Por fin he visto «An Education«, con guión de Nick Hornby, uno de mis escritores favoritos, basándose en unas memorias escritas por Lynn Barber, una periodista que escribe para varios medios, entre ellos el Sunday Times. La película habla de Jenny, una chica guapa, inteligente y culta que se enamora de un glamouroso hombre que casi le dobla la edad, en el marco de los suburbios de Londres a principios de la década de los sesenta. Aquí podéis leer un extracto de sus memorias, algunos fragmentos se reproducen literalmente en la película. ?sta es Lynn Barber, de adolescente:
Y esta es la fantástica Carey Mulligan, que da vida a Jenny:
Este es el párrafo final del fragmento enlazado (ojo, espoilers a partir de aquí):
«Hubo algunas cosas que Simón me enseñó y que lamento haber aprendido. Aprendí a no confiar en la gente; a no creer en lo que dicen, sino en lo que hacen; aprení a sospechar que todo el mundo es capaz de vivir una mentira. Llegué a creer que por mucho que creas conocer a alguien, conocerle del todo es imposible. Aprender todo esto fue una buena base para mi carrera de entrevistadora pero creo que no lo fue para la vida. Me convirtió en un ser muy desconfiado, muy cauto, muy poco generoso. Resulté dañada por mi educación».
Afortunadamente esta amarga moralina no tiene cabida en la película. La historia, tal y como la plantea Hornby, muestra los hechos, sin escatimar el dolor ni la amargura, ni por supuesto la alegría, la euforia de la novedad y del enamoramiento, la felicidad, de una forma que resulta muy difícil no empatizar totalmente con Jenny… para que cada uno saque sus propias reflexiones luego. Lo único que la protagonista dice en el epílogo, cuando ya ha llegado a Oxford, es que ella parecía una estudiante fresca e inocente más, pero que no lo era. A mi esta película me ha hecho pensar en cómo muchas veces los episodios de tu vida que te hacen sentir vivo/a son los que, con el «adecuado» giro de los acontecimientos te hacen sentir mayor, gastado. Como en el final de Noches Blancas. Pero que nos quiten lo bailao, ¿no? Como también dice el novelista ruso, «¡Dios mío! ¡Un sólo momento de bienaventuranza! Pero, ¿acaso eso es poco para toda una vida humana?».