Como últimamente no hago más que ver «The Good Wife» obsesivamente, de vez en cuando tengo que sacar la cabeza del bucle y darle oportunidades a otras series. Anoche fue el turno de «The Blacklist», una serie de en la que James Spader hace de terrorista buscadísimo que decide, en un momento dado, entregarse y desgranar una lista negra (¿Quién no tiene una?) de terroristas a quien él, como el FBI, quiere ver encerrados. Muy bien, James Spader está feo pero al menos no viejo en plan señora, sino simplemente feo y grimoso, recuerda un poco (de forma totalmente intencionada) al Kevin Spacey de Seven.
Empecé a ver el piloto con interés pero a medida que iban pasando los minutos me empecé a decepcionar. E hicieron falta pocos.
Nada más ver cómo Red Reddington, el megaterrorista se entrega en plan «viva la parafernalia» que tanto les gusta a los americanos, llega el anticlímax en forma de presentación de una joven agente del FBI, personaje femenino que está con su marido insistiendo machaconamente en lo importante que es para ella la familia y adoptar a un niño.
En paralelo, Red dice que solo hablará con esa agente novata y con ninguna otra, porque, ojo, es su hija.
PRIMER DELIRIO
Así que cinco coches y un helicóptero llegan a casa de la chica para llevarla a la celda de Red. ¿No bastaba con el helicóptero?
Bueno, gran shock, poco tarda en revelarse que la chica es su hija. Vale, aceptamos barco, aunque sea el «velero de la pereza». Gran pena marital porque marido llama a esposa para una cita con la gente de la adopción y resulta que ella, en la mega misión, no puede acudir.
Red comienza a hablar sobre cómo la hija de un general será secuestrada en breve. Mandan unos coches del FEBI a por la niña y de camino unos señores que en teoría están manejando «hazardous material» les secuestran, con gran tortazo automovilístico del que la agente cómo-se-llame sale indemne. De alguna forma, esta situación se acaba convirtiendo en que a la susodicha niña le ponen una bomba en la mochila y la dejan sentadita en la entrada del Zoo. Esposa familiar se queda de cháchara con la niña hasta que un conocido de Red desactiva la bomba y se la lleva como comisión por los servicios prestados.
Ya llevamos: una recogida en helicóptero, un secuestro automovilístico, y una bomba en un zoo.
SEGUNDO DELIRIO
No sé en qué momento, la hija le clava un boli o algo así a su padre en la carótida y le dice que tiene un minuto para revelarle alguna información crucial. ¿En serio? ¿A tu padre? ¿A un terrorista buscadísimo cuya vida vale un congo? ¿Es que los responsables de esta serie no vieron 24? Anda que no se pueden hacer cosas.
Pero aún quedan sorpresas.
TERCER DELIRIO
La joven esposa le dice a su jefe que necesita ir a casa a ducharse y a ver a su marido, a mitad del día y porque sí. Llega y ve todo lleno de celebraciones. «¡¡ES UNA NIÑA!!» «FELICIDADES». Su marido ha comprado champán para celebrarlo. Y resulta que mientras esperaba ha llegado el de la bomba en el zoo y ha torturado al marido a base de bien. Y le clava un puñal en plan «quiero trinchar este pavo, he de hacerlo ahora».
Pero lo que me repatea no es eso, sino la alegría con que se planta lo de la adopción. Ella no acude a la cita, y a la vuelta, ya está hecho, y es una niña. ¿Es una niña o un chihuahua sarnoso? Porque ni siquiera un saco de pulgas se entrega con tanta ligereza.
Sigo.
No sé muy bien en qué momento el terrorista que organiza todo esto se deja caer de un campanario sin que esté muy justificado. O igual es que me había ido a por unas patatas. El caso es que al final el terrorista está de charla con San Pedro, la nueva agente del FEBI ha salvado muchas vidas, y su marido está con un ventilación mecánica en el hospital. Ella, sola, en casa, con una copa de vino…
CUARTO DELIRIO
…Se pone a lavar las manchas de sangre de su marido de la alfombra y accidentalmente descubre una caja bajo las tablas del suelo con pasaportes en varios idiomas… ¡Tate! ¡Que su marido es un espía!
Así que, no se puede negar que el piloto de «The Blacklist» sea entretenido, pero es todo tan sumamente increíble, bombástico, forzado y subrayado que me da mucha pereza verla… o quizá se convierta en un guilty pleasure. Lo único que me cautiva es el homenaje que le dan a uno de los personajes del FBI llamándole Ressler.