Papel higiénico
Una de las supersticiones más tontas de la todavía joven e imberbe democracia española es ésa de que no acudir a las urnas es una irresponsabilidad o incluso un delito. En realidad, en bastantes países civilizados más de la mitad de la masa electoral prefiere pasar el día de picnic, zampando comida casera antes que perder un domingo haciendo cola para elegir entre McDonald??s y Burger King. Cuando la democracia acaba por empachar con sus menús simétricos, una inmensa minoría reconoce que la libertad se reduce a encestar un voto cada 4 años, a cantar el pito pito gorgorito entre el cianuro y la inyección letal, entre la horca y el paredón. Sorpréndanme. Ya, pero luego no te quejes si te ahorcan en lugar de pegarte un tiro. Pudiste elegir.
El gran Vázquez Montalbán escribió en una de las novelas de Carvalho que las papeletas electorales son como papel higiénico que cada 4 o 6 años sirven ??para limpiar la mierda? (sic), es decir, para renovar a los títeres del poder. Es cierto que, de momento no se ha inventado nada mejor pero eso no significa que la democracia sea un sistema perfecto y que no haya manera de mejorarlo. Por ejemplo, a mí me jode bastante que mi voto valga unas 50 o 60 veces menos que el de un soriano sólo por el mero hecho de no residir en Soria. Miro al espejo y veo un discapacitado electoral, me siento 50 0 60 veces menos democrático y me pienso mucho si salir de casa este domingo, no me vayan a pisar.
Por lo que he oído en la calle, en el bar y en la antesala del dentista, que son auténticos termómetros de opinión, mucha gente irá a votar más por asco que por convicción, como quien tira de la cadena. Ese efecto escatológico del que hablaba Vázquez Montalbán significa que la urna funciona como un retrete donde depositar (nunca mejor dicho) el rencor. Detrás de muchos de los votos de apoyo a Rajoy no habrá confianza ni futuro ni fe sino sólo desesperación, patadas en el culo, ganas de perder de vista para siempre a un mamarracho presidencial. Zapatero go home.
Vista así (y no hay muchas más maneras de verla), la democracia bipolar española es un poco como aquel aguardiente aguachinado que le daban de beber a los indios en las películas de John Ford. Como sospechaba que aquel whisky era una inmundicia, Henry Fonda le ofrecía un trago a Victor McLaglen, que lo pasaba por el gaznate como podía y al final ofrecía este veredicto ecuánime y veraz: ??Es mejor que no tener ninguno, mi coronel?.