Phil Spector y la belleza de los trajes

El hábito hace al monje.

Los ladrones van vestidos de trapillo.

Los señores de bien llevan traje.

Las señoras de bien llevan bolsos de Louis Vuitton.

Regalar dinero a un político es algo sospechoso.

Esa es la belleza de regalar trajes. Coaccionar a alguien regalándole un traje para que parezca decente.

A mí me recuerda a los macarrones de bicarbonato, que causan y curan la indigestión al mismo tiempo.

Pero admitámoslo. Parece imposible que alguien bien vestido haya hecho nada malo. Y para ilustrar mi teoría, os mostraré un crescendo de inocencia. Phil Spector pasa de ser un Judas a un angelito, en tres pasos:

1. Vestido de guarripei, más culpable que el infierno.

2. Con un aspecto algo menos chungo con su chaqueta y su pelo a lo afromilvoltios. Todavía dan ganas de cambiarse de acera, pero la tentación de tocarle la cabeza, como si fuera una lámpara de electricidad estática, es demasiado fuerte.

3. Finalmente, convertido en el yerno ideal gracias a una bonita y discreta corbata. Esta es la estampa que cualquier gustamadres avezado debería intentar reproducir delante de cualquier tribunal o pareja de suegros.