Ya lo he dicho alguna que otra vez; creo que he madurado algo porque he perdido mi capacidad de sorpresa ante hechos que antes me sublevaban. Ahora sólo me reafirman en una oscura desconfianza hacia el funcionamiento de ciertos sectores. Yo tenía un tío que adoraba una buena conspiración. Cuando era pequeña, me hablaba de las relaciones intrincadas entre los grupos de poder (políticos, periodistas, empresarios) y yo pensaba para mis adentros que mi tío estaba un poco volado y que realmente la vida le parecía más divertida así. Pero no. Sin embargo, la sofisticación es pura fachada. Al final el dinero está detrás de decisiones que de puro absurdas podrían parecer motivadas por un dios aleatorio o una mala resaca.
Lo de los futbolistas del anterior post es un ejemplo. Levantan la voz contra la derogación de sus privilegios aquellos que, para seguir manteniendo su nivel de beneficios, van a tener que pagar lo que pagábamos entre todos. Un pro cui de libro. Leo en el blog del Hastiado y de Chico Santamano la última polémica estéril en torno al guionismo. Al parecer, la Gaceta de los Negocios pidió al Sindicato de Guionistas un texto sobre la situación laboral de los guionistas en España, para después rechazarlo por considerar que el artículo no encajaba con la línea editorial del periódico. Podéis leer lo que Carlos Molinero escribió aquí.
También, el admirado Rafael Reig ha dejado su columna en el diario Público por otra suerte de diferencias editoriales. Escribiría sobre ello, pero ya lo ha explicado Reig aquí y con contundente maestría Antonio Orejudo aquí. A veces ser incómodo es el mejor piropo que puede recibir un escritor.
Y ya os digo, que no me sorprendo. Hay algunos medios que funcionan como los macarrones llenos de bicarbonato de Groucho Marx, que causan y curan la indigestión al mismo tiempo. Son como esos actores que, si vas a verles a una obra de teatro, te preguntan calurosamente «¿Qué tal (tú)?», y en realidad lo que quieren saber es «¿Qué tal yo?». En ocasiones funcionan como máquinas que se alimentan a sí mismas, al tiempo que intentan dar la apariencia de fabricar algo real.
El periodismo debería estar al servicio de la información, y no al revés. De todas formas, no tiene mucho sentido que diga mucho más sobre el asunto, porque la última temporada de The Wire lo dice todo.