David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


Babel en estéreo

La iniciativa de dar una misa políglota en 35 minutos parece sacada de un cruce entre un concurso para sabihondos y ese programa televisivo donde los contertulios tienen apenas un minuto para exponer sus argumentos antes de que el micrófono pegue gatillazo. El párroco Antonio Alzamora va a demostrar su don de lenguas con cánticos en alemán, inglés, italiano, latín y unas pinceladas en ruso. El periódico no especifica si incluirá también el catalán y el castellano, pero se supone.

Alzamora hubiese dado mucho juego como traductor para los arquitectos de la Torre de Babel aquel día aciago en que Jehová decidió confundir las lenguas y, de paso, proporcionar trabajo a un montón de futuros lingüistas, intérpretes y políticos nacionalistas sin otra idea en la cabeza que la matraca idiomática. Ignoro si la misa llevará también un complejo juego de subtítulos, como esas películas coreanas donde de repente aparece un detective hablando inglés y hay que colocar bandas de palabras alternativas: una para los nativos de Navalcarnero y otra para Carod-Rovira, que si no se cabrea. Hay que recordar que los chicos de Esquerra serán muy ateos, muy republicanos y muy suyos, pero ya en su día le pidieron al difunto Wojtyla que, cuando impartiera la bendición urbi et orbi no se olvidara el catalán.

Hasta hace unas décadas, la misa se daba de espaldas y en latín, que era la única lengua universal hasta que a Zamenhoff le dio por inventar el esperanto. Alzamora, en cambio, lo hará cara a cara y con la ayuda extra de unos cuantos guitarristas, pero yo creo que a quien debería pedir la música es a Román Piña, quien últimamente pare canciones protesta a la velocidad del sonido. A Piña no le costaría nada improvisar un par de letras en griego para darle un barniz más cultural al asunto y hacerlo todavía más divertido. Sólo que Piña canta con una lentitud perezosa y probablemente tendrían problemas de acople en los estribillos.

El lenguaje se inventó para que los hombres se entendieran hasta que llegó Jehová y decidió inaugurar la ONU, el cine subtitulado, el negocio de las academias de idiomas y los acentos regionales. Pero, para cumplir su promesa, el párroco de Santa Eulalia deberá hablar a una velocidad escalofriante, batiendo el record mundial de Michael Palin, el cómico de los Monty Python al que una vez invitaron a hacer la presentación de los Oscars y lo tuvieron que despedir porque con él la ceremonia acababa en diez minutos. No entiendo muy bien por qué tanta prisa, sobre todo teniendo en cuenta que, igual que otras actividades humanas (la conducción, el sexo o las operaciones a corazón abierto) la religión lleva su tiempo. A veces la velocidad no trae nada bueno y no sé si a algunos creyentes les hará gracia que la misa se acabe convirtiendo en una cadena de fast food, como si el milagro de la transustanciación fuese una hamburguesa.

(Publicado originalmente en El Mundo-El Dia de Baleares el 5 de mayo de 2008)