SARA MONTIEL VENDE SU CASA

Cuando era pequeña y me portaba mal, mi madre amenazaba con mandarme a un internado, y con algo mas terrorífico aún, mandarme con Mamá Sarita, nombre que conjuraba la siniestra imagen de Sara Montiel fumando un puro mientras me ponía los leotardos.

Yo me hecho mayor y Sara sigue siendo Saritísima, Sara Montiel o María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Aurelia Esther Dolores Abad Fernández, su nombre real. Hermosa y gran artista, historia viva del cine español, nuestra Penélope Cruz de los años cincuenta, Sara fue esposa de Anthony Mann, aprendió a fumar puros con Ernest Hemingway y barrió las taquillas de medio mundo con una película que inicialmente nadie quería estrenar: «El ?ltimo Cuplé» (1957).

Más de cincuenta años después, he descubierto adónde hubiera ido a parar en caso de haberme enviado mi madre con Mamá Sarita, a la guarida de la bestia, y he descubierto que en pleno barrio de Salamanca, con una piscina y dos niños de mi edad, no lo habría pasado tan mal. Hubiera roto muchas cosas, seguro, y hubiera adquirido una habilidad sobrehumana para conjuntar de forma muy estética y nada recargada los sofás con los jarrones y las butacas Luis XVI con las figuras orientales. Eso sí, he de reconocer que su pisito me recuerda mucho a la casa de Norma Desmond en «El Crepúsculo de los Dioses», y que al ver su vídeo de presentación me he dado cuenta de que Sara siempre está lista para su primer plano.