Vestir con propiedad

Parafraseando al pianista, la polémica suscitada por el esmóquin femenino que Carme Chacón lució en la Pascua Militar me da ganas de emigrar. Los mismos que se rasgan sus (anodinas) vestiduras porque la ministra no llevara un vestido largo son los mismos que hace algunas décadas se ponían rojos de ira cuando veían a una mujer fuera de la cocina, los mismos que no dejaban que una señora abriera una cuenta bancaria sin la presencia de un marido o padre, los que se indignaban con el derecho a votar, los mismos a quienes el cambio de roles, la emancipación femenina y la consolidación de la mujer en el mundo laboral ha pillado por sorpresa.

Me parece bastante lamentable que su atuendo sea objeto de polémica, y casi si me apuras, algo noticioso fuera de las páginas de estilo de alguna revista de moda. Ya puestos en la órbita de las cosas que me provocan un intenso fastidio como mujer, sigo con la ira que me provoca que a la portavoz del pp la llamen popularmente -en los medios de comunicación- «Soraya» o «Sorayita», en vez de utilizar su nombre completo. ¿Qué está pasando aquí? Tenemos dos políticas, dos mujeres notables, profesionales y jóvenes. Dos mujeres que probablemente fueron las mejores de sus clases, las más brillantes, las que más duro trabajaron. Y cuando acceden a un puesto de relevancia en la vida política, se alude a ellas con la misma condescendencia que a una primita voluntariosa pero algo mema que está aprendiendo a tocar la flauta.

Parece que en este país una mujer sabe que ha llegado alto cuando no la critican por hacer su trabajo, sino por todo lo demás. O quizá sea, acaso, la unión de metáfora y sentido literal lo que da miedo a la vieja guardia: una ministra de defensa, profesional, mujer y madre, llevando los pantalones.

Aterrador.