Tropezando con melones – Blog de David Torres » Blog Archive » Che, el valenciano (o viva Chufa libre)

David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


Che, el valenciano (o viva Chufa libre)

Anoche estuvimos de parranda mi amigo Mijangos y yo, recalando en diversos antros para dar solaz al hígado. Una de las paradas obligatorias tuvo lugar en el Bukowski, en la calle San Vicente Ferrer, una especie de ataúd adosado regentado por el bueno de Carlos Salem donde habitan diversas especies y donde Gonzalo Torrente Malvido practica eternamente en la barra su papel de poeta de terracota. Al final, como siempre, acabamos en el Honky.

Entre los principales temas que tocamos en nuestra tertulia a dos voces, estuvieron:

-el cine de Fellini.
-la novela que Mijangos ha interrumpido.
-la novela que estoy a punto de irrumpir.
-la decadencia de los pantalones vaqueros que aplanan el culo femenino en plan refajo total.
-la decadencia de Tawny Kitaen.
-la decadencia del cine italiano.
-el incomprensible auge del cine de superhéroes.
-las similitudes entre Batman y el Che.

Aquí nos detuvimos, porque acababa de estrenarse la película de Soderbergh sobre el Che, y a ambos nos llamaba la atención que le hubiese puesto el siguiente título: Che, el argentino. ¿Qué iba a ser si no? ¿Valenciano?

Conste para empezar que Soderbergh es uno de los directores más sobrevalorados del cine actual. Su debut con Sexo, mentiras y cintas de video hizo exclamar a la crítica que estábamos ante el nuevo Orson Welles, pero eso es tan arriesgado como decir que Almódovar es un director de cine (todo el mundo sabe que es cantante folk). Su plagio serial de Ocean’s Eleven es como para vomitar y su versión del Solaris de Lem, una de las pocas películas que me ha hecho pagar seis euros por una siesta. Así que Mijangos y yo nos dedicamos a pensar en cómo mejorar el guión.

Mientras Valencia languidece bajo una férrea dictadura de derechas, el Che Gabbana, un veterinario de Gandía (de buena familia, pero concienciado y tal) encuentra la fórmula para revitalizar la horchata: viva chufa libre. Le comunica su idea a su amigo Fidel, un abogado a punto de terminar la carrera que está harto de la explotación brutal del litoral valenciano y de la manipulación ideológica de las Fallas. �l quiere ser ninot. Más aun, quiere ser fallera mayor. Para conseguirlo, ambos se dejan barba, se visten de guerrillero comansi en Coronel Tapioca y deciden fumar puros en lugares públicos. Protegidos por hordas de irreductibles barbudos, desembarcan en Benidorm, se atrincheran en La Albufera y, poco a poco, amparados por tóxicas nubes de humo, la horchata ideológica que promocionan resulta un éxito total. Derriban la repugnante dictadura de derechas y en su lugar diseñan una bonita dictadura de izquierdas. Fidel se hace fallera vitalicia y el Che, ninot. Fusilan gente, pero siempre en buen plan. Odian a los poetas maricones, pero no como esos homófobos fascistas, sino en nombre de la revolución. En medio siglo de paciente labor de gobierno logran que un enorme burdel de lujo se convierta en una limpia, decente y proletaria casa de putas.

Pero antes, Che se pone al frente de varios ministerios y consigue hundirlos todos en poco tiempo. Visita China y allí se aficiona a la cerveza Mao. Entonces la Coca-Cola se mosquea ante el auge de la horchata y envía una contraoferta a los trabajadores del sector agrícola murciano, donde Che ha ido para promocionar su barba. Los murcianos no le hacen el menor caso (quizá porque les habla en valenciano cerrado) y el Che cae en una emboscada antitabaco. El hombre muere, pero empieza el mito. Todo el mundo descuelga la estampita de Cristo y coloca en su lugar un póster del nuevo santo. Se pone de moda la barba revolucionaria, estilo Cristo. Sale una nueva etiqueta de ropa de marca: el Che Gabbana. Fin.

(En la foto, el Che probando el irresistible sabor de la horchata)