Genocidio a la española
??¿Por qué viene usted aquí?? pregunta uno de los siete magistrados del Tribunal Supremo. Y la mujer, como si fuese un chiste macabro, responde: ??Porque no tengo otro sitio dónde ir?. Antonio Solsona acude porque, en 1947, un pelotón de la Guardia Civil torturó y fusiló a su padre y a varios vecinos por haber dado comida al maquis. A Josefina Musulén los falangistas le reventaron de un tiro a su abuela embarazada. Ya no son los hijos sino los nietos quienes vienen a pedir justicia. Y el juez, tranquilo, pregunta: ??¿Y a mí qué me cuenta??
Son cientos, miles de historias, de heridas sin cerrar, de manchas de sangre las que salpican toda la geografía española. De un bando y de otro bando, sí, pero de uno ya se levantó acta y se dictó justicia hace ya mucho tiempo. Desde la célebre Causa General, la derecha tiene sus cementerios, sus mártires, sus placas y sus Paracuellos. Del otro bando, más de 70 años después, sólo hay oscuridad, silencio, cicatrices en las cunetas, malas hierbas sobre ninguna tumba, todo difuminado bajo la égida de la que ha venido a ser la palabra más cobarde y fétida del idioma español: ??amnistía?.
¿Y la Causa General del otro bando? No sólo la izquierda, comunistas, socialistas y anarquistas, sino todos los pobres españolitos que se quedaron quietos mientras las hordas asesinas de Franco iban quemando aldeas, fusilando hombres y violando mujeres a saco, tal como aprendieron en Marruecos. Basta ver los gráficos de El holocausto español de Paul Preston (un historiador de verdad, no un maletilla de ésos, de los que pían y pían) para comprender hasta qué punto es infame siquiera insinuar comparativas, igualar el caos republicano con la voluntad de exterminio sistemático ideada y redactada por carniceros como Mola y expresada día a día desde la radio en las soflamas homicidas de Queipo de Llano. Los casi 130.000 civiles aniquilados por el bando franquista aún andan como espectros sin sombra, eso sin contar los miles y miles de desaparecidos y torturados durante una de las dictaduras más longevas y putrefactas que haya conocido el mundo. ¿Comparar a Franco con Hitler? Absurdo, desde luego: los criminales nazis fueron juzgados, lo mismo que los genocidas chilenos y argentinos, mientras que aquí les seguimos rindiendo honores, dedicamos calles a los matarifes, les dejamos reposar a los pies de la Macarena e incluso algunos españoles siguen pronunciando el nombre de la coartada abominable con que se justificó tanta masacre: la Cruzada.
¿A qué viene usted aquí, señora?