Justicia de fogueo
Javier Krahe cantaba en broma que él prefiere la hoguera pero Javier Krahe nunca se ha visto en la tesitura de enfrentarse a su propia ejecución. Ronnie Lee Gardner eligió el pelotón de fusilamiento pensando que era más rápido y más limpio que la inyección letal y se pasó dos minutos enteros agonizando. Encogió el brazo izquierdo y cerró la mano como si quisiera llevarla a su corazón acribillado, justo debajo de una pegatina con una diana pintada para facilitar la punterÃa.
No fue una agonÃa de dos minutos sino de veintitantos años, los que tardó en cumplirse la sentencia de muerte entre recursos, apelaciones, súplicas y todo ese encantador papeleo con que gobernadores, jueces y abogados se juegan a los chinos la vida de un hombre. Veintitantos años minuto a minuto, que son un montón. Ha habido ocasiones en que el gobernador de turno ha decidido descolgar el teléfono y aplazar la ejecución en el último momento, cuando ya el condenado se habÃa despedido para siempre de los suyos, cuando lo habÃan sacado a rastras del corredor de la muerte, encadenado de pies y manos, rumbo al matadero. Como en un guión de Hollywood. Y vuelta a esperar.
Es cierto que Gardner también mató pero si la justicia suprema consiste en el ojo por ojo entonces todo el tinglado de la civilización se nos ha ido a tomar por culo. El paÃs más adelantado del mundo, la cuna de las libertades, ha vuelto por enésima vez a las cavernas, a las hogueras medievales, al circo romano, al paredón. Toda la libertad para Gardner consistió en elegir entre la horca, la silla eléctrica, el veneno y el paredón. Elegir entre pollo y pescado el regüeldo de su última cena. Elegir entre blanco y negro, entre Obama y McCain.
Los familiares de las vÃctimas de Gardner aplaudieron su muerte y brindaron con champán. Hay algo profundamente erróneo, algo malsano y podrido en la naturaleza humana si se sintieron al fin en paz, si no vieron que una ejecución no arregla nada. Dos décadas confundiendo venganza con justicia, esperando el desquite, saboreando por anticipado un chorro de sangre culpable en la boca. La venganza es un plato que se sirve frÃo y en Utah, paraÃso mormón, ultracongelado, con plomo en lugar de perejil.
Le dispararon desde siete metros y uno de sus verdugos â??nadie sabe cuálâ?? llevaba munición de fogueo, para disipar la responsabilidad. Los verdugos siempre han llevado la cara tapada, no tanto por vergüenza sino porque debajo de la máscara también miran los ojos del juez, del policÃa, del presidente, los ojos de usted. La cuenta atrás de Gardner inaugura de nuevo la Edad de Piedra, como si alguna vez la hubiéramos abandonado. Vivimos en un mundo con una justicia de fogueo y balas de verdad.