Imprime la matanza
Con diez años de retraso el nuevo sheriff global Obama ha cumplido la sentencia de muerte que lanzó en su día George Bush Jr., su antecesor en el cargo. Las diferencias entre uno y otro sheriff, que parecían abisales al comienzo de su mandato, ahora bailan apenas sobre la línea de un premio Nobel de la Paz, una fruslería, como la letra floja entre Osama y Obama. Y para que no quede duda alguna de que vivimos en un western, el nombre clave de la operación de limpieza era ??Gerónimo?.
Obama, el sheriff bueno, el beato de ébano venido a equilibrar la lucha de razas, no ha tenido el menor empacho en santificar una inconcebible sesión de ahogadillas para exprimir la información de uno de los presos de Guantánamo (se ignora si el pobre hombre sobrevivirá a la tortura lo suficiente para disfrutar de su recompensa de 25 millones de dólares). Es difícil fiarte de una gente que considera justificado el martirio y la ejecución a tiro limpio pero luego no le parece ético enseñar las fotos.
Llamar a esto justicia suena como raro pero así son los western hoy en día. Entre la verdad y la leyenda, imprime la leyenda. Policías sin escrúpulos como el Vic Mackey de The Shield ya nos habían preparado para esta nueva era en que la distinción entre buenos y malos, jueces y verdugos, presidentes y terroristas se esfuma con la celeridad de una raya esnifada a través de un canuto. Michael Corleone le decía a su novia que su padre, el capo di tutti capi, no era muy distinto a cualquier presidente de cualquier país, que tenía que tomar decisiones incómodas y a veces sanguinarias. Decisiones difíciles, como masacrar a un enemigo indefenso a balazos delante de toda su familia. Antes los políticos crecían leyendo a Maquiavelo, hoy maduran repasando a Coppola. La república de las barras y estrellas cambia la Constitución por el guión de El Padrino y nadie se escandaliza.
De hecho, la matanza ha sido aplaudida por los demócratas del mundo entero, entusiasmados con esta superproducción bélica coronada por un funeral cómico donde a Sergio Ramos, en un exceso de entusiasmo, se le cayó el cadáver agujereado al mar mientras un oficial chapurreaba versos del Corán con acento yanqui (se ignora si antes se quitó el chicle de la boca). Una de las primeras felicitaciones al jefe de los asesinos fue la de Zapatero, aquel aspirante al cargo que no levantó el culo al paso de la star splanged banner pero que en cuanto consiguió su estrella de sheriff no para de participar en todos los desfiles. Desde que Aznar extravió el bigote se ha perdido el último rasgo distintivo entre uno y otro funcionario. Ya sospechábamos, desde hace mucho tiempo, que izquierda y derecha son sólo formas de rodar la misma película.