Problemas con la dignidad

Con la censura hemos topado.

Una señora que tiene la manita debajo de unas braguitas muy monas. Este es el cartel de «Diario de una ninfómana», censurado en la Comunidad de Madrid. Puede que sea una ninfómana, pero a mí no me parece una imagen escandalosa, la verdad. Hay cientos de anuncios de bikinis, de ropa interior que puedes ver en cualquier sitio, y son casi idénticos.
No creo que las madres al pasar ante estas imágenes les cubran los ojos a sus niños. Vale, en los anuncios no tiene la mano debajo de la braguita, pero creo que esa infancia a la que estamos tratando de proteger (¿o era a la dignidad de la mujer?) habrá visto alguna vez a su madre con las manos cerca del pubis, más que nada porque (lo acabo de comprobar) las manos caen a ambos lados de la cadera y es un recorrido natural. Para masturbarse sí, pero también para quitarse la ropa interior para ir al baño, simplemente rascarse o hacer lo que les dé la gana, que por algo nuestro cuerpo es nuestro.

¿Realmente merece la pena censurar una imagen que yo tacharía de simplemente sugerente? ¿A quién ofende esta imagen?
Entonces, ¿qué pasa con esto?

Es el mismo tipo de imagen, y bastante más radical. En este póster, Bardem se agarra los genitales como diciendo «pilla», y es del año 93. Quince años después, censuran una señora tocándose… las bragas. Se supone que la censura es algo que ocurre en el pasado, no en el futuro. También podrían llamarlo «Diario» y poner una florecita en la portada. De cualquier forma, no se a qué alma de cántaro corresponde una decisión tan sabia, pero por favor, prohíban el cartel de mi corto, y háganlo ya. Me encantaría que la gente dijera al verlo: «Vaya, con La Aventura de Rosa llegó el escándalo». Me daría mucho caché.


(Por cierto que este sábado se proyecta en el Festival de Comedia de Navalcarnero…)

Siguiendo con la dignidad, Gallardón ha decidido prohibir a los hombres anuncio. Manuel Cobo dice que le parece una imagen tercermundista. Resulta que ahora en la Comunidad de Madrid, las señoras no podemos tocarnos las bragas y los caballeros se la cogen con pinzas.

No sé qué tiene la dignidad que siempre le preocupa a la gente que vive que te cagas.

Mucho más indigno me parece trabajar de teleoperador, y lo digo por experiencia. Cualquiera que conozca una de esas oficinas sabe qué sensación te da al entrar: un inmenso gallinero industrial. Personas conectadas a máquinas que hacen las llamadas por ellos. A lo mejor, en una jornada de ocho horas, el ordenador puede hacer que el agotado empleado/a haga unas 300 llamadas, en muchas de las cuales será cortado, insultado, educamente rechazado o simplemente ignorado. Todo esto con un descanso de veinte minutos para comer e ir al baño, y por un sueldo miserable.

Si el hombre anuncio es tercermundista, ¿esto qué es? Por no hablar de la vivienda, de la pérdida de empleos, de la especulación salvaje, de la pérdida de poder adquisitivo que ha acompañado al flamante euro.

Quizá el hombre o la mujer anuncio encuentre una nueva oportunidad para dignificar su vida y su tiempo empleándose en cualquier servicio de atención al cliente, cuyas condiciones no son visibles para los turistas ni tienen demasiado interés para los informativos. Mejor barrer la porquería bajo la alfombra, porque en realidad lo que cuenta, al parecer, no es trabajar dignamente, sino que lo parezca.

7 thoughts on “Problemas con la dignidad

  1. A mi me parece una vergüenza el cartel porque casi no se ve ná!

    Y si quitan eso, que quiten el anuncio de Espárragos Carretilla, digo yo.

    Bah, los «bienpensantes» me dan un perezón terrible. Y los vigilantes de «las buenas maneras» son una panda de hipócritas escandalosos.

    Yo me imagino que para el señor que hace de hombre-anuncio será mucho menos humillante ahora ir todos los días al paro, a ver qué hay, porque tiene que dar de comer a su familia.

    El poner la concejalía de Asuntos Sociales en el barrio de Salamanca y gastarse lo que no está escrito en poner marmol a todo el suelo, eso no le parecerá indignante a la señora Botella, no.

    ARGH!!

    A mi me ofende más ver a su marido con ese pelo y no digo nada.

    Bueno sí, que hostias. Pero no lo prohibo.

  2. Cuánta razón.

    Con estas cosas hay que hacer como decía la madre de un compañero cuando le insultaban en el cole: «hijo mio, tu castígales con el látigo de la indiferencia». Estas censuras de cárteles o anuncios consiguen, con creces, el objetivo contrario al deseado: que no se vean.

    Y lo de los espárragos carretilla es incredibol. Parece un corto de una peli porno.

    Luis J.

  3. Con estas ideas, seguro que en Tele Madrid no te piden un guión.
    Pero tranquila, creo que sales ganando.

  4. Lo que pasa es que las teleoperadoras (yo también he sido una de ellas), están encerradas en call centers, ocultas al mundo, y el que no puede pagar la hipoteca también nos pasa inadvertido. Conclusión: ojos que no ven, corazón que siente.

    Estos censores son como avestruces, las cosas que no ven piensan que no existen.

  5. Gracias Uli. Muá.

    Galahan, es verdad que es obsceno. Solo falta una frasecita al estilo «También se pueden comer doblados». Es curioso cuántos raseros hay para esto de las ofensas.

    Anónimo, tienes razón, se están colocando unos neones de censores cuando la peli habría pasado desapercibidísima (parece un trabalenguas.)

    Anónimo2, nunca se sabe.

    Anónimo 3, son unas buenas bragas, bien merecen un calentón (igual fue lo que le pasó al censor y se puso tenso.)

    Ruth: muy bien visto.

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