por Ángela Armero
Traduzco (libremente) esta carta de Kathryn Bigelow publicada por el diario Los Angeles Times por su interés y porque me parece que pone en la mesa temas de debate muy interesantes. La escribió a instancias del periódico Los Angeles Times para que definiera su postura frente a las criticas que suscita su película. Aquí está el original.
Durante mucho tiempo, más años de los que me apetece ponerme a contar, pensé que la película que llegó a ser «Zero Dark Thirty» nunca se haría. El objetivo, hacer una película moderna y rigurosa sobre el combate al terrorismo, en torno a una de las misiones más importantes y clasificadas en la historia de América, era suficientemente atractivo y trascendente, o eso parecía. Pero había demasiados obstáculos, demasiados secretos, y políticos entorpeciendo el camino.
Sin embargo, gracias a la gran tenacidad de mi equipo y una dosis enorme de suerte, hicimos la película y conseguimos socios con la valentía suficiente para estrenarla.
Y entonces llegó la controversia.
Ahora que «Zero Dark Thirty» ha aparecido en cines de todo el país, mucha gente me pregunta si me sorprendió la polémica que levantó el film cuando sólo se había visto en pases contados, y aún así mucha gente con criterio ya la había definido de formas increíblemente contradictorias. El Times me ha pedido que desarrolle algunas de las declaraciones que he hecho alrededor de este tema. No estoy segura de tener nada nuevo que añadir, pero si puedo intentar ser concisa y clara.
Primero de todo: Apoyo la Primera Enmienda que garantiza el derecho de cualquier americano a crear obras de arte y a expresar su opinión sin ningún acoso o interferencia gubernamental. Como pacifista de toda la vida, apoyo todas las protestas contra el uso de la tortura, y simple y llanamente, contra cualquier tipo de tratamiento inhumano.
Pero me pregunto si alguno de los sentimientos que han sido expresados acerca de la película deberían dirigirse en contra de aquellos que han institucionalizado y ordenado esas políticas gubernamentales, en vez de contra la película que los lleva a la pantalla.
Los que trabajamos en las artes sabemos que mostrar algo no es apoyarlo. Si lo fuera, ningún artista sería capaz de pintar prácticas inhumanas, ningún autor podría escribir sobre ellas, y ningún cineasta podría profundizar en los asuntos más oscuros de nuestra época.
Este es un principio importante para un artista, y merece ser repetido. Porque confundir el hecho de mostrar una situación con apoyarla es el primer paso hacia perjudicar la habilidad de cualquier artista americano de arrojar una luz en temas espinosos, especialmente cuando estos temas está ocultos bajo capas de secretismo y ocultismo gubernamental.
De hecho, estoy muy orgullosa de formar parte de una comunidad de Hollywood que ha convertido las películas que cuestionan la guerra en una tradición cinematográfica. Claramente, ninguna de estas películas habría sido posible si directores de otras épocas se hubieran abstenido de retratar las crudas realidades del combate.
En un nivel práctico y político, me resulta ilógico armar un caso contra la tortura ignorando o negando el papel que ha jugado en las políticas y prácticas de contraterrorismo de los EEUU.
Los expertos no se ponen de acuerdo en torno a los hechos y particulares de la caza de la inteligencia militar, y sin duda ese debate va a continuar. En cuanto a lo que yo personalmente creo, que ha sido objeto de preguntas, acusaciones y especulación, pienso que Osama Bin Laden fue encontrado gracias al ingenioso trabajo de investigación. Sin embargo, la tortura, como todos sabemos, fue empleada en los primeros años de su búsqueda. Eso no significa que fuera la clave para encontrar a Bin Laden. Significa que es parte de la historia que no podemos ignorar. La guerra, lógicamente, no es bonita, y no estamos interesados en retratar esta acción militar como si estuviera libre de consecuencias morales.
En ese mismo aspecto, creo que no deberíamos descontar y que nunca deberíamos olvidar los miles de vidas inocentes perdidas en el 11S y consecuentemente los ataques terroristas. No deberíamos nunca olvidar la valentía de esos profesionales en las comunidades militar y de espionaje que pagaron el mayor precio en el esfuerzo de combatir una grave amenaza en la seguridad de nuestro país.
Bin Laden no fue derrotado por superhéroes que bajaron volando del cielo; fue derrotado por americanos normales que lucharon con valentía al tiempo que a veces cruzaban líneas morales, quienes trabajaron intensamente y que se entregaron en cuerpo y alma, tanto en la victoria como en la derrota, en la vida y en la muerte, en la defensa de esta nación.
Personalmente me gustan mucho las dos obras bélicas de la directora (escribí esto sobre «The Hurt Locker») y creo que su afán es idéntico en las dos: mostrar hechos trascendentes y deliberadamente ocultos por políticos y medios en la historia reciente de EEUU y contextualizar el rol del individuo en esos actos y mostrar cómo afectan a su vida.
Bigelow dice que su intención era hacer una película rigurosa y moderna sobre el contraterrorismo en la América post 11 de Septiembre. Los hay que encuentran la propuesta patriotera, propagandística o también antipatriota o antiamericana; si se molesta a tanta gente es señal de que se ha sido bastante imparcial. Pero eso no quiere decir que ella haya querido hacer un documental. (Tampoco hubiera podido.)
Por supuesto no se le puede pedir a Bigelow que ella cuente su historia desde un punto de vista ya no belicista o antibélico, sino no-americano, puesto que no esperaríamos, como decía Javier Marías en este artículo, que un chino cuente una historia desde un prisma que no sea el suyo, desde su país, su cultura, sus vivencias; no se puede esperar que no sean sus víctimas las que más le duelan y sus profesionales o soldados los que más tiempo e interés le merezcan.
Hay otro ángulo que me gusta en esta carta y en Bigelow, y que parece llevarle la contraria a todas las piezas periodísticas que últimamente le dedican: que no le da ninguna importancia al hecho de ser mujer, ni ve nada peculiar en que una mujer haga películas sobre la CIA capturando a Bin Laden o sobre la guerra de Irak. Por supuesto también creo que cuenta muy bien lo duro que resulta hacer una película y especialmente una que retrata temas tan sensibles como éstos.
Hay quien ve las pelis de Bigelow como propaganda. Yo las veo como muestras de talento y valentía, y no sólo en la elección del tema, sino en la forma de llevarlo a la pantalla.
¿Y vosotros?
Publicado originalmente en Bloguionistas.