Las desgracias ocurren a diario. Todos los días hay atropellos, asesinatos, historias de maltrato, secuestros, coacciones, casos de acoso laboral, injusticias, tropelías, palizas y vejaciones, crímenes horrendos a los que ya te acabas acostumbrando. Aquellos que son extraordinarios, como el caso del carnicero de Amstetten, logran infiltrar la piel endurecida que hemos ganado a base de tanto conocer sucesos. Otros, sin embargo, no logran el mismo grado de interés. Nadie recuerda los sesenta y tantos nombres de las mujeres que mueren a manos de sus parejas cada año.
El caso de Álvaro Ussia, un joven de 18 años muerto a golpes en la puerta de la discoteca El Balcón de Rosales, sí parece concitar el interés de los medios y erizarnos las plumas a todos.
No es el primer chico que muere a manos de un gorila discotequero, ni será el último.
Pero el chico es de buena familia, con pinta sana y además guapo. Y es el vehículo perfecto para conmover a la gente, mejor que un chico magrebí, pobre y sin papeles a quien puede reventar otro portero descerebrado sin que nadie se sienta aludido por ello. Dale una rostro hermoso a un drama, y venderás millones. Que se lo digan a todos aquellos que han creado horas y horas de nada televisiva a costa del caso Madeleine. No quiero decir que no me parezca una gran tragedia, ni le estoy quitando relevancia. Pero es el símbolo del drama. Cuando un miembro «protegido» de la sociedad muere en una situación tan gratuita y brutal como ésta, la alarma social se dispara porque todos nos sentimos en peligro.
Y esta cadena de conmoción se convierte en un látigo de varias colas. Después del cierre del balcón de Rosales (hecho que aplaudo) se cierran Moma, But, Macumba y la Riviera. Y eso me hace pensar en el latinajo «Excusatio non petita, accusatio manifiesta». Vamos, que hay irregularidades a tocomocho, y ahora se apresuran a cerrar discotecas como si eso fuera a minimizar la tragedia o a limpiar la imagen del ayuntamiento, logrando lo contrario: poner de manifiesto la relajación en la gestión de los locales de ocio (a falta de un término mejor.)
Me molesta sobremanera que la tragedia se transforme en una expresión represiva, un murmullo de despacho «En Madrid no se divierte nadie, me cago en Dios». Yo he ido a varios conciertos inolvidables en la Riviera y me parece indignante que se cierre, y menos como expresión de una carambola trágica, de una culpabilidad que detona en el momento más aleatorio para calmar conciencias y convencer a los ciudadanos de que en Madrid se cumple la ley.
Conmigo no ha funcionado.
Me parecen más adecuadas otras medidas (aunque surjan de la misma voluntad de aparentar diligencia) como la tomada por la Generalitat de Catalunya tras un caso similar hace unos años. Exigir formación especializada a los porteros en lugar de cerrar los locales. Cierto que habría que comprobar, a día de hoy, el nivel de aplicación de la norma y la relajación de los examinadores, sin embargo me parece un pasito en la dirección correcta.
Del comportamiento de (gran) parte de la prensa prefiero ni empezar a hablar, que cierran también tu blog.
Comparto el criterio de Ángela acerca del asesinato del jóven que ha caído víctima de los gorilas de la tribu de la noche. Como es sabido por estos pagos, apenas existe el término medio y nos pasamos la vida de Pinto a Valdemoro, y así cuando vienen las tragedias, las autoridades descargan sus culpas inmemoriales «e pur si muove», nos hemos quedado sin conciertos, el «repelente niño Vicente» (Gallardín) vuelve a las andadas, mira quien baila.
A mi me ha dejado sorprendidísimo todo.
Descubrir de pronto que los porteros de muchas discotecas son unos matones sin escrúpulos reclutados en gimnasio y que abusan chulescamente de un supuesto «poder» otorgado… ¡quién lo diría! Me ha dejado anonadado.
Menos mal que lo han descubierto, que si no, vete a saber. Hay que frenarlo ahora que empieza!!!
En fin, fuera coñas, si cierran esos locales se supone que es porque tienen denuncias y se supone que está bien. Lo patético es que, casualmente, lo hagan AHORA y tras años y años de retraso en esas actuaciones, por los que no les dan ni capacidad de reacción. A la «Riviera» la chapan porque no tenía en regla un permiso de obras para al parecer, una mini-ampliación de una parte, o una reparación o algo. NO ES LO MISMO, hipócritas del ayuntamiento. Y encima, que esto ocurra en el ayuntamiento donde se destapó el «Caso Guateque». Debería darles vergüenza.
Gentuza…
Jo, para cuando cuando cumpla los dieciséis no van a quedar discotecas a las que ir… Tendré que salir de marcha por Cuenca.
Ángela, desde que has remodelado el blog ya no me avisa el Google Reader de los post nuevos.
Martín, es cierto que hay medidas mejores. Yo también tengo la sensación de que hay un submundo del que nadie prefiere opinar. Un saludo.
Carpanta, te mereces un pollo por rumboso y expresarte con tanta gracia. Olé.
Gal, es verdad, es como comparar pisarle la cola a un gato con defenestrarle por la ventana: no es lo mismo la falta de licencia para hacer obras que tener a un tío cuya actuación da como resultado la muerte. Y ahora todos super rigurosos con la ley. Amos hombre.
Ulises, seguro que en el futuro la gente se divierte montandose discotecas virtuales en sus casas, así nos ahorramos los porteros. No sé qué hacer con lo del reader, lo siento, nene.