Coixet y Berlusconi: paridad cerebral
No hay nada más parecido a un tonto de derechas que un tonto de izquierdas. No hay nada más parecido a un melón que una sandía. Las gilipolleces que han soltado esta semana estos dos ninots de referencia son de traca. Uno está promocionando su gobierno; la otra, su película. No sabemos qué da más pena.
LA IGUALDAD
Se ha descubierto una correlación entre los niveles de testosterona y las jugadas afortunadas en la Bolsa. Si esto, además de científico, fuera cierto, supondría un grave varapalo a la teoría de la igualdad en general y a la remodelación del gobierno socialista en general. Todas las nuevas ministras tendrían que inyectarse hormonas para volver a igualar las apuestas. Además, les cambiaría la voz, les saldrían bíceps en las mandíbulas y Bono tendría que habilitar una sala de musculación al lado del Congreso. Menos mal que sabemos que estas chorradas estadísticas sólo valen para que algunos laboratorios universitarios no los cierren y en su lugar instalen una bolera.
Berlusconi no es que sea un científico precisamente pero, siguiendo la línea tradicional de supremacía masculina, ha comentado que el gobierno de Zapatero es ‘demasiado rosa’. En su gobierno, en cambio, son todos muy machos. Por eso mismo, el pueblo italiano ha decidido encomendarle un tercer mandato, porque no hay dos sin tres, y también porque saben que, detrás de su sonrisa de poliuretano, Berlusconi conjuga a Mastroianni con Totó, es decir, un conquistador irresistible para las mujeres y un cómico devorador de spaghetti. Berlusconi dijo hace poco que ‘las mujeres de la izquierda son feas’ y este pensamiento tan profundo brotó en su caletre a pesar de que el suyo no es el sexo débil.
En el otro extremo de la tabla periódica se encuentra Isabel Coixet, quien declaró ayer mismo que ‘cuando los hombres van, yo ya he ido y vuelto diez veces’. Diez veces por lo menos. Será por eso que cuando cocinó su película Mi vida sin mí no sólo sacó el título de un manual de ortografía escolar sino que plagió el argumento de un episodio de los Simpson. En su película, la protagonista, enferma terminal, decide hacer una lista de los diez deseos que le quedan por cumplir, igual que Homer Simpson un día que va a un restaurante japonés y se tapiña un fugu. Da pena comprobar que Coixet fue y volvió diez veces sobre el mismo camino que un personaje machista y elemental ya había trazado años antes, pero quizá la diferencia radique en que Homer, gracias a Dios, no lleva gafas de pasta de colorines.
Al igual que Berlusconi, Coixet se da golpes de pecho con la lista de sus amantes, empezando por un profesor de la Facultad al que se merendó cuando acababa de estrenar la mayoría de edad, y con quien, de paso, hace un repaso de la mentalidad del macho en decadencia digno del doctor Rosado. Coixet y Berlusconi son tal para cual: lástima que no compartan las mismas ideas políticas porque juntos podrían formar un gobierno de coalición o una pareja de moda, al estilo de Sarkozy y la Bruni, sólo que con las alturas físicas y mentales más igualadas. Va a ser verdad eso de que los extremos se tocan.
(publicado en El Mundo el 16 de abril de 2008)