¿Qué pensaríais si a alguien le diera por comparar a Javier Cámara con Marlene Dietrich? ¿A «El hombre tranquilo» con «El Día de la Bestia»? ¿A Luis Tósar con John Wayne? Probablemente, como yo, pensariaís que esa persona se adentra dentro de los peligrosos caminos de la demagogia y el populismo. ¿Qué gran intelecto puede escribir sin avergonzarse algo como esto?
Lo preocupante, lo llamativo, es esto: los profesionales de nuestro cine, ¿a quién pretenden engañar? ¿Qué pretenden al votarse entre sí y a la raquítica industria nacional? ¿Tal vez convencer al Ministerio de Cultura de que esa industria es añeja y sólida y ha dado más obras maestras que la de cualquier otro país a lo largo de un siglo (los Estados Unidos aparte), y que por ello hay que cuidarla, favorecerla y subvencionarla? ¿Tal vez convencer de lo mismo a los lectores, para que vayan a ver cine nacional? Si así fuera (y no el mero pataleo acomplejado de ??semoh loh mejoreh?), hay algo en lo que no han reparado: si nuestros cineastas tienen una ignorancia supina y desconocen a Ophuls, Rossellini, Lang, Renoir, Preminger, Griffith y tantos más de los que no destacaban una sola cinta; si su gusto es tan dudoso como para considerar El día de la bestia ??lo siento, es un ejemplo?? más memorable que Perdición, La diligencia, El hombre que mató a Liberty Valance, El hombre tranquilo y Johnny Guitar; si además juzgan que la ridícula y cursi Bailar en la oscuridad, de Von Trier, merece estar entre las cien películas que ??cambiaron su vida?, ¿qué aficionado con dos dedos de frente y una mínima formación cinematográfica va a ir a ver las creaciones de estos individuos? Francamente, queridos, así no prometéis nada bueno.
Esta persona misteriosa está escandalizada porque al parecer, en una encuesta en la que el dominical de «El País» se publicaron unas listas con las cien películas y los cien actores que ??cambiaron la vida? de cien profesionales hispanoamericanos del cine y en esas listas aparecieron «dieciséis españolas o de directores españoles» y eso según su ilustrado parecer demuestra «el desaforado nacionalismo o chauvinismo o patrioterismo que desprendían, no ya rayano en el ridículo, sino del todo inmerso en él.» Y entonces compara a ilustres películas españolas con obras maestras del cine americano o europeo, y no duda en afirmar que los que confeccionaron esas listas ignoran a Preminger, a Lang y a Ophuls, entre otros. Y su conclusión final es que con ese dudoso gusto «¿qué aficionado con dos dedos de frente y una mínima formación cinematográfica va a ir a ver las creaciones de estos individuos?»
Esa persona misteriosa es Javier Marías, a quien tengo por uno de los mejores escritores de nuestro país, aún a riesgo de ser chauvinista yo también. Leo con interés sus columnas pero en esta ocasión me parece que incurre en una tendencia muy desagradable y peligrosa. La de dudar del talento de la gente por sus preferencias, que es tanto como intentar decirle a la gente lo que le tiene que gustar. Salvando las distancias entre Marías, la gente de la lista y yo, humildemente diré que no tengo nada que ver ni con ellos ni con Preminger ni con Lang, pero he pasado varias horas de mi vida admirando esos talentos; no espero que porque me encante «Laura» o «Carta de una mujer desconocida», la gente vaya en manada a ver mis «creaciones». Tampoco creo que mi admiración por Fernán Gómez descalifique per se mi forma de hacer las cosas, y no me acomplejo por pensar que este intérprete aguanta cualquier comparación que le echen con cualquiera.
Al escritor le molesta que esta lista de ilustres cineastas tenga un lugar en su corazón para el cine español antes que el cine europeo, ya que la hegemonía de la lista (como es muy natural por otra parte) la copa el cine de EEUU. Para bien o para mal (para el escritor está claro que es para mal) pertenecemos a un país y a una cultura determinada y reaccionamos a las películas nacidas en él de forma especial porque nuestra sensibilidad y nuestra identidad también están en ellas. Quizá sea injusto no reverenciar más a Jean Renoir, pero sería absurdo promediar nuestras preferencias por nacionalidades, porque eso acabaría con el sentido de la lista. Creo que del mismo modo que nos sentimos en general más cerca de Galdós que de Flaubert, nos interesa más «La Buena Estrella» que «El Sabor de las Cerezas.»
Si todos sabemos que el gusto expresa una «Manera de apreciar las cosas cada persona», según el DRAE, es decir, que la subjetividad es clave en su definición, ¿cómo puede Marías estar tan seguro de que su gusto es el único que vale y que los que piensan de otra manera no tienen derecho a crear ni casi a vivir?
Quizá tendría que ver esta película.
Javier Marías siempre está «incomodado» (como diría mi propia madre). Le parecerá muy británico y muy ad hoc estar en desacuerdo. Yo creo que tiene un trastorno oposicionista de la personalidad. Eso no le permite ser buen escritor.