El timo del narrador omnisciente

El novelista principiante estaba atascado en la página ocho de su primera novela. Entonces se dió cuenta de que estaba adoptando el punto de vista del narrador omnisciente, y de que él no tenía ni pajolera idea de nada, y que por eso le estaba resultando tan duro. Estaba claro que para sentarse a escribir una novela había que saberlo todo (omnis- y -ciente, que todis lo conocis, pensó, rememorando sus clases de latín) ser una especie de Dios con las falanges flojas, y él a duras penas conocía el alfabeto o la tabla de multiplicar del dos, así que probablemente debería arrastrar a la papelera su novela y emplear su tiempo en alguna actividad más fructífera, como aprender a cocinar en wok.

Estaba a punto de mandarlo todo al carajo cuando pensó en reescribir su novela desde la primera persona.

«Yo…» escribió. «Sólo sé que no sé nada», concluyó, y ni siquiera se le había ocurrido a él. Entonces sonó el teléfono.

-¿Sí?
(…)
-Nada, estaba escribiendo un poco. ¿Te importa que te llame luego? Estoy muy concentrado ahora.

Colgó, y se puso a mirar al techo.

13 thoughts on “El timo del narrador omnisciente

  1. Mi techo tiene unos plafones espantosos…
    Aunque últimamente miro más al suelo, me es una sensación familiar la que cuentas.

    Lo de escribir una novela me parece un reto acojonantemente admirable. ¡Ánimo!

  2. Dicho por un narrador omnisciente:

    «Ulises González amó de forma instantánea cada una de las palabras del post según las iba leyendo, y ese amor se extendió como un gachetobrazo hasta la bloguera que las había escrito».

  3. Uli, qué mono eres. Recuérdame que te lleve al zoo un día de estos. Gachetobeso.

    Gal, sigue intentándolo! Nos apuntamos a un curso de CCC. Tú de leer y yo de guitarra, para ser la reina en las fiestas. Ea.

  4. Si es que, claro, la inspiración existe pero tiene que pillarte trabajando.

    Esto tampoco es mío, voy a mirar el techo un rato 😉 .

  5. «La autora, en su breve relato, condensa a la perfección el arduo trabajo del escritor ante la página en blanco. Desde su mismo inicio, con un divertido recuerdo a Antoine de Sant-Exupery («principiante…» frente a «principito»), la estimada Ángela Armero nos sumerge en una fascinante aventura metaliteraria: el protagonista, un sosías del «Barton Fink» de los Hnos. Coen, está estancado en la página «ocho» (como el título homónimo de Katherine Neville); a partir de ahí, múltiples referencias a Carmen Laforet (no es casual la inclusión, en la segunda frase, de la palabra «nada») o Nacho Vidal («tan duro»). Con una precisa y preciosista utilización de la conjunción «y», continuaríamos desmenuzando esta joya del relato corto si no fuera porque, al igual que al protagonista del relato, el techo se nos ha venido encima… sólo que a nosotros literalmente».

    (Aurelio Sánchez-Padilla, hoja parroquial de Santa María de los Walkman).

    PD.- Discúlpeme la boutade, estimada Ángela: pá mí que, con tanto viaje, ya no me llega suficiente riego.

  6. Ruth, totalmente de acuerdo. Creo que le dijo Picasso… y a él no le fue mal, jajaja.

    Grom, se ha superado usted a sí mismo y a todo el coro parroquial de Santa María de los Walkman. Olé.

    Escri, gracias por meterme caña…

  7. Este blog es un hallazgo. Qué bueno es encontrarse personas como ustedes. Señor Grom, me quito el cráneo.

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