad que, igual que Zapatero y tantos otros, llevan toda la vida a la sombra de la administración pública, y no ha visto un contrato laboral ni en las pelÃculas.
La huelga, en efecto, es una forma de lucha decimonónica para conservar una actividad â??la de trabajarâ?? que ya está prácticamente extinguida. Toda la ingente casta de diputados, senadores, alcaldes, concejales y liberados sindicales demuestran que se puede vivir sin dar golpe, como en los platós de Telecinco. Entre la enorme rebanada de polÃticos y la inmensa rebanada de parados, estamos los de en medio, el jamón, la mortadela, los que hacemos posible todavÃa el bocadillo. No obstante, la sociedad europea tiende cada vez más al modelo pan duro y hay que salir a la calle, con pancarta o sin ella, para irse haciendo una idea de la que nos espera.     Â
Subsistimos en un modelo obsoleto, el estado del bienestar, que hace tiempo que se fue a tomar por culo, pero seguimos manteniendo firmes los cuatro palos del sombrajo (sanidad, educación y poco más) quizá porque aún conservamos la ilusión de que no nos han estado robando tantos años sólo para levantar aeropuertos en la nada y para que UrdangarÃn se lo lleve crudo. Ahora se lleva más el estado zombi, como en Grecia, y ocupar las calles bien como huelguista, bien como mendigo.Â