El martes me sorprendió la noticia de la dimisión de Alex de la Iglesia. Explicaba sus motivos en este artículo en El País.
Vivimos tiempos bastante duros, los artistas, los no artistas y cualquiera. La crisis ha exacerbado la inquina con la que tradicionalmente se trata al cine desde algunos sectores, y además la polémica de la Ley Sinde ha alentado una «guerra» entre los autodenominados «internautas» (cuyos argumentos puedo entender, respetar y en ocasiones compartir, puesto que yo también navego lo mío) y los creadores.
Me provoca una tremenda tristeza que se haya generado una nueva división en la sociedad: entre artistas e internautas, o más bien entre «artistas» y «pueblo».
Quien haya creado esa brecha lo ha hecho interesadamente. Esa brecha es falsa. Polarizar al público, dividir, crear «guerras»… Para echarse a llorar.
El 99,9 % de los creadores/artistas/trabajadores del audiovisual no vivimos en nenúfares y cúpulas de cristal. No nos alimentamos de caviar iraní y no viajamos en aviones privados. No rellenamos nuestras cisternas con Evian ni tenemos nuestro dinero en paraísos fiscales. Muchas veces ni siquiera tenemos dinero.
Vivimos en los edificios, compramos en los mercados, esperamos en los ambulatorios, pagamos impuestos, cedemos el asiento en el metro (a veces)… Sangramos, sufrimos, soñamos, fracasamos, nos reproducimos, enfermamos y nos morimos, como todo el mundo (no necesariamente en ese orden.) Sentimos miedo, a veces alegría, a veces desolación, y también esperanza.
Lo que quiero decir es que no hay ninguna diferencia entre los artistas y el resto de la gente. El sector del audiovisual da trabajo a miles de familias, familias de personas anónimas, porque no aspiran a la fama ni a la riqueza, sino simplemente a vivir de lo que les gusta, sea escribir, actuar, construir escenarios, maquillar a los actores, vestirles, componer o interpretar música, entretener, participar en ese trabajo en equipo que es contar historias y en torno al que gravitan cientos de profesiones.
Perogrullada necesaria: Los artistas somos pueblo (también).
El clima reinante de beligerancia (como elocuentemente muestra Daniel Castro en su blog) me hace albergar poca esperanza respecto al posible entendimiento de creadores, internautas y público. Por eso lamento la dimisión de Alex de la Iglesia. A costa de sus nervios y su integridad personal, ha servido como un portavoz dialogante, realista y esforzado para los creadores.
Gracias a él y a su trabajo de estos dos años, en este país hay menos gente que nos odia, más gente que nos comprende, más gente a la que llegan nuestras intenciones y que se da cuenta de que, como cualquier hijo de vecino, aspiramos a vivir de nuestro trabajo, y más gente que aunque no comparta nuestras posturas al menos sí entiende nuestros motivos. De la Iglesia le ha dado visibilidad y cercanía a la Academia; ha intentado que el cine español sea el cine de todos.
Por ello y porque hace falta un interlocutor como Alex, que en vez de dividir ha intentado sumar, digo:
NO SE VAYA, SR. DE LA IGLESIA