Me ha pasado una cosa rarísima esta mañana. He ido a comprar el pan, y he tenido que pagar por él. Le he dicho que soy guionista, y que la gente no paga por ver mi trabajo, y aún así ha insistido en cobrarme la barra. Hay gente desde luego que tiene el corazón de titanio.
Luego me he ido a comprar un libro, y a pesar de que es cultura, también he tenido que pagarlo. Y lo peor es que, por mucho que intento razonar con la gente, siempre estamos a vueltas con el vil metal. ¿Qué quieres bienes y servicios? Pues afloja la mosca. ¿Que eres guionista? Pues como si eres sexadora de pollos, enhorabuena a los premiados.
He visto con cierta sorpresa que se ha utilizado mi post sobre el éxito del cine español para dos fines: cuestionar las subvenciones y justificar las descargas. Y realmente, es algo abrumador. Si el cine español no resulta atractivo al público, las subvenciones son una caridad absurda, tirar el dinero para que un montón de tirititeros sigan fumando porros. Si el cine español atrae al público, entonces son innecesarias. Si el cine español no lleva a gente a las salas, se dice que nadie se ocurre descargárselo, o que es tan malo que si no fuera gratis nadie lo vería. Si el cine español triunfa, entonces se libera de culpabilidad a las descargas, se las exime de la responsabilidad de minar la industria.
¿Sabéis lo que me ha pasado? Que cuando le he dicho al panadero que he visto que tiene un buen coche aparcado en la puerta y que yo voy a trabajar en metro, ha insistido en cobrarme el pan. Y es que el hecho de que haya pelis que funcionen no legitima que toda la industria del audiovisual español tenga que percibir menos por su trabajo.
No seré yo quien diga que hay que prohibir las descargas, o que no se puede compartir archivos en Internet. Yo creo en un uso razonable de la tecnología como vía de acceso a la cultura. Pero también creo en comprar algún DVD de vez en cuando, ver alguna peli en la sala, y también, por qué no, ver alguna serie en Internet. Lo que me parece que ningún amante del cine o de la cultura en general debería hacer es sistemáticamente dejar de ir al cine o dejar de comprar películas.
Del mismo modo, satanizar a un sector del que viven muchísimas familias simplemente porque está en contra de una práctica que amenaza su futuro o su presente me parece absurdo. Todos harían lo mismo. Los taxistas se mosquean con las motos que ahora transportan pasajeros. Los tenderos españoles se mosquean con los chinos. Las pequeñas tiendas se quejan de los grandes almacenes. Pero nadie dice que estos empresarios deberían fastidiarse y aplaudir ante sus rivales, pasar por el aro y hacer una reverencia.
En fin. Que he dicho muchas cosas y sé que más de uno y más de dos me van a malinterpretar. Yo solo digo que hay que comprender que todos los sectores, que todas las personas, protegemos nuestro oficio y nuestro modo de vida, por un lado. Y por otro, que tanto como creadores como consumidores del audiovisual, deberíamos apoyar y respetar esta industria, haciendo uso de internet pero también de los cauces de paganini, porque esa es nuestra responsabilidad: si nos aferramos a la bandera del todo gratis, a la larga no habrá cines, ni novelas, ni discos.
Sólo panaderías.