LA VIEJA EUROPA: PRAGA

Praga es como una puta y los hoteles y comercios son su chulo. Eso es lo que me ha dicho mi S.O. al llegar a Budapest. Y tiene razón. Praga es como ese guapo que se sabe guapo y que no tiene que esforzarse en mostrar su atractivo natural, perdiendo así -sin saberlo- buena parte de su encanto.

El lema de Praga podría ser «espera por todo, paga por todo» y sería fantástica si no estuviera colonizada por esa raza abundante, gritona y pesada que somos los turistas. Probablemente, sería una ciudad distinta sin las hordas que abarrotan las calles a todas horas, jaleando las monerías del reloj astronómico o acercándose más y más a los guardias que esperan inmóviles a las puertas del Castillo el cambio de guardia. Los hoteles son caros y malos. La comida no es mucho mejor. Los camareros son bastante antipáticos. Pero no es el presente lo que ha convertido a Praga en uno de los destinos inevitables del turismo mundial, sino su pasado. Un pasadizo temporal que une a eslavos, austríacos, alemanes, nazis, comunistas y finalmente multinacionales hoteleras. Un entramado de calles en el que el barroco, el gótico, el art noveau se dan la mano con las sinagogas, los cafés cosmopolitas y los mazacotes comunistas. Si Praga es una puta, supongo que eso me convierte en el cliente cándido y bienintencionado que piensa que en otra época, en otra circunstancia, podría llevar a su amada (o amado) por el buen camino. Por eso he fantaseado con volver en invierno o cuando se extinga la raza humana.  Lo que me hace pensar mucho en cómo ruedan las pelis, especialmente las escenas que transcurran en el Puente Carlos. Probablemente llegan unos tanques y tiran a todo el mundo al Moldava mientras vallan los accesos. Es lo que yo haría.

Sin embargo, y a pesar de estas cositas que me han gustado menos, Praga es una maravilla y he visto lugares y objetos bellísimos (¿acaso no es esa la razón por la que salí de casa en primer lugar?), y de todo lo que he visto me quedaría con los barrios de Stare Mesto, Nove Mesto y Malá Strana; con la encantadora Plaza del Pueblo Viejo, con el reloj astronómico, y la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn. También me encantó la Catedral de San Vito, la Sinagoga Española, el Cementerio Judío, el Museo Mucha y los edificios Art Nouveau de la ciudad.